lunes, 13 de junio de 2022

HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS (PARA "LEJOS DEL SAUCE CURVO")

 



Germán se mueve por la casa contento, quizás porque hoy cree, otra vez, que la vida, y el amor, son para siempre. Pero no habla de ahora, el hoy a menudo se confunde en su mente, sino de entonces, de cuando aquellos años mágicos de su adolescencia y primera juventud. 

Hoy quiere escribir de aquella deflagración, de aquel terremoto íntimo  que sintió y que a veces ha dudado de que fuera real. Pero, claro que lo fue.

 Hoy ha vuelto a ocurrir. No la deflagración, pero sí el recuerdo de lo que sintió entonces. Siempre se afeita escuchando la radio, hay una emisora en que mezclan canciones de siempre con las noticias del día.

Le ha dado un vuelco el corazón. Hacía muchos años, quizás décadas, que no la escuchaba. No sabe ni siquiera si Roberta Flack sigue viva, pero "La primera vez que vi tu cara" no ha muerto en su corazón. Y da las gracias a la vida por ello.

Es una canción que no muchos conocen, aunque para él fuera, durante mucho tiempo, la más hermosa del mundo. Y todavía sigue siéndolo, junto con otras, una de las más bellas, sin duda. La conoció también en la radio, un día como hoy de hace cincuenta años.

Pero lo importante no es la canción, sino lo que él sintió cuando la vio,  a aquella chica, casi una niña como él. Solo recuerda que le inundó una alegría tan grande como la del buscador que encuentra el tesoro que anhela, o como si el mundo de repente estuviera bien hecho para siempre y tú tuvieras tu sitio en él, engarzado a un amor eterno y mágico, hecho a medida para ti. 

Se llamaba Rosa María, una chica que apareció con unas amigas en El Sauce Curvo, el día de la fiesta. Venía de Sigüenza donde solía pasar los veranos, aunque vivía en Madrid. Ah, Madrid, Madrid... Llevaba una blusa amarilla como aquel vestido de Mabel, su otro gran amor infantil desaparecido en México. Fue como si retornara de nuevo y se fusionaran ambas para crear la Dulcinea definitiva que él siempre había anhelado y necesitado. Pero ahora con el añadido de las hormonas adolescentes, que dotaban a aquel enamoramiento de un sustrato de pareja definitiva, de hombre y mujer que vivirían juntos como tales hasta el final de los tiempos. Sí, cuando él vio a Rosa María, supo que no estaría solo jamás en el mundo y que ella sería su alma gemela para surcarlo, para enriquecerlo, hasta el final de los tiempos. Supo que, sin experiencia ninguna, había sido tan afortunado de encontrar el amor definitivo que todos buscan. Por ello le inundaba aquella alegría, aquel agradecimiento sin límites.

Cuando estaba a su lado, aparte de adorarla, apenas sabía lo que hacer, Dios proveería ante su falta de recursos, se decía. A veces estaba tan lleno de dicha que se movía  como si estuviera ebrio, envarado como si no supiera manejar todo lo que le inundaba por dentro. De hecho recuerda que estaba tan contento que bebió con sus amigos sin límite hasta que cogió una cogorza monumental. Una mínima celebración de la suerte que había tenido con su chica, debió pensar.

 A ella también se la veía feliz, tenían mucho tiempo, eran unos críos, y El Sauce Curvo y Sigüenza por los veranos y Madrid, donde él se instalaría en un par de años, serían la geografía por la que transitarían y concretarían aquel amor que a ambos les había señalado con su dedo mágico. 

Germán retornó al internado de Sigüenza y Rosa María a su domicilio habitual en Madrid.  En una de aquellas interminables tardes lluviosas seguntinas fue cuando él escuchó por primera vez la canción "The first time ever I saw your face".  Su hermana le había regalado un transistor Sanyo con un auricular y, mientras oía llover al otro lado de los cristales, y pensaba en ¨Rosa María,  escuchó el título que engarzaba perfectamente con lo que él estaba viviendo en aquellos momentos: "La primera vez que vi tu cara".

La voz de Roberta Flack le conmovió. Apenas sabía inglés, de hecho solo entendía lo de "my love", que se repetía bastante, así que él buscaba versos bellísimos con los que acompañar a aquella voz que interpretaba como nadie aquella íntima melodía que él convirtió en el himno de su amor.

La primera vez que vi tu cara / creí que el sol subía a tus ojos /  y la luna y las estrellas / eran los regalos que le entregabas / a la oscuridad y a los cielos infinitos / mi amor.

Y la primera vez que besé tus labios / sentí que la tierra se movía en mis manos / como el corazón tembloroso de un pájaro cautivo / que estaba ahí, a mi disposición / mi amor.

Y la primera vez que dormimos juntos / sentí tu corazón tan cercano al mío / que supe que nuestra alegría llenaría la tierra. / Y que duraría hasta el final de los tiempos, mi amor.

Y que duraría hasta el final de los tiempos, mi amor.

La primera vez que vi tu cara...

Germán hoy habla y entiende el inglés bastante bien. Roberta Flack canta unos versos bellísimos en su canción. Pero aún más bellos son los que él escribió para ella. Para Rosa María. Y para Roberta Flack.

Nunca se los enseñó. Ni ella contestó a ninguna de sus cartas. Nunca se besaron y nunca estuvieron juntos en la misma cama e hicieron crecer su amor.

Otro día escribirá de ello.

Hoy solo quiere compartir la alegría de esta vieja canción. Él se alegra mucho de haberla escuchado de nuevo. Nunca olvidará aquella luz. La de cuando vio la cara de Rosa María por primera vez.  Ellos nunca salieron juntos ni coinciden desde hace mucho, pero la alegría del amor, piensa hoy Germán, dura hasta el fin de los tiempos. Como dice la canción de Roberta Flack.

Su mujer Clara se alegra de verlo hoy tan feliz. Y le pregunta por ello.

–Germán, me alegro de verte hoy tan contento, ¿por qué es?

–Ah, Clara, el amor, el amor... –y se acerca y le da un beso a su esposa– que cuando te llega, ya nunca se marcha...


https://www.youtube.com/watch?v=VqW-eO3jTVU