domingo, 25 de mayo de 2025

LLEGA EL VERANO

 



Parece que, ahora sí, ya llega el verano. Yo me estoy marchando para mi cabaña de Alicante. Junto al mar quiero afianzar en mi cabeza los últimos giros de mi nueva novela, que empezaré, sí o sí, el uno de junio.

Es curioso, pero yo casi siempre escribo en verano. Su luz y su alegría me dan el entusiasmo suficiente para acometer con ganas algo tan arduo, tan solitario y tan sacrificado como es escribir un libro.

Tengo  la historia en mi cabeza. Solo me hace falta ya verterla en el papel. A cinco folios diarios, en cuarenta días, sin faltar ni uno solo, eso sí, tendré el primer borrador.  Por si en algún momento me da el bajón por el esfuerzo, pensaré en la recompensa que me he preparado para cuando termine. Siempre lo hago, me lo enseñó un viejo amigo, amaestrador un tiempo de delfines, es el mejor método para conseguir de alguien, inclusive de ti mismo, lo que quieres. Así que, deseando que llegue agosto, con mi trabajo terminado para obtener mi regalo.

FOTO: el pasado verano en Yosemite Park, California.

Y mi agente me pasa mi nueva biografía de autor, que figurará en mis nuevos libros empezando por esta novela. Ahí va: https://www.amazon.es/stores/author/B071DP2WMT/about


domingo, 18 de mayo de 2025

TODOS LOS BESOS

 


Todas las emociones. El tiempo, las estaciones, solo son una suma de emociones, de momentos pegados a los sentidos, alguien dijo, ahora no me acuerdo quién, que los sentidos son las ventanas del alma. Y el alma es esa incandescencia, ese rescoldo íntimo, que da calor, luz y energía a todo lo que somos.

Todos los besos. Besos de luz, de música, en la caída de la tarde. Hace tres semanas se casó mi hija. A ciento cincuenta metros de nuestra casa. La casó el mismo cura que a sus padres y ella llevaba la misma diadema de flores que su madre. El tiempo pasa pero no se va. Se queda prendido en las emociones de una tarde.

Hoy vuelve mi hija de viaje de novios y he querido regalarle a ella y a su marido este manojillo de imágenes, de luces, de besos y de emociones, de cuando salieron de la iglesia.  Han sido, no sé, seis o siete móviles diferentes, cuyos dueños han sido tan amables de enviarme las imágenes que grabaron de forma espontánea.  Mezclarlo todo ha sido un reto. Y un disfrute. El recuerdo es abrir de nuevo la caja de las emociones. Yo soy solo un artesano de lo que vi, de lo que sentí. Y me siento muy afortunado.

Ahí va, para este diario literario y personal, al menos por unos días: https://youtu.be/82QexMZMJwU

Lo veo una última vez y me acuerdo de otro regalo que le hice poco antes de su boda. Sí, el tiempo no pasa. Solo es la misma emoción que gira sobre su eje, como hace la tierra todos los días. Pero, el tiempo sí nos da la oportunidad de intentar cumplir nuestros sueños.  Y yo le deseo que cumpla los suyos en él: 

https://youtu.be/Odmi8bXXbSQ?si=ebxLFwHuxsFVx5vP



viernes, 16 de mayo de 2025

LA MUJER, LA MÚSICA Y EL CINE

 




Déjame tomarte de la mano,
déjame mirarte a los ojos
déjame a través de mi mirada
darte todo mi esplendor.

Déjame quedarme aquí,
déjame besarte ahí,
donde guardas tus secretos,
los más oscuros 
y los más bellos.

Te regalo mis piernas,
recuesta tu cabeza en ellas.
Te regalo mis fuerzas,
úsalas cada vez que no tengas.

Te regalo las piezas
que a mi alma conforman,
que nunca nada
te haga falta a ti.

Te voy a amar hasta morir,
te voy a amar hasta morir...

Déjame jugar contigo,
déjame hacerte sonreír.
Déjame darte mi dulzura
para que sientas lo que sentí.

Déjame cuidarte,
déjame abrazarte.
Déjame enseñarte
todo lo que tengo
para hacerte muy feliz

Te regalo mis piernas,
recuesta tu cabeza en ellas.
Te regalo mis fuerzas,
úsalas cada vez que no tengas.

Te regalo las piezas
que a mi alma conforman,
que nunca nada
te haga falta a ti

Te voy a amar hasta morir,
te voy a amar hasta morir...

El otro día descubrí esta canción de Carla Morrison viendo la turbadora serie de Netflix El jardinero. Su sencillez y autenticidad me caló hondo. La música, la letra, la poesía hecha por mujeres tiene esa intimidad, esa emoción que a mí me desarman.  https://www.youtube.com/watch?v=39o-RH2OlCU

Y ayer fui a ver la tan traída y llevada "También esto pasará", el bestseller de la escritora Milena Busquets.  Yo no lo he leído y así pude disfrutar de nuevas de esta película escrita, dirigida, interpretada, musicada por mujeres. Sin apenas argumento ni tensión dramática, la película te emociona con un torrente de sensibilidad, de sentimientos, de imágenes y de música.  Con ese título tan precioso que bien podría ser un mantra para conducirse bien durante toda la vida. Cuando no puedas más con la tristeza o la alegría te emborrache hasta hacerte perder el control, dite a ti mismo: "También esto pasará".

Cine, poesía, música, mujeres,... ¡no nos perdamos los hombres a la mitad del mundo!

FOTO: con la estupenda actriz Laura Sáez, de pareja de actores en Tudela en 2022 en el corto "Por fin me jubilo", para quien también coescribí el guión de Hoy es todavía, que ella protagonizaría  un año más tarde.

lunes, 12 de mayo de 2025

VIAJE A BULGARIA: ESA GRAN DESCONOCIDA.








 

     El escritor llega a la conclusión de que los españoles tenemos una idea muy escueta de Bulgaria. Cuando comunica a un par de amigos sus intenciones, el primero le suelta: "Paco, recuerda que el búlgaro es solo un idioma, ¿eh?". 

     Y el escritor se sonríe y recuerda cuando, en tiempos de la Transición, él, que amaba mucho el teatro y también estaba escueto, pero de dinero, iba de aplaudidor contratado a los estrenos y así se veía gratis toda la cartelera, que incluía también un montón de revistas y obras eroticofestivas tan frecuentes en aquella época del "destape". Allí estaba de moda referirse como "el búlgaro" a ese oscuro objeto de deseo, que diría Buñuel, que se esconde al fondo entre las piernas de las chicas. 

     Lo del segundo fue todavía, si cabe, más escueto y definitivo: "Pues yo no voy allí ni por asomo, la tierra de ese cabronazo de Hristo Stoichkov, que tan malos tragos nos hizo pasar". Sí, los madridistas todavía no hemos olvidado a aquel delantero búlgaro del Barça, que tenía tanta calidad como mala leche.

     Tal vez por todo ello, El Corte Inglés aloja al llegar a Sofía a las dos docenas de turistas intrépidos que se han lanzado a esta aventura en uno de los hoteles más lujosos, y también más decadentes, de la capital: el hotel Marinela, más conocido como "el japonés". Tiene un lobby de marear, en el que destacan media docena de esculturas de soldados japoneses, y unas habitaciones con unas camas enormes en donde el escritor, eso sí, duerme más solo que la una, no logrando encontrarse jamás entre sueños, como le gusta, con el cuerpo de su amada esposa que debe estar, acaba suponiendo, por lo menos dos metros más allá, distancia que, como todo el mundo sabe, equivale a varias leguas entre las sábanas. En fin.

     Sofía alegra al escritor con uno de los nombres femeninos más bonitos que existen, allí la llaman Sófia, y un apellido que el escritor añora: sabiduría, su significado en griego antiguo. Una sentencia adorna su escudo y conmueve al escritor hasta la médula: "Crece, pero no envejece". Decide, claro es, abrazarse a ella y no soltarse de allí ni por asomo.

     Pero, esa misma mañana, los sacan en volandas de Sofía, volverán al final del viaje, y los conducen como a un rebaño de obedientes ovejas a Plodvid, la segunda ciudad del país. Hasta aquí llegaron las huestes romanas y su civilización, cada vez más el escritor se percata de que solo ha habido de veras un verdadero imperio global en la historia: sí, todo se lo debemos a los hermanos Rómulo y Remo,  y a la loba Luperca que los amamantó en aquellas colinas. Plodvid exhibe, orgullosa, un teatro, primo sin duda del de Mérida, donde se celebran estrenos teatrales y hasta conciertos de pop y de rock, ¡toma ya! Si Titto Maccio Plauto levantara la cabeza... Y también unas callejas en el casco viejo, entrañables y acogedoras, llenas de hondura  y de historia.

     Por la noche los llevan a una cena típica del país, amenizada por un cantante altísimo, casi todos los búlgaros que el escritor ha conocido podrían jugar al baloncesto, y unas  bailarinas esbeltas y sugerentes también, vestidas según manda el folclore local, que se marcan una especie de jotas de lo más alegres y vistosas, mientras los clientes le damos a la carne y al vino Ludoviko, una especie de Rioja más marchoso que la cabra de la Legión.

     No sabe por qué, a los postres, el escritor es la primera elección de una de las danzarinas que se acerca a su mesa y le invita a salir al escenario para formarle en sus bailes. La música está alta así que se aproxima y se lo dice al oído. Él, la verdad, se queda, más que paralizado, mudo. No sabe si ha dicho ya que vino a este viaje bastante acatarrado, últimamente su salud es una eme y, para colmo, durante el almuerzo los comensales de su mesa, con él a la proa, se enzarzan en una encarnizada discusión política casi violenta, ¡y eso que no había catalanes!, de las que son comunes ahora en España, y la misma le ha dejado sin el hilillo de voz que le quedaba, es decir, absolutamente afónico.

   Así que intenta disculparse con la bailarina como puede, sin que a  ella le llegue palabra alguna. Por lo cual, esta se aproxima más y más, hasta acabar envolviéndole  los labios con su oreja. Pero, ni por esas, tras unos segundos de espera, se queda estupefacta y hasta dolida con tan persistente silencio.

    Acaba por huir, pasmada, hacia otro viajero, que este, sí, accede gustoso. El escritor le hace una seña a su amigo para que le explique a la bailarina búlgara lo que pasa y luego los ve alejarse charlando hasta el escenario. Desde éste, la guapa moza que, además, se mueve con la alegría y la dulzura de los ángeles, esboza una cautivadora sonrisa hacia el escritor que le resarce de todas sus penalidades. Otra viajera, médico de profesión, que acabará convirtiéndose en una gran amiga, le facilita un antiinflamatorio que, junto al calor de una cama normal en el nuevo hotel, resultan ser los mejores aliados para convertirlo de nuevo en un hombre completo.

     Y poder encarar así, con energía e ilusión renovadas, el camino hacia ese mar oscuro y misterioso al que apellidan el Negro.

     (Escrito en unas servilletas en el avión de vuelta hace unas horas. Continuará).

www.franciscorodrigueztejedor.com

jueves, 1 de mayo de 2025

NANA DE ALI

 

     Yo solía llevar a mi hija Ali a dormir. Eran los únicos momentos en que yo podía estar con ella, tras una dura jornada de un trabajo muy competitivo. Pasábamos un rato juntos y luego la echaba en su cuna. Pero, ella no quería dormirse ni por asomo. Y yo le compuse con ayuda de mi mujer una nana para tranquilizarla y que cerrara por fin los ojos.

     Decía así:

     Yo tengo una niña 

que se llama Alicia 

 y es tan bonita 

que cuando la miras

las penas quita.


     Yo tengo una niña

que se llama Alicia

y es tan rubita

que es mismamente

una margarita


     (Estribillo)  Yo tengo una niña

¡y la quiero tanto!

quiero todo lo bueno

y nada de lo malo.


    Hace unas semanas, en casa, mi hija Ali se acercó  por mi despacho, donde yo últimamente trato de poner en orden algunas cintas digitalizadas y me dijo: "Jo, papá, me haría mucha ilusión volver a ver aquellas cintas donde me cantabais mi nana. ¡Búscalas, anda!".

     Y yo, claro es, ¡presto!, traté de localizarlas. Y le pasé el archivo digitalizado.

     Hace unos días mi hija se casó. Yo la llevé al altar entrando en la iglesia, absolutamente emocionado. Fue una ceremonia maravillosa, oficiada, además, por el mismo cura que nos casó a su madre y a mí, ya viejito, hace ya treinta y seis años. Todo un mundo de emociones y recuerdos me embargó.

     Pero, la guinda me esperaba después. Antes de salir a la calle donde aguardaban los invitados para lanzarles los pétalos y el arroz, mi hija nos cogió del brazo a su madre y a mí e hizo una seña al coro rociero, una maravilla,  que nos había deleitado durante la misa.

     Allí descubrí, con lágrimas en los ojos, para qué había servido el archivo de nuestra nana. Yo casi nunca lloro, mis seis años de internado me hicieron duro como una roca, pero esta vez no me pude contener. Fue una grandísima y emocionante sorpresa.  Tanta que, ni los fotógrafos ni nadie estaba sobre aviso, así que solo se grabó el estribillo final, cuando mi hijo por fin pudo reaccionar. 

     Mi hija se ha propuesto que el coro rociero la grabe en el estudio y la tengamos en su totalidad. No hubiera hecho falta, ya es bastante oro el que brilla en los momentos que tenemos.

      Esta es la historia de esta nana. Una de las cosas más bonitas que me ha pasado en mi vida.

      Ahí va, para este diario literario y personal. Al menos, por unos días.

https://youtu.be/qs8RBeLwZHo