miércoles, 27 de febrero de 2013

PAGINAS ROTAS DEL DIARIO DE UN ESCRITOR: NOCHE DE INVERNO





Llegas a casa aterido de frío. Y de soledad. Los amores, desperdigados y lejos. Tú sabes cuán lejos. Metes la llave en la cerradura. La puerta se abre. Y notas un calor extraño. De un hogar que creías marchito. Pero todo funciona. Todo está en su sitio de nuevo. Ella ha vuelto. Hay un florero lleno de rosas en el salón y la calefación puesta. 
Te quitas el abrigo y dejas que escurra el paraguas. El loro en su jaula, con el silencio pétreo de la anochecida, te mira impertérrito. Y tú a él. Te gustaría saber qué ha pasado. Todo lo que él guarda en su memoria observadora y callada.

Antes de llegar al armario ves su nota. “He vuelto”. “Eso ya lo sé”, respondes en voz alta, como haría el loro, si hablara. Las preguntas sin embargo se quedan en tu interior. ¿Por qué? ¿Dónde estás? Y sobre todo “¿hasta cuándo?”
Entonces el pestillo vuelve a girar y aparece ella. Más hermosa que nunca. O tan hermosa como siempre, te corriges a continuación.

“Estás empapado”, la escuchas. “Anda, ven”.
El tiempo es una sucesión de estaciones. La abrazas mientras miras por el cristal cómo llueve en silencio. La vida es una sucesión de regresos. Y de despedidas. Mañana no hará sol. Y pasado mañana tampoco. Lo has consultado con tu móvil. Hace solo unos pocos años todavía tendrías la incertidumbre de la sorpresa. Hoy hasta la lluvia y las nubes obedecen a la tecnología.

Hoy es una noche de inverno. Y ella duerme entre tus brazos. Mientras la lluvia musita su dulce melodía tras los cristales. Es verdad. Mañana no hará sol. Y tú no sabes lo que pasará mañana. Hay una nota en el aparador: “He vuelto”, dice.
Pero no es la primera vez. Tampoco es la primera noche de este invierno.
En febrero llueve mucho. Y las parejas vuelven a su nido. Y encienden la calefación.

Nadie entiende por qué se enfrían, se acatarran, los corazones. Y por qué, cuando el viento silba y se abren laos paraguas, todo parece empezar de nuevo.
El inverno lo sabe bien y el loro mete su cabezas bajo el ala. Y se dispone a dormir.
Todo está en su sitio. Otra vez.

 www.eldiaquefuimosdioses.blogspot.com/ Francisco Rodríguez Tejedor