Esta mañana, mientras riego las petunias, poco, porque a lo mejor hay lluvias por la tarde, pienso en los viajes. En esa atracción insondable que ejercen sobre nosotros, al menos sobre mí.
El domingo estuve en El Sauce, regando y cortando el césped, es una obligación como otra cualquiera para ir todas las semanas en verano por allí, aunque a veces sea en el día. Un compañero de escuela me decía: "Paco, idealizamos los viajes como lo hacíamos con aquellas chicas que vivían lejos o, simplemente, que se hacían las distantes e inaccesibles con nosotros, ¿recuerdas?. Pero, si lo piensas bien los viajes no te ofrecen tanto si los bajas a ras de tierra, como lo que te cobran por ellos".
Yo, mañana me voy de viaje, y no puedo estar más en desacuerdo con mi amigo. Idealizamos los viajes, sí, como a todas las cosas que nos merecen la pena, no siempre idealizábamos a las chicas distantes, solo, ojo, a aquellas que nos gustaban, y que las hubiéramos idealizado igual, o adorado que quiere decir lo mismo, si hubieran estado cerca. Pero, sí estoy de acuerdo en la atracción de lo inusual; más que de lo distante de lo distinto. Eso que nos hace cambiar el paso siquiera por unas jornadas.
Continuaba mi amigo: "A los cuatro días de estar allí, quieres volver: duermes mejor en tu cama, te sientan mejor tus comidas, estás más cerca de los tuyos. Los viajes son cosa de estudiantes y jóvenes inmaduros. Yo prefiero invertir en mi día a día". Ahí, en las palabras de mi amigo es donde veo yo el segundo mayor aliciente de los viajes.
Viajas con la esperanza de romper con la rutina y la grisura que te rodea. Alejarte de los problemas que te ahogan, disfrutar del encanto de un nuevo sitio, idealizado, sí, pero qué más da, al final es la droga dura que necesitas para reinventarte.
Y, cuando el efecto de la droga se va pasando, es cuando añoras el volver, como decía mi amigo, pero con la idealización de tu hogar de nuevo. De la comodidad de tu casa, de tu cama, de la compañía de tus amigos de siempre, de recuperar tus costumbres. Y eso tiene un valor incalculable: volver con la pila cargada, con una mirada nueva sobre las cosas de siempre que te hará cuidarlas y valorarlas como nunca.
Con un viaje compras una doble ilusión: la de la ida y la de la vuelta. Y eso tiene un precio en tu bolsillo, claro. Como todo lo que compras.
A mí me gusta trabajar, y ahorrar, para inyectarme esa doble ilusión de vez en cuando. Al final, me dicen las petunias a gritos con la belleza de sus flores, el secreto de la vida es añadir ese colorido extra, ese enamoramiento idealizado que hace que cada día no solo sea un mero acercamiento a la muerte, sino que tenga el valor de ese chispazo de un rayo de sol cuando amanece, que inaugura un nuevo día lleno de sueños.
NOVELA: para los lectores de mis obras, mi novela crece cada día, aunque menos rápido de lo que me gustaría, la vida me saca de mi soledad de escribiente de vez en cuando. Me la llevaré a este viaje al Sur, con la promesa a mi mujer de que solo escribiré durante una hora, antes de que se levante ella y desayunemos juntos. Algo es algo.
CANAL DE YOU TUBE: Estoy reagrupando en mi canal cosas que tenía dispersas, particularmente booktrailers de mis novelas que estaban en otros cuentas y proyectos novedosos de cine. Iré completando en las próximas semanas. https://www.youtube.com/channel/UCd5x7eYfToKKi-8IHT1NeNA
FOTOS: La terraza del apartamento al que voy, enfrente de Sotogrande (Cádiz) y orgulloso de mi césped en El Sauce, tras segarlo y regarlo, como se merece.
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