martes, 27 de junio de 2023

LA MITAD


 


        Qué importante es llegar a la mitad. Por ejemplo en un viaje. La semana que viene es probable que nos marchemos unos días hasta las colinas que dominan Sotogrande y, más al sur, Gibraltar y África. Es un sitio que nos gusta mucho. Inclusive tuvimos una casa allí. Y todavía nos gusta ir a ese mismo piso y contemplar sus vistas desde la terraza... ¡Lo que pasa es que hay 650 kilómetros! Yo ando nervioso y, aunque esté cansado de conducir, no me gusta pararme hasta que no llego a los 300 ó 325 km. ¡Uf, ahora sí, ya tengo la mitad, ya tengo todo controlado!

   Veo el contador de palabras de Word y me indica que hoy llevo 44976 de mi novela "Lejos del sauce curvo", 111 folios, exactamente. La mitad, más o menos. Así que, pienso, ahora sí, que habrá novela. Y me merezco un respiro: ver los cielos limpios que me llevan al cruce entre el Mediterráneo y el Atlántico y, más allá...

    Miro por la ventana y veo una bandada de pájaros, me acuerdo de Coldplay: una bandada de pájaros cruza el cielo, a lo mejor un día podemos volar juntos.... Cuando imaginas una novela, y más una como esta, es como un viaje, nunca solitario, en el que sientes la compañía de futuros lectores que planean contigo sobre un mundo de recuerdos, y contemplas tu vida, y la de ellos,  como yo contemplaré en unos días África, con toda la perspectiva que te da la distancia y que, a lo mejor, te conduce a la verdad...

    Hoy brindo por esto. Y por Coldplay, que suena hoy para mí, y para vosotros: una bandada de pájaros cruza el cielo...

     https://www.youtube.com/watch?v=eT0q5vkTzKk


LECTURA RECOMENDADA PARA ESTAS FECHAS, DONDE APETECE MIRAR AL CIELO:

"EL ASTRÓNOMO":rb.gy/voydrg

miércoles, 21 de junio de 2023

TRES, DOS O UNO

 







Escribiendo, día a día, letra a letra, "Lejos del Sauce Curvo". Voy con un poco de retraso, siempre soy muy exigente conmigo mismo, pero sin agobios. Saboreando esta inundación de recuerdos que me provoca.

Mientras tanto, de vez en cuando, observo las listas de Amazon, "El donante", se sitúa, como decía Joaquín Luqui cuando presentaba los Cuarenta Principales, "tres, dos o uno" en las listas de Amazon. La noche pasada llegamos al 1 desbancando al icónico "La última cripta" de Fernando Gamboa, luego bajamos al 3 y, en las intralistas de ahora, ha recuperado el 2. Número 1 en español también en USA, que no es nada fácil.

 No os la perdáis:  EL DONANTE: https://amzn.to/3BZtNln

Y siempre me acompaño de música cuando escribo. He descubierto esta bellísima canción, cuando el otro día fui a ver la peli: El maestro jardinero. Buen cine. Y la canción de los créditos, que es la que escucho ahora, sublime. La mejor canción de amor que he oído últimamente. Veo que solo 6000 personas la han escuchado en you tube, yo, varias veces. Hay muchas canciones con millones de visitas que no me dicen nada. "Space and Time" de Mereba, me llena de autenticidad y de sentimiento. ¡Va por ello!

"Nunca voy a abandonar este mundo 

sin decirte que te quiero.

Sin decirte lo que significas para mí,

tienes que saber que me haces feliz.

Ah, cuando compartimos este espacio y tiempo

quiero que sepas que llenas todo mi corazón.

Y nunca voy a abandonar este mundo

sin decirte que te quiero..."


Os invito a escucharla, ojalá llegue a un millón de visitas más, se lo merece:

https://www.youtube.com/watch?v=bxPsR20obFw

lunes, 19 de junio de 2023

UN REGALO DE VERANO

 


Llegan estos días de junio. Entra el verano: "Era verde el silencio. / Morada era la luz./ Temblaba el mes de Junio / como una mariposa", nos dejó dicho Neruda. 

"Es un placer atravesar el río en vacaciones con las sandalias en la mano", añadía el poeta japonés Yosa Buson.

Dicen también que el verano es cuando todo español lee un libro. Ojalá fueran dos. O más.

En este empeño, por unos días estará, a cero euros, nuestra novela "El donante", una historia conmovedora que está teniendo una tremenda aceptación entre el público lector. Ojalá guste también al que todavía no la haya leído.

LINK DE DESCARGA EN AMAZON: https://amzn.to/3BZtNln

En ella se ofrece también el link para ver, a un precio simbólico, la hermosa película "Aquí y ahora, vida" que hicimos  (yo participé como guionista y productor ejecutivo) el año pasado, con el trasfondo del cáncer infantil,  y que fue premiada con la Medalla Platino Educa de la solidaridad por el Círculo de Escritores Cinematográficos de España.

¡Feliz verano a todos!



viernes, 16 de junio de 2023

GESTIONAR EL PASADO


Ando inmerso de lleno en mi nueva novela "Lejos del Sauce Curvo" y con retraso, los compromisos, las distracciones y las dificultades de toda novela, me hacen ir por debajo del water line. Espero que este finde, que me espera de trabajo, trabajo, trabajo, me recupere.


Así que repito este post de 2018 tras otro sabroso encuentro con mis compañeros de internado que acabamos de mantener la semana pasada. No cambiaría ni una coma. Añado para este blog literario y personal, algunas nuevas fotos que nos hicimos y también que me regalaron para la ocasión y algunas otras de la entrada de "Aquellos internados" del pasado año. Todo ello para refrescarme toda aquella etapa que duró seis años y pueda enriquecer, como se merece, esta nueva novela dedicada a aquel tiempo brumoso y fundamental de nuestras raíces.


LA IMPORTANCIA DEL PASADO







LA IMPORTANCIA DEL PASADO


            Acabo de volver de mi pueblo natal, Sacecorbo, (al que yo, literariamente, denominé “El sauce curvo”, en el libro que, poco a poco,  se está convirtiendo en un clásico, “Memorias del sauce curvo”: será nombrado a la vuelta del verano, qué alegría, como uno de los libros del día de Amazon en todo el mundo de habla española).

            Allí pasé yo los primeros 10 años de mi vida. Y algo tienen aquellos paisajes: desde el color del cielo, de un azul rabioso en esta época, a la fragancia del aire, lleno de pureza, y de limpieza, y de paz, que una suerte de renovación interior, íntima,  te envuelve al poco de pisarlos.

            Y esto que me ocurre a mí, también les pasa a otros, a muchos, diría yo, cuando vuelven a toparse con los espacios primigenios que les vieron pasar revestidos de infancia, esa edad a la que el inmenso poeta Rilke calificó como la única patria del hombre.

            La segunda parte de mi infancia, ya pisando también la raya de la adolescencia, yo la pasé en el internado de la Sagrada Familia de Sigüenza, la famosísima SAFA. 

            Y, quizá, por esto que decía arriba, todos los años, desde hace ya diez, nos reunimos los viejos compañeros de curso de la SAFA. Y recorremos aquellas calles, arrastrando nuestro exceso de kilos y nuestra progresiva falta de pelo. Pero, sobre todo, poniéndonos al día y sacando lustre a todos los kilos de recuerdos que acumulamos.

            Porque no se puede, ni se debe, vivir de espaldas al pasado, máxime a partir de cierta edad en  que éste es ya el trozo más grande de la tarta de la vida.

             Yo creo que los años más importantes de una persona son los últimos, donde tú puedes destilar toda tu experiencia y tu sabiduría, en el caso de que las hayas alcanzado. Pero los años más entrañables, más íntimos, más nuestros siempre serán los de la infancia. 

             Quizá, por ello, y yo lo compruebo un día tras otro con mis padres que andan ya por los 93, nuestra memoria, donde nosotros grabamos lo que nos acontece,  cuando llega cierta edad, y se le llena el disco duro, prefiere borrar lo más reciente y conservar, sin embargo, si cabe todavía con más nitidez aún, nuestros primeros años.

            Yo creo que es porque la infancia viene a resultar como las tablas, como la puerta de chiqueros por la que salió un día a la plaza el noble toro a comenzar su faena, y  en la que busca cobijo luego,  cuando ya está vislumbrando el fin de su horizonte.

            Porque, al igual que con el tiempo vas atesorando experiencia y sabiduría, también vas acumulando frustraciones, desgastes y equivocaciones mil que han jalonado también tu devenir.

              Convirtiéndose entonces la infancia en esa época dorada, donde todavía tú llevabas la ropa limpia que olía solo a inocencia y a pureza, y donde tú puedes volver otra vez a buscar estas cualidades, porque un día las tuviste,  y quisieras añadirlas a esa visión tan realista, cuando no pesimista, que el implacable tiempo ha ido pintando en tu alma.

            Un antiguo filósofo, ahora no me acuerdo cual, decía que el pasado no debe ser un sofá donde tumbarse y solazarse, sino un trampolín para lanzarnos hacia el futuro y que seamos más buenos, y más sabios, y más justos en él. Como quizá pensamos que lo fuimos en la infancia.

            Tal vez por eso, en estos encuentros, donde gestionamos el pasado, nos gusta tanto intercambiarnos fotos de aquel tiempo,  como estas que recogen momentos de mis quince años en la alameda seguntina con mis entrañables amigos de entonces.


            Escrito para el blog de : www.franciscorodrigueztejedor.com



AQUELLOS INTERNADOS

 

Ando en preparación de tres o cuatro capítulos, al menos, para mi novela "Lejos del Sauce Curvo", que tendrán que vivirse en los internados. Concretamente en uno de Sigüenza, donde estudió el niño Germán, al que yo llamaré "Colegio del Sagrado Corazón de Jesús".

Los internados en la década de los años cincuenta, sesenta y aun setenta, cumplieron una función esencial en lo que hoy llamamos la España vaciada, entonces España rural. Dado que en las escuelas de los pueblos solamente se facilitaba la Educación Primaria, la única vía que teníamos los niños de estas localidades para cursar el Bachillerato y luego acceder a la Universidad era a través de los internados.

Los internados eran un submundo aparte dentro del mundo. Generalmente sus altos muros trataban de proteger de los impactos exteriores a aquellas gavillas de niños de diez años en adelante, arrancados prematuramente de los brazos paternos, con el fin de que recibieran una educación académica y de vida que les permitiera en el futuro divisar otras cotas que estaban más allá de las lindes de su terruño.

El problema era que estábamos protegidos, sí, pero, sobre todo,  encerrados dentro de aquel hábitat tan pequeño y tan particular. Así que cuando salíamos de allí estábamos inermes ante el mundo real que nos esperaba fuera de aquellos muros. Yo recuerdo que,  a veces, en las vacaciones, estaba deseando volver al internado para simplificar todos los problemas que se me venían encima en la calle. 

Otro aspecto fundamental era el alejamiento total de los padres a unas edades tan tempranas. Sobrevivir en la masa, sin ningún referente de apoyo, criaba en nosotros un espíritu de resistencia y resilencia sin límites. Sin nadie a quien quejarte, el teléfono prácticamente no existía, y las cartas a nuestros padres las teníamos que entregar abiertas en el buzón del colegio, nuestra lucha existencial era la mera supervivencia.  Éramos niños metidos en nuestra concha, a la que tratábamos de dotar de púas disuasorias como los erizos. Nos costaría años abrir nuestra intimidad a extraños cuando nos hiciéramos adultos, y más si intuíamos algún peligro.

Por contra, éramos trabajadores y disciplinados a más no poder. Y deportistas. Descubrimos muy pronto que, como en las universidades americanas, allí los únicos que triunfaban y recibían el reconocimiento del colegio eran los estudiantes excepcionales y los deportistas excelsos.

Yo, un niño mucho más dotado mental que físicamente, aunque también era alto y fuerte el deporte nunca me movió lo más mínimo, me aplicaba en los estudios como nadie. Sobre todo, porque el internado era un colegio privado que costaba su dinero y mis padres, sin la beca que me daba el Ministerio, me hubieran tenido que sacar de allí ipso facto si me la quitaban.  

Me apliqué tanto que fui el número uno de mi clase, cuarenta y cinco alumnos, durante los seis años que estuve  en la SAFA y casi todos los años también el número uno de las tres clases que había por curso, unos ciento treinta alumnos en total. Era muy conocido por ello y muy querido por muchos profesores. 

Veo algunas fotos de entonces y me descubro una expresión feliz, quizás inocentemente feliz.  No es que no tuviera problemas, que los tuve, tirrias de compañeros, acosos infantiles más o menos llevaderos, cambios dolorosos de amigos, etc., pero creo que, en general, fue una infancia tranquila y bonita. Los problemas vinieron luego, cuando salí de aquel submundo tan protegido donde yo dominaba los códigos para moverme sin problemas en él y tuve que enfrentarme con el mundo real, donde aquellos códigos que yo manejaba ya no servían. Quizás eso es también la adolescencia, pasar del mundo de los reyes magos a las verdades del barquero. Un doloroso tránsito.

Me apetece mucho escribir de esta época. Afortunadamente conservo muchos amigos de entonces, inclusive nos vemos todos dos veces al año, una en Madrid y otra en Sigüenza a las que intento ir, no siempre lo consigo, claro, y podré intercambiar experiencias con ellos.

Ahora me voy de vacaciones a Altea, con "El donante", al 90% ya. Los dos coautores aprovecharemos para leer tranquilamente el borrador  e ir puliéndolo. Pero ya me empieza a atraer aquel mundo de los sesenta, una de las mayores ventajas de esta edad que ya vamos teniendo es poder disfrutar de la memoria, Ah, la memoria, fuente de vida, como dijo alguien. De poder vivir lo que nos apetezca, digo yo, a través de ella, cuantas veces queramos de nuevo. A estas alturas no se puede pedir más.



Unos doce años, calculo, con uno de mis amigos de entonces, Luisvi, que llegaría a ser catedrático de química de la Universidad Complutense.



Muy sonriente, en "El Oasis", la ciudad deportiva del colegio, a un kilómetro de Sigüenza. Al fondo puede verse el castillo, muy derruido, donde a veces íbamos nosotros a jugar, y que luego se reformaría para convertirlo en uno de los Paradores Nacionales más bonitos de España. Invierno del año 71, catorce años.


NUEVAS FOTOS:


Con mis amigos de entonces Luisvi y Damián, en el reciente encuentro en el Parador de Sigüenza. Éramos seis en la pandilla, de los que solemos ir normalmente cuatro, falló Juanjo "el valenciano".



Me pasaron estas fotos, que yo tenía traspapeladas, de mis compañeros de clase de sexto, mi último año en Sigüenza. Yo soy el quinto por la derecha de la última fila.


Y de la clase de quinto, donde soy el quinto por la derecha de la segunda fila.

Me han mandado también dos vídeos magníficos.

Todo ello nutre mi memoria y mi nostalgia. 

Espero que sepa destilar todo aquel tiempo que guardo en la bodega de mi corazón.


miércoles, 7 de junio de 2023

SIETE DÍAS.

 


Hoy, 7 de junio, cumplo siete días desde que empecé a escribir mi próxima novela: "Lejos del Sauce Curvo". Para mí la primera semana que inicio una nueva obra es la más importante. En ella le coges el pulso, el tono, la textura a la narración. Si das con ellos, te sientes gratificado por dentro, ya todo será fácil. No quiere decirse que no vaya a ser duro, escribir una novela de 300 páginas siempre lo es, pero sí fácil.

Yo estoy feliz porque he empezado con buen pie y, además, cumpliendo mi meta de cinco folios por día, así que ya llevo 35. Antes del sábado terminaré la estancia de Germán, el protagonista, en un internado de Sigüenza, uno ficticio parecido al que yo mismo estuve. Ha sido una inundación de recuerdos, como si soltara una presa interior. Recuerdos de hace más de medio siglo. El sábado iré a Sigüenza al XIV encuentro de la promoción de COU del año 73-74, casi nada.  Todavía nos seguimos reuniendo. Iremos como sesenta de mi curso, que no está nada mal.  A mí me vendrá como anillo al dedo, claro.

Decía Fernando Pessoa que “Tenemos todos dos vidas:la verdadera, que es la que soñamos en la infancia, y que continuamos soñando, adultos, en un sustrato de niebla; y la falsa, que es la que vivimos en convivencia con los demás, que es la práctica, la útil, aquella en que terminan por meternos en un cajón”.

Escribir sobre la infancia y juventud es volver a esa vida en la que soñamos alguna vez. Y aunque no se hayan cumplido todos los sueños, nos quedan a muchos buenos recuerdos. Por eso continuamos yendo a Sigüenza, donde todavía sobreviven algunos profesores de entonces, que también comerán con nosotros.

Mientras tanto, en Madrid, seguimos viviendo esta primavera alocada, que a mí no me disgusta.


Aquí, bajo un cielo cargado de lluvia que, sin embargo, se abrió de repente por el oeste, dejando pasar un rayo de sol que me hizo cerrar los ojos.



Las begonias, los abetos, los olivos, las hiedras... la sinfonía de vida y color de la primavera.


Para los amantes de la novela romántica, no puedo dejar de recomendaros EL DONANTE

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