CERCA
DE LOS JÓVENES
Recuerdo que
cuando era un chaval tenía una vecina ancianísima, no sé, ochenta y muchos o
noventa. A veces cogía el ascensor con ella, y entonces la anciana cerraba los
ojos, inspiraba muy profundamente y me decía: “Deja que me llene un poco el
pecho de todo ese aire de vida que a ti te sobra”.
Y a mí, que por
aquella época no tenía un duro, me
embargaba entonces una sensación difusa pero potentísima, de ser el
dueño de una intangible pero valiosísima riqueza.
Aunque nosotros a
quien admirábamos de verdad era a los ricos, también de verdad. O que a
nosotros nos lo parecían en la distancia de los años. Me lo decía un amigo de los de aquella época:
“Paco, para qué querrán esos Mercedes, esos BMW, esos Jaguar, si luego van
pisando huevos...” y entonces, se rebelaba, pisaba fuerte el acelerador de aquel bote que se caía a cachos y que conducía, y
les pasábamos como una exhalación. “Qué mal hecho está el mundo, me decía luego,
ellos deberían conducir esta mierda de utilitarios de segunda mano y nosotros
disfrutar de sus cochazos”.
Hoy mi amigo y
yo, por esa inercia de la vida que decía arriba, conducimos ambos uno de
aquellos coches que admirábamos entonces, y sabemos que el mundo está bien como
está. Qué sería de nosotros si encima de ir ya para viejos estuviéramos medio
arruinados, como cuando éramos jóvenes… Me lo decía un tío abuelo también de aquella época, al que yo solía
hacer caso: “Lo peor de llegar a viejos es no tener un mínimo de dinero”. ¡Y
aún así, viviendo acomodados, quién sabe por qué tenemos necesidad de
acercarnos a los jóvenes!
Ya lo decía San
Juan Bosco: “Entre vosotros, jóvenes, es donde me encuentro bien”.
Porque en la
juventud, acierto a responderme, todo es
esperanza y, además, se cuenta con el tiempo necesario para materializarla. Y
eso da una alegría, una vitalidad única, que es la que trataba de atesorar mi
vecina cuando viajábamos juntos en el ascensor.
Si quieres
mantenerte joven, si es que eso fuera posible, arrímate a los jóvenes, porque
ellos tienen a raudales la verdadera juventud. Mientras vamos aceptando, qué
remedio, aquello que decía el gran Gabriel García Márquez: “El secreto de una
buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
FOTO: Con Alicia Rodríguez Tejedor a las puertas de un casino de
Macao, mientras discutíamos sobre el borrador de nuestro libro “Soñadores”, un
libro sobre los jóvenes, por cierto.