LLAMARADAS DE CALOR
Caminas abatido y lánguido
con cien piedras sudorosas en la mochila,
entre sumideros agrietados de olvido
y olores densos a profundas letrinas.
Los pájaros deambulan borrachos,
sus alas no son ya esos abanicos,
que echan afuera la tristeza
de los caminantes errabundos.
Las plantas amarillean
como próximos cadáveres,
mientras tú te desencuadernas
como se desencolan
las páginas de un libro.
Solo son las cinco de la tarde,
la hora que sale
de las puertas del infierno,
el morlaco de fuego.
Mientras tú te preguntas,
sentado en un banco del parque,
qué has hecho
para que esté ocurriendo esto.
O qué no hiciste,
cuando todavía había tiempo.
LUNA DE JULIO
Luna, lunera,
cascabelera,
te miraría a los ojos,
dame una escalera.
Luna, lunera,
cascabelera,
llévate esa silla,
soy tan pequeño,
casi no me eleva.
Luna, lunera,
cascabelera,
métete en mi cama,
duérmete conmigo,
lléname de estrellas.
Foto: playas del Albir, junto a Altea. Hace unos días.