domingo, 30 de octubre de 2022

LITERATURA Y OTOÑO

 (PARA "MIL PALABRAS PARA ENVEJECER BIEN" Y "LEJOS DEL SAUCE CURVO").

Tengo una gran suerte, lo sé, de tener como gran afición a la literatura. Aunque a veces me pase y literaturice todo lo que me ocurre. Aunque en ocasiones me abstraiga en mi mundo y la gente cercana a mí tenga que tocarme en la puerta y sacarme de él. Hace unos días leí una gran sentencia de Woody Allen: "La jubilación solo tiene sentido en quien hace trabajos que no ama, los que trabajamos en lo que nos gusta no lo dejaríamos jamás".

Porque la literatura hace más bonito, y más profundo, y más interesante el mundo que escribimos. Los recuerdos de una vieja amistad, de un antiguo amor, de una época pasada de nuestra vida cobran una nueva y dorada perspectiva, cuando en realidad quizás fueron solo grisura y cotidianidad, como es la existencia en sí: un día al lado del otro, un latido a continuación del otro, la mayoría miméticos y reglamentados. Pero, también, si escribimos de la actualidad, de todo lo que nos acontece, de nuestras personas más próximas o del  mundo en general que vivimos en nuestro día a día, todo se reviste de una frescura adicional, de una impronta diferenciada, de un perfume extra. Porque literaturizar es enriquecer, es desdoblar la realidad en dos: la rigurosa del fotógrafo y la interpretación del pintor. A mí me gusta mucho más esta última, claro, aunque no olvide la realidad en sí.

Y en el otoño de la vida, las aficiones, las que sean: horticultura, viajar, tocar la guitarra, hacer senderismo, disfrutar de los amigos..., dan una luz especial a nuestro tiempo, en que la decadencia, el pesimismo, la soledad se acercan y nos cercan con sus tentáculos. Porque hacer algo que te gusta mucho, supone ofrecer al mundo aquello en lo que tú disfrutas más y, probablemente, por ello, es lo mejor que tú puedes ofrecer a los demás. Y eso te produce una sensación de plenitud inigualable.

Hoy levanto mi copa y brindo por las aficiones de todos y agradezco por tener la mía en particular y poder disfrutar de ella. En un día de otoño bellísimo, en el que he tenido la suerte de compartir un viaje corto con mi hijo pequeño a El sauce curvo, dejar unas flores en la tumba de los abuelos, ponernos al día de nuestras cosas y disfrutar del otoño en una pequeña excursión por el Parque del Alto Tajo.

Y escuchar en el coche su música, la música de los jóvenes de hoy. Él, de vez en cuando, me pone al día de lo que ha escuchado y le gusta. Y yo hoy, de todo ello me he quedado con este clásico de toda la vida, pero con una versión nueva que me ha llegado dentro.

Ahí va este "Stand by me":https://www.youtube.com/watch?v=LBPNx3FdTqs.

Escuchad con los ojos cerrados. El vídeo es muy malo. Y el autor, que tiene una grandísima voz, no es muy agraciado ni fotogénico el hombre. Eso es lo de menos.

FOTOS: Disfrutando de la música en el coche.




               En el Tajo, bajo el puente de Valtablado del Río.




               Otoño.



Y hablando de literatura, hoy ha salido un nuevo libro mío: Un pack de dos libros thrillers, "Al filo de la muerte", la antevíspera del Día de Todos los Santos. Los recomiendo: merecen la pena.

Aquí va la presentación y el link:https://www.amazon.es/PACK-THRILLERS-FILO-MUERTE-estremecimientos-ebook/dp/B0BKM4S1LQ/ref=sr_1_4?crid=Y7UMT3SRSZAN&keywords=francisco+rodriguez+tejedor&qid=1667168468&qu=eyJxc2MiOiIzLjE1IiwicXNhIjoiMi40MiIsInFzcCI6IjIuMTYifQ%3D%3D&sprefix=francisco+rodriguez+tejedor%2Caps%2C78&sr=8-4


PRESENTACIÓN DEL PACK “AL FILO DE LA MUERTE”

 La luna tiene dos caras: una la lucida y brillante que vemos, la otra, la misteriosa y oscura, que está oculta a nuestros ojos.

 La vida tiene dos caras: una, la que vivimos, la que experimentamos en nosotros mismos y en los demás; la otra es la muerte, misteriosa y oscura, como la cara oculta de la luna.

El único destino del vivir es el morir. La vida es algo transitorio y corto. La muerte nadie sabe lo que dura, pero debe ser larguísima porque nadie ha vuelto todavía. Por ello hay muchos más muertos que vivos. Hay una frontera entre la vida y la muerte. Esa franja de tiempo es la que explora este pack de novelas.

¿Por qué se vive? ¿Por qué se muere? ¿Por qué se mata? ¿Qué sabemos los vivos de la muerte, qué esperamos de ella? ¿Qué relación tenemos o queremos tener con los muertos? ¿Qué comunicación tienen los muertos con nosotros, qué quieren de nosotros?

A través de estos dos libros, (La novela “El claxon”, y cinco novelas cortas, reunidas en “Cinco estremecimientos”) el lector va a disfrutar en forma de suspense, cómo lidian los personajes con estas cuestiones en unas historias duras, impactantes, que emocionan y conmocionan. Llenas de intensidad, también de romance, de intriga.

Adelante pues a estos thrillers que se desenvuelven en el filo entre la vida y la muerte. Creo que el lector disfrutará al leerlos. Se enganchará a ellos, se emocionará, se acordará de sus seres queridos y, tal vez, reflexionará también sobre nuestra vida completa, la que vivimos y la que le sucederá.

El claxon, tiene guión cinematográfico y su proyecto está en estudio en una productora mexicana para su realización. La novela “Un mundo maravilloso” (dentro de “Cinco estremecimientos”) fue seleccionada para su realización cinematográfica en el Encuentro Oficial entre Productores y Creadores de la Comunidad de Madrid). Otras dos: “El club” y “La residencia”, lo han sido por la productora Tus Ojos. 

F.R.T. 





jueves, 27 de octubre de 2022

LAS SUECAS (I)

 

(PARA LEJOS DEL SAUCE CURVO)

Un día de aquellos de verano, de uno de mis últimos veranos con vacaciones, nos habíamos ido a Los Olmos a vaguear y a tumbarnos a la sombra sobre la hierba, a fumar, a beber cubatas de la cantimplora de Agus y, sobre todo, a hablar de chicas. Se aproximaban las fiestas de los pueblos vecinos: Canales del Ducado, Canredondo, Abánades, Esplegares  y, por supuesto, la súperfiesta de San Bartolomé. Estábamos Bertín, Ricardo, Agus, Javier y yo, intentando afinar la puntería en nuestros planes, mientras hacíamos un repaso de todas las candidatas a protagonizarlos.

Pasó por allí un mozo ya de veintitantos, que acababa de venir de la mili, un chaval apuesto y guapo, aunque con un nombre que empujaba a la chirigota: Agapito. "Sí, ríete tú del Agapito, que tiene un ídem que no se lo merca un negraco", había oído yo de él.

 El caso es que Agapito se detuvo un momento en el camino frente a la arboleda, seguro que él también se había pasado sus ratos allí haciendo más o menos lo mismo que nosotros. Había venido hacía no mucho de la mili como dije, de Canarias concretamente, muy cambiado por lo que decían, y las chicas casaderas se lo rifaban.

-¿Qué, dándole al coco con las tías? –nos soltó a modo de saludo.

Nos quedamos un poco descolocados por lo certero de su apreciación.

Tomó la palabra Bertín:

–¿De qué va a ser si no? Como tú, ¿no te digo?

Agapito, condescendiente como un profesor de primaria, cruzó el camino y se sentó con nosotros.

–¡Dame un trago, anda! –dijo señalando a Agus.

Luego, sin pedir permiso, sacó un Fortuna del paquete de Bertín, lo encendió con mi mechero que estaba sobre la hierba y, después de exhalar la  primera calada, dijo con un aire soñador, mientras miraba a las nubes.

–¡Lo importante en las tías es saber clasificarlas! –destiló por fin lentamente, como si fuera la fórmula resultante de una alquimia mágica.

–¿Clasificarlas? –ganó tiempo Agus, luego se le ocurrió aquello típico entre los chicos–. Ah, claro, las que están buenas y los fetos.

Agapito sonrió esperando alguna respuesta más ocurrente por nuestra parte. A mí me interesaba poco aquello de clasificar a la chicas, yo ya había encontrado en Rosa María la respuesta a todas mis preguntas, así que permanecí en silencio. Los demás también lo hicieron, más que nada para que Agapito aclarara cuanto antes su solución mágica ante aquel laberinto irresoluble que sentían con el tema.

–Si tenéis esto claro no se os embotará la cabeza jamás. Tenéis que clasificar a todas las tías en solo dos grupos, ¡solo dos!, que son: aquellas de las que os podríais enamorar y aquellas otras de las que podríais coger experiencia.

Nos quedamos un poco chocados. Nos miramos unos a otros un tanto decepcionados.

A mí me surgió una duda. A veces me daba por pensar que a Rosa María yo no le gustaba tanto como ella a mí. Y eso es lo que le dije.

–¿Y si tú te enamoras de una y ella de ti no, qué pasa?

–Una buena pregunta, Germán, pero que tiene una respuesta clara y sencilla, ¿y cuál es?, ¡pues la pasas al otro grupo!

Me quedé boquiabierto. Yo no haría eso jamás. Pensarlo me producía una gran tristeza. El tal Agapito nunca debía haber sentido lo que yo vivía en mi interior en aquellos momentos.

Agapito me miró con cierta ternura. Y soltó una frase un tanto enigmática para mí entonces.

–Al principio hay que pasar la mona –y se dio un nuevo trago con la cantimplora–. Luego, todo se olvida.

Pero a Bertín no se le olvidaba aquello que le zahería la cabeza, y un poco más abajo de ella sobre todo, aquello del enamoramiento le importaba más bien poco, él andaba en una fase de conquista total al sexo opuesto.

–Agapito, eso está muy bien. Pero la experiencia, ¿cómo se coge?

Agapito fumó otra calada del Fortuna de Bertín y, tras expirarla, entornó los ojos de nuevo y dijo con firmeza:

–Donde estén las suecas, que se quiten todas las demás. Esas te ponen al día sin que tú tengas que hacer absolutamente nada. ¡Os lo digo yo! Yo me doctoré haciendo la mili en Canarias. Y, ahora, ya veis, impartiendo clases en Sace. ¡Y en los alrededores!

Aquel año llevaron el agua corriente a Sacecorbo, me acuerdo muy bien, el progreso llegaba también a  aquellos pueblos perdidos. Eso de lavarse por trozos en un balde, o en los Navajos de la Vega con las ranas se acababa. Otro día escribiré de ello. Hoy tengo que hacerlo de las suecas, una fuente del progreso sexual para toda aquella generación de entonces. Era el inicio del boom del turismo y las suecas debían estar hartitas de los rubios de su país y se encaprichaban de los morenos primitivos hispánicos.

Agapito nos había recomendado al final:

–Vosotros que vivís en Madrid y tenéis posibles no esperéis a la mili, daos un garbeo por la costa y os acordaréis de mí. ¡Os lo juro, chavales! ¡Las suecas son lo mejor que hay!

Sí, hoy me he acordado de las suecas porque me ha llamado Dani y me ha preguntado que qué tal estoy. Todo el mundo me pregunta que qué tal estoy. Como si fuera un bicho raro. A mí ellos también me parecen muy raros y no les pregunto nada. Le he dicho que bien, claro. Y también que si se acordaba de las suecas. Pero Dani se ha salido por la tangente, yo creo que no se acordaba o no quería hablar de ello.

Pero yo sí que me acuerdo, ¡y muy bien!, de aquel otro día que me llamó unos años más tarde de cuando hablamos con Agapito en la arboleda de Los Olmos. Aunque él no estaba allí. A lo mejor por eso no se acuerda.

–Oye, Germán. Mira, me acaba de llamar Chema, un amigo mío que está haciendo la mili en Palma. Me dice que se está poniendo morado con las guiris, ¿qué te parece si nos dejamos caer por allí?

Después de lo de Ibiza era imposible decir que no.






miércoles, 19 de octubre de 2022

BREVES APUNTES SOBRE RUSIA

 


       Yo empecé a viajar a Rusia a finales de los 80. Durante el proceso de la famosa Perestroika ("Reconstrucción"), impulsada por el recientemente fallecido presidente Gorbachov. El primer viaje lo hice, como especialista financiero, junto con un grupo hotelero español que iba a construir un hotel en Moscú al 50% con el Ministerio de Deportes Soviético aprovechando la reciente apertura a la coinversión extranjera. De aquel viaje recuerdo las siguientes cosas: lo fea que puede ser la nieve y el hielo en las ciudades cuando se embarran y persisten (como ocurrió en Madrid con Filomena), el altísimo nivel de corrupción, de alcoholismo y desmoralización entre los jóvenes; la ineficiencia del sistema productivo: coches averiados cada dos por tres en las calles y carreteras, hoteles atrasados y mal construidos, en mi habitación (que pagaba el Ministerio en cuestión), había hasta un cristal de la ventana roto (¡en enero!), que luego malarreglaron, ¡un desastre!

      Pero, sobre todo, recuerdo lo que me dijo una guía ruso-cubana que nos habían puesto como traductora, que tenía entonces unos cincuenta largos o sesenta: "Ahora con la perestroika, nos dicen que todo aquello en lo que creíamos, a lo que hemos dedicado toda nuestra vida, era falso, que ya no sirve. ¿Y entonces, yo me pregunto, qué ha sido mi vida entera, una mentira?". El nivel de desmoralización confusión y depresión de los mayores era inenarrable, ante la quiebra de un sistema económico y político fallido.

         Desde entonces he ido a Rusia más de media docena de veces, casi todas por temas profesionales. La salida de la quiebra del comunismo y del desmembramiento de la Unión Soviética, a mi juicio ha sido también en falso: con la privatización, las grandes compañías rusas, cuyos principales activos son los inmensos recursos naturales del país (gas, petróleo, minerales...), fueron a caer en manos de los gerifaltes políticos del anterior sistema comunista, apoyándose unos a otros con su influencia política y, sobre todo, en el inmenso poder de todo el entramado de seguridad/servicios secretos, hijo de los cuales es el actual presidente Putin.

       Recuerdo en uno de los viajes prospectivos de negocio que hicimos ya en la primera década del SXXI, en el que entrevistamos a ejecutivos de los principales bancos y empresas del país. Cuando les preguntabas por el número de empleados de su compañía, esta era la respuesta, más o menos general: dos mil empleados, digamos, y con los servicios de seguridad, ¡tres mil! Era muy frecuente en Moscú, divisar en las principales avenidas los desplazamientos de los grandes capos económicos con diez coches delante y diez coches detrás protegiéndolos. La liberalización del sistema económico y el nivel de democracia política siguen dejando mucho que desear.

     Y, a mi juicio, estas son las sencillas premisas que explican en gran parte lo que está ocurriendo. Un país que no acaba de funcionar aunque haya mejorado en algunas cosas, sobre todo en Moscú, con la población frustrada y añorando la imagen de superpotencia pretérita, que los actuales dirigentes quieren recuperar.

      Pero la realidad es tozuda, algo no cuadra: no es posible que una economía de un tamaño similar a la española, posea el segundo ejército más potente del mundo. Salvo que esta última afirmación, por más que se repita una y mil veces más, no sea cierta. El campo de batalla lo está demostrando.

    Sólo queda la amenaza del apocalipsis nuclear. Y la esperanza de Putin de que Occidente al final les regale alguna prebenda para no llegar a la locura. Aunque sea a costa de que el sufrido pueblo ruso siga soportando la arquitectura de un sistema caciquil e ineficiente respaldado por el inmenso poder subterráneo de los servicios de inteligencia.


      En la Plaza Roja, muy barbado, con uno de los compañeros de trabajo de entonces.








sábado, 15 de octubre de 2022

NO MIRES ATRÁS. AQUEL VIAJE INICIÁTICO.

 

(PARA "LEJOS DEL SAUCE CURVO")

Aquel día, mientras corríamos, como todos los domingos por la mañana, en el circuito de running de la Casa de Campo, me lo dijo, le salió del alma:

–Germán, tenemos que huir de aquí. ¡Hagamos un viaje juntos!

Me detuve en nuestro trote y lo miré:

–Pero para el verano todavía queda...

–En cuanto empecemos a pensar en ello, a organizarlo, ya habremos salido de aquí.

Tenía razón y no pude por menos que dársela, a mi amigo, Dani Díaz. Un chico de mi edad, también de El sauce curvo, que había nacido en mi misma calle, en la carretera. Sus padres habían emigrado antes que los míos y no habíamos ido a la escuela juntos, pero nos conocíamos de los veranos y últimamente me había convencido para acompañarlo a correr, él venía a buscarme un domingo a mi casa y yo iba otro a buscarlo a la suya. ¡A las ocho!

No salíamos juntos, cada uno tenía su pandilla, pero cuando corríamos nos poníamos al día. Eran conversaciones depresivas y nostálgicas. Él estaba hecho polvo con una relación intermitente que mantenía con una compañera universitaria, intermitente a pesar suyo, claro. Venía destrozado a nuestra cita, sobre todo cuando no había estado con ella, sino bebiendo para pasar el trago, nunca mejor dicho. 

Yo, había llegado a aquel último año de carrera, con la lengua fuera, agotado y sin ilusión. Aquella conversación a tumba abierta que había mantenido, ¡por fin!, con Rosa María, me había dejado sin horizontes. Tenía novio, o salía en serio con alguien, me dijo. Deduje que solo había sido para ella un tonteo, un disfrutar de la alegre sensación de tener a alguien rendido a tus pies. De hecho me lo dijo: "¡A ti se te notaba mucho!". ¡Toma nísperos! ¡Las mujeres pueden ser de lo más crueles cuando descubren que no les interesas un pimiento y deciden alejarte sin miramientos de ellas! Probablemente no había significado solo eso para ella, todavía quedaban en mi mente sensaciones de conexión recíproca, pero eso era lo último que debía pensar. Así sería imposible olvidarla. Decidí quedarme con la literalidad de sus palabras. Y cerrar aquel libro, aquella historia para siempre. Y en eso andaba, buscando sucedáneos, sucedáneos intermitentes y momentáneos, en este caso por voluntad mía. No me apetecía estar unido a nadie. Solo a mi tristeza.

Así que, Dani y yo, nos hacíamos adultos hablando de nuestras penas. Escupiendo y hasta echando la pava, de todo el alcohol y el tabaco que habíamos ingerido la noche anterior, realmente hasta dos o tres horas antes de nuestra cita. Empezábamos a correr ya agotados, nos fustigábamos recordando aquel tiempo nostálgico que ya no volvería y acabábamos desayunando, mucho más cansados y tristes que habíamos comenzado.

¡Hasta aquel día! ¡En el que todo empezó a cambiar!

 Fue mi primer viaje con amigos. Solos Dani y yo, en mi flamante coche nuevo. Hasta entonces no había tenido vacaciones por los veranos, en mi empresa se cogían por rigurosa antigüedad, pero aquel año era diferente. Me iría a la mili el 1 de septiembre, así que me dieron todo el mes de agosto. ¡Aquello era jauja!

Llegamos a Valencia. Y no pudo empezar mejor la cosa. Logramos dejar el coche muy bien aparcado. Me presenté en la Oficina Principal de mi banco. Y les solté que venía de la Dirección General Internacional. Aquellas tres palabras juntas les impresionaron, máxime cuando les di el nombre del Director General, al que yo apenas conocía. Me dejaron aparcar en la mejor plaza y rodearon el coche con una cadenilla, por los quince días que estaría fuera de Valencia. 

–No sabía que eras tan importante –me susurró al oído Dani.

–Ni yo.

Comenzamos con una buena dosis de autoestima.

Y nos dirigimos al puerto. Cogeríamos el barco de la Transmediterránea con destino a Ibiza, ah, Ibiza, Ibiza..., que salía a las doce de la noche. 

Nunca olvidaré cuando subimos al barco. A la cubierta. Nosotros no viajábamos con derecho a asiento y mucho menos a camarote, sino casi de polizontes, en lo que llamaban toldillas de cubierta. Pero allí estaban todos los jóvenes. Una marea de chicos y chicas con ganas de explotar su juventud.

Dani había tenido la idea de rellenar de ron y coca cola nuestras cantimploras. En cuanto comenzamos a ofrecer, nos convertimos en los reyes del mambo. Intimamos con un chaval muy especial, Suso, que había venido el tío solo desde Asturias haciendo autostop y que ya no nos abandonaría en los quince días siguientes. Y con una pandilla estrambótica de cuatro chicas y una especie de gañán enorme que parecía su semental, su gallo de corral. Trabajaban en la novedosa fábrica de Ford de entonces, en Almusafes, y eran más cachondas que la verbena. Debían estar hasta el gorro, como nosotros, de penar durante todo aquel largo año, y ansiaban por llegar a Ibiza y soltarse el pelo y que le diera la brisa. 

Estuvimos cantando, bebiendo, bailando y fumando toda la noche, hasta que llegamos a la amanecida a Ibiza. Nos bajamos del barco e íbamos los ocho abrazados por las calles, respirando aquellos aires de libertad.

De pronto, Isabela, que era la más lanzada de las chicas, o la que más bebida iba, se separó y dijo:

–Me sobran muchas cosas, aquí no me hacen falta –y se agachó y se quitó los pantalones, quedándose con unas braguitas negras, apenas cubiertas por los faldones de la blusa.

Luego se nos quedó mirando, hasta que el gañán soltó:

–Chicas y chicos, pues tendremos que hacer lo mismo, ¿no?

 Y de esta guisa, después de meter en nuestras mochilas nuestros pantalones, nos dirigimos a la primera tienda que vimos a comprar todo el alcohol que nos cupiera en nuestras cantimploras.

Dani y yo nos miramos el uno al otro. La noche había sido tan excitante que era la primera vez que lo hacíamos.

–Las proletarias siempre han sido unas revolucionarias –sentenció.

Sonreí. Nosotros también lo éramos. Aunque tuviéramos nuestro título universitario colgado ya en nuestra habitación.

Se oyó la voz de aquel gañán que, ahora que lo conocíamos, era un trozo de pan más allá de su imponente fachada.

–Vamos a ir a aquel pinar y plantamos las tiendas. Habrá que dormir la mona, ¡digo yo!

Sí, aquel fue mi viaje iniciático, donde dejaba atrás la adolescencia y primera juventud. Y empezaba otra cosa. Yo no sabía exactamente el qué. Pero había terminado mi formación universitaria y me acababan de llamar a filas, tenía un año por delante para pensar, para disfrutar, para dejarme llevar por aquella juventud  rabiosa, a la que había tenido confinada en un cajón y que reclamaba atención. Para vagar por las playas, por los bellos miradores, pero también por los callejones de la noche y sus vericuetos, por los caminos extraños que te marcan los latidos de tu corazón...

Sí, hoy he recordado aquel tiempo. Los Burning, ese grupo auténtico hasta la médula, que me ha acompañado desde entonces, suena de nuevo. Los Burning, ese grupo de perdedores, que nos recuerdan que nosotros también perdimos algo en aquellos años. Nosotros también fuimos expulsados del paraíso de aquel mundo idílico de nuestra primera juventud. De nuestros sueños puros y románticos. De aquel primer amor. Y nos dejaron desnudos en plena calle. Sin nada que ocupara nuestra cabeza. Hasta que nuevos sueños, nuevos proyectos, nuevos ideales sustituyeran en nuestra mente a aquellos primeros que nos dejaron derrotados y heridos. Frustrados.

No mires atrás, nos dicen los Burning. Corramos juntos. Huyamos de esta ciudad. Así son los viajes en la juventud. Entonces todo se hacía más tarde, ahora estos viajes iniciáticos los jóvenes los realizan cuando terminan el bachillerato, o antes. Sí, huyamos de esta ciudad, de esta etapa de la vida que se acaba. Vayámonos a Ibiza, o a Bali, o a Hawai-Bombay... A ese sitio maravilloso, a ese paraíso, donde encontrar un ideal que tire de nosotros de nuevo hacia adelante. La vida es una huída permanente. Para llegar no sabemos dónde. Como mis pensamientos que vagan por mi memoria sin orden ni concierto. Buscando no sé el qué. 

Pero no me importa, me quedan los Burning.Y Luz Casal. Me queda la música y el perfume de lo que fui. Y este libro de recuerdos que es como vivir todo aquello de nuevo.

https://www.youtube.com/watch?v=kC11lMn4SeQ





viernes, 7 de octubre de 2022

EN LAS NUBES


A veces subo y me quedo,
 me asomo y no regreso,
 creo que sí,
 necio de mí,
 preso soy de tu niebla y de tu nada.

 Caminante de tu alambre
 sin sentido
 ni destino.

 Ni ternura
 ni coraje
 en tu regazo, 
entregado,
derrotado,
 muerto,
 sin morir y sin vivir, 
sin moverme,
 sin aliento.

 Solo en tu cama a gusto estoy,
 abrazado al vacío,
 sin nadar en ningún río.

 Todos lejanos y locos,
 solo nuestros cuerpos abrazados
 descendiendo por la pendiente
 del miedo perdido.

 Hijo soy de la desgana
 y del hilo roto,
 desatado,
 suelto,
 solo,
mamando de tu pecho,
leche de loco. 

 Acoplémonos de nuevo
 y hagamos el silencio sin paredes,
 que se queden con su mierda
 y yo en tus redes.

 Y, dormido en tus piernas de algodón,
 quítame la cabeza
 y póntela de florero,
 en el rincón del olvido.

 Y, aletargado así,
 ido y vuelto,
 sin ir ni venir,
 ni vivo ni muerto,
 ¡cuántos ratos me paso,
 nada de mi vida,
 en nuestras nubes de sopor
 y tedio
contigo
 a solas!

A veces suena el timbre
 y echo la escala.
 ¿Quién es?
 Es la rutina
 que pasa.

 Hagamos el amor
 otra vez.
 No, me voy.

Y no sé si me quedo
o estoy, 
hasta que subo de nuevo.

Me despierto por fin,
y ya sin alas ni florero,
sin fuerzas
y sin sueños,
me despeño en mis cosas.


Acabo de encontrarme este poema revolviendo papeles antiguos para documentarme sobre mi próxima novela "Lejos del sauce curvo".  Creo que lo escribí a mis veintidós/veintitrés años estando en la mili. Mi experiencia militar, y la de mis amigos y compañeros de la época, creo que va a dar para un par de capítulos muy jugosos de la novela.

Nunca me interesó gran cosa la vivencia militar. Reconozco que lo que llamábamos "el campamento", el mes y medio que había para prepararnos "la jura de bandera", era un tiempo sano, de compañerismo sin límites, de mucho ejercicio, vida sana y un aprendizaje interesante, aunque mínimo, del manejo de las armas. Ahora bien, el año largo que nos pasábamos en el destino que nos tocaba, para mí era una auténtica pérdida de tiempo. En mi caso, como era universitario me tocó escribiente, quiere decirse mecanógrafo, ¡toma nísperos!, en la Capitanía General de la VII Región Militar, con sede en Valladolid. Usualmente solo tenía que escribir diariamente la siguiente frase: "Sin novedad región mi mando", para el telegrama que enviaba todos los días el Capitán General al Estado Mayor Central de Madrid. La verdad es que, como podrán suponer los avezados lectores, me herniaba.

Conseguí, a través de un cura que conocían mis padres, cuando los curas eran importantes, claro, un pase pernocta, para dormir fuera del cuartel. Así que dormía en una habitación de un piso compartido con otros estudiantes y militronchos. Fue una época en que escribí bastante cuando me encerraba en mi habitación por las noches. Hice un poemario completo y algunos relatos y reflexiones de juventud. Lamentablemente la versión final se la presté a una persona que, pasado el tiempo, nunca me la devolvió. En fin.

Supongo que conservo retazos y borradores como el que he encontrado de este inquietante poema. Y que irán apareciendo. Para mí, lo importante ha sido el aldabonazo que ha supuesto para mis recuerdos de la época. Tengo una memoria prodigiosa cuando se la estimula adecuadamente. Y este poema retrotrae muchísimos recuerdos de aquel tiempo. 

Esta entradilla seguro que me dará pie para bucear en el mundo de la mili de finales de los setenta/principios de los ochenta.  Toda una experiencia para aquella generación de soldados obligatorios que, en muchos casos, suponía la primera vivencia fuera de la familia.





 

jueves, 6 de octubre de 2022

ARREPENTIMIENTOS I

 


La tercera edad tiene algo, si no mucho, de conclusión, de resumen y balance. A él le duele echar los números de lo que ya no tendrá remedio. 

En algunos casos,  las personas a las que hirió, que menospreció, que olvidó o que no correspondió como se merecían ya no están entre nosotros, en el mundo de los vivos. Podía haber hecho con ellos las cosas mejor, ser más inteligente, más generoso, menos torpe, estar más a su lado, más a su altura, empatizar mucho más con ellos. Ya no será posible. Le duele que quede ese balance descuadrado para siempre. Le produce dolor, pena, tristeza. 

Sabe que la vida supone tomar unos caminos y dejar otros. Hoy no quiere adornarse con sus aciertos sino mostrar el reverso del tapiz que luce en su salón. Lleno de pespuntes torcidos, de hebras rotas, de cicatrices.

Quiere hermanarse con quien sufrió por él, con quien invirtió su tiempo, su dedicación y su confianza en él. Y él no estuvo a la altura.  Sabe que la suya es una solidaridad tardía, ineficaz, pero sanadora. O eso cree. Eso quiere creer.

Es muy difícil competir con el amor de tus padres, de tus abuelos, piensa él, lúcido. Siempre los tuvo cerca, cuidándolo, protegiéndolo, haciéndolo crecer. Mientras él solo miraba hacia adelante. Hacia su meta. Y ellos se iban agostando, quedándose atrás, aunque orgullosos de contemplar en la distancia su estrella fulgurante que alcanzaba terrenos inimaginados por ellos nunca.

Ahora a él le gustaría haberlos correspondido más, haberlos cuidado mejor, haberlos mimado como se merecían. Ahora se da cuenta de lo valiosos que eran. De todo lo que les debe. Solo un pequeño porcentaje de su valía es realmente suyo. El resto es la inversión que ellos hicieron en él. Tal vez no fue un mal hijo, un mal nieto, pero podía haberlo sido mucho mejor. Los hijos crecemos discutiendo con y oponiéndonos a nuestros padres. La vida se empareja con quien lleva el presente en sus ojos. Y olvida  a quien ya cría solo hondas arrugas en su piel. Para corregir esa injusticia está el cariño de los hijos en los momentos finales de sus padres. Pero no siempre sabe uno verlo. No siempre la vida te deja apartarte de ella, cuando vives tus momentos de plenitud, para ocuparte adecuadamente de aquellos a los que esa misma vida está abandonando.

Sí, a lo hecho, pecho. Cada uno lleva consigo el gozo y el dolor que él ha administrado. Pero él no se arredra fácilmente. No quiere que el dolor inútil le carcoma, en demasía.

Y se plantea un doble reto:

–Ayudará a sus hijos, tanto o más que a él le ayudaron.

– Y llevará con igual valentía, con igual resignación que sus padres, cuando la vida le empuje a un lado, a la cuneta, y solo se centre ya en el futuro de aquellos que le sucederán.

Cuando ni siquiera eso le apacigua, se cuelga de esa esperanza, de esa bonita ilusión que es que la vida no termina aquí. Y que en unos años podrá abrazar a sus seres queridos que se adelantaron en la carrera de la vida, mirarse a los ojos de nuevo y estar juntos. Solo eso. Porque entre padres e hijos no es necesario ni el perdón, ni el arrepentimiento.

 Sí, en eso piensa cuando cierra los ojos por la noche y desea que un campo florido ocupe todos los rincones de su mente.