Había aquella magia
tierna y azul…
Pregúntaselo
a la luna,
siempre muda,
sabe de lo que hablo.
Había aquel corazón
que latía a borbotones
con el pálpito de los comienzos…
Pregúntaselo al sol,
cálido y lejano,
sabe lo que pienso.
No me digas que estoy ido,
ajeno a la realidad,
cuando me sorprendes,
con la mirada perdida,
en la ventana lluviosa y gris.
Vivo como puedo,
me mantengo
prendido
de unas briznas
de aquel aire…
Pregúntaselo
al perfume de las rosas,
marchitas y derrotadas,
que ya no están.
Apenas me mantengo a flote,
navego en los reflejos
de aquella luz,
de aquella inocencia luminosa…
Sobre este mar de cansancio,
que desemboca
en ese océano inmenso
de decadencia
que nos espera.
Las horas se repiten,
como los errores,
los días van llenando de herrumbre
los orificios de las venas.
Me agarro a mi mente,
ese almacén donde guardo
todos los álbumes
de aquellas fotos
que nos hicimos.
ese almacén donde guardo
todos los álbumes
de aquellas fotos
que nos hicimos.
Me sumerjo en ellas.
Son como un corazón,
infantil y alegre,
todavía sin estrenar.
No me digas
que estoy siempre en las nubes.
Yo solo quiero
beber de aquellas fuentes de ilusión,
dar cuerda otra vez
al reloj
de mi cansado corazón.
Para que no se me pare
en medio del día de hoy.
Para que no se detenga
en mitad de este interminable otoño
de la vida.
Para el proyecto "Mil palabras para envejecer bien"