AMARILLOS

AMARILLOS

La fuerza del amanecer, de la esperanza
Tiñe el horizonte de ese amarillo primigenio,
Maravilloso.
Invitación a caminar el nuevo día.
En el que todo se ha dispuesto para ti.
La luz del poderoso sol
Que aleja las tinieblas.
El tiempo que empieza,
Nuevo, sin pasado.
Para que tú lo continúes.

O el amarillo del atardecer,
Que corona tu solitaria barca en la caída de la tarde
Cuando vas recolectando
El fruto de lo que sembraste.
Antes de irte a dormir
Pleno de resonancias,
De músicas,
De conversaciones y de esfuerzos,
Para entender el mundo que declina
Ante tus ojos.

Amarillos son los peces
Que surcan el acuario
De tu vida llena de acuosas luces y sombras.
En el silencio del agua.
Que es el mundo sin sonidos de tus sueños
Cuando te vas a dormir.
El descanso del guerrero
Pleno de batallas de luz,
Ebrio de amarillos,
Buscando el amor en los senderos.


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RELOJES

     Te escribo desde el tiempo de las sombras. Desde el ángulo oscuro donde se escucha al silencio. Donde los instantes son sólo los latidos que los relojes no saben medir ni contar. Sino sólo apuntarlos, como una estría más, en el agotado corazón.
    Ya no sabrás ni quien soy. Un estrato apaisado, una capa fina, en la montaña de recuerdos con que el tiempo nos va sepultando a cada uno. Sólo es que hoy subí al desván y leí tu carta amarillenta. Y la música y los besos y aquel tiempo extraño despertó.

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ANCHO MAR

ANCHO MAR

Amanece el día y los momentos son como regatos. Como arroyos que recogen el agua de las laderas. Y la llevan por valles soleados, por hoces llenas de chopos, por torrenteras henchidas de brillos y de espuma.

Hasta que desembocan en el río grande al atardecer. Que es una inundación de lejanas orillas. Un caudal gigantesco que embalsa todos los instantes del día. Y allí estás tú. Al final del río.

Tú eres el ancho mar. Que me espera como cada noche. Donde yo me vierto y me diluyo. Donde abro las compuertas y fluyen todos los instantes del día que yo acumulé.
Y la noche nos abraza y nos hace uno. Y queda, luego, una superficie horizontal y densamente oscura y azul, que es el suelo líquido de donde emergen las estrellas.

Mientras allá en lo hondo, en el fondo marino, rodeada de aliento y de silencio, crece, una noche más, una capa de légamo, un sedimento íntimo, una argamasa de nuestras esencias, con las que la noche va construyendo ese edificio en donde viviremos eternamente.

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