Sabes ya que ninguna chica
te sueña en las playas de Acapulco.
Y que todos los zapatos que te pruebas
tienen agujereadas las ensuciadas suelas.
Perdiste la batalla contra el reloj.
Y la íntima serpiente
no hace sino mordisquearte
en tu última víscera viva.
¿Qué pasó?
¿Dónde están los dorados horizontes?
Sólo el espejo retrovisor te muestra
el paisaje que tú todavía entiendes.
Y las hojas alfombran el pavimento.
¿No oyes cómo cruje tu alma
al pisarlas?
¿No percibes su perfume
de ocres y marrones sin fin?
En el mar de Tasmania
tus sueños flotan acostados en el agua.
Y en el fuego crepitan
dos tizones alicaídos y decrépitos
viejas antorchas de tus pasadizos secretos.
Llegó la hora de la despedida.
Los niños se hacen mayores
y dejan de reír.
Mientras el otoño extiende su capa
y las sirenas desaparecen
por el sumidero de tu bañera.
Sí, llegó el otoño.
Y dejó sin luz esas ventanas
por donde ahora huyen los pájaros.
Mientras tú bajas las persianas,
antes de que caiga la noche
y las estrellas alumbren
todo lo que el tiempo
también se llevó
de ti.
TIEMPO DE OTOÑO, TIEMPO DE POESÍA.