martes, 17 de julio de 2018

"SOÑADORES" EMPRENDE EL VUELO









     Una gran alegría ver cómo este libro llega por fin a las librerías.
     Han sido dos años de un ingente trabajo aunque, eso sí, formando parte de un equipo excepcional, único para mí.
     Un libro de casi 500 páginas, mitad novela (con una trama tan real como la vida misma, donde tanto los hijos como los padres nos muestran sus sueños de futuro y sus conflictos), y mitad reportaje periodístico, donde 27 mentores, 27 maestros y emprendedores, 27 SOÑADORES de la España de hoy, nos explicarán, con el corazón en la mano, cómo identificaron ellos sus personales sueños, y cómo, luego, lucharon a brazo partido por conseguirlos.
     Nosotros, los tres autores, al escribirlo, hemos tratado de contestar las siguientes preguntas:
     ¿VIVES COMO SOÑABAS?
     ¿NO CREES QUE YA ES HORA DE MATERIALIZAR TUS SUEÑOS?
    ¿CONOCES REALMENTE LO QUE SUEÑAN TUS HIJOS?
 ¿Y SI ESTÁN PREPARADOS PARA LOGRAR SUS ANHELOS?
   "SI TÚ NO TRABAJAS POR TUS SUEÑOS, ACABARÁS TRABAJANDO PARA LOS DE OTROS" , nos dejó dicho el gran STEVE JOBS.
   Y nosotros te pedimos que te acerques con curiosidad a este libro. Conocerás cómo funciona el mundo de hoy. Y, para cualquier duda que te asalte, tendrás a tu lado a 27 SOÑADORES, a 27 expertos que te mostrarán el camino de los sueños, aquella única senda por la que estos se convierten en realidad.
    En las principales librerías (si a alguna todavía no le ha llegado, te lo piden y en unos días lo tendrás en tu librería de siempre)
"Soñadores- Aprende a materializar tus sueños" - Editorial Alhulia - ISBN9788494863578.





domingo, 8 de julio de 2018

LA IMPORTANCIA DEL PASADO







LA IMPORTANCIA DEL PASADO


            Acabo de volver de mi pueblo natal, Sacecorbo, (al que yo, literariamente, denominé “El sauce curvo”, en el libro que, poco a poco,  se está convirtiendo en un clásico, “Memorias del sauce curvo”: será nombrado a la vuelta del verano, qué alegría, como uno de los libros del día de Amazon en todo el mundo de habla española).

            Allí pasé yo los primeros 10 años de mi vida. Y algo tienen aquellos paisajes: desde el color del cielo, de un azul rabioso en esta época, a la fragancia del aire, lleno de pureza, y de limpieza, y de paz, que una suerte de renovación interior, íntima,  te envuelve al poco de pisarlos.

            Y esto que me ocurre a mí, también les pasa a otros, a muchos, diría yo, cuando vuelven a toparse con los espacios primigenios que les vieron pasar revestidos de infancia, esa edad a la que el inmenso poeta Rilke calificó como la única patria del hombre.

            La segunda parte de mi infancia, ya pisando también la raya de la adolescencia, yo la pasé en el internado de la Sagrada Familia de Sigüenza, la famosísima SAFA.

            Y, quizá, por esto que decía arriba, todos los años, desde hace ya diez, nos reunimos los viejos compañeros de curso de la SAFA. Y recorremos aquellas calles, arrastrando nuestro exceso de kilos y nuestra progresiva falta de pelo. Pero, sobre todo, poniéndonos al día y sacando lustre a todos los kilos de recuerdos que acumulamos.

            Porque no se puede, ni se debe, vivir de espaldas al pasado, máxime a partir de cierta edad en  que éste es ya el trozo más grande de la tarta de la vida.

             Yo creo que los años más importantes de una persona son los últimos, donde tú puedes destilar toda tu experiencia y tu sabiduría, en el caso de que las hayas alcanzado. Pero los años más entrañables, más íntimos, más nuestros siempre serán los de la infancia.

             Quizá, por ello, y yo lo compruebo un día tras otro con mis padres que andan ya por los 93, nuestra memoria, donde nosotros grabamos lo que nos acontece,  cuando llega cierta edad, y se le llena el disco duro, prefiere borrar lo más reciente y conservar, sin embargo, si cabe todavía con más nitidez aún, nuestros primeros años.

            Yo creo que es porque la infancia viene a resultar como las tablas, como la puerta de chiqueros por la que salió un día a la plaza el noble toro a comenzar su faena, y  en la que busca cobijo luego,  cuando ya está vislumbrando el fin de su horizonte.

            Porque, al igual que con el tiempo vas atesorando experiencia y sabiduría, también vas acumulando frustraciones, desgastes y equivocaciones mil que han jalonado también tu devenir.

              Convirtiéndose entonces la infancia en esa época dorada, donde todavía tú llevabas la ropa limpia que olía solo a inocencia y a pureza, y donde tú puedes volver otra vez a buscar estas cualidades, porque un día las tuviste,  y quisieras añadirlas a esa visión tan realista, cuando no pesimista, que el implacable tiempo ha ido pintando en tu alma.

            Un antiguo filósofo, ahora no me acuerdo cual, decía que el pasado no debe ser un sofá donde tumbarse y solazarse, sino un trampolín para lanzarnos hacia el futuro y que seamos más buenos, y más sabios, y más justos en él. Como quizá pensamos que lo fuimos en la infancia.

            Tal vez por eso, en estos encuentros, donde gestionamos el pasado, nos gusta tanto intercambiarnos fotos de aquel tiempo,  como estas que recogen momentos de mis quince años en la alameda seguntina con mis entrañables amigos de entonces.


            Escrito para el blog de : www.franciscorodrigueztejedor.com