lunes, 31 de agosto de 2020

MEMORIA







MEMORIA

     A veces pienso que solo somos memoria.
Recuerdos, almacén de vida,
momentos que vivimos y se extinguieron.
Pero que hacemos que pervivan en nuestra mente.

            Quizás solo es un arma, una más, de supervivencia.
Una forma de seguir estando.
De no perder lo que un día fuimos,
mientras el implacable reloj recorta cada día
el horizonte de lo que nos queda por ser.

            Es un placer vivirse uno mismo
en su memoria.
Pasar una y mil veces la película
 de nuestros momentos más especiales.
Y descubrir cada vez un aroma nuevo en ello.

            Es, sin duda el placer de la vejez, del retiro,
de la madurez,
de no entretenerte
en lo que luego estorba.

            Rememorar la vida de los que te quisieron
Y por qué fuiste tan importante
para ellos.
Repensar a los que tú amas,
y qué seria de su vida sin ti.

            Revivir tus sueños,
que siempre han sido los mismos,
te alegra esta evidencia.
Disfrazados en amores platónicos al principio,
en idealismos etéreos después,
en dudas y remolinos luego
 que solo eran,
ahora lo sabes,
recovecos en donde respiraba el tiempo,
para darte un descanso,
para dejar secar el barro
con el que fraguabas tu escultura.

            Y todo se guarda en tu memoria.

También tus fracasos.
El lado oculto de la luna,
donde habita el vertedero
de todas las cosas que te avergüenzan.
Pero que son tan tuyas como las demás.

            Sí, memoria de vida.

Observas las petunias que florecen
adornadas de belleza, de alegría.
Por debajo sus raíces estrangulan
las de las hierbas más débiles
que comparten el mismo parterre
 que tú, indiferente, riegas.
La lucha por la vida,
de la que sabes tanto.

            Sí, memoria de vida.

     En la almohada solo quisieras pensar,
que tu paso por ella aportó un poco de inteligencia,
algo más de justicia,
o, quizás solo, que el amor rebosara un poco
por las exclusas del egoísmo
de que cada palo aguante su vela.

         Sí, solo te reconoces en tu memoria.
         Memoria de vida.

     Que no quisieras que se perdiera,
tal vez por eso no dejas de escribir,
como Sísifo no descansaba nunca
de arrastrar su piedra.

     Como la primavera no ceja
tras cada invierno,
en hacer brotar las más hermosas flores,
otro año más,
con la esperanza de que alguna no muera.

     De que alguna conmueva
al corazón, impasible,
del tiempo inmisericorde,
que es quien parece mandar
en nuestra escueta película.

            Sí, memoria de vida.
            Memoria del tiempo
que una vez fue nuestro
y que luego se irá,
con nosotros,
donde no sabemos.