lunes, 10 de mayo de 2021

UNAS GOTAS DE FELICIDAD

 


     Decía alguien importante, –ahora no recuerdo quién, y tampoco tengo ganas de buscarlo, hoy me siento feliz y vago a un tiempo, lo cual, quizás, es un buen síntoma–, que el hombre no está preparado para la felicidad. O quizás, precisando aún más, afirmaba ese pensador de renombre, o investigador excelso o docto filósofo, que su destino, el de la persona humana, no es la felicidad. Que esta no es el bien superior que anida en lo más profundo de sus genes. Sino que su íntima meta, por la que lucha a brazo partido y sin descanso, desde que madruga el día hasta que se acaba el tiempo en el que reina la noche, es la supervivencia.

   Así que no nos frustremos porque no nos sintamos completamente felices todo el tiempo. Ese debe ser un estado permanente ajeno a nuestra esencia. Lo nuestro es sentir, de vez en cuando, cómo nos rocían, con sus  frescas  y estimulantes caricias, unas gotas de felicidad.

    Somos como las plantas de secano, que no pueden vivir sin la luz, pero que agradecen, y de qué manera, unas gotas de lluvia de vez en cuando. Quiere decirse que la mera supervivencia necesita de ese lustre adicional, de ese brillo en la mirada, que solo lo da el chispazo de unos momentos felices.

    Perseguir esas serpentinas que vuelan en el aire, esa lluvia de confetis que convierten un momento vulgar en una fiesta, si no es nuestro bien superior, como afirmaría nuestro inidentificado pensador, debe ser, sin duda, el segundo, que le va pisando los talones al primero.

    A mí me apetece mucho escribir sobre ello, quizás porque como escritor tengo la oportunidad de vivir y trabajar, entrelazadamente, adentrándome en un tema tan apasionante, tan mágico y tan huidizo a un tiempo. Y que me puede producir tanto gozo, aunque sea breve.

    Y, si de paso, en un acto reflejo, en algún lector se remueve algún interno resorte que acciona ese mecanismo que lo llena de íntimo bienestar, de fugaz regocijo, de estimulante impulso vital, pues entonces la dicha sería completa.

    Todo esto es solo para anunciar, queridos lectores, que empezaré a escribir, sin prisas y sin pausas, un libro que versará sobre los momentos felices, los heroicos y también los domésticos y consuetudinarios brindis que, de vez en cuando, nos ofrece la vida. 

     Todavía no tiene título. Podría ser "Mil palabras para la felicidad", siguiendo la estela de "Mil palabras para el optimismo", que está en promoción precisamente  estos días. O bien: "Unas gotas de felicidad" que, por el momento, va ganando la partida. Las sugerencias son bienvenidas.

      Algunos capitulillos de este libro los iré desgranando, de vez en cuando, en este blog y en mis redes sociales. ¡Que sean felices! ¡Ya saben, por lo menos de vez en cuando!