lunes, 21 de noviembre de 2022

EXPERIENCIAS DE UN ACTOR INESPERADO

 




Desde que acepté, de una forma un tanto inconsciente, un papel de cierta relevancia que me ofreció su director y productor en el cortometraje de media hora "Por fin me jubilo", que yo mismo había escrito, a un tipo inédito en la interpretación como yo, he pasado por un tobogán de emociones.

Diez días de angustia, "me pondré nervioso", "me trabucaré con todo el mundo mirándome","retrasaré y encareceré el rodaje", "me tendrán que sustituir por otro", y otras lindezas. Pero diez días también de divertimento. Practicaba con mi mujer todos los días, yo en la ficción soy el marido de la protagonista, y acabamos convirtiéndonos en "Juan y Ainara". Algo que descubrí saludable y refrescante para cualquier pareja.

Descubrí también lo que es irse de bolos a hacer cine independiente. Levantarme a las seis de la mañana, recoger a otro miembro del equipo e irme conduciendo hasta Tudela, donde nada más bajarme del coche empezaba con mi primera secuencia. Noches de hotel, las mínimas.

Alguien me dijo una vez que, en el cine, todo se hace para los actores, pero sin los actores. Te visten, te cuidan, te maquillan, te preparan. Quince personas a tu servicio, pero solo para que hagas todo lo que ellos quieren de ti. Hasta que el director grita acción y tú te quedas desnudo ante la cámara que luego será la pantalla. Los actores nos unimos con los ojos, nos cogemos de las manos y nos damos ánimos mutuos y, cuando ya nos hemos transportado a nuestros personajes, todo resulta fácil. Somos como las novias preparadas con su traje de nupcias para que se casen con su personaje. Y el director, que es el cura, hace repetir una y mil veces la ceremonia hasta que queda a su gusto. Cuando no, va añadiendo sobre la marcha variantes no preparadas. Cuando por fin grita: "¡Lo tenemos!", un placer inmenso nos recorre a los actores: hemos dado todo lo que querían de nosotros.

La mayor parte de mis secuencias eran interiores pero, al final, por una serie de circunstancias tuve dos escenas en las dos plazas más importantes de Tudela y de Magallón. Con los curiosos mirándonos fijamente, comprendí el narcisismo del actor: un escudo con el que se cubre la desnudez de su intimidad. Un chaval, mientras preparábamos, me soltó a mí, tal vez porque le parecía el más mayor, o sea el que mandaba en aquello: "Oye, a mí me gusta el cine, sácame en tu peli". Si él supiera...

El corto se empezó a grabar en julio por los sanfermines, donde transcurre, pero hubo que suspenderlo, porque se iniciaba la película "La fuga" rodada parcialmente en Angola y se ha retomado ahora, casi en invierno. Así que teníamos que utilizar vestuario de verano en un día gélido de noviembre. En exteriores ensayábamos con los abrigos puestos y rodábamos en camisa.  Hasta diez veces por secuencia quitando y poniendo el abrigo, ¡si sobrevivo a esta no cogeré un catarro jamás!

El rodaje es una gran familia, se convive mucho, nos contamos muchas cosas. Comemos, nos cambiamos juntos, dormimos en el mismo hotel. Si hay buen ambiente es muy enriquecedor. En este caso lo fue.

Y el cine tiene una magia, un glamour, que permanece. Rodamos en casa de una señora mayor que también tenía un pequeño papel en la obra. Nos invitó a todo el equipo a una paella enorme en una casa de pueblo también enorme y entrañable. Nos juraba y perjuraba que, después del día de su boda, ese estaba siendo el día más feliz de toda su vida. Su marido sonreía al verla tan dichosa.

Yo volví, tras dos días, hace unas horas con mi mujer, que me acompañó en todo el viaje, disfrutando de un anochecer amarillo y rojo, bellísimo. También de pantalla de cine.

Y, de regalo, recibí un mensaje del director: "Has estado bien. Y ahora que has roto el  hielo, lo mismo te llamamos para otras cosas". Le dije que sí, claro. Ya iremos viendo. Por el momento vuelvo, y encantado, a mis letras, que es lo mío. En el fondo, lo vi meridiano anoche, un escritor es también un actor. Jugamos a crear personajes para otros, detrás de los cuales, tras un burladero de espejos y contraespejos, estamos nosotros mismos. Disfrazados de otro. Como hacen los actores.

FOTO: En la plaza de Tudela con la joven e interesantísima actriz Laura Sáez, mi hija en la ficción, mentalizándonos para el rodaje de la secuencia de los abrigos.

OTRAS FOTOS DEL RODAJE:

Rodando escena en el ambulatorio médico.


Parece que mentalizándome con las indicaciones del director:


Preparando escena de la cocina con la Ayudante de Dirección:




Comida en casa de Gloria, la entrañable señora Brígida del guión, radiante al fondo de la foto, abrazándose a nosotros.



Otra foto de la comida hecha precisamente por la "señora Brígida"