domingo, 29 de marzo de 2020

CONFINADOS






Amurallados.
Confinados por el miedo a matar,
a que nos maten,
nos protegemos en nuestras guaridas
de la retaguardia.

Mientras, en el frente, se libra la guerra
contra esa bola con pinchos
 que nos ha quitado la corona
y nos ha postrado de hinojos
a nosotros, que nos creíamos dioses,
y solo somos frágiles libélulas,
dioses de papel,
que deberíamos flotar en la nada
para que nada nos toque.

A las ocho vuelven los soldados
de las batas blancas, de las batas verdes,
los tenderos de la intendencia
y tantos otros combatientes de verdad.
Y los saludamos desde los balcones
para reforzarles la moral,
mientras asistimos atónitos
al parte de heridos y al
conteo incesante de muertos.

¿Qué está pasando?, nos preguntamos,
todavía aturdidos por esta serie de zarpazos,
que nos están dejando en cueros,
desnudos como niños.

Esos niños que solo querrían
volver a salir a la calle,
y disfrutar de aquel mundo que teníamos
de tecnicolor  y helados de algodón,
mientras juran y prometen,
al Dios de verdad,
que se portarán bien otra vez,
si les deja salir al recreo.

Y, si fuera necesario,
que escribirán en la pizarra cien veces,
con tiza indeleble,
para que no se les olvide nunca,
que harán un mundo mucho más seguro,
en cuanto venzan al bicho
y recuperen de nuevo
             su abollada corona.

         www.franciscorodrigueztejedor.com