CASUALIDADES
Hace un par de semanas tú estuviste de boda. La cuarta de este año. Te gustan las bodas. Tienen la alegría, el empuje y las buenas vibraciones de los comienzos. Apenas bebes, pero en las bodas, el whisky y tu os hacéis muy amigos y te pones muy simpático y hablador, todo el mundo te lo dice. Así que entablaste amistad con una señora que resulto ser búlgara, qué casualidad, le dijiste, hemos estado en tu país hace unos meses. Empezasteis a hablar de todo un poco, de su país, del vuestro, de los hijos.
Ah, los hijos. Ella tenía dos hijas, una en San Francisco y la otra ya no recuerdas dónde, pero igual de lejos. Yo tengo una en Madrid, le dijiste, pero el pequeño está en Londres, especializándose en Private Equity, ya sabes la compraventa de empresas.
–¿Compraventa de empresas? - te interrumpió ella pidiendo una confirmación, por si había oído mal.
–Sí, sí... Quiere trabajar en fondos que compran empresas, bueno, de hecho ya ha estado colaborando con varios. ¿Por qué?
–Pues porque nosotros queremos vender la nuestra, nuestros hijos no están interesados en continuar nuestra labor y queremos recuperar nuestra inversión y nuestros esfuerzos acumulados. Fíjate, empezamos mi marido y yo hace 20 años y ahora ya somos más de cuarenta en plantilla. Más otros tantos en Bulgaria.
–Oye, pues en lo que te podamos ayudar... Yo mismo tengo algunas experiencias por mi anterior vida de banquero.
Ella se quedó más tranquila viéndote a ti dentro. Es lo que tiene la imagen de escritor banquero: hombre disciplinado, creativo y sensato.
Así que, tras estas casualidades, aquí te hallas, preparando con tu hijo una estrategia de venta. Ah, el destino, el destino... Ahora recuerdas que escribiste hace un tiempo un artículo sobre el destino, bueno, tú lo llamabas casualidades.
¿CASUALIDADES? ESA CORRIENTE SUBTERRÁNEA...
Esta tarde te has fijado en el nombre de una guardería de tu barrio: "Escuela infantil Ciudad Jardín", se llama. Tiene este nombre porque hay una zona del distrito de Chamartín denominada así. Es cierto que esta denominación no se usa en demasía, mucho menos que Hispanoamérica o Concha Espina, claro. Pero a ti te llamó la atención reparar, tras veinte años viviendo en él, que este era el nombre de tu barrio. Quizás, la razón es que las calles tienen vegetación en medio de las aceras y es un barrio muy tranquilo y ajardinado, efectivamente, sobre todo en la parte de la colonia de chalets.
Este nombre te trajo a tu mente inmediatamente el de la casa en que tú viviste por los veranos en Marbella durante 15 años, cuya urbanización se llamaba Aloha Gardens y tenía unos jardines espectaculares que incluían hasta una imponente cascada. Allí pasaste un tiempo de rosas, nunca mejor dicho, criando a tu hijos. Algunos de aquellos momentos los capturaste en este videoclip que cuelgas en este diario literario y personal por unos días: https://www.youtube.com/watch?v=_l4gWXXlUqs
Recuerdas que cuando te casaste empezaste a vivir en Prosperidad, en una urbanización que tenía una encantadora pradera a la entrada, llena de árboles con unos macizos de flores entre ellos. Cuando decidisteis buscar una casa más grande, os costaba abandonarla, perder aquella pradera tan bonita. El vendedor de la nueva casa, que estaba en obras, os decía: desde este ático veréis los jardines, van a ser preciosos. No os mentía, recibió el premio nacional de la APCE (Asociación de Promotores y Constructores de España) cuando se inauguró, por su diseño arquitectónico y, ¡ojo!, por sus jardines. Hay unos pinos y olivos centenarios, los unos ya existían y los otros los trasplantaron allí.
Te das cuenta que, sin comerlo ni beberlo, sin premeditación alguna, podrías ser "el hombre de los jardines". Tú, que sabes muy poco de plantas y que cuidas, lo indispensable y no más, a las que tienes en tus terrazas.
Te recuerdas, de pronto, que, una vez, le preguntaste a tu abuela Guillermina que solía cuidarte en El sauce curvo: "¿Abuela, cómo era yo de pequeño?" Ella te miró y luego levantó la cabeza y posó su mirada por los huertos: "Te encantaban las flores, Germán. Te quedabas encandilado, mirándolas".
Un día de aquellos, de cuando tú eras muy pequeño, ibas tú con tu padre por los campos de El Sauce Curvo, te llevaba montado delante de él, en la mula "Castaña". Era una paraje yermo, lleno de enebros, rocas y aliagas, salvo un conjunto de fincas cultivadas de trigo que estaba crecido en unos cuatro palmos. Te dijo:
"Germán, ¿ves algo especial en esos trigos?" Tú te fijaste en el cereal y, muy contento por haberlo adivinado, le contestaste: "Hay una franja en ellos que está mucho más verde que el resto. Bueno y también continúa por allí". Dijiste, señalando el paraje yermo, por donde reverdecía también un pasillo de unos cinco metros de ancho.
Tu padre te dijo: "Mañana, que pasamos por allí, te diré cuál es la razón".
Desconoces el porqué, de repente, te ha dado por pensar en estas cosas tan antiguas. Y, sin poderlo evitar, tu mente te traslada a cuando tú tenías 17 ó 18 años y te disponías a dejar a una de las primeras chicas con la que saliste, que estaba loca por ti. Le diste vagas excusas de que eras muy joven, que no te querías atar con nadie, y esas cosas que se dicen cuando quieres dejarlo. Ella te contestó: "Me echarás de menos, Germán. Eres un chico delicado, como esas flores que te gustan tanto.Te encontrarás con chicas que no sabrán apreciarlo. Aunque tardarás en darte cuenta. Yo ya no estaré".
Os despedisteis brevemente y tú no quisiste volver la cabeza atrás. Te fascinaban entonces aquellas otras chicas distantes, complicadas, inaccesibles, frías como el pedernal... Tardaste en descubrir que, detrás, no había nada, ninguna magia, solo un desamor enorme hacia ti. La echaste de menos, sí. Como una flor que se apaga de sed y recuerda el húmedo jardín en el que antaño se criaba.
Las flores. Los jardines, donde habitan. Siempre han estado en tu mente. Tú tienes, tu pensamiento te conduce ahora hasta él, un cuadro hermosísimo en tu casa. Un óleo, con una rosa roja en un primer plano, bellísimo. El único cuadro que hay en tu dormitorio, sobre tu cama, en la que tú duermes con Clara desde hace tantos años que ya ni recuerdas cuántos son. Porque para ti suponen la vida entera.
Tu padre te llevó al día siguiente a ver la entrada de la sima de las Majadillas. Un pozo seco, entre rocas, de unos ocho o diez metros de profundidad. Te dijo:
"Germán, ¿ves esta sima? Allá abajo corre un río subterráneo. Llega hasta La Barbarija, donde sale a la luz en forma de manantial. Esa franja más verde en los trigos, que vimos ayer, es la humedad de ese río. que corre justo por debajo. Porque todo tiene su origen, su causa. Solo hay que fijarse y encontrarla".
Sí, cuando te llenas de años, lo comprendes todo mejor. A veces paseas por la calle, pero no vas por las aceras, sino por la cumbre de una montaña alta y mágica, desde donde se divisan todas la verdades.
Ahora ya sabes por qué comprarás, cuando entre bien la primavera, como todos los años, unas petunias de variados colores y las pondrás en las jardineras que pueblan tu terraza. Un año más.
Y te acordarás de tu abuela, de cuando te decía que te chiflaban las flores. Y de tantas otras cosas, importantes, como las que has recordado hoy. Ellas han ido jalonando tu existencia, sin que tú apenas te dieras cuenta del porqué sucedían, de esa manera especial que tenían que suceder.

