Pero nuestro exhalado aliento perdurará en el aire que ahora otros respiran. Y el sentimiento, que un día llenó nuestro pecho, hará brotar ese puñado de margaritas, a las que no lograrán aprisionar los mármoles, ni las fechas caducas, de las lápidas que enmarcaron nuestro tiempo.
Francisco Rodríguez Tejedor/www.eldiaquefuimosdioses.blogs