martes, 5 de marzo de 2024

ESCAPAR

 

Ancho mar

 

Amanece el día y los momentos son como regatos.

 Como arroyos que recogen el agua de las laderas.

 Y la llevan por valles soleados,

 por hoces llenas de chopos,

 por torrenteras henchidas

 de brillos y de espuma.

Hasta que desembocan en el río grande al atardecer,

 que es una inundación de lejanas orillas.

 Un caudal gigantesco

 que embalsa todos los instantes del día.

 

 Y allí estás tú. 

Al final del río.

Tú eres el ancho mar.

 Que me espera como cada noche.

 Donde yo me vierto y me diluyo.

 Donde abro las compuertas

 y fluyen todos los instantes del día

 que yo acumulé.


 La noche nos abraza

 y nos hace uno.

 

Y queda, luego, una superficie horizontal,

  densamente oscura y azul,

 que es el suelo líquido

 de donde emergen las estrellas.

Mientras allá, en lo hondo,

 en el fondo marino,

 rodeada de aliento y de silencio,

 crece,

 una noche más,

 una capa de légamo,

 un sedimento íntimo,

 una argamasa de nuestras esencias,

 con las que la noche va construyendo

 ese edificio

 en donde viviremos

                                   eternamente.

 









Acabo de llegar de una escapada al mar de Alicante precisamente. Vuelvo con las pilas cargadas para aprovechar a tope unos días, solo unos pocos, la semana que viene viajo a Italia. Este es un mes que me lo tomo a beneficio de inventario. A pesar de la imagen de arriba, en este viaje al mar no he escrito una línea ni he leído prácticamente nada. Pero han sido unos días dichosos, como casi siempre que voy por estas latitudes.


Aunque he pensado en mi novela, cuando mi mente ha querido traérmela a mi conciencia, mirando el mar o conduciendo o soñando por la noche. Y me he puesto fecha para empezar a escribirla. Será justo después de Semana Santa. Todos los días, sin dejar ni uno, hasta que termine el primer borrador.


Otra vez ese gran esfuerzo. Otra vez esa labor creativa que, por una parte, me apasiona y, por otra, me deja exhausto. ¡Vamos a ver si logró llevar a buen término esta nueva singladura!


Y para que no se me olvide este sabor a mar, aquí unas olas al viento de una tarde en el paseo marítimo de Calpe, una cervecita mirando al mar no tiene precio, mientras las gaviotas posan como casi únicos testigos en la arena.



Al fondo, allá a lo lejos, el impertérrito faro del Albir, siempre subimos a él, donde me hicieron la foto que encabeza este post.



Aquí, un recuerdo de la playa de Calpe.


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