jueves, 23 de octubre de 2025

EL ARTE

 



Cuando la rutina te atrapa, cuando la realidad a ras de suelo te envuelve en su telaraña de obligaciones e inercias, tú sientes la necesidad de escapar, de fugarte y buscar el mar, quiere decirse la belleza y el misterio del mar.

Y buscar la belleza no es otra cosa que buscar el arte. Ah, el arte, el arte… El arte es la única forma de trascender nuestra vida caduca y buscar la eternidad, ese sitio del que un día vinimos, y al que retornaremos, así lo crees. Porque un día fuimos dioses, solo somos esquejes del árbol de la divinidad. Tú escribiste todo un libro acerca de esto: “El día que fuimos dioses”. Tu primera novela. Dicen que un escritor siempre escribe el mismo libro, todos los siguientes van girando como los planetas a su sol que los vio nacer.

En este libro, tu alter ego, el personaje de Peter Fleming, próximo a morir, aconsejaba al joven Chow:

—El arte es lo más excelso que sabe hacer el hombre, es el enchufe que le comunica a la corriente de la trascendencia. Como te decía, querido Chow, el hombre debió ser dios un día, y el arte es la reminiscencia que nos queda de aquella época en lo más profundo de nosotros. El arte es la búsqueda de la belleza y la belleza es la única cosa que de verdad conmueve a nuestra alma atormentada.
—Siente esta música serena y melodiosa, Chow. Déjate llevar por ella y aprenderás, de golpe, todo lo bueno, todo lo bello de lo que es capaz el hombre. De ese tipo de semilla también hay siembra en tu corazón. Déjala que crezca y se desarrolle, hazle un sitio entre la rutina y tus instintos... —el cirio escucha estas palabras como embelesado y hasta un poco estupefacto y chisporrotea con más gracia, con una cadencia más alegre y repentina...— y cuando tu corazón, Chow, esté repleto, poblado de granadas espigas doradas, entonces aprende a expresar todo eso que guardas, para que salga fuera de ti. Y, aquello que nació de tu esencia verdadera, conmueva a otros, ilumine a los caminantes perdidos en la bruma, germine en otros campos, remueva las aguas del hastío, de la frustración y de la desesperanza, y enseñe al mundo entero que cada hombre es algo único en el universo, que esa llamita que todos llevamos dentro es el rescoldo de nuestra esencia divina que trascenderá a nuestra corta vida y que nadie debe ignorar ni olvidar.

Cuando vas a tu cabaña de Alicante, siempre ocurren cosas. Tienes una casa escueta y nada que hacer. Así que solo queda lo importante, abrir tus sentidos, esas ventanas que unen el exterior con tu yo íntimo, y dejar pasar al arte. El arte siempre te inunda cuando te quitas la coraza que llevas puesta para manejarte en la vida y solo quedas tú.
Entonces, el mar te habla al oído, o son esos atardeceres que aparecen como una puñalada de arte en las faldas del faro de El albir. El albero es el cielo / sangre de toro / en la arena / inmensa/ de un atardecer rojo. La belleza te inunda y te conmueve. Sientes una compasión infinita por el ser humano, por ti, que eres capaz de captar tanta belleza a tu alrededor cuando le dejas que esta se acerque, y eres consciente también de que tu misión es saber despedirte de ella un día. Que cada vez está más cerca.
Tú has escrito también de las casualidades. Crees en ellas. Esa misma noche zapeando en la tele, das con la inmensa película de Blade Runner. Cine del bueno, arte de verdad. Cada plano es un poema que te conmueve, que te zahiere por dentro. Como su música. La escuchas mientras escribes estas líneas.
Los hombres, en un futuro cercano, han creado unos seres igual que ellos, tan hermosos y sabios como ellos, o más, si cabe. No son solo animales, robóts, son carne de su cuerpo, sangre de su sangre. Pero solo duran un máximo de cuatro años. Esa fugacidad los destroza por dentro, se rebelan contra ella, buscan a su creador para que les dé más tiempo… ¡Qué maravillosa metáfora sobre la propia vida humana! Qué pena que esta no sea una película y al final no nos podamos fugar con una “replicante” hermosísima y sensual, aunque fugaz.
Sí, nuestra vida no es una película… Así que tú te fugas con la belleza, cuando te sorprende, cuando la encuentras en cualquier esquina, o en los atardeceres rojos de las faldas del faro de El Albir o en cada uno de los fotogramas poéticos de Blade Runner y su mensaje.
Y, cuando estáis juntos, ella y tú, el mundo entonces te parece hermoso y los hombres, buenos. Vas a buscarla para vivir con ella en ese universo del que un día debimos venir. Sí, el día que fuimos dioses debió ser maravilloso.
Luego, cuando regresas del mar, te encuentras con Ucrania, con Gaza, con tus propios errores, egoísmos y flaquezas… Con tanta fealdad y maldad… Con tu tiempo que se acaba, como el de un “replicante” más.
¡Cuánto dolor, cuánta pena! Como la que sentirá también el protagonista de Blade Runner, cuando se muera su amada y solo le quede el mundo desnudo de amor de nuevo.
Tú has descubierto cómo no hundirte del todo, te guardas este as en la manga, esta íntima baza que has encontrado para sobrevivir en el lodazal, para limpiarte del fango: cuando ya no puedes más, cuando lo horrible de este mundo y de nosotros mismos te ahoga y te avergüenza, tú te fugas con la belleza, con el arte que te lleva hacia ella, que te espera una vez más, como una paciente novia, al borde del mar.
Y vivís allí juntos, por unos días solo, ese breve espacio de tiempo que debe haber entre este mundo y la eternidad.

TEMA DE AMOR DE “BLADE RUNNER”: https://www.youtube.com/watch?v=h9ezypI-yc4