jueves, 28 de noviembre de 2019

EL DESASOSIEGO DEL OTOÑO








EL DESASOSIEGO DEL OTOÑO

No me gusta la parte final del otoño
con su  sinfonía del fin de la vida.
Y, menos, el comienzo del duro invierno
con su silencio pétreo y nevado de sepultura olvidada.

Por la mañana miro por la ventana
buscando la sorpresa de una ilusión.
Que no encuentro entre la neblina
y los escombros de mi desesperanza.

Leo a Fernando Pessoa.
Que es como clavarte a ti mismo
los clavos en tu particular cruz,
imponente y dolorosa.
Eso sí, musitando versos tan preciosos
como tristes, tan desangelados
como verdaderos.

Remo mi barca bajo las acacias desnudas
que bordean el lago donde se deshilachan
todos los sueños posibles e imposibles.
Que ya conforman el revés del mismo tapiz
que ni yo mismo entiendo.

Solo es la anatomía del tedio.
O que me he levantado con la tensión baja.
O los últimos coletazos de noviembre
¡Qué se yo!

 ¿Soy yo acaso quien
ordena estos días, vestidos de riguroso gris,
en el calendario de la vida?

El otoño escribe garabatos en mi alma
con su lenguaje ocre y marrón que yo no entiendo,
pero siento.
Mientras todo se muere a mi alrededor.
 Y yo solo soy como una hoja más
que el viento derriba,
para que la gente la pise en el camino.

Para que alfombre las aceras,
esos caminos inciertos
de cunetas y linderos dudosos
que llevan, alegres, hasta la Navidad.

Esa penúltima ilusión,
agridulce,
que recrea un tiempo que alguna vez fue feliz.

Y que sientes, al menos en días tan
 desnortados como el de hoy,
 que su brillo
de mazapanes y campanillas,
de inocencia y de magia multicolor,
 ya no volverá.


Escrito para el blog: www.eldiaquefuimosdiosesblogspot.com