sábado, 27 de octubre de 2018

EL SECRETO DE LOS VIAJES









“Los viajes son en la juventud una parte de la educación y, en la vejez, una parte de la experiencia”


Francis Bacon


  ¿Tú sabes por qué se recuerdan tanto los viajes? — me pregunto cuando acabo de volver de uno —. Yo creo que es —me contesto yo mismo—  porque al final te das cuenta de que en un viaje está, concentrada, toda la vida.
La vida es como un viaje, con un origen y un destino, a veces, desconocidos y, entre medias, cosas que hacer, objetivos que alcanzar, ilusiones que cumplir. Cada uno se busca las suyas: hablas contigo mismo mientras miras sereno el paisaje y descubres nuevos colores que te acarician el terciopelo de tu alma o, tal vez, degustas la gastronomía por donde pasas y pones en pie los sentidos que se desperezan por todos los rincones de tu cuerpo o, quizá, compartes parte del trayecto con alguien a quien amas y sientes entonces la alegría de la hiedra que crece por la pared blanca, o te miras en el espejo del río y ves cómo el tiempo avanza por tus sienes, hasta que, al final, llegas a tu destino.
Porque siempre hay un destino final, donde el viaje se agota, donde la vida se termina.
Lo que pasa con los viajes es que son solo como un ensayo de la vida. La vida solamente tiene un disparo, mientras que tú puedes pertrecharte con una cartuchera llena de viajes. Por eso pienso yo que los recordamos tanto.
     Los viajes son como los juegos de los niños, en los que ellos aprenden, practican la gimnasia de la vida. Sí, por eso se recuerdan tanto los viajes, como los niños recuerdan lo felices que eran jugando.

Extraído del libro: "Mil palabras para el optimismo"
Foto: Alicia Rodríguez Tejedor, coautora del libro "Soñadores".