miércoles, 31 de enero de 2024

DIVAGACIONES LITERARIAS: SOBRE HOMBRES Y MUJERES.

 




En mi época de escritor clandestino, es decir, cuando escribía casi a escondidas, mientras gastaba mis energías en el mundo de las finanzas, a veces divagaba yo sobre los grandes temas literarios de siempre, soñando con el día aquel en que podría verterlos en una obra publicable. Este es el caso:


                                                  

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 SOBRE HOMBRES Y MUJERES 

 

«Mirar a los ojos a una mujer, me dices mientras esparces tu mirada por el cielo estrellado de este verano, es como asomarte al brocal de un pozo. Tiemblas de miedo ante la profundidad y la intimidad de tan reducido espacio. Qué pasaría si perdieras el control. Y cayeras a lo hondo. Allí donde no hay posibilidad de recorrer sino las distancias cortas».

 

La atracción, y por tanto, el miedo a lo femenino no tiene límites. Eso ha sido así desde siempre. Y, quizá, por ello, ese ansia histórica de dominio de la mujer. Que no es sino un escudo defensivo para vencer el miedo. El vértigo a la intimidad, a la comunión con lo diferente, a dejarse apresar por los lazos del abrazo.

 

El hombre se defiende, sin embargo, tendiendo al chapuzón ligero, en lago plano, sin riesgo, y cada vez en aguas diferentes, buscando ese estremecimiento momentáneo del contacto con el agua fresca.

 

Tal vez para no enfrentarse a su destino: la profundidad de las aguas que empiezan a cinco metros del brocal del pozo y no terminan nunca, si miras hacia adentro.

 

Yo miro el cielo estrellado y me encuentro inerme ante él. Como ante los ojos de una mujer. De una mujer que te gusta y te atrae, claro. El eterno femenino. Cosas que no cambian, ni cambiarán.

 

Como este verano. Que es igual que todos los veranos. Que nos ofrece, de nuevo, un cielo estrellado, lleno de profundidad y de misterio.

 

Bajo su capa dos amigos hablan de lo que no saben. Aunque les gustaría saberlo. Mientras descorchan una botella de vino que les calienta la sangre. E incrementa la hermandad masculina, que es como una alianza de hierro que les protege o, eso piensan, de la atracción del pozo. De ese mundo subterráneo y profundo que espera cuando la botella se termina.

 

Aunque, mientras se acaba, sólo existen los lagos de postales suizas. De esas aguas transparentes y calmas, donde es imposible ahogarse de pie.

 

                               § 


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