viernes, 7 de octubre de 2022

EN LAS NUBES


A veces subo y me quedo,
 me asomo y no regreso,
 creo que sí,
 necio de mí,
 preso soy de tu niebla y de tu nada.

 Caminante de tu alambre
 sin sentido
 ni destino.

 Ni ternura
 ni coraje
 en tu regazo, 
entregado,
derrotado,
 muerto,
 sin morir y sin vivir, 
sin moverme,
 sin aliento.

 Solo en tu cama a gusto estoy,
 abrazado al vacío,
 sin nadar en ningún río.

 Todos lejanos y locos,
 solo nuestros cuerpos abrazados
 descendiendo por la pendiente
 del miedo perdido.

 Hijo soy de la desgana
 y del hilo roto,
 desatado,
 suelto,
 solo,
mamando de tu pecho,
leche de loco. 

 Acoplémonos de nuevo
 y hagamos el silencio sin paredes,
 que se queden con su mierda
 y yo en tus redes.

 Y, dormido en tus piernas de algodón,
 quítame la cabeza
 y póntela de florero,
 en el rincón del olvido.

 Y, aletargado así,
 ido y vuelto,
 sin ir ni venir,
 ni vivo ni muerto,
 ¡cuántos ratos me paso,
 nada de mi vida,
 en nuestras nubes de sopor
 y tedio
contigo
 a solas!

A veces suena el timbre
 y echo la escala.
 ¿Quién es?
 Es la rutina
 que pasa.

 Hagamos el amor
 otra vez.
 No, me voy.

Y no sé si me quedo
o estoy, 
hasta que subo de nuevo.

Me despierto por fin,
y ya sin alas ni florero,
sin fuerzas
y sin sueños,
me despeño en mis cosas.


Acabo de encontrarme este poema revolviendo papeles antiguos para documentarme sobre mi próxima novela "Lejos del sauce curvo".  Creo que lo escribí a mis veintidós/veintitrés años estando en la mili. Mi experiencia militar, y la de mis amigos y compañeros de la época, creo que va a dar para un par de capítulos muy jugosos de la novela.

Nunca me interesó gran cosa la vivencia militar. Reconozco que lo que llamábamos "el campamento", el mes y medio que había para prepararnos "la jura de bandera", era un tiempo sano, de compañerismo sin límites, de mucho ejercicio, vida sana y un aprendizaje interesante, aunque mínimo, del manejo de las armas. Ahora bien, el año largo que nos pasábamos en el destino que nos tocaba, para mí era una auténtica pérdida de tiempo. En mi caso, como era universitario me tocó escribiente, quiere decirse mecanógrafo, ¡toma nísperos!, en la Capitanía General de la VII Región Militar, con sede en Valladolid. Usualmente solo tenía que escribir diariamente la siguiente frase: "Sin novedad región mi mando", para el telegrama que enviaba todos los días el Capitán General al Estado Mayor Central de Madrid. La verdad es que, como podrán suponer los avezados lectores, me herniaba.

Conseguí, a través de un cura que conocían mis padres, cuando los curas eran importantes, claro, un pase pernocta, para dormir fuera del cuartel. Así que dormía en una habitación de un piso compartido con otros estudiantes y militronchos. Fue una época en que escribí bastante cuando me encerraba en mi habitación por las noches. Hice un poemario completo y algunos relatos y reflexiones de juventud. Lamentablemente la versión final se la presté a una persona que, pasado el tiempo, nunca me la devolvió. En fin.

Supongo que conservo retazos y borradores como el que he encontrado de este inquietante poema. Y que irán apareciendo. Para mí, lo importante ha sido el aldabonazo que ha supuesto para mis recuerdos de la época. Tengo una memoria prodigiosa cuando se la estimula adecuadamente. Y este poema retrotrae muchísimos recuerdos de aquel tiempo. 

Esta entradilla seguro que me dará pie para bucear en el mundo de la mili de finales de los setenta/principios de los ochenta.  Toda una experiencia para aquella generación de soldados obligatorios que, en muchos casos, suponía la primera vivencia fuera de la familia.