viernes, 12 de diciembre de 2025

UN AÑO MUY ESPECIAL


Llega el fin de año y es hora de recordar y de revivir aquellos momentos luminosos que nos ha dado. El que más, sin duda, la boda de nuestra hija. Así vivimos los momentos previos. Momentos literarios  adornados con imágenes que se nos han quedado en nuestra retina, en nuestro corazón. Aquí van, en abierto, por unos días:

16 de abril de 2025


¡SE CASA MI NIÑA!

Yo tengo una niña

que se llama Alicia,

¡y es tan bonita!

que solo con verla

las penas quita.


Yo tengo una niña

y la quiero tanto

quiero todo lo bueno

y nada de lo malo...          ¿recuerdas esta nana?


Aunque aún falta, he preferido hacerte hoy este regalo.

Porque a partir de ahora todo tiene que ser futuro. El tuyo. El vuestro.

¡Brindo hoy por él!


Apuesto porque será luminoso.

Sin duda.

Como un día de domingo.

O como cuando amanece el sol.


https://www.youtube.com/watch?v=dsKq1jsB0HI


20 de Abril de 2025


QUE SE CUMPLAN TUS SUEÑOS

Ali, que se cumplan tus sueños. Las raíces de los sueños son los buenos recuerdos.

Como estos.

De toda la familia.

Un placer todos estos años.

¡Como los siguientes!

Momentos llenos de nervios pero, expectantes y bonitos, que vierto en este diario literario y personal, al menos por unos días.

Ahí van:

https://www.youtube.com/watch?v=Odmi8bXXbSQ


Sí, un año muy especial. No lo olvidaré nunca.



martes, 9 de diciembre de 2025

DOSCIENTAS MIL

 



Acabo de sobrepasar las 200.000 visitas en este blog. ¡Quién me lo iba a decir cuando empecé a escribir en él y no me conocía nadie! Solo hoy he tenido ya 195. ¡Un gran camino recorrido!

Por ello, quiero celebrarlo con mis lectores haciendo algo grande para los próximos días: podéis adquirir cualquier libro de los míos en edición impresa, a mitad de precio que el PVP de Amazon en España, dirigiéndoos a esta dirección de emal: infiserpal@gmail.com 

Deberéis indicar vuestro nombre y una dirección de envío. Os remitiremos el libro a esa dirección y os anticiparé fecha de llegada y justificante del envío. Previo recibo de este último, deberéis hacerme bizzum a un teléfono que os daré, respondiendo a vuestro email.

¡No dejéis pasar esta oportunidad única!









jueves, 4 de diciembre de 2025

AH, EL MAR, EL MAR...

 






Acabo de llegar a Madrid, tras unos días de cura, de sanación, de descanso, de paz, de renacimiento y de siembra de futuro, que todas esas cosas y más es para mí el mar. Yo soy de los que piensan que, sin romanticismo, sin idealización, sin sublimación y sin trascendencia, la vida sería un montón de actos repetitivos y aburridos. Quizás como el mar. Como el fru-frú de sus olas y su movimiento de voy y vengo eterno, pero sin moverse del sitio. Un día tras otro, una noche tras otra. Siempre o casi siempre igual.

Yo sé que el mar es, solo, todo lo que yo le pongo sobre sus olas cansinas y bajo sus fondos peligrosos y oscuros. Pero, es la foto que a mi alma conmueve. Remansa, dulcifica, también rejuvenece, estimula, la llena de vida y, por fin, que es lo importante, la inunda de futuro.

Debe ser el secreto de las aguas, la vida nació hace miles de millones de años en el mar y nuestra conexión con él permanece. Yo he escrito del mar muchas veces. De cuando lo vi por primera vez, aquella deflagración que fue como cuando me tropecé con el primer amor. Lo cuento en Lejos del Sauce Curvo, con las palabras de Germán, su protagonista. Es muy breve, pero resume todo aquello que sentí al verlo, cuando me despertó en el tren su grandiosidad, su luz y los latidos de su oleaje que son, mismamente, como los de nuestro propio corazón: vida.

“Llegó diciembre y yo no había cogido vacaciones en el banco, excepto aquellos dos días en agosto, por aquel medio año que llevaba trabajando, así que me dieron los trece días restantes que me correspondían. No en Navidad, claro, sino del uno al trece, para que no se me olvidara que yo allí era el último, por edad y por antigüedad.
Ya he dicho antes que, casi a mis dieciocho años, yo no había visto todavía el mar, casi me da vergüenza decirlo. Hoy, un chico a esa edad, del mar lo conoce todo salvo el fondo donde está el Titanic.
Eran otros tiempos, a mí me hizo una ilusión tremenda coger el tren Costa Brava, ¡qué nombre tan bonito y exótico, por Dios, me decía, ilusionado! Salía de Atocha a las nueve de la noche y llegaba a Barcelona a las nueve de la mañana del día siguiente, donde mi padre tenía unas tías que me enseñarían Barcelona y sus alrededores.
Nunca olvidaré cuando, al amanecer, descubrí la luz del mar, y sus olas, de un azul dorado, casi salpicaban el Costa Brava que circulaba, paralelo al agua, por el litoral de Tarragona. Fueron unos momentos mágicos e inolvidables. Dignos de haberlos vivido. ¡Solo por ellos merecía la pena haber cogido todos los días el metro para ir al banco y a la universidad!”


En “El día que fuimos dioses” hablo de todo lo que el mar iría significando luego para mí. Álvaro Artola, una vida fracasada, la indemnización del seguro es lo más valioso que puede regalar a las personas que ama, intenta quitarse la misma frente a él, sumergiéndose en su inmensidad. Aunque éste no está dispuesto a permitírselo…

* * * * *

—¿Desde cuándo existe el mar? —se pregunta Álvaro Artola, ahora que ya conoce el secreto de la muerte de Florián y, quizá, también, el secreto de su propia vida, el secreto de todas las vidas—. ¿Desde cuándo el río que nace en la montaña, de la pureza de la roca o del blanco deshielo, va descendiendo y enturbiándose con el légamo pestilente y la basura inmunda hasta llegar, corrupto y podrido ya, al mar purificante? ¿Alguna vez el mar dejará de absorber, de lavar y limpiar tanta podredumbre?
Álvaro Artola mira al cielo. Sabe que las aguas del mar, cuando se evaporan, forman grandes nubes que se condensan en las montañas, donde luego nacen los ríos de las más puras y cristalinas aguas y todo vuelve a empezar de nuevo.
—Ah, el secreto de las aguas, de las que todos estamos hechos.

Álvaro Artola se inclina sobre la balaustrada del Sea and Sky Dreamer y mira al mar.
—¿Por qué no aquí y ahora? Estas aguas fueron navegadas y dominadas durante muchos años por los venecianos. ¡Venecia! Ah, Venecia, Venecia... Anegada siempre en agua. La cuna del Renacimiento.
Se queda con esta última palabra que coincide con lo que él lleva dentro.
—Para que algo renazca, primero tiene que morir y dónde mejor que en el mar, cuando empieza el día. El mar, que un día lejano nos alumbró, nos va recogiendo ahora, a todos sus hijos, que regresamos vencidos y, tal vez, fecundos. Como a Fio Yaram, como a mí mismo.
Abrázame, padre eterno / que ya no puedo con mi estrella. / Abrázame, padre bueno / y quítame el alma, que me pesa. / Déjame que repose, otra vez, en tu sueño. / Déjame que me duerma, otra vez, contento...

Entonces, Álvaro se sube a la barandilla de cubierta, cierra los ojos y se deja caer al vacío con los brazos abiertos, como un pájaro. Algún día fuimos aves o, solo peces voladores que, luego, más tarde, conquistaron la tierra firme.
Cuando Álvaro entra en el agua, fría pero estimulante, siente que regresa a un mundo que ya conoce. Abre los ojos mientras desciende y la luz se va apagando lentamente, allá arriba. Pronto, en la oscuridad más absoluta, él se dormirá en el regazo marino para descansar de su intenso viaje. Luego, se irá deshilachando en pequeñas briznas de vida, cada vez más diminutas, hasta disolverse enteramente en la corriente de energía que navega entre las aguas.
—¿Recordará algún niño la luz de mi sonrisa / cuando me haya ido? / ¿O, tal vez, susurrará mi nombre la brisa / cuando mueva los geranios, hasta alcanzar tu oído? ¿Notará alguien en su corazón / como un latido extraño / un lejano eco / un poco de vacío? ...
Cuando por fin, reducido a casi nada, ascienda Álvaro de nuevo a la superficie con la evaporación del agua, habrán pasado ya muchos años, solo unos pocos minutos marinos. Y, tal vez, diluido en unas nubecillas de vapor, será, entonces, arrastrado muy lejos por el viento. Quizá hasta las altas cumbres de la Sierra de Navacerrada, donde su familia suele esquiar en invierno.
—Eso es posible, ¿por qué no? Ver corretear, hecho nieve, a tus nietos y abrazarlos mientras resbalan en el blanco suelo.
O, tal vez, será empujado hacia oriente, en medio de las altas corrientes que chocan contra los Himalayas. Un poco más al sur los monzones riegan los valles del Yom y del Ping donde una joven huérfana, ingeniero agrónomo, de nombre Tashmina, quizá estudiará, con ahínco, cómo fertilizar más adecuadamente aquellas lejanas tierras.
Incluso le parece ver mientras desciende, a través de la neblina de las aguas, a Fio Yaram, a su querido Florián, que se acerca sonriente. Alguna vez pensó que todos los tailandeses parecen iguales, pero eso debió ser, piensa ahora, hace muchísimo tiempo.
—Sí, es sin duda Fio Yaram, qué alegría.
Se detiene por un momento en su descenso y es entonces cuando siente el abrazo fuerte y fraternal de Fio y él definitivamente cierra los ojos y se abandona. Se deja anegar por el agua que tanto le fascina y abre todas sus puertas para que lo posea, lo purifique y, ya limpio, lo haga suyo para siempre...

Acaba de amanecer un nuevo día y las aguas de los mares se desperezan estirando sus olas y el sol empieza, otra vez, a mostrar su paleta de colores en un estremecedor silencio. Pero hoy es un día especial y la sirena del Sea and Sky Dreamer silba con toda su potencia mientras los limpiadores de cubierta, que han acudido a su trabajo, animan con grandes gritos a Lee Tao que acaba de lanzarse al rescate de su amigo Artola, al que ha visto tirarse al agua.
Algunos dicen que lo conseguirá, es un gran nadador. Allá abajo nada se oye, solo dos sombras abrazadas se mueven en el mar dormido, en la profundidad de las aguas.


  * * * * *


Muchas gracias, mar Mediterráneo, por abrazarme de nuevo y llenarme de calor y luz para afrontar el final de otro año y hacer, ilusionado y feliz, mis pequeños planes para el año próximo. Que nos sigamos viendo muchas veces tú y yo, uno frente a otro, hablando de nuestras cosas, como hemos hecho siempre.




jueves, 27 de noviembre de 2025

AQUEL PRIMER TRABAJO

 




Hace unos días, volvimos a reunirnos casi cuarenta compañeros que trabajábamos juntos hace cincuenta años en el Servicio Extranjero del antiguo Banco de Bilbao de la plaza de Sevilla. Fue mi primer trabajo, yo era de los más pipiolos, apenas 17 años. Entré en un departamento donde había 10 chicas, casi todas casadas y tres chicos, los más jóvenes, todos solteros. Fue una escuela para mí, lo cuento, muy literaturizado, en Lejos del Sauce Curvo. Tres de aquellos compañeros son los que estamos en esta foto, yo de hecho entré el día en que se casaba ella, gran amiga y medio vecina ahora. Con este compañero iba yo a los archivos del banco en Leganés a encontrar documentación antigua comida por las ratas, y luego de aplaudidor contratado a los teatros madrileños, también lo cuento en mi novela. Me dijeron que aquel encargado del archivo, tan singular, que también aparece en mi libro, ya ha muerto. Así como el jefe del departamento, al que yo llamo en la novela el señor Bermúdez, que murió hace cuatro o cinco años y alguna compañera de aquellas también. Otra, me contaron que estaba en una residencia con alzheimer y ya no conoce ni a sus hijos. En fin, ¡cómo ha pasado la vida y se ha llevado ya a algunos de aquellos primeros compañeros tan entrañables! Fue un placer, como siempre, volver a vernos, cada vez con más goteras, cada vez más viejos, pero, todavía resistiendo y recordando.

Terminé por fin de publicar mi Trilogía del Sauce Curvo, precisamente, estos días. Donde aparecen, dispersos y literaturizados, no pocos de mis amigos y compañeros de entonces. Uno ya va teniendo una edad en la que le gusta ir dejando ordenadas las cosas. No es una trilogía que vaya a tener mucho tirón de momento, mis actuales lectores ya han leído todos o alguno de estos tres libros y  en su caso querrán completarlo de forma individual con otro u otros. Y para un nuevo lector empezar con una trilogía, así, de golpe, es mucho bocado. Así que lo he hecho mayormente para mí, aunque a la gente de mi pueblo también le haga ilusión ver estos tres libros en uno, más que nada para verlos, como digo, más que para leerlos de nuevo  porque ya los han leído. Sí, a cierta edad a uno le gusta ir dejando ordenadas sus cosas, y a un escritor su obra.

Ha sido un gran esfuerzo y, luego, además, me he tenido que meter de hoz y coz con otros temas menos literarios y más prosaicos, pero quizás más perentorios y materialmente más provechosos, como poner en orden mis finanzas y mis temas fiscales, el año ya termina y hay que gestionar bien todas estas cosas. Así que he terminado exhausto y he convencido a mi mujer para fugarnos los dos a nuestra cabaña de Alicante, que luego llegan las Navidades y sus ajetreos y hay que estar descansados.

Sí, de vez en cuando necesito ver el mar. Hablar con mi confidente que tan bien me entiende. Recargar las pilas. Volver a soñar. Sentir cómo me cuida mi wife que allí no tiene ojos para nadie más. En fin...

Así que me escapo del mundanal ruido como tantas veces. A la vuelta me espera mi nuevo libro "Destellos", aunque puede que lo deje para enero y me dedique estas vacaciones a ver a gente que he postergado durante muchos meses y a disfrutar de la visita de mi hijo que viene a pasar las Navidades. Sí, me escapo otra vez, y tantas veces como pueda....

Hice un poema hace algún tiempo sobre estas escapadas. Ahí va:

ESCAPAR

Si fuera posible
atravesar esta oscuridad.
Si fuera posible
huir de esta prisión,
escapar.

Romper estos lazos invisibles,
elevarme sobre la ciénaga,
poder volar.

Ir atrás en el tiempo,
si fuera posible,
volver a respirar.

Perderme entre la gente,
sin rastros del pasado,
vivir como un niño,
volver a empezar.

No me digas que sueñe,
que cree mundos nuevos,
que me vuelva a levantar.

Sólo quiero cerrar los ojos,
apagar la luz,
de este desván.

Solo quiero ser libre,
con otras cadenas,
en otro lugar.

Volver a ser cobarde.
Perder la cabeza de nuevo,
que sea otra vez lunes
…y escapar

Solo quiero eso,
escapar de aquí, contigo,
huir los dos muy lejos
y buscar el mar.



domingo, 23 de noviembre de 2025

¡¡POR FIN!! LA TRILOGÍA DEL SAUCE CURVO

 

Me lo había pedido mucha gente. ¡Y por fin está!

Disfrútala en AMAZON: https://shorturl.at/joX5j 

Las tres novelas sobre EL SAUCE CURVO ahora en un solo libro, tanto en digital como en edición impresa. 



Conoce cómo es Sacecorbo, El Sauce Curvo, hoy: https://youtu.be/zgDVnjYkWt8

jueves, 20 de noviembre de 2025

EL OFICIO DE ESCRIBIDOR

 



     Me gusta esta palabra de escribidor. Vargas LLosa la utilizaba mucho, incluso tiene una novela que la incluye en su título: "La tía Julia y el escribidor".

     El oficio de escribidor es un trabajo solitario. Pero, que siempre busca compañía, como el escribidor de Vargas LLosa con su tía. O, como todos los escribidores con sus lectores, detrás de los cuales hay gente que ellos han conocido o, tal vez, que sueñan con conocer, o, simplemente, con ellos mismos, la mejor compañía que hay, sin duda.

    Todo esto para decir  que ando ahora pergeñando la Trilogía del Sauce Curvo, ¡Por fin!, ¡como me había pedido tanta gente!, en un solo libro impreso y en una sola copia digital. Yo soy como el hombre orquesta, pienso las historias, escribo los libros, los edito, hablo con mi portadista para las cubiertas y los acerco a mis lectores. Cuando te jubilas, normalmente, es el momento de mayor cénit profesional. Yo tenía directores a mi cargo, decenas de empleados, secretaria, se puede decir que, en sentido estricto, yo no hacía nada. Orientar, motivar, mandar y asumir responsabilidades, claro.

     Ahora estoy yo solo, como todo escritor frente a su obra. Y, puedo decir que no lo cambio por nada. A lo mejor lo justo sería decir que: no lo cambio por nada, después de haber trabajado tan intensamente  para otros en otros ámbitos. Qué más da. Cada uno es hijo de su destino. Y el mío es, siempre lo fue, vivir escribiendo. Jugar con los mil espejos de tus personajes, para no desnudarte tú ni siquiera ante ti mismo, sino solo jugar al juego de la vida imaginada, soñada, pensada, donde nada es lo que parece, y todo podría ser verdad. Donde creas un mundo en el que nadie muere, en el  que nadie mata realmente, ni los más villanos siquiera. Donde las mujeres se adueñan de tu corazón y a veces hasta te lo devuelven. Donde demuestras que otro mundo distinto al que tenemos es posible, solo hace falta pensarlo, imaginarlo, desearlo, amarlo como tú a tus personajes. Esa es la gran utilidad del escribidor: dibujar otros mundos y ofrecerlos a los demás. La literatura solo es un desahogo ante tanta crueldad y basura que nos rodea. La literatura solo es un sueño, que nos permite dormir al menos ocho horas para pencar luego las otras dieciséis. Sí, el oficio de escribidor no es tan solitario, ni tan triste, ni tan inútil como parece.

Puede que mi próxima novela la publique una gran editorial, o no, si no me dejan estar yo solo, como siempre, frente a mi obra. La rica soledad del oficio de escribidor.

Hace algún tiempo yo escribí de él, de este oficio, del mío. Ahí va:


EL OFICIO DE ESCRIBIR Y LOS TUPPER SEX

Si a uno no lo moviera la pasión, diría que el oficio de escribir es un trabajo duro, austero. Solitario. Hace falta luchar con denuedo contra la pereza, contra la desmoralización, asumir la falta de alicientes y recompensas en el corto plazo. Y, en este mundo en que vivimos, donde todo el mundo anda buscando la satisfacción inmediata, eso no se lleva. Hace falta una voluntad férrea para dedicarse a escribir.

Pero yo, si no lo hiciera, sería como vivir amputado de una parte esencial de mí. Escribo porque disfruto haciéndolo. Así de sencillo. Así de perentorio, también. Los escribientes somos una especie de adictos a la droga de expresarnos con las letras. Peregrinos del camino de la tinta. Buscadores utópicos de aquel lector donde resuenen nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Avaros de encontrar el tesoro que encierra la explicación del mundo. O, tal vez, solo de nosotros mismos.

Sí, escribir es un oficio solitario. En el momento de la creación, por supuesto. Pero, también, luego, cuando el libro llega al lector y este lo lee en su habitación, o en el metro, o en el rincón de un parque hermoso, cuando hace buen tiempo. El lector se queda con el elixir de tus letras y tú, en la anónima distancia, con la esperanza de que a alguien le cambie la vida a mejor cuando te lea, o de que el mundo sea algo más interesante tras tus escritos. De que tu tiempo solitario, por fin, haya resultado útil.

A mí, que seguro que tengo un ego de autor tan grande como el que más, me gusta pensarme, sin embargo, como un autor de minorías. Íntimo. Aquello que decía Umbral: disfruto pensando cuando estoy en la mente de alguien (de una mujer decía él, siempre tan dandy).

Quizás esa sea nuestra única recompensa. Amazon tiene un sistema de lectura por suscripción. Pagas una cantidad mensual y puedes leerte los diez libros que quieras. En este sistema, a los escritores nos pagan los derechos de autor, no por libro descargado, sino por páginas leídas. De tal forma que el autor puede ver online, las páginas que se están leyendo de sus libros en cada momento.

Esa es una sensación muy placentera. Porque se crea una comunidad virtual en la que te unes a los lectores que en ese instante están disfrutando de alguna de tus obras. La inmensa mayoría de mis lectores son personas a las que no conozco, algunos, cada vez más, me hacen llegar sus opiniones por las redes sociales o más personalmente a una dirección de email, y me encanta ese contacto, pero del resto no sé absolutamente nada. Sólo los observo cómo pasan las páginas de mis libros. Y nos sentimos unidos así, de esta forma tan especial. Son las pequeñas recompensas del oficio de escribir.

Hoy, precisamente, tecleo estas líneas porque acabo de recibir una llamada de mi librería de Guadalajara: las bibliotecas de la provincia les han pedido medio centenar de libros de "Poesía, vida mía". Creo que, en mi reducto más esencial, yo solo soy un poeta que escribe también de otras cosas. Por ello, esta antología es uno de mis libros más queridos, aunque mis lectores prefieran el suspense, el drama o la novela romántica, que de todo escribo, porque para mí no hay géneros buenos, sino solo obras buenas.

Así que sueño con que alguien en un pueblo olvidado, una tarde lluviosa, se acerque a las estanterías y pida este libro que escribí durante muchos años. Solo con pensarlo me encuentro ya recompensado. Aunque sea solo un instante.

Porque, justo después de esta llamada, recibo otra: me acabo de comprometer con la productora Tus Ojos para enviarles mañana dos secuencias para el guión "Hoy es todavía". Una es dolorosa, versa sobre el maltrato a mujeres, pero la otra es una reunión de un grupo de estas con una experta para conocer  lo último en juguetes eróticos y prácticas sexuales: los famosos "tupper sex". 

 Así que me tengo que poner al día, mira tú por cuánto.

 ¿Quién dijo que escribir no era divertido y tenía sus recompensas?

Un abrazo, queridos lectores. 


www.franciscorodrigueztejedor.com


domingo, 16 de noviembre de 2025

LOS RETOS DEL MUNDO QUE VIENE: ¿HACIA UNA NUEVA FAMILIA O AL FIN DE LA MISMA?



Decía Confucio, el gran pensador chino, hace 500 años antes de Cristo, que “la fortaleza de una nación deriva de la fortaleza de cada uno de sus hogares”. Y uno de los emprendedores más brillantes del siglo XX, Lee Lacocca, remarcaba: “La única roca que conozco que se mantiene constante, la única institución que funciona, es la familia”. ¿Pero no creen ustedes, que la familia actual, como todo, está sujeta a revisión? ¿Serán las familias de los próximos años parecidas a las actuales? Y aún más: ¿Existirán las familias?





Para contestar a estas preguntas debiéramos empezar por respondernos primeramente a esta: ¿por qué existen y son tan importantes las familias? Porque no en todas las especies de animales la importancia de la familia es igual a la de la especie humana. Inclusive, en la mayoría, al poco de nacer los hijos, la familia como tal desaparece, quedando solo, en algunos casos, el papel protector de la madre durante un pequeño tiempo. Y, luego, nada.

El hombre nace prematuro, un niño absolutamente desvalido, y necesita el apoyo de ambos padres durante largo tiempo para salir adelante. La raíz de la palabra familia, viene de fames (hambre), la familia sería pues un grupo de personas que combaten el hambre juntos. Antiguamente el padre se encargaba de la defensa ante los depredadores y de traer comida, mientras que la madre lo hacía del cuidado de la prole y de la enseñanza. Siendo esta última también clave en la justificación de la necesidad de la familia.

Lo explica muy bien el famosísimo autor de Sapiens, Yuval Noah Harari: a diferencia del resto de animales superiores, que nacen como productos terminados (vasijas de vidrio, los llama, que si tratas de moldearlos se quiebran), equipados definitivamente con sus instintos y cultura de especie, los niños nacen como una gelatina de vidrio, pendiente de moldear, a la espera de que la cultura y valores de su familia y, posteriormente, de su entorno los vayan configurando definitivamente.

La importancia de esta vertiente educativa y moldeadora del pensamiento del niño, particularmente durante el siglo XIX, quisieron apropiársela algunos de los estados de orientación comunista, para sus propios fines, intentando sustituir la familia por una especie de amor libre sin compromiso con los hijos que pasarían a su tutela. Pero, en términos generales, la familia tradicional y monógama se ha mantenido muy mayoritaria hasta nuestros días, donde está sufriendo una serie de vaivenes importantes que la afectan.

Por una parte: el estado del bienestar de las sociedades avanzadas se ha hecho cargo de una parte importante de las funciones de la familia: cuidado de personas mayores y educación gratuita a partir de los 2 años.

Por otra parte, la revolución de la mujer y su incorporación plena y generalizada al mundo laboral, ha producido un cambio rotundo en los roles de la pareja dentro de la familia, donde ambos padres acometen, o debieran acometer, en igualdad de condiciones y sin especialización por género, todas las funciones, obligaciones y compromisos necesarios para el funcionamiento de la misma.

El reconocimiento y respeto hacia todas las minorías de orientación sexual, o vocación monoparental, diferentes a la mayoritaria hetero, ha producido también, aunque probablemente es más en la apariencia que en el fondo, un menoscabo de la imagen de la familia tradicional. Que no de la familia en sí: porque se está evidenciando que más importante que los lazos de consanguineidad de la misma es el hecho de vivir juntos y afrontar conjuntamente un mismo destino trenzado a base de compromiso a largo plazo entre sus miembros. Como lo demuestra así mismo el auge de las familias con niños adoptados.

Paralelamente, se observa una presión cultural y mediática en contra de la familia, que tiene también una raíz económica y de consumo. La familia pasa por ser la más eficiente y austera unidad económica, por uso de espacios habitables comunes y de recursos utilizables por varias personas a un tiempo, que choca directamente con la tendencia al sobreconsumo, cuando no al despilfarro, al que se inclina a veces un capitalismo exagerado en busca de su ilimitado crecimiento. La proliferación de segundas y terceras familias, con necesidad de dobles y triples viviendas y la desorganización en el manejo de las relaciones con los “ex” de todo tipo, o la proliferación de formas de vida solteras para las que se necesitan prácticamente los mismos recursos que para toda una familia, evidencian esto que comento.

Pero no es todo lo anterior, ni cada una de sus partes ni todo en su conjunto, la mayor amenaza para la supervivencia de la familia tal y como la conocemos actualmente. El mayor peligro es, sin duda, el egocentrismo, el individualismo y la falta de compromiso a largo plazo que se extiende como una gran mancha de aceite entre los jóvenes. Lo primero, no hay compromiso a largo plazo entre ellos como pareja, más bien lo rehúyen sistemáticamente. Y, en los casos que lo hay, es a menudo para conjugar los dos individualismos de ambos miembros de la misma, sin que quepa espacio para destinar energía adicional y tiempo para crear, mantener y educar una prole. Como mucho, el instinto maternal de última hora está produciendo un solo hijo de padres mayores y desganados. Hablo mayormente de España, uno de los países con menor tasa de natalidad del mundo actualmente.

Yo lo atribuyo, principalmente, a un movimiento pendular que ya han registrado otras sociedades avanzadas como Francia o Suecia, donde de esta situación que vivimos en España se ha pasado a otra donde se prima las familias con 2 ó 3 hijos. Eso sí, apoyadas decididamente por el Estado, con políticas fiscales y de conciliación adecuadas. Porque, al fin y al cabo, si no hay compromiso con la familia, ¿cómo alguien puede esperar que lo haya con su ciudad o con su nación? ¿Tiene sentido un mundo de ciudadanos encapsulados todos ellos en su propia burbuja y ensimismados en sus propias entretelas?

En nuestro reciente libro “Soñadores – Aprende a materializar tus sueños” hemos entrevistado a 27 emprendedores, si hay alguien obsesionado con su proyecto personal ese es un emprendedor. Pues bien, a pesar de ello, la respuesta general de todos ellos ha sido poner en valor la familia como el bien más preciado.

Recuerdo lo que nos dijo un joven emprendedor de solo 26 años que es uno de los más punteros actualmente en el sector de las nuevas tecnologías y de la inteligencia artificial, Jorge Schnura: “Lo más importante en la vida es formar una familia y atreverse a depender de ella. Esto parece que no está de moda hoy en día: los jóvenes están centrados en ellos mismos, en ser independientes, ausentes de compromiso, pero es la dependencia de los demás y el compromiso, precisamente, lo que nos hace más humanos. Y vivir una vida plena”.

Así que, ese movimiento pendular que yo preveo ya está renaciendo en sectores de la juventud actual que se ven atraídos de nuevo por la familia que, como toda institución, también deberá mejorarse a sí misma, fomentando la autoestima, la justicia y el respeto de sus miembros, tanto entre la pareja como entre esta y sus hijos. Porque lo reconozcamos o no, la familia ha sido, y yo creo que sigue siendo, el gran empeño vital de todos nosotros. Ya nos lo avisó el gran literato francés André Maurois: “Sin una familia, el hombre se siente solo en el mundo, tiembla de frío”.

Y si lo que queremos es hacer un mundo mejor, la solución no ha de ser ir contra ella, como ya nos dejó dicho la gran Teresa de Calcuta: “Si quieres mejorar el mundo, ve a casa y ama a tu familia”. De amar, precisamente, va, en mi opinión, la cuestión clave de la supervivencia de la misma.

Escrito como artículo de opinión para Ibereonomía

miércoles, 12 de noviembre de 2025

LITERATURA, VIDA MÍA.

 


Hoy releo "Lejos del Sauce Curvo". Estoy preparando el lanzamiento de la saga, con las tres novelas reunidas en un solo tomo, tanto en digital como para la edición impresa. Acabo de regresar de un viaje corto por Navarra y Zaragoza, donde se ambienta mi nueva novela que está ahora en manos de varias editoriales para su posible publicación, con el fin de afinar algunos detalles. Me encuentro en Lejos el Sauce Curvo un relato de mis primeras literaturas, aquellas que crecían en mi mente, pero que yo, absolutamente volcado en mi trabajo y en mi familia, postergaba guardándolas en no se sabe qué sitios, hasta que se perdían.

Pero, la literatura nunca dejó de perseguirme, hasta que me conquistó y ahora formamos una pareja enamorada, con una pasión mutua que no ceja. Ya hemos tenido muchos hijos, pero, todavía me conmuevo con aquella literatura clandestina que pujaba por ver la luz. Ahí va:


EL JOVEN ESCRITOR  


Hoy el joven escritor juega con su hijo en los sofás y en la alfombra del salón. Está contento hoy el joven escritor. Ha sacado unos minutos y ha garabateado un poema y unas ideas para esa primera novela con la que sueña. Las cuartillas duermen en una esquina de la mesita baja, las tiene que ordenar con otras que tiene por otros sitios, por otros cajones de la casa. Un día que tenga tiempo. Ese día que espera que algún año llegue.

Pero ahora se lo está pasando en grande con su hijo. Un hijo es el mejor poema. Un niño de dos años es un loco de atar. A él le gusta estar con él, sumergirse en ese mundo sin reglas racionales, en ese mundo de descubrimientos y locuras.

Le llaman por teléfono. De su empresa. Él pide responsabilidades y luego no debe quejarse de que se las den, aunque hoy sea sábado por la tarde, casi por la noche ya. Su mente se dirige a la realidad perentoria de los problemas que le plantean. Cree que consigue solucionar lo que su interlocutor le inquiere. Cuelga y vuelve con su hijo.

Este, probablemente aburrido, ha reparado mientras tanto en ese par de hojas que él había garabateado y las había depositado en la mesita baja del salón. Las ha cogido, las ha estrujado, las ha doblado y desdoblado de mil maneras, como si tratara de encontrar en ellas el motivo del porqué su padre pasa de él. E incluso se las ha llevado a la boca para probar a lo que sabe el papel, no deben haberle gustado y las ha roto furibundo.

El joven escritor observa el desastre. Tampoco será hoy ese día en el que él ponga algún ladrillo en esa obra con la que sueña. Ahora llega la hora de las cenas, de los baños, de prepararse para ir a dormir. Como tantas otras veces.

Por fin se queda solo cuando en la casa se esparce el silencio. Su mujer se acerca. Le pone una mano en el hombro:

–Te espero –le dice suavemente.

–Sí, reina. Un momento –le responde, mirando las cuartillas arrugadas y medio rotas.

No quiere que se pierda en el limbo del olvido ese pequeño poema que le ha brotado como un regato de la pureza de la nieve blanca. Ni esas ideas primigenias para alumbrar un día esa novela con la que sueña.

Trabaja, copiando en otro, con limpieza y aplicación, el manuscrito que el niño destrozó. Luego lo mira, tiene que guardarlo bien y reunir también todos esos fragmentos que deben estar en varios cajones de los muebles de la cocina y del salón. Otro día lo hará. En estos momentos detecta que la inspiración se sienta a su lado y le impele a continuar vertiéndose en el papel.

Escribe como deben deslizarse sobre el agua los surfistas, si él supiera surfear, claro, pero se lo imagina. Cuando te coge en volandas la inspiración todo es un patinar sobre el hielo blanco. Recorrer el blanco de la página, quiere uno decir, sin aburrirte ni cansarte jamás.

Ha escrito otras dos cuartillas. Las relee satisfecho. Estas las guardará en su mesilla para que no se pierdan.

Con ellas en la mano se dirige a su dormitorio. Su mujer le había mirado de una forma especial antes de irse a dormir.

–Te espero –le había dicho.

La única que espera encendida ahora es la lámpara de su mesilla, su mujer duerme dulcemente.

Apaga la luz y se dirige, con la difusa y plomiza claridad que apenas entra por el visillo de la ventana, al otro lado de la cama. Abre el cajón de su mesilla y coloca en él sus cuatro cuartillas con el mismo mimo y delicadeza que cuando deposita a su hijo dormido en su cuna.

Luego, sin hacer ruido, abre la cama y se desliza en ella. Se siente bien, respira hondo y sueña un momento poniéndose ambos brazos bajo su cabeza. Mañana encontrará otro rato para poner el siguiente ladrillo en su obra.

Mira a su mujer. Tiene una bella esposa. Y muy joven todavía. Los dos son muy jóvenes. Su cuerpo le atrae en la oscuridad.

Se acerca y la abraza suavemente. Ella apenas murmura:

–Estoy dormida.

Él la besa el pelo, la atrae contra sí. Un momento nada más.

Luego se retira. No le parece justo despertarla. Se consuela pensando que ha escrito un bello poema y unas frases hondas y originales, muy literarias, en sus cuatro cuartillas.

Le hubiera gustado hacer el amor esta noche, más incluso que otras noches. Pero tendrá que ser mañana, si el niño y todos los astros del firmamento se ponen en línea, como se habían puesto hoy…

A veces la literatura le atrapa y le roba otras cosas. Como una pequeña venganza por todas las traiciones que él le asesta día a día.

Mientras trata de dormirse, se jura que mañana sin falta ordenará de una vez todos sus papeles.


Y como homenaje a aquellos tiempos tan precarios, y también tan queridos, una primicia: tengo dos candidatas para la portada principal de Trilogía del Sauce Curvo. Ahí va una de ellas:







sábado, 8 de noviembre de 2025

CASUALIDADES



Hace un par de semanas tú estuviste de boda. La cuarta de este año. Te gustan las bodas. Tienen la alegría, el empuje y las buenas vibraciones de los comienzos. Apenas bebes pero, en las bodas, el whisky y tú os hacéis muy amigos y te pones muy simpático y hablador, todo el mundo te lo dice. Así que entablaste amistad con una señora que resultó ser búlgara, qué casualidad, le dijiste, hemos estado en tu país hace unos meses. Empezasteis a hablar de todo un poco, de su país, del vuestro, de los hijos.

Ah, los hijos. Ella tenía dos hijas, una en San Francisco y la otra ya no recuerdas dónde, pero igual de lejos. Yo tengo una en Madrid, le dijiste, pero el pequeño está en Londres, especializándose en Private Equity, ya sabes, la compraventa de empresas.

–¿Compraventa de empresas? - te interrumpió ella pidiendo una confirmación, por si había oído mal.

–Sí, sí... Quiere trabajar en fondos que compran empresas, bueno, de hecho ya ha estado colaborando con varios. ¿Por qué?

–Pues porque nosotros queremos vender la nuestra, nuestras hijas no están interesadas en continuar nuestra labor y queremos recuperar nuestra inversión y nuestros esfuerzos acumulados. Fíjate, empezamos mi marido y yo hace 20 años y ahora ya somos más de cuarenta en plantilla. Más otros tantos en Bulgaria.

–Oye, pues en lo que te podamos ayudar... Yo mismo tengo algunas experiencias por mi anterior vida de banquero.

Ella se quedó más tranquila viéndote a ti dentro. Es lo que tiene la imagen de escritor banquero: hombre disciplinado, creativo y sensato.

Así que, tras estas casualidades, aquí te hallas, preparando con tu hijo una estrategia de venta. Ah, el destino, el destino... Ahora recuerdas que escribiste hace un tiempo un artículo sobre el destino, bueno, tú lo llamabas casualidades.



¿CASUALIDADES? ESA CORRIENTE SUBTERRÁNEA...

Tú piensas que una de las innumerables ventajas de estar jubilado, es que paseas de otra forma, más relajada, (antes ni lo hacías, siempre metido en el coche, deseando llegar lo antes posible a los sitios). Sí, paseas y esparces tu mirada, de forma tan distinta, que hasta crees descubrir cosas nuevas en sitios ya muy frecuentados por ti.

Esta tarde te has fijado en el nombre de una guardería de tu barrio: "Escuela infantil Ciudad Jardín", se llama. Tiene este nombre porque hay una zona del distrito de Chamartín denominada así. Es cierto que esta denominación no se usa en demasía, mucho menos que Hispanoamérica o Concha Espina, claro. Pero a ti te llamó la atención reparar, tras veinte años viviendo en él, que este era el nombre de tu barrio. Quizás, la razón es que las calles tienen vegetación en medio de las aceras y es un barrio muy tranquilo y ajardinado, efectivamente, sobre todo en la parte de la colonia de chaléts.

Este nombre te trajo a tu mente inmediatamente el de la casa en que tú viviste por los veranos en Marbella durante 15 años, cuya urbanización se llamaba Aloha Gardens y tenía unos jardines espectaculares que incluían hasta una imponente cascada. Allí pasaste un tiempo de rosas, nunca mejor dicho, criando a tus hijos. Algunos de aquellos momentos los capturaste en este videoclip que cuelgas en este diario literario y personal por unos días: https://www.youtube.com/watch?v=_l4gWXXlUqs

Recuerdas también que cuando te casaste empezaste a vivir en Prosperidad, en una urbanización que tenía una encantadora pradera a la entrada, llena de árboles con unos macizos de flores entre ellos. Cuando decidisteis buscar una casa más grande, os costaba abandonarla, perder aquella pradera tan bonita. El vendedor de la nueva casa, que estaba en obras, os decía: desde este ático veréis los jardines, van a ser preciosos. No os mentía, recibió el premio nacional de la APCE (Asociación de Promotores y Constructores de España) cuando se inauguró, por su diseño arquitectónico y, ¡ojo!, por sus jardines. Hay unos pinos y olivos centenarios, los unos ya existían y los otros los trasplantaron aquí. Y, por supuesto, un montón de flores por doquier.

Te das cuenta que, sin comerlo ni beberlo, sin premeditación alguna, podrías ser "el hombre de los jardines", has vivido siempre rodeado de ellos. Tú, que sabes muy poco de plantas y que cuidas, lo indispensable y no más, a las que tienes en tus terrazas.

Te recuerdas, de pronto, que, una vez, le preguntaste a tu abuela Guillermina que solía cuidarte en El Sauce Curvo: "¿Abuela, cómo era yo de pequeño?" Ella te miró y luego levantó la cabeza y posó su mirada por los huertos: "Te encantaban las flores, Germán. Te quedabas encandilado, mirándolas".

Un día de aquellos, de cuando tú eras muy pequeño, ibas tú con tu padre por los campos de El Sauce Curvo, te llevaba montado delante de él, en la mula "Castaña". Era una paraje yermo, lleno de enebros, rocas y aliagas, salvo un conjunto de fincas cultivadas de trigo que estaba crecido en unos cuatro palmos. Te dijo:

"Germán, ¿ves algo especial en esos trigos?" Tú te fijaste en el cereal y, muy contento por haberlo adivinado, le contestaste: "Hay una franja en ellos que está mucho más verde que el resto. Bueno y también continúa por allí". Dijiste, señalando el paraje yermo, por donde reverdecía también un pasillo de unos cinco metros de ancho.

Tu padre te dijo: "Mañana, que pasamos por allí, te diré cuál es la razón".

Desconoces el porqué, de repente, te ha dado por pensar en estas cosas tan antiguas. Y, sin poderlo evitar, tu mente te traslada a cuando tú tenías 17 ó 18 años y te disponías a dejar a una de las primeras chicas con la que saliste, que estaba loca por ti. Le diste vagas excusas de que eras muy joven, que no te querías atar con nadie, y esas cosas que se dicen cuando quieres dejarlo. Ella te contestó: "Me echarás de menos, Germán. Eres un chico delicado, como esas flores que te gustan tanto.Te encontrarás con chicas que no sabrán apreciarlo. Aunque tardarás en darte cuenta. Yo ya no estaré".

Os despedisteis brevemente y tú no quisiste volver la cabeza atrás. Te fascinaban entonces aquellas otras chicas distantes, complicadas, inaccesibles, frías como el pedernal... Tardaste en descubrir que, detrás, no había nada, ninguna magia, solo un desamor enorme hacia ti. La echaste de menos, sí. Como una flor que se apaga de sed y recuerda el húmedo jardín en el que antaño se criaba.

Las flores. Los jardines, donde habitan. Siempre han estado en tu mente. Tú tienes, tu pensamiento te conduce ahora hasta él, un cuadro hermosísimo en tu casa. Un óleo, con una rosa roja en un primer plano, bellísimo. El único cuadro que hay en tu dormitorio, sobre tu cama, en la que tú duermes con Clara desde hace tantos años que ya ni recuerdas cuántos son. Porque para ti suponen la vida entera.

Tu padre te llevó al día siguiente a ver la entrada de la sima de las Majadillas. Un pozo seco, entre rocas, de unos ocho o diez metros de profundidad. Te dijo:

"Germán, ¿ves esta sima? Allá abajo corre un río subterráneo. Llega hasta La Barbarija, donde sale a la luz en forma de manantial. Esa franja más verde en los trigos, que vimos ayer, es la humedad de ese río, que corre justo por debajo. Porque todo tiene su origen, su causa. Solo hay que fijarse y encontrarla".

Sí, cuando te llenas de años, lo comprendes todo mejor. A veces paseas por la calle, pero no vas por las aceras, sino por la cumbre de una montaña alta y mágica, desde donde se divisan todas la verdades.

Ahora ya sabes por qué comprarás, cuando entre bien la primavera, como todos los años, unas petunias de variados colores y las pondrás en las jardineras que pueblan tu terraza. Un año más.

Y te acordarás de tu abuela, de cuando te decía que te chiflaban las flores. Y de tantas otras cosas, importantes, como las que has recordado hoy. Ellas han ido jalonando tu existencia, sin que tú apenas te dieras cuenta del porqué sucedían, de esa manera especial que tenían que suceder.



       ¡Si no fuera porque es para trabajar con mi hijo iba yo a volver al mundo financiero!, aunque sé que para cerrar una operación de este tipo más que casualidades se ha de dar un verdadero milagro, pero ahí vamos, ¡llenos de ilusión!

lunes, 3 de noviembre de 2025

INSTANTES

 

     Buenos momentos este fin de semana con la visita de nuestro hijo londinense. Vino a renovar el pasaporte y a preparar visado para estancia en USA el próximo cuatrimestre en la Universidad de Wharton,  el último tranco ya de su MBA. Y a visitar a su familia, claro. 

     Su familia tratamos de aprovechar todos estos breves instantes que el destino nos ofrece para estar con él, en el escaso espacio que le dejan libre sus obligaciones en España. Momentos de oro retomando nuestros paseos de siempre para ponernos al día, o cenando todos juntos en nuestro restaurante fetiche para estas ocasiones. Nos ha dejado ese aroma de alegría y empuje que desprende por donde va. Y de sana ambición. ¡Hasta la próxima! ¡Que no tarde!

   Momentos dorados también viendo la sorprendente y magnífica película: Los domingos.  Abordando un tema a total contracorriente de este mundo tan acelerado, tan materialista y tan dominado por la imagen, en el que nos ha tocado vivir. Una adolescente quiere ser monja. ¡Y encima de clausura! ¿Existe este tipo de fé? ¿Este tipo de vocación? Yo solo puedo decir que he conocido a varias personas así, con una fe en Dios que pesa toneladas y que produce una alegría indescriptible en el que la posee, una alegría que se desborda hacia los demás y que produce en ellos una sana motivación. O una terrible frustración y envidia maligna, como en esta peli. Sí, yo de lo que estoy seguro es de que es mejor creer en algo, por ejemplo la trascendencia del hombre,  que no creer en nada, a lo que parece que nos aboca este mundo donde solo manda el presente.

    Instantes, instantes, instantes que componen el tiempo, nuestro tiempo, tú escribiste de ellos... Sí, hoy te acuerdas de aquello que escribiste hace varios años ya, al recibir la visita de tu hijo...


   INSTANTES


     Nunca olvidarás el momento mágico de cuando descubriste el secreto del tiempo.
     Un hombre dura, ¿cuánto? ¿Treinta, treinta y cinco mil días? Parecen muchos. Pero,  comparados con qué.
     Hay diez mil olas que baten la arena,  cualquier jornada tranquila de vacaciones, en  la playa donde vamos. Y millones de estrellas en el firmamento.
     Por eso, porque no son muchos,  siempre y, últimamente más,  ha habido  este ansia de exprimir el tiempo.
     De sacarle su jugo.  De exprimirlo como a una naranja. Hasta que no quede ni una gota. Eso es vivir. Eso es vivir bien,  parecen decir.

     Pero tú recuerdas aquel día. Aquel día mágico. Donde descubriste la unidad del tiempo: el instante es como una foto, el fotograma, en una película.
    Y a eso dedicas tu atención, tu empeño. Un buen encuadre, una buena luz. Sin que te tiemble el pulso. Sin que te agobien las prisas.

    Nadie sabe hasta cuándo durará su película. Y no se trata de meter en ella, por eso, mucho de todo: muchas aventuras, muchas amantes, muchos países, muchos amigos….muchas secuencias. Al final eso solo es posible como en las películas  antiguas del cine mudo, y en las actuales  y malas, yendo a trompicones y gastando poco metraje. Para que dure más.

     Tú descubriste, por el contrario, que lo que  te gusta es la cámara lenta que, a pesar de su engañoso nombre,  supone aumentar la “velocidad “, quiere decirse, la “intensidad” del momento.  Aumentar, en definitiva,  el número de fotogramas por momento,   y no la cantidad de estos últimos.

     Y sientes el pálpito de la vida, así,  mucho más.  Porque ver nacer a un niño o morir a un hombre, lleva su tiempo.  Como observar a una mujer bella. Lo descubriste aquel día.

     Hoy el mundo, la gente, está en otra cosa. Llenan su mochila, su disco duro,  de muchos flashes, de muchos impactos, de muchas noticias. Que, al final, no conforman nada: solo un vertiginoso y aburrido remolino. 

        Te diste cuenta cuando tuviste un hijo.

      Todo un año para aprender a andar. Toda una vida para aprender a caminar.

https://www.franciscorodrigueztejedor.com/

    


En Las Vegas con mi padrino el pasado año.



Cena de bienvenida al londinense. 

Buenos momentos!!!

jueves, 30 de octubre de 2025

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

 








La vida está llena de segundas oportunidades. Si fracasáramos por no lograr la primera, andábamos listos. Yo tengo varias novelas sobre las segundas opciones que aparecen tras no alcanzar la primera. El claxon, El astrónomo, de forma muy clara y, en varias otras más, aparece un trasfondo de este ciclo vital.

Todo esto para decir que mi nueva novela anda por los vericuetos, por las griferías, que circulan entre mi agente y las editoriales. Vete tú a saber, con lo lentas que son, cuándo me dirán algo. Así que, fíjate tú por cuánto, ha aparecido en mi horizonte, en el entretanto, un proyecto que me ilusiona sobremanera: se llamará “Destellos” y solo puedo decir que aunará texto e imagen. Se me ocurrió el otro día mientras me duchaba y en estos días me pondré a ello. Espero tenerlo listo antes de que pase el año.

¡Ah, las segundas oportunidades! Qué sería del mundo, de nosotros, sin ellas. Hace algún tiempo escribí este relato…

LAS VÍAS DEL TREN

La niña le dijo, sin hablar, adiós. Con aquellos ojos negros, profundos y misteriosos, que temblaban de pena.
Luego ella se dio la vuelta ante lo irremediable. Y le ofreció al chaval un último recuerdo con su melena, que era como una densa cortina con la que ocultar las lágrimas.
Acortarían la distancia con las cartas que se escribirían todas las semanas. Y, además, podrían sentirse, el uno al otro, inclusive a cientos de kilómetros, poniendo el oído en la vía del tren que unía sus dos lejanas ciudades.
Sin embargo, él solo recibió las dos primeras, aunque cada semana seguía enviando, puntualmente, la suya.
Así pasaron los meses, mientras una honda pena iba llenando el pozo de su amargura hasta el brocal.
Como cada día, aquella mañana se acercó a la vía. Puso su oído sobre el raíl. Había llorado tanto y se sentía tan deprimido que se quedó dormido allí mismo.
Vino el tren. Él no sabría explicar cómo lo vio sin despertarse. Y le segó la cabeza.
Sólo sintió cómo el agua de aquel pozo se teñía de rojo e inundaba los raíles como un inmenso lago.

Su mamá lo despertó para ir a la escuela. Y, sorprendido, se encontró descansado y alegre.
Cuando llegó a la vía, ya no en el sueño sino en la realidad, puso de nuevo su oído en ella. Aquel día sintió como un pálpito extraño.
Pero el cartero, como siempre, no tenía ninguna carta para él.
Abatido, entró en la escuela. Y, de repente, se topó con unos ojos azules, de cielos limpios y claros, que también lo miraron.
La hija de los nuevo ferroviarios acababa de llegar. Por muchas razones, nunca la olvidaría.

jueves, 23 de octubre de 2025

EL ARTE

 



Cuando la rutina te atrapa, cuando la realidad a ras de suelo te envuelve en su telaraña de obligaciones e inercias, tú sientes la necesidad de escapar, de fugarte y buscar el mar, quiere decirse la belleza y el misterio del mar.

Y buscar la belleza no es otra cosa que buscar el arte. Ah, el arte, el arte… El arte es la única forma de trascender nuestra vida caduca y buscar la eternidad, ese sitio del que un día vinimos y al que retornaremos, así lo crees. Porque un día fuimos dioses, solo somos esquejes del árbol de la divinidad. Tú escribiste todo un libro acerca de esto: “El día que fuimos dioses”. Tu primera novela. Dicen que un escritor siempre escribe el mismo libro, todos los siguientes van girando como los planetas a su sol que los vio nacer.

En este libro, tu alter ego, el personaje de Peter Fleming, próximo a morir, aconsejaba al joven Chow:

—El arte es lo más excelso que sabe hacer el hombre, es el enchufe que le comunica a la corriente de la trascendencia. Como te decía, querido Chow, el hombre debió ser dios un día, y el arte es la reminiscencia que nos queda de aquella época en lo más profundo de nosotros. El arte es la búsqueda de la belleza y la belleza es la única cosa que de verdad conmueve a nuestra alma atormentada.
—Siente esta música serena y melodiosa, Chow. Déjate llevar por ella y aprenderás, de golpe, todo lo bueno, todo lo bello de lo que es capaz el hombre. De ese tipo de semilla también hay siembra en tu corazón. Déjala que crezca y se desarrolle, hazle un sitio entre la rutina y tus instintos... —el cirio escucha estas palabras como embelesado y hasta un poco estupefacto y chisporrotea con más gracia, con una cadencia más alegre y repentina...— y cuando tu corazón, Chow, esté repleto, poblado de granadas espigas doradas, entonces aprende a expresar todo eso que guardas, para que salga fuera de ti. Y, aquello que nació de tu esencia verdadera, conmueva a otros, ilumine a los caminantes perdidos en la bruma, germine en otros campos, remueva las aguas del hastío, de la frustración y de la desesperanza, y enseñe al mundo entero que cada hombre es algo único en el universo, que esa llamita que todos llevamos dentro es el rescoldo de nuestra esencia divina que trascenderá a nuestra corta vida y que nadie debe ignorar ni olvidar.

Cuando vas a tu cabaña de Alicante, siempre ocurren cosas. Tienes una casa escueta y nada que hacer. Así que solo queda lo importante, abrir tus sentidos, esas ventanas que unen el exterior con tu yo íntimo, y dejar pasar al arte. El arte siempre te inunda cuando te quitas la coraza que llevas puesta para manejarte en la vida y solo quedas tú.
Entonces, el mar te habla al oído, o son esos atardeceres que aparecen como una puñalada de arte en las faldas del faro de El albir. El albero es el cielo / sangre de toro / en la arena / inmensa/ de un atardecer rojo. La belleza te inunda y te conmueve. Sientes una compasión infinita por el ser humano, por ti, que eres capaz de captar tanta belleza a tu alrededor cuando dejas que esta se acerque, y eres consciente también de que tu misión en esta vida es aprender a despedirte un día de ella. Un día que cada vez está más cerca.
Tú has escrito también de las casualidades. Crees en ellas. Esa misma noche zapeando en la tele, das con la inmensa película de Blade Runner. Cine del bueno, arte de verdad. Cada plano es un poema que te conmueve, que te zahiere por dentro. Como su música. La escuchas mientras escribes estas líneas.
Los hombres, en un futuro cercano, han creado unos seres iguales a ellos, tan hermosos y sabios como ellos, o más, si cabe. No son solo animales, robóts, son carne de su cuerpo, sangre de su sangre. Pero solo duran un máximo de cuatro años. Esa fugacidad los destroza por dentro, se rebelan contra ella, buscan a su creador para que les dé más tiempo… ¡Qué maravillosa metáfora sobre la propia vida humana! Qué pena que esta no sea una película y al final no nos podamos fugar con una “replicante” hermosísima y sensual, aunque fugaz, como hace el protagonista.
Sí, nuestra vida no es una película… Así que tú te fugas con la belleza, cuando te sorprende, cuando la encuentras en cualquier esquina, o en los atardeceres rojos de las faldas del faro de El Albir o en cada uno de los fotogramas poéticos de Blade Runner y su mensaje.
Y, cuando estáis juntos, ella y tú, el mundo entonces te parece hermoso y los hombres, buenos. Vas a buscarla para vivir con ella en ese universo del que un día debimos venir. Sí, el día que fuimos dioses debió ser maravilloso.
Luego, cuando regresas del mar, te encuentras con Ucrania, con Gaza, con tus propios errores, egoísmos y flaquezas… Con tanta fealdad y maldad… Con tu tiempo que se acaba, como el de un “replicante” más.
¡Cuánto dolor, cuánta pena! Como la que sentirá también el protagonista de Blade Runner, cuando se muera su amada y solo le quede el mundo desnudo de amor de nuevo.
Tú has descubierto cómo no hundirte del todo, te guardas este as en la manga, esta íntima baza que has encontrado para sobrevivir en el lodazal, para limpiarte del fango de vez en cuando. Sí, cuando ya no puedes más, cuando lo horrible de este mundo y de nosotros mismos te ahoga y te avergüenza, tú te fugas con la belleza, con el arte que te lleva hacia ella, que te espera una vez más, como una paciente novia, al borde del mar.
Y vivís allí juntos, por unos días solo, esa felicidad, ese breve espacio de tiempo que debe haber entre este mundo y la eternidad.

TEMA DE AMOR DE “BLADE RUNNER”: https://www.youtube.com/watch?v=h9ezypI-yc4




viernes, 17 de octubre de 2025

ME VOY

 

Me voy a mi cabaña de Alicante. Hace más de un mes que no veo el mar. Me dicen, los amigos y la gente que me rodea, que tampoco hace tanto, que me estoy volviendo hiperactivo, siempre de un sitio para otro.

Pero, yo lo necesito. Cómo explicarlo. He encontrado en mi obra, ese baúl de los recuerdos, algo que lo cuenta muy bien.

Que tengáis un buen finde. Os dejo con este: Sweet day: https://www.youtube.com/watch?v=bsWBNxfTGKk, con el que yo preparo la maleta. Pasadlo bien!!


LA COSIFICACIÓN

Tú hay días que la sientes. A la cosificación. Es como cuentan de los alpinistas cuando, perdidos en la nieve y acosados por el frío, notan que sus miembros se van congelando, se van gangrenando, hasta que ya no los sienten en absoluto, si estos permanecen mucho tiempo así, quedan inservibles, los tienen que amputar. 

 A veces, ni se dan cuenta del proceso, con su cabeza en otra cosa, en encontrar una salida. O, quizás, llega un momento en que su mente también se cosifica, cuando se sienten irremisiblemente perdidos y se abandonan a que alguien los encuentre, tiran la toalla y se resignan a lo que pasará.

 Sí, a veces, sin apenas darte cuenta, aunque no seas alpinista ya estás medio cosificado. Son esos días en que todo te da igual, arrastrado por una inercia, por un aburrimiento repetitivo, por un déjà vu que te lleva a una inoperancia, a una resignación que te aconseja no luchar, dejarte llevar por ese vaivén somnoliento y triste que linda con la depresión.

 Vivir es mantener vivos, valga la redundancia, los recuerdos, llenarte de planes de futuro y, en el medio, en el presente, percibir todas tus capacidades funcionando a pleno rendimiento, sentir el pulso y el impulso vital que engloba a pasado, presente y futuro en una única dirección vital a la que te lleva tu ilusión y tu empuje.

 Ah, la ilusión y su hijo el empuje… 

 El tiempo es como el frío del alpinista. Te cala hasta los huesos y te va cosificando por dentro. Te va enladrillando, uniformizando y llenándote de rigidez, hasta convertirte en un ser aburrido y triste, con ganas de irte a dormir tan pronto como las gallinas.

 Y qué decir de tus facultades para afrontar el presente. Cada año oyes un poco peor, tienes más problemas con la vista y qué contar de otras cosas que no se nombran. 

 Los recuerdos se van convirtiendo en unas experiencias ajenas, manidas e inútiles. Mejor dejarlos dormir en paz, no sea el caso que se despierten y traigan a tu mente tus errores y tus pisotones atropellando a todo y a todos. Sí, es mejor acallar los remordimientos y bajar la cortina del pasado. Eso ya no tiene remedio y yo no soy el que era, te dices, así que aquí paz y después gloria.

 Respecto del futuro, pues depende. Tenías un amigo, un compañero de trabajo que lo explicaba muy bien. Te decía: “Me quedan dos años para jubilarme y me llevan a esas reuniones para planificar nuestra empresa a largo plazo, y qué quieren qué diga, a mí me apetece callarme y que me dejen ya en paz”. Eso de que te dejen en paz es el principio de la cosificación.

 Se cosifican los recuerdos. Algo tan bonito como el primer amor, el cual supone la primera gran inversión de energía de tu vida, aunque siempre sea fallido porque si no sería el último, claro, se reduce a algo trivial o frustrante. Los amores intermedios, ni los recuerdas. Y el último, va perdiendo su encanto, la gracia que un día tuvo y se va llenando de grisura, de arrugas y de previsibilidad. Como tú, si te miraras al espejo.

 La cosificación que tú sientes la vas extendiendo por tu alrededor. Hasta que todo tu paisaje resulta un paraje pedregoso y desértico. Sí, lo mejor es irse a la cama a las ocho. O tomarse ocho copas, por Dios tantas no, que el hígado también lo tienes ya cosificado.

 Sí, en esos días nefastos en que el frío, digo el tiempo, te va congelando el alma, piensas en qué será de ti, en qué quedará de ti, si es que al final queda algo. Sientes la vida como algo que empieza líquido y maleable, luminoso como el agua, y termina en una piedra marmórea, rígida, gris e inútil. Una pesada lápida, es lo que al final encerrará todo lo que fuiste y sentiste, ese pequeño cofre lleno de huesos que se disolverán en la nada.

 ¿Por qué luchar entonces, por qué pelear, cuando se acerca ese final tan evidente? A gente mucho más importante que tú, te dices, grandes escritores, políticos, artistas, que vivieron su momento luminoso, su instante de eternidad, salvo en cuatro casos, a los pocos días ya ni se les recuerda. ¿Y qué más da si a esas cuatro excepciones no se les olvida? Sus recuerdos serán, con toda probabilidad, imágenes interesadas o falsas, cuando no se les utilizará como armas arrojadizas en las luchas intervivos, que arramblan con los vestigios del pasado para consumo propio.

 Ah, la cosificación…Ah, el tiempo…, que va transformando nuestra geografía en otra nueva que viene, la de los jóvenes, que serán a su vez devorados por otra, en ese centrifugado eterno de la lavadora del mundo. Digo del tiempo, que viene a ser lo mismo.

 Tú, cuando viene la cosificación, cuando la sientes cómo te sube por las espinillas, vas corriendo a tu despacho y te pones a escribir. Has descubierto que literaturizar todo lo que ves y todo lo que te ocurre es la única forma que has encontrado para rebelarte contra ella. Porque, aunque a ti te vaya mermando, y enladrillando, nunca podrá encerrar ese espíritu libre y auténtico que se escapa por tu pluma. O eso quieres pensar, al menos.

 Hoy, después de escribir estas líneas, sientes que te apetece llevar a tu mujer al cine, a ver Babylon. Con Brad Pitt y, sobre todo, con Margot Robbie, que dicen que tiene las piernas más largas del mundo, a ver si las enseña enteras, por Dios borra eso que ya no estás para esos trotes. Sí, otra tarde de sábado que recobra su verdor, ¿su empuje?

 Hoy las gallinas, que les den a las gallinas, se irán a dormir solas. 




 Para MIL PALABRAS PARA ENVEJECER BIEN.  


jueves, 9 de octubre de 2025

DÍA EN EL ROSARIO

Nos lo propusieron mis cuñados y fue un día espléndido. Yo había estado muchas veces en las fiestas de agosto del pueblo de mi mujer, pero nunca en la Virgen del Rosario, su fiesta más doméstica y entrañable.

Yo le tengo gran cariño a El Villar de Sobrepeña, un pueblecito colgado del Ayuntamiento de Sepúlveda. Me enamoraron sus agrestes paisajes que rodean a las Hoces del Duratón, ese cañón que nada tiene que envidiar al del Colorado, que visitamos el pasado año, solo que este último es más americano, quiere decirse mucho más grande. Y, por supuesto, su famoso asado de cordero, que es el mejor del mundo, como lo es el de cabrito de Guadalajara.

Tanto es así que le dediqué el escenario principal de mi primera novela "El día que fuimos dioses", eso que esta era de ambiente internacional y localizada en exóticos y lejanos países. O, mejor dicho, se la dediqué a mi mujer que, aunque ella siempre dice que apenas hizo que nacer en estos parajes, yo, que la conozco bien, tiene incluso más de segoviana que yo de escritor, que ya es decir.

Tras un viaje de conversaciones chisposas, disfrutamos de una misa recoleta y entrañable en la Iglesia de la Virgen del Rosario, tan doméstica como una íntima ermita.

Ya al finalizar, cuando los fieles miran a la Virgen y cada uno piensa en su interior qué ha de agradecerle o pedirle, yo, de repente, lo tuve muy claro. Lo que más me cautivó cuando conocí a mi chica, hace ya más de 38 años, fue su permanente y cálida sonrisa. Tengo que agradecerle a su Virgen que nunca me haya abandonado, siempre luminosa a mi lado, y solo quisiera pedirle que ella siga conservándola y que yo sepa alimentarla por todos los días que nos queden. 

Quise capturar para siempre su sonrisa en este día del Rosario, pero soy un desastre, un despistado de tomo y lomo y tuve que pedirle a ella su teléfono móvil para grabarla, yo me lo había dejado en Madrid. No le dije para qué, solo que quería un breve recuerdo de este día. 

Según la grababa en unos cuantos planos, antes de que la gente abandonara la iglesia, me di cuenta que era la misma sonrisa que me había enamorado aquel primer día que la conocí. Porque su sonrisa es ella. Y, afortunadamente para mí, sigue siendo ella. 

He buscado entre algunas cintas que tenemos ya digitalizadas de hace 35 años, o más, el resto están a la espera de que alguien se ocupe de ellas, y he compuesto este videoclip que a mí me llena de cariño y de alegría.

Muchas gracias, Virgen del Rosario. Era la primera vez que venía, pero me ha sentado bien. ¡Prometo regresar! Nunca olvidaré esa procesión única, con casi todo el pueblo formando en dos hileras delante de su imagen y bailando en su honor, mientras se recorren el pueblo empleando casi dos horas en ello. Yo, salvo los minutos que estuve grabando, me empleé a fondo, como un segoviano más.

Y, muchas gracias, mi musa y mi todo, por recordarme que el tiempo no pasa, sino que lo llevamos siempre con nosotros. ¡Porque así sea! ¡Siempre juntos!

Ahí va el videoclip: https://youtu.be/NeFRk5QYSY4






jueves, 2 de octubre de 2025

OCTUBRE, OCTUBRE...

 

Estos días están siendo muy intensos. Con muchas cosas que hacer. Y, además, me tuve que recuperar de un regalito que me hizo Vlad III de Valaquia, más conocido como el Conde Drácula. Atando cabos, el Covid que me traje de Rumanía calculo que lo cogí visitando su castillo, el Castillo de Bran. Y, claro, se lo pasé a mi mujer, y a mi hija, en fin, la de Dios. 

Pero, ya estamos todos sanos y salvos y, casi contentos: ya estamos inmunizados para todo el invierno que, seguro, vendrá más fuerte, este ha sido manejable: un día muy fuerte de subida y luego tres de bajada muy llevables.

Yo, como loco, avanzando a uña de caballo con mi novela. He logrado ponerle el lazo. Ya se la he enviado a mi media docena de lectores de confianza, este año más a mujeres que a hombres, porque es una novela protagonizada por ellas y, en cierto modo, para ellas. El feed-back que estoy recibiendo es muy, muy alentador.

Así que acabo de remitírsela a mi agente literario. Yo con mi agente tengo el siguiente trato: o una editorial muy importante apuesta por el libro, cuando digo apuesta es no solo publicarlo, sino apoyarlo a muerte, o, si no, prefiero publicarlo yo, que me hace mucha ilusión elegir las portadas, el marketing y todo lo demás.

Una vez, con El donante, me dijo una editorial grande que me lo publicaba pero que tenía que quitar a mi mujer de coautora, dado que ella no tenía background literario. Les mandé a freír espárragos, claro. Yo soy un escritor vocacional, no mercadeo con mis obras. 

En fin, ya me dirá mi agente, por lo menos me evita lidiar con ellas. Pero, con lo lentas que son, lo mismo me canso un día y doy a luz a mi criatura, que es lo que me apetece. Pero, por una vez, voy a hacer caso a mis hijos, que tienen ganas de verme como un escritor de renombre. ¡Ya veremos!

Llegamos a octubre. Uno tiene ya una obra tan larga que siempre encuentra algo que ya ha escrito para la ocasión. Ahí va:

OCTUBRE, OCTUBRE...

Vuelves de una pequeña y doméstica vendimia, todavía con las manos llenas de savia. Y de zumo. Regresas de liquidar la huerta, con los tomates verdes y ateridos ya de frío. Y de soledad. De recolectar las últimas manzanas, ebrias de vida ya y luchando a duras penas con la fuerza de la gravedad.


Hay algunos charcos, recuerdas, donde las avispas, errabundas de horizontes, agonizan doradas por el sol. Y luego, con las plantas arrancadas y amontonadas, para que se sequen, queda un silencio varado de resonancias, de vivencias, de estaciones marchitas que entran en el túnel duro e incierto del invierno.


Y tú te alejas de este cementerio que son los campos en otoño, donde la muerte dulce avanza por las hojas, por las ramas, pintando los paisajes de una música cadenciosa de marrones, de ocres, de amarillos, que son pinceladas que colorean la sinfonía del fin, precisamente. La acuarela de lo que se acaba. El lienzo, donde el dueño del tiempo termina el ciclo de la vida.


Y tú te alejas y escribes desde las Playas del Albir, donde el viento junta a capricho las nubes en figuras regorditas y misteriosas, que nacen y mueren en solo un instante luminoso, lleno de lejanía y de luz.




Y octubre llena la playas de ancianos con su otoño a cuestas y de niños que todavía no han entrado en la rueda del aprender a marchas forzadas. Y tú los miras como extremos del mismo círculo, que es una figura que no tiene extremos precisamente. Como puntos de la circunferencia de la vida que gira y gira. ¿O somos nosotros los que giramos en el eje inmutable del tiempo y sus estaciones?

Y las olas te hablan con un fru-fru de guijarros rodantes, con un zas-zas de avalanchas de agua sobre la arena, que provienen de no se sabe qué latido extraño, que bombea, sin duda, el corazón del reloj del impasible tiempo.

Alargas la mano y coges esa obra de arte, hecha de paciencia y de tiempo. Esa pequeña piedra llena de suavidad, de contornos que son como caricias, de curvas cinceladas por el tiempo. Para que se acompase mejor con la ola, para que ruede mejor. Hasta formar parte perfecta del movimiento único del tiempo.

Son los frutos del otoño. El parto final del tiempo que termina.

Y tú vas huyendo, sin saber, del campo a la playa. Como guijarro rodante, al que el otoño va persiguiendo, cincelándote también, limando tus ángulos. madurándote como a los membrillos que todavía tú no recolectaste. Acoplándote, en definitiva, con el tiempo escaso, pero único, que te ha tocado vivir.

Octubre, octubre…