MEMORIA
A veces pienso que solo somos memoria.
Recuerdos,
almacén de vida,
momentos
que vivimos y se extinguieron.
Pero
que hacemos que pervivan en nuestra mente.
Quizás solo es un arma, una más, de
supervivencia.
Una
forma de seguir estando.
De no
perder lo que un día fuimos,
mientras
el implacable reloj recorta cada día
el horizonte de lo que nos queda por ser.
Es un placer vivirse uno mismo
en
su memoria.
Pasar
una y mil veces la película
de nuestros momentos más especiales.
Y
descubrir cada vez un aroma nuevo en ello.
Es, sin duda el placer de la vejez,
del retiro,
de
la madurez,
de
no entretenerte
en
lo que luego estorba.
Rememorar la vida de los que te
quisieron
Y
por qué fuiste tan importante
para
ellos.
Repensar
a los que tú amas,
y qué
seria de su vida sin ti.
Revivir tus sueños,
que
siempre han sido los mismos,
te
alegra esta evidencia.
Disfrazados
en amores platónicos al principio,
en
idealismos etéreos después,
en
dudas y remolinos luego
que solo eran,
ahora
lo sabes,
recovecos
en donde respiraba el tiempo,
para
darte un descanso,
para
dejar secar el barro
con
el que fraguabas tu escultura.
Y todo se guarda en tu memoria.
También
tus fracasos.
El
lado oculto de la luna,
donde
habita el vertedero
de
todas las cosas que te avergüenzan.
Pero
que son tan tuyas como las demás.
Sí, memoria de vida.
Observas
las petunias que florecen
adornadas
de belleza, de alegría.
Por
debajo sus raíces estrangulan
las
de las hierbas más débiles
que
comparten el mismo parterre
que tú, indiferente, riegas.
La
lucha por la vida,
de
la que sabes tanto.
Sí, memoria de vida.
En la almohada solo quisieras pensar,
que
tu paso por ella aportó un poco de inteligencia,
algo
más de justicia,
o,
quizás solo, que el amor rebosara un poco
por
las exclusas del egoísmo
de
que cada palo aguante su vela.
Sí, solo te reconoces en tu memoria.
Memoria de vida.
Que no quisieras que se perdiera,
tal
vez por eso no dejas de escribir,
como
Sísifo no descansaba nunca
de arrastrar su piedra.
de arrastrar su piedra.
Como la primavera no ceja
tras
cada invierno,
en
hacer brotar las más hermosas flores,
otro
año más,
con
la esperanza de que alguna no muera.
De que alguna conmueva
al corazón,
impasible,
del
tiempo inmisericorde,
que
es quien parece mandar
en
nuestra escueta película.
Sí, memoria de vida.
Memoria del tiempo
que
una vez fue nuestro
y que luego se irá,
con
nosotros,
donde
no sabemos.