sábado, 4 de noviembre de 2023

EL PRIMER TRABAJO

 



      Ayer fue un día especial. Quedamos a comer en El Pardo muchos de los compañeros del Servicio Extranjero, en el antiguo Banco de Bilbao de la calle Alcalá de Madrid. Hace casi 50 años comencé a trabajar allí, con apenas 17 años.  Estuvimos juntos más de  ocho.  ¡Cuántos recuerdos! ¡Qué jóvenes éramos entonces todos! Ahora ya estamos jubilados y peinamos canas, y eso con suerte, aunque yo haya heredado el pelo de mi abuela Marcelina y tenga mucho todavía y poca nieve en él.

     Fue una comida de anécdotas y de nostalgias. De cariño y de recuerdos. También de entristecernos al enterarnos de que algunos compañeros y casi todos los jefes ya nos abandonaron para siempre. Aunque yo creo que no es para siempre, pero ese no es ahora el tema.

     También se habló de mi última novela "Lejos del Sauce Curvo" que recrea también aquellos años "en un banco de la calle de Alcalá", se recogen en ella algunas anécdotas verdaderas de aquella época entrañable. Por cierto, que ya empiezan a llegar las reseñas y valoraciones en Amazon y por el momento no pueden ir mejor.

     Coincidimos todos en que esta época de la jubilación puede ser, es, maravillosa, salvo por las inevitables goteras que empiezan a aparecer en nuestros tejados. Lo del pelo y los kilos es lo de menos, en confianza nos contamos nuestras artrosis, mala vista, peor oído y otras cosas que no se nombran. ¡En fin, fue bonito ser jóvenes juntos y, sobre todo, poderlo recordar ahora!

      La tercera es la edad de los recuerdos, sin duda. Por eso yo escribí esta novela, porque era lo que más me apetecía en estos momentos. Disfrutar de los recuerdos es vivir dos veces, con la ventaja de que en la segunda solo te quedas con los momentos buenos, los malos han desaparecido por las cañerías del olvido. ¡Qué bien!

      De mi departamento, aquel universo femenino de diez mujeres con solo un trío de chicos, fuimos tres  a la comida y nos hicimos unas fotos juntos, ¡cómo no!

      Con Alicia, aquella compañera que se casó el día que yo entré y que sigue estando tan guapa y alegre como entonces,  ahora tiene cinco nietos y es vecina mía y coincidimos en un cine cercano a menudo. Y con Pedro Pablo, que me llevaba a los estrenos de teatro a claquear, como aplaudidores contratados que éramos. También íbamos juntos a los archivos de temas antiguos del banco en Fuenlabrada, en unas naves enormes llenas de legajos, a pelearnos con las ratas para encontrar la documentación que buscábamos

     Nos hemos juramentado Pedro Pablo, Alicia y yo, para reunir de nuevo a casi todos los compañeros de aquel departamento, aunque tendremos que lamentar la ausencia del jefe y de alguna compañera que ya nos dejaron.

     En aquel departamento,  un chaval de pueblo, como yo, aprendí tantas cosas que podría escribir cinco novelas con ello.

     ¡Fue un placer la comida! Esperemos que el organizador, el entrañable Maximino, nos pueda reunir de nuevo al año que viene.