lunes, 12 de septiembre de 2022

LA VIDA COMO EXPERIENCIA CIRCULAR




 El primer viaje que yo hice fuera de España fue a Viena. Comencé a viajar por el extranjero bastante tarde, con 24 años cumplidos, a esta edad mis hijos, y cualquier millenial, se habían recorrido medio mundo. Pero yo, y otros muchos de mi generación,  trabajábamos y estudiábamos. A mí cuando tenía vacaciones en la universidad no me las daban en el banco, y a la inversa. Y luego estaba la mili, en la que tampoco te dejaban salir. En fin era lo que había entonces.

Pero sí puedo decir que, en este campo, recuperé terreno rápidamente y he sido un gran viajero. Por motivos profesionales, llegué a tener equipos a mi cargo en prácticamente todos los continentes, como por vocación personal, porque viajar es una forma de cultivarse, como pocas.

Recuerdo que tardé dos días en llegar a Viena desde Madrid en tren, con aquel viejo sistema para jóvenes, que creo que sigue en vigor, ¡el Interraíl! Con una escala estrambótica en Ginebra, donde arribé a las dos de la mañana y, tras el cierre de estación, ¡estos suizos y sus horarios!,  me vi con mi maleta en la calle vagando por la noche ginebrina rodeado de todo el lumpen propio de esas horas.

Claro que eso solo fue el comienzo. Cuando por fin arribé a Viena, tras coger un taxi y entregarle al taxista la dirección escrita en un papel, porque yo no sabía una palabra de alemán y solo tres o cuatro de inglés, nos dábamos cuenta entonces que el francés solo servía para ver películas eróticas al otro lado de los Pirineos, llegué a la residencia de estudiantes donde un amigo que estaba haciendo un cursillo de alemán  me había invitado a compartir habitación con él y pasar unas semanas por Austria, me esperaba una sorpresa mayúscula. Me dijeron en recepción que mi amigo no estaba pero que me daban la llave de la estancia para que dejara mis cosas. Recuerdo que abrí la puerta y me topé a la altura de mis ojos con varias cuerdas que iban de un lado a otro de la habitación en las que había colgados varios sujetadores y braguitas. En fin, dejé la maleta en un rincón sin tocar nada y me dispuse a esperar a mi amigo, ¡y a prepararme para la cama redonda que me aguardaba esa noche!

Como el lector probablemente ya haya adivinado, estas cosas no pasan ni en las películas. Todo se aclaró más tarde, cuando vino mi amigo y otro suyo con su novia, con quien se había cambiado de habitación para acoger a esta última, porque la suya era más pequeña.

Aún así recuerdo aquel viaje como algo inolvidable. Viena es una maravilla y el resto del país, hermosísimo también. En la foto, paseando por las calles de Innsbruck, con la rabiosa juventud de entonces pintada en la cara. Volvimos por Venecia, el sur de Francia, visitando Cannes (ya entonces yo suspiraba por el cine) y Montecarlo. Al llegar a la frontera, mi amigo que era asturiano, giró para Oviedo y yo me fui, ya solo, a conocer París. Nunca olvidaré aquellos momentos de arribar a la capital francesa, donde yo, a nivel de idioma, me manejaba un poquito mejor.

Han pasado más de cuarenta años desde entonces. Y, cosas de la vida, mañana salgo con mi mujer para un viaje por Centroeuropa. Quiero enseñarle Viena, que ella no conoce, porque sé que le va a gustar. 

Sí, la vida es una experiencia circular. Mi primer viaje es ahora el último, por el momento. El primero lo hice con un presente escaso y todo el futuro abierto y por delante. Este lo haré recogiendo el fruto de tanto esfuerzo y trabajo, el año en que he pasado a jubilado, y con la mente llena de recuerdos, de años vividos yendo de acá para allá, persiguiendo sueños y proyectos.

La vida empieza cuando eres niño. Y acaba cuidando de niños, siendo abuelo. Yo todavía no lo soy, pero todo se andará, supongo. Mientras tanto espero que Viena y el resto de ciudades que nos esperan nos acojan como a los viejos guerreros, cuando volvían cansados de tanto pelear y les ofrecían una cómoda cama y un buen vaso de vino. 

Y toda la belleza que encierran sus calles y sus palacios. Y sus parques llenos de música. Y el sol cuando nos despierte por las mañanas al otro lado de las cortinas.