Llueve. El agua se lleva
hasta los sumideros todo lo caduco. Todo lo que estorba. Y tienes la oportunidad
de sentirte limpio de nuevo. Quizá por eso bautizan, desde antiguo, a los niños
que nacen con agua.
Una nueva vida comienza Con todo lavado y olvidado.
Es la fuerza de la esperanza que emerge por encima del escepticismo
e inclusive sobresaliendo sobre el realismo. Realismo, ¿para qué? Hoy no me
interesa.
Hoy solo quiero ver llover. Esa ducha consistente y perseverante. Y
cómo, después, todo queda limpio. Y el aire se perfuma del olor a tierra
húmeda. Y virgen. El olor de los comienzos.
Y, además, después de las tormentas suele salir el arco iris. Que nos recuerda que hay milagros. Que se sobreponen
a la fealdad. A la rutina y a la desesperanza.
Ya sabemos lo que hay. Pero, de vez en cuando, llueve. ¡Gracias a
Dios!