domingo, 15 de junio de 2025

ESCRIBIENDO Y VIVIENDO

 




Una de las normas que me tengo impuesta cuando escribo el primer borrador es: escribir todos los días, sin dejar ni uno solo, para favorecer la inmersión en la historia.

En la novela que empecé a escribir el día 1 de junio, pero que lleva en mi cabeza varios años,  no lo estoy cumpliendo. A medida  que uno envejece, le cuesta más abandonar la vida y recluirse como un monje tibetano en sus mundos interiores, quiere decirse literarios. Tal vez, porque se es consciente de que le queda poco y quiere atesorar todos los instantes, especiales eso sí, los normales importan menos, que la vida le pone por delante. 

Así que echo la vista atrás y hay un ramillete de días que no he escrito ni una palabra pero, he vivido: la visita inesperada de mi hijo que relataba hace poco en este diario literario y personal, una boda marchosa, donde disfruté como un chaval hasta las seis de la mañana...¡en la disco!, ¡qué dura fue la resaca!, un par de visitas a El Sauce, el césped crece y hay que segarlo y regarlo, no acabo de configurar bien el riego automático, mi mujer me dice que todo es una excusa para visitar mi pueblo, la verdad es que me gusta pasar un día de vez en cuando en él, más no, porque me aburro, hablar con antiguos amigos de escuela y juventud, filosofar con ellos sobre la vida, sobre aquel pasado y sobre lo que nos queda, acordarme de mis padres y de los múltiples recuerdos de ellos que me rodean por doquier, respirar ese aire y ese sol tan limpios, tan puros..., pensar en mis personajes mientras siego el césped con la segadora,  conducir por aquellos caminos y carreteras que tanto significan para mí, etc...

Hoy hago el recuento de palabras y llevo unas veinte mil, en torno a un veinte por ciento. Uno es ya solo oficio, como dijo no sé quien que ahora no recuerdo.  Sí, cada vez escribe uno con más oficio, es cierto, se es más productivo con menos tiempo. O, quizás, me gusta pensar que uno es ya solo literatura: cuando escribe y cuando disfruta, y ya no necesita trazar ninguna línea divisoria en su vida. En fin, de alguna manera hay que ilusionarse para vivir este último tranco de la existencia. Yo hoy le doy a la tecla y, cuando me canso, pienso en el Sur, todos los años voy una semana por allí. En la frontera entre Málaga y Cádiz hay un apartamento con unas vistas sobre Gibraltar y África que me enamoran, una cala de pescadores donde pasear y darse un chapuzón, un restaurante de pescado fresco, de allí mismo, donde saborear unas coquinas, o unas almejas. Columpiarse en una rayo de luna que brinca del mar a tus ojos. Llenarte de la juventud de antes con tu pareja de siempre, sí, hay muchas cosas más allá de escribir... Iré a finales de junio, si nada se tuerce.

Y, para julio, estamos pergeñando un viaje toda la familia a Londres a ver a nuestro retoño. Sí, son respiros momentáneos, alejamientos de mis personajes literarios que necesitan mi aire para respirar y yo necesito renovarme fuera para traerles a ellos lo mejor de mí mismo.

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