A veces no se es consciente del tiempo
que pasa y se gasta a raudales.
Y luego duelen las horas últimas
como afilados puñales.
El tiempo pasa
como un fuego violento.
Arrasando todos los anchos
horizontes.
Al final solo permanecerán
los impasibles relojes.
Aquellos que dan fe del macabro
juego
¿No observas cómo las flores se marchitan
y las trompetas anuncian el final
del espectáculo?
¿No ves cómo se cierran las cortinas
ni adviertes, todavía, en el cielo
las señales?
Y tú, acabado tiempo, ¿no le dices ya
qué última sorpresa le deparas
al otro lado del telón
tras los últimos disfraces?
INFORMACIÓN TODOS LOS LIBROS PUBLICADOS
jueves, 29 de septiembre de 2011
martes, 27 de septiembre de 2011
MUNDOS LITERARIOS.
Se encamó el escritor con la editora. Acabóse la coyunda y el primero le preguntó:
-¿Me darán el premio por lo bien que escribo o por lo bien que te lo hago?
Ella le acarició la cornamenta.
-No damos los premios de antemano, querido. Pero léeme otra vez el final de tu libro, que me gusta mucho.
Y a él le brillaron los ojos como cuando era un niño.
-¿Me darán el premio por lo bien que escribo o por lo bien que te lo hago?
Ella le acarició la cornamenta.
-No damos los premios de antemano, querido. Pero léeme otra vez el final de tu libro, que me gusta mucho.
Y a él le brillaron los ojos como cuando era un niño.
sábado, 24 de septiembre de 2011
LA ALEGRIA
- Ah, Arcadio, la alegría... Cuando te toca la alegría, adentro, en lo hondo, es como si te llevasen en volandas con la fuerza de las mareas, aquellas que vienen, sin duda, de los primeros mares que se inventaron al principio del tiempo. Serán, entonces, los mares de la inocencia, pero, también, de la simplicidad y aun hasta de la bondad del mirar de un niño.
¿ Será porque el gozo no más nos cabe, que nos empuja a henchir otras velas, ventear otras flores, levantar otras aves, en un soplo universal que tal vez moverá el mundo? ¿O, será, simplemente, que nos unimos al latido universal de lo creado y nos inunda por ello tanto contento, tanta dicha?
Yo no lo sé, cuando la alegría me toca ahí, en lo hondo, ya no existe el tiempo ni sus temores tenebrosos, sino solo, quizá, el fluido luminoso de tu existencia bajo el radiante sol que nunca se apagará.
El día que fuimos dioses. Página 143. Francisco Rodríguez Tejedor. Editorial Alhulia 2011
jueves, 15 de septiembre de 2011
RECUERDOS
Los recuerdos / nunca se van con ella / cuando la luz se apaga /
Dime, ¿tú sabes dónde fueron? /
Se quedan en el aire / los recuerdos /
cuando la noche llega / y la luz se marcha. /
Los recuerdos son humo / los recuerdos son ascuas. /
Dime, ¿tú sabes cómo ardieron? /
Pronto, muy de mañana / los recuerdos / son solo rocío /
O, tal vez, escarcha.
de la Novela "El día que fuimos dioses". Página 294. Ed. Alhulia 2011
Dime, ¿tú sabes dónde fueron? /
Se quedan en el aire / los recuerdos /
cuando la noche llega / y la luz se marcha. /
Los recuerdos son humo / los recuerdos son ascuas. /
Dime, ¿tú sabes cómo ardieron? /
Pronto, muy de mañana / los recuerdos / son solo rocío /
O, tal vez, escarcha.
de la Novela "El día que fuimos dioses". Página 294. Ed. Alhulia 2011
lunes, 12 de septiembre de 2011
POEMAS OBLICUOS (1)
EL FINAL
¿Recordará algún niño la luz de mi sonrisa
cuando me haya ido?
¿O, tal vez, susurrará mi nombre la brisa,
cuando mueva los geranios,
hasta alcanzar tu oído?
¿Notará alguien en su corazón
como un latido extraño,
un lejano eco,
un poco de vacío?...
De la novela "El día que fuimos dioses", página 146. Editorial Alhulia, 2011
¿Recordará algún niño la luz de mi sonrisa
cuando me haya ido?
¿O, tal vez, susurrará mi nombre la brisa,
cuando mueva los geranios,
hasta alcanzar tu oído?
¿Notará alguien en su corazón
como un latido extraño,
un lejano eco,
un poco de vacío?...
De la novela "El día que fuimos dioses", página 146. Editorial Alhulia, 2011
domingo, 11 de septiembre de 2011
EL SONIDO DEL TIEMPO
Sí, el tiempo somos nosotros. Qué somos nosotros sino un trozo de tiempo que vivir.
El tictac del reloj del tiempo es el latido acompasado de nuestro propio corazón. Por eso es tan importante escuchar el sonido del tiempo, sus arritmias, su falta de compás, o su excesivo apresuramiento, su enloquecida aceleración buscando más tiempo que vivir. Sacarle jugo al tiempo, en definitiva. Como si el tiempo se pudiera despachurrar como una naranja.
Ayer miré a un anciano. Tenía el crisol del tiempo en su cara. Su cara ya era solo el crisol del tiempo gastado.El chorro de arena de su reloj era ya escaso, apenas solo un polvillo . Y estaba feliz. Por qué.
Hoy he vuelto de vacaciones. Venía conduciendo mi coche. Cincuenta metros por delante de mí un motorista ha empezado a hacer eses con su moto. Ha perdido el control y ha salido despedido su cuerpo arrastrándose por el asfalto hasta la cuneta izquierda. La máquina ha ido rayando la carretera e invadiendo el carril de la derecha. He frenado
como he podido y me he quedado a cinco metros de ella. A qué distancia estamos de
la muerte. Nadie lo sabe. Afortunadamente.
Por eso tenemos que aprovechar el tiempo. Y, tal vez, todo el secreto de la vida sea saber manejar el tiempo. Pero el nuestro y a nuestro modo. Y alejados de modas. Solo escuchar el latido de nuestro corazón: el sonido de nuestro tiempo que nos guía en la oscuridad. Hoy he vuelto a nacer y mi hijo pequeño que se ha asustado muchísimo ha conocido la fragilidad de la que estamos hechos. Por eso repasando hoy los blogs amigos me he fijado en este micro sobre el tiempo, tan pausado y tan lleno de comas, como matices tiene el tiempo. Y he vuelto a vivir la intensa emoción de esta tarde. Tal vez lo tenga que rememorar en el juzgado como testigo. Como registrador fortuito que mide la oscilación del fiel que separa la desgracia, de la intensa felicidad de sobrevivir. Un día más. Una vez más.
Escrito como comentario al microrelato sobre el tiempo denominado "Ocurrirá" de mi amiga Mirina en su blog Cafécuento - Fuera de contexto.
El tictac del reloj del tiempo es el latido acompasado de nuestro propio corazón. Por eso es tan importante escuchar el sonido del tiempo, sus arritmias, su falta de compás, o su excesivo apresuramiento, su enloquecida aceleración buscando más tiempo que vivir. Sacarle jugo al tiempo, en definitiva. Como si el tiempo se pudiera despachurrar como una naranja.
Ayer miré a un anciano. Tenía el crisol del tiempo en su cara. Su cara ya era solo el crisol del tiempo gastado.El chorro de arena de su reloj era ya escaso, apenas solo un polvillo . Y estaba feliz. Por qué.
Hoy he vuelto de vacaciones. Venía conduciendo mi coche. Cincuenta metros por delante de mí un motorista ha empezado a hacer eses con su moto. Ha perdido el control y ha salido despedido su cuerpo arrastrándose por el asfalto hasta la cuneta izquierda. La máquina ha ido rayando la carretera e invadiendo el carril de la derecha. He frenado
como he podido y me he quedado a cinco metros de ella. A qué distancia estamos de
la muerte. Nadie lo sabe. Afortunadamente.
Por eso tenemos que aprovechar el tiempo. Y, tal vez, todo el secreto de la vida sea saber manejar el tiempo. Pero el nuestro y a nuestro modo. Y alejados de modas. Solo escuchar el latido de nuestro corazón: el sonido de nuestro tiempo que nos guía en la oscuridad. Hoy he vuelto a nacer y mi hijo pequeño que se ha asustado muchísimo ha conocido la fragilidad de la que estamos hechos. Por eso repasando hoy los blogs amigos me he fijado en este micro sobre el tiempo, tan pausado y tan lleno de comas, como matices tiene el tiempo. Y he vuelto a vivir la intensa emoción de esta tarde. Tal vez lo tenga que rememorar en el juzgado como testigo. Como registrador fortuito que mide la oscilación del fiel que separa la desgracia, de la intensa felicidad de sobrevivir. Un día más. Una vez más.
Escrito como comentario al microrelato sobre el tiempo denominado "Ocurrirá" de mi amiga Mirina en su blog Cafécuento - Fuera de contexto.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Lección
Se acabó la lección y el maestro le preguntó:
- Pequeño Saltamontes. ¿Tú por qué crees que hay tanta gente que escribe pero tan pocos escritores?
El alumno se rascó la cabeza varias veces. Al final le brilló la mirada y, destapando el tarro del ingenio, dijo:
- Quizá como hay tantos que enseñan, pero tan pocos profesores.
El maestro le premió con cien reglazos en los nudillos para que nunca lo olvidara.
- Pequeño Saltamontes. ¿Tú por qué crees que hay tanta gente que escribe pero tan pocos escritores?
El alumno se rascó la cabeza varias veces. Al final le brilló la mirada y, destapando el tarro del ingenio, dijo:
- Quizá como hay tantos que enseñan, pero tan pocos profesores.
El maestro le premió con cien reglazos en los nudillos para que nunca lo olvidara.
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