Esta semana pasada
estuve todas las tardes en el Instituto Cervantes, siguiendo un curso intensivo
de Guión de Largometraje.
La verdad es que me lo
habían recomendado y no me defraudó. Lo impartía el escritor y guionista Salva
Rubio, un excelente profesor (de los que no abundan hoy en día), que tiene la
virtud de saber comprimir todo lo que sabe, que es mucho, y hacerlo digerible y fácil.
Uno, que es un escritor y
guionista más bien autodidacta y vocacional y, por ello, no dado en exceso a
someterse a muchas armazones que constriñan
su libre albedrío, tiene que reconocer que le vino bien refrescar y evidenciar
las estructuras que han acrisolado los tiempos, desde los griegos, y aún antes,
que mejor funcionan en el arte de contar. Porque ya desde niños, nos gustan que
nos cuenten historias. Y no solo antes de dormir. Y nuestro oído, nuestra mente diría yo, capta
mejor, se emociona más y se aburre menos, si se las cuentan recorriendo el arco
que sintoniza mejor con los latidos expectantes de nuestro corazón.
Y hay estudiosos como
Salva, y otros, que esto se lo saben muy bien. Y no digamos los sesudos de la
industria de Hollywood. Por la cuenta
que les trae, claro.
Había, entre los alumnos,
guionistas, por supuesto, pero, también, escritores con mayor o menor bagaje , actores y actrices,
directores de cine, productores, compositores y meros aficionados al séptimo
arte. Fue un baño refrescante e
instructivo con todos, o casi todos, los palos de la baraja del séptimo arte.
Como colofón, nos
bajaron a que viéramos LA CAJA DE LAS LETRAS. Que se asienta sobre la antigua
Caja Fuerte y Cajas de Alquiler del también antiguo, y extinto, Banco Central.
En cuyo histórico edificio se ubica la sede del Instituto Cervantes.
EN LA FOTO: SALVA RUBIO Y UNA COMPAÑERA DEL CURSO.
Grandes personalidades
de la cultura española, tienen alquilada allí una caja fuerte. Pero no para
guardar sus improbables riquezas. Sino para dejar un testimonio de su vida o de
su obra y abrirlo en una fecha que ellos determinan, normalmente después de su
muerte.
Mu gustó la idea de la
cultura como tesoro a guardar, a conservar.
Hasta la fecha solo se
ha abierto una caja: la de la gran agente literaria Carmen Balcells. Y fue
antes de su muerte, ocurrida recientemente. Es una historia muy bonita. Ella
creía firmemente en un escritor maldito y casi desconocido que no pudo triunfar
en vida: Aliocha Coll, un médico de profesión y escritor vocacional. “Haz lo que puedas por mi obra”, le pidió el
escritor a Carmen Balcells antes de morir, de suicidarse, quiero decir. Y ello
hizo todo lo que pudo: la guardó 18 meses en la Caja Fuerte del Insituto
Cervantes y luego fue a retirarla ante toda la prensa. Para que todo el mundo
conociera el tesoro que ella, que había llevado a Vargas Llosa, García Márquez,
Cela, Delibes, Goytisolo, quería preservar y relanzar para la posteridad.
Un bonito, e inquietante
colof ón, para
los que amamos las letras y todo lo que se puede hacer con ellas.
Por ejemplo, un buen guión de cine.
Descárgate mi últi manovela: "Memorias del Sauce Curvo": La novela que te rejuvenece por dentro.
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