sábado, 14 de octubre de 2017

CÓMICOS





             Anoche estuve en el Teatro Amaya viendo al gran Arturo Fernández y su “Alta Seducción”.  Arturo Fernández hace siempre el mismo personaje, porque ha llegado donde lo logran muy pocos: a ser él mismo su propio papel. Ese seductor chulesco y, en el fondo, romántico y entrañable que llega al corazón de todas las edades.

            La obra es una comedia romántica excelente y divertida, pero lo que realmente emociona de esta función es observar  al gran Arturo de play boy nacional con casi 89  años en  el que, quizá, sea ya su último  papel, que es su papel de siempre, con el que ha enamorado a tantas generaciones.

             Quizá sea un último homenaje a él mismo y a toda su carrera. Y, por supuesto también,  un homenaje a todos nosotros que lo admiramos,  demostrándonos una vez más que la edad no importa, o no debe importar tanto, y que uno puede enamorar a quien pretenda, yo lo extendería a conseguir cualquier otra cosa,  solo con dedicarse a fondo y con pasión.  Con soñar con ello, en definitiva.

            El público respondió al final de la obra con un aplauso interminable que, supongo, quedará grabado en la mente del galán para siempre. Porque el teatro es fugaz: pasa y no deja huella en ningún soporte (el cine deja las películas y la literatura los libros), solo queda en el recuerdo único e inolvidable de los que compartimos una velada en ese concreto momento y lugar. Y recibimos la gran lección de que todos podemos ser galanes hasta casi los 90 años de edad.

             Aproveché también para saludar al gran Pedro Ruiz, que estaba en el teatro donde asimismo tiene función, sólo los sábados por la noche: la obra se llama Confidencial y, según me dijo, se desnudará en ella ante su público como nunca antes lo había hecho. A mí Pedro Ruiz me parece uno de los cómicos más inteligentes, mordaces y hasta corrosivos del país. Y su precio paga por ello: “¿Por qué no se te ve últimamente por televisión?” , le pregunto. “Pregúntaselo a ellos, llevo vetado catorce años”.  Yo lo vi la primera vez en “Historias de un Ruiz-Señor”, durante la transición. Una obra donde la gente, y yo mismo,  se caía literalmente de las butacas de la risa, mientras destrozaba a los políticos de turno con unas imitaciones que arrasaban.  Nunca he visto en mi vida nada igual.




            A mí por aquella época me gustaba mucho el teatro. Y cómo no podía pagármelo iba con un amigo a lo que se denominaba “la clac”, es decir y hablando en plata, de aplaudidor contratado para animar la función a cambio de entrada gratuita.En las funciones de Pedro Ruiz, hacíamos huelga de palmas. No hacía ninguna falta y nos dedicábamos a ejercitar la mandíbula de tanto como nos reíamos.  Por entonces aprendí que es más fácil hacer llorar que reír. Para esto último hace falta una gran inteligencia. Como la que tiene Pedro Ruiz.

            Rindo homenaje hoy a estos dos grandes cómicos. Con todo mi agradecimiento por todos los buenos ratos que nos han hecho pasar y que quedaron grabados en nuestra memoria para siempre. Como espero que queden en la de ellos nuestros aplausos, para que vivan de ellos y gocen de nuestro entusiasta reconocimiento cuando se baje el telón.

             FRT/ Escrito para blog y redes.
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