lunes, 3 de noviembre de 2025

INSTANTES

 

     Buenos momentos este fin de semana con la visita de nuestro hijo londinense. Vino a renovar el pasaporte y a preparar visado para estancia en USA el próximo cuatrimestre en la Universidad de Wharton,  el último tranco ya de su MBA. Y a visitar a su familia, claro. 

     Su familia tratamos de aprovechar todos estos breves instantes que el destino nos ofrece para estar con él, en el escaso espacio que le dejan libre sus obligaciones en España. Momentos de oro retomando nuestros paseos de siempre para ponernos al día, o cenando todos juntos en nuestro restaurante fetiche para estas ocasiones. Nos ha dejado ese aroma de alegría y empuje que desprende por donde va. Y de sana ambición. ¡Hasta la próxima! ¡Que no tarde!

   Momentos dorados también viendo la sorprendente y magnífica película: Los domingos.  Abordando un tema a total contracorriente de este mundo tan acelerado, tan materialista y tan dominado por la imagen, en el que nos ha tocado vivir. Una adolescente quiere ser monja. ¡Y encima de clausura! ¿Existe este tipo de fé? ¿Este tipo de vocación? Yo solo puedo decir que he conocido a varias personas así, con una fe en Dios que pesa toneladas y que produce una alegría indescriptible en el que la posee, una alegría que se desborda hacia los demás y que produce en ellos una sana motivación. O una terrible frustración y envidia maligna, como en esta peli. Sí, yo de lo que estoy seguro es de que es mejor creer en algo, por ejemplo la trascendencia del hombre,  que no creer en nada, a lo que parece que nos aboca este mundo donde solo manda el presente.

    Instantes, instantes, instantes que componen el tiempo, nuestro tiempo, tú escribiste de ellos... Sí, hoy te acuerdas de aquello que escribiste hace varios años ya, al recibir la visita de tu hijo...


   INSTANTES


     Nunca olvidarás el momento mágico de cuando descubriste el secreto del tiempo.
     Un hombre dura, ¿cuánto? ¿Treinta, treinta y cinco mil días? Parecen muchos. Pero,  comparados con qué.
     Hay diez mil olas que baten la arena,  cualquier jornada tranquila de vacaciones, en  la playa donde vamos. Y millones de estrellas en el firmamento.
     Por eso, porque no son muchos,  siempre y, últimamente más,  ha habido  este ansia de exprimir el tiempo.
     De sacarle su jugo.  De exprimirlo como a una naranja. Hasta que no quede ni una gota. Eso es vivir. Eso es vivir bien,  parecen decir.

     Pero tú recuerdas aquel día. Aquel día mágico. Donde descubriste la unidad del tiempo: el instante es como una foto, el fotograma, en una película.
    Y a eso dedicas tu atención, tu empeño. Un buen encuadre, una buena luz. Sin que te tiemble el pulso. Sin que te agobien las prisas.

    Nadie sabe hasta cuándo durará su película. Y no se trata de meter en ella, por eso, mucho de todo: muchas aventuras, muchas amantes, muchos países, muchos amigos….muchas secuencias. Al final eso solo es posible como en las películas  antiguas del cine mudo, y en las actuales  y malas, yendo a trompicones y gastando poco metraje. Para que dure más.

     Tú descubriste, por el contrario, que lo que  te gusta es la cámara lenta que, a pesar de su engañoso nombre,  supone aumentar la “velocidad “, quiere decirse, la “intensidad” del momento.  Aumentar, en definitiva,  el número de fotogramas por momento,   y no la cantidad de estos últimos.

     Y sientes el pálpito de la vida, así,  mucho más.  Porque ver nacer a un niño o morir a un hombre, lleva su tiempo.  Como observar a una mujer bella. Lo descubriste aquel día.

     Hoy el mundo, la gente, está en otra cosa. Llenan su mochila, su disco duro,  de muchos flashes, de muchos impactos, de muchas noticias. Que, al final, no conforman nada: solo un vertiginoso y aburrido remolino. 

        Te diste cuenta cuando tuviste un hijo.

      Todo un año para aprender a andar. Toda una vida para aprender a caminar.

https://www.franciscorodrigueztejedor.com/

    


En Las Vegas con mi padrino el pasado año.



Cena de bienvenida al londinense. 

Buenos momentos!!!

jueves, 30 de octubre de 2025

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

 








La vida está llena de segundas oportunidades. Si fracasáramos por no lograr la primera, andábamos listos. Yo tengo varias novelas sobre las segundas opciones que aparecen tras no alcanzar la primera. El claxon, El astrónomo, de forma muy clara y, en varias otras más, aparece un trasfondo de este ciclo vital.

Todo esto para decir que mi nueva novela anda por los vericuetos, por las griferías, que circulan entre mi agente y las editoriales. Vete tú a saber, con lo lentas que son, cuándo me dirán algo. Así que, fíjate tú por cuánto, ha aparecido en mi horizonte, en el entretanto, un proyecto que me ilusiona sobremanera: se llamará “Destellos” y solo puedo decir que aunará texto e imagen. Se me ocurrió el otro día mientras me duchaba y en estos días me pondré a ello. Espero tenerlo listo antes de que pase el año.

¡Ah, las segundas oportunidades! Qué sería del mundo, de nosotros, sin ellas. Hace algún tiempo escribí este relato…

LAS VÍAS DEL TREN

La niña le dijo, sin hablar, adiós. Con aquellos ojos negros, profundos y misteriosos, que temblaban de pena.
Luego ella se dio la vuelta ante lo irremediable. Y le ofreció al chaval un último recuerdo con su melena, que era como una densa cortina con la que ocultar las lágrimas.
Acortarían la distancia con las cartas que se escribirían todas las semanas. Y, además, podrían sentirse, el uno al otro, inclusive a cientos de kilómetros, poniendo el oído en la vía del tren que unía sus dos lejanas ciudades.
Sin embargo, él solo recibió las dos primeras, aunque cada semana seguía enviando, puntualmente, la suya.
Así pasaron los meses, mientras una honda pena iba llenando el pozo de su amargura hasta el brocal.
Como cada día, aquella mañana se acercó a la vía. Puso su oído sobre el raíl. Había llorado tanto y se sentía tan deprimido que se quedó dormido allí mismo.
Vino el tren. Él no sabría explicar cómo lo vio sin despertarse. Y le segó la cabeza.
Sólo sintió cómo el agua de aquel pozo se teñía de rojo e inundaba los raíles como un inmenso lago.

Su mamá lo despertó para ir a la escuela. Y, sorprendido, se encontró descansado y alegre.
Cuando llegó a la vía, ya no en el sueño sino en la realidad, puso de nuevo su oído en ella. Aquel día sintió como un pálpito extraño.
Pero el cartero, como siempre, no tenía ninguna carta para él.
Abatido, entró en la escuela. Y, de repente, se topó con unos ojos azules, de cielos limpios y claros, que también lo miraron.
La hija de los nuevo ferroviarios acababa de llegar. Por muchas razones, nunca la olvidaría.

jueves, 23 de octubre de 2025

EL ARTE

 



Cuando la rutina te atrapa, cuando la realidad a ras de suelo te envuelve en su telaraña de obligaciones e inercias, tú sientes la necesidad de escapar, de fugarte y buscar el mar, quiere decirse la belleza y el misterio del mar.

Y buscar la belleza no es otra cosa que buscar el arte. Ah, el arte, el arte… El arte es la única forma de trascender nuestra vida caduca y buscar la eternidad, ese sitio del que un día vinimos y al que retornaremos, así lo crees. Porque un día fuimos dioses, solo somos esquejes del árbol de la divinidad. Tú escribiste todo un libro acerca de esto: “El día que fuimos dioses”. Tu primera novela. Dicen que un escritor siempre escribe el mismo libro, todos los siguientes van girando como los planetas a su sol que los vio nacer.

En este libro, tu alter ego, el personaje de Peter Fleming, próximo a morir, aconsejaba al joven Chow:

—El arte es lo más excelso que sabe hacer el hombre, es el enchufe que le comunica a la corriente de la trascendencia. Como te decía, querido Chow, el hombre debió ser dios un día, y el arte es la reminiscencia que nos queda de aquella época en lo más profundo de nosotros. El arte es la búsqueda de la belleza y la belleza es la única cosa que de verdad conmueve a nuestra alma atormentada.
—Siente esta música serena y melodiosa, Chow. Déjate llevar por ella y aprenderás, de golpe, todo lo bueno, todo lo bello de lo que es capaz el hombre. De ese tipo de semilla también hay siembra en tu corazón. Déjala que crezca y se desarrolle, hazle un sitio entre la rutina y tus instintos... —el cirio escucha estas palabras como embelesado y hasta un poco estupefacto y chisporrotea con más gracia, con una cadencia más alegre y repentina...— y cuando tu corazón, Chow, esté repleto, poblado de granadas espigas doradas, entonces aprende a expresar todo eso que guardas, para que salga fuera de ti. Y, aquello que nació de tu esencia verdadera, conmueva a otros, ilumine a los caminantes perdidos en la bruma, germine en otros campos, remueva las aguas del hastío, de la frustración y de la desesperanza, y enseñe al mundo entero que cada hombre es algo único en el universo, que esa llamita que todos llevamos dentro es el rescoldo de nuestra esencia divina que trascenderá a nuestra corta vida y que nadie debe ignorar ni olvidar.

Cuando vas a tu cabaña de Alicante, siempre ocurren cosas. Tienes una casa escueta y nada que hacer. Así que solo queda lo importante, abrir tus sentidos, esas ventanas que unen el exterior con tu yo íntimo, y dejar pasar al arte. El arte siempre te inunda cuando te quitas la coraza que llevas puesta para manejarte en la vida y solo quedas tú.
Entonces, el mar te habla al oído, o son esos atardeceres que aparecen como una puñalada de arte en las faldas del faro de El albir. El albero es el cielo / sangre de toro / en la arena / inmensa/ de un atardecer rojo. La belleza te inunda y te conmueve. Sientes una compasión infinita por el ser humano, por ti, que eres capaz de captar tanta belleza a tu alrededor cuando dejas que esta se acerque, y eres consciente también de que tu misión en esta vida es aprender a despedirte un día de ella. Un día que cada vez está más cerca.
Tú has escrito también de las casualidades. Crees en ellas. Esa misma noche zapeando en la tele, das con la inmensa película de Blade Runner. Cine del bueno, arte de verdad. Cada plano es un poema que te conmueve, que te zahiere por dentro. Como su música. La escuchas mientras escribes estas líneas.
Los hombres, en un futuro cercano, han creado unos seres iguales a ellos, tan hermosos y sabios como ellos, o más, si cabe. No son solo animales, robóts, son carne de su cuerpo, sangre de su sangre. Pero solo duran un máximo de cuatro años. Esa fugacidad los destroza por dentro, se rebelan contra ella, buscan a su creador para que les dé más tiempo… ¡Qué maravillosa metáfora sobre la propia vida humana! Qué pena que esta no sea una película y al final no nos podamos fugar con una “replicante” hermosísima y sensual, aunque fugaz, como hace el protagonista.
Sí, nuestra vida no es una película… Así que tú te fugas con la belleza, cuando te sorprende, cuando la encuentras en cualquier esquina, o en los atardeceres rojos de las faldas del faro de El Albir o en cada uno de los fotogramas poéticos de Blade Runner y su mensaje.
Y, cuando estáis juntos, ella y tú, el mundo entonces te parece hermoso y los hombres, buenos. Vas a buscarla para vivir con ella en ese universo del que un día debimos venir. Sí, el día que fuimos dioses debió ser maravilloso.
Luego, cuando regresas del mar, te encuentras con Ucrania, con Gaza, con tus propios errores, egoísmos y flaquezas… Con tanta fealdad y maldad… Con tu tiempo que se acaba, como el de un “replicante” más.
¡Cuánto dolor, cuánta pena! Como la que sentirá también el protagonista de Blade Runner, cuando se muera su amada y solo le quede el mundo desnudo de amor de nuevo.
Tú has descubierto cómo no hundirte del todo, te guardas este as en la manga, esta íntima baza que has encontrado para sobrevivir en el lodazal, para limpiarte del fango de vez en cuando. Sí, cuando ya no puedes más, cuando lo horrible de este mundo y de nosotros mismos te ahoga y te avergüenza, tú te fugas con la belleza, con el arte que te lleva hacia ella, que te espera una vez más, como una paciente novia, al borde del mar.
Y vivís allí juntos, por unos días solo, esa felicidad, ese breve espacio de tiempo que debe haber entre este mundo y la eternidad.

TEMA DE AMOR DE “BLADE RUNNER”: https://www.youtube.com/watch?v=h9ezypI-yc4




viernes, 17 de octubre de 2025

ME VOY

 

Me voy a mi cabaña de Alicante. Hace más de un mes que no veo el mar. Me dicen, los amigos y la gente que me rodea, que tampoco hace tanto, que me estoy volviendo hiperactivo, siempre de un sitio para otro.

Pero, yo lo necesito. Cómo explicarlo. He encontrado en mi obra, ese baúl de los recuerdos, algo que lo cuenta muy bien.

Que tengáis un buen finde. Os dejo con este: Sweet day: https://www.youtube.com/watch?v=bsWBNxfTGKk, con el que yo preparo la maleta. Pasadlo bien!!


LA COSIFICACIÓN

Tú hay días que la sientes. A la cosificación. Es como cuentan de los alpinistas cuando, perdidos en la nieve y acosados por el frío, notan que sus miembros se van congelando, se van gangrenando, hasta que ya no los sienten en absoluto, si estos permanecen mucho tiempo así, quedan inservibles, los tienen que amputar. 

 A veces, ni se dan cuenta del proceso, con su cabeza en otra cosa, en encontrar una salida. O, quizás, llega un momento en que su mente también se cosifica, cuando se sienten irremisiblemente perdidos y se abandonan a que alguien los encuentre, tiran la toalla y se resignan a lo que pasará.

 Sí, a veces, sin apenas darte cuenta, aunque no seas alpinista ya estás medio cosificado. Son esos días en que todo te da igual, arrastrado por una inercia, por un aburrimiento repetitivo, por un déjà vu que te lleva a una inoperancia, a una resignación que te aconseja no luchar, dejarte llevar por ese vaivén somnoliento y triste que linda con la depresión.

 Vivir es mantener vivos, valga la redundancia, los recuerdos, llenarte de planes de futuro y, en el medio, en el presente, percibir todas tus capacidades funcionando a pleno rendimiento, sentir el pulso y el impulso vital que engloba a pasado, presente y futuro en una única dirección vital a la que te lleva tu ilusión y tu empuje.

 Ah, la ilusión y su hijo el empuje… 

 El tiempo es como el frío del alpinista. Te cala hasta los huesos y te va cosificando por dentro. Te va enladrillando, uniformizando y llenándote de rigidez, hasta convertirte en un ser aburrido y triste, con ganas de irte a dormir tan pronto como las gallinas.

 Y qué decir de tus facultades para afrontar el presente. Cada año oyes un poco peor, tienes más problemas con la vista y qué contar de otras cosas que no se nombran. 

 Los recuerdos se van convirtiendo en unas experiencias ajenas, manidas e inútiles. Mejor dejarlos dormir en paz, no sea el caso que se despierten y traigan a tu mente tus errores y tus pisotones atropellando a todo y a todos. Sí, es mejor acallar los remordimientos y bajar la cortina del pasado. Eso ya no tiene remedio y yo no soy el que era, te dices, así que aquí paz y después gloria.

 Respecto del futuro, pues depende. Tenías un amigo, un compañero de trabajo que lo explicaba muy bien. Te decía: “Me quedan dos años para jubilarme y me llevan a esas reuniones para planificar nuestra empresa a largo plazo, y qué quieren qué diga, a mí me apetece callarme y que me dejen ya en paz”. Eso de que te dejen en paz es el principio de la cosificación.

 Se cosifican los recuerdos. Algo tan bonito como el primer amor, el cual supone la primera gran inversión de energía de tu vida, aunque siempre sea fallido porque si no sería el último, claro, se reduce a algo trivial o frustrante. Los amores intermedios, ni los recuerdas. Y el último, va perdiendo su encanto, la gracia que un día tuvo y se va llenando de grisura, de arrugas y de previsibilidad. Como tú, si te miraras al espejo.

 La cosificación que tú sientes la vas extendiendo por tu alrededor. Hasta que todo tu paisaje resulta un paraje pedregoso y desértico. Sí, lo mejor es irse a la cama a las ocho. O tomarse ocho copas, por Dios tantas no, que el hígado también lo tienes ya cosificado.

 Sí, en esos días nefastos en que el frío, digo el tiempo, te va congelando el alma, piensas en qué será de ti, en qué quedará de ti, si es que al final queda algo. Sientes la vida como algo que empieza líquido y maleable, luminoso como el agua, y termina en una piedra marmórea, rígida, gris e inútil. Una pesada lápida, es lo que al final encerrará todo lo que fuiste y sentiste, ese pequeño cofre lleno de huesos que se disolverán en la nada.

 ¿Por qué luchar entonces, por qué pelear, cuando se acerca ese final tan evidente? A gente mucho más importante que tú, te dices, grandes escritores, políticos, artistas, que vivieron su momento luminoso, su instante de eternidad, salvo en cuatro casos, a los pocos días ya ni se les recuerda. ¿Y qué más da si a esas cuatro excepciones no se les olvida? Sus recuerdos serán, con toda probabilidad, imágenes interesadas o falsas, cuando no se les utilizará como armas arrojadizas en las luchas intervivos, que arramblan con los vestigios del pasado para consumo propio.

 Ah, la cosificación…Ah, el tiempo…, que va transformando nuestra geografía en otra nueva que viene, la de los jóvenes, que serán a su vez devorados por otra, en ese centrifugado eterno de la lavadora del mundo. Digo del tiempo, que viene a ser lo mismo.

 Tú, cuando viene la cosificación, cuando la sientes cómo te sube por las espinillas, vas corriendo a tu despacho y te pones a escribir. Has descubierto que literaturizar todo lo que ves y todo lo que te ocurre es la única forma que has encontrado para rebelarte contra ella. Porque, aunque a ti te vaya mermando, y enladrillando, nunca podrá encerrar ese espíritu libre y auténtico que se escapa por tu pluma. O eso quieres pensar, al menos.

 Hoy, después de escribir estas líneas, sientes que te apetece llevar a tu mujer al cine, a ver Babylon. Con Brad Pitt y, sobre todo, con Margot Robbie, que dicen que tiene las piernas más largas del mundo, a ver si las enseña enteras, por Dios borra eso que ya no estás para esos trotes. Sí, otra tarde de sábado que recobra su verdor, ¿su empuje?

 Hoy las gallinas, que les den a las gallinas, se irán a dormir solas. 




 Para MIL PALABRAS PARA ENVEJECER BIEN.  


jueves, 9 de octubre de 2025

DÍA EN EL ROSARIO

Nos lo propusieron mis cuñados y fue un día espléndido. Yo había estado muchas veces en las fiestas de agosto del pueblo de mi mujer, pero nunca en la Virgen del Rosario, su fiesta más doméstica y entrañable.

Yo le tengo gran cariño a El Villar de Sobrepeña, un pueblecito colgado del Ayuntamiento de Sepúlveda. Me enamoraron sus agrestes paisajes que rodean a las Hoces del Duratón, ese cañón que nada tiene que envidiar al del Colorado, que visitamos el pasado año, solo que este último es más americano, quiere decirse mucho más grande. Y, por supuesto, su famoso asado de cordero, que es el mejor del mundo, como lo es el de cabrito de Guadalajara.

Tanto es así que le dediqué el escenario principal de mi primera novela "El día que fuimos dioses", eso que esta era de ambiente internacional y localizada en exóticos y lejanos países. O, mejor dicho, se la dediqué a mi mujer que, aunque ella siempre dice que apenas hizo que nacer en estos parajes, yo, que la conozco bien, tiene incluso más de segoviana que yo de escritor, que ya es decir.

Tras un viaje de conversaciones chisposas, disfrutamos de una misa recoleta y entrañable en la Iglesia de la Virgen del Rosario, tan doméstica como una íntima ermita.

Ya al finalizar, cuando los fieles miran a la Virgen y cada uno piensa en su interior qué ha de agradecerle o pedirle, yo, de repente, lo tuve muy claro. Lo que más me cautivó cuando conocí a mi chica, hace ya más de 38 años, fue su permanente y cálida sonrisa. Tengo que agradecerle a su Virgen que nunca me haya abandonado, siempre luminosa a mi lado, y solo quisiera pedirle que ella siga conservándola y que yo sepa alimentarla por todos los días que nos queden. 

Quise capturar para siempre su sonrisa en este día del Rosario, pero soy un desastre, un despistado de tomo y lomo y tuve que pedirle a ella su teléfono móvil para grabarla, yo me lo había dejado en Madrid. No le dije para qué, solo que quería un breve recuerdo de este día. 

Según la grababa en unos cuantos planos, antes de que la gente abandonara la iglesia, me di cuenta que era la misma sonrisa que me había enamorado aquel primer día que la conocí. Porque su sonrisa es ella. Y, afortunadamente para mí, sigue siendo ella. 

He buscado entre algunas cintas que tenemos ya digitalizadas de hace 35 años, o más, el resto están a la espera de que alguien se ocupe de ellas, y he compuesto este videoclip que a mí me llena de cariño y de alegría.

Muchas gracias, Virgen del Rosario. Era la primera vez que venía, pero me ha sentado bien. ¡Prometo regresar! Nunca olvidaré esa procesión única, con casi todo el pueblo formando en dos hileras delante de su imagen y bailando en su honor, mientras se recorren el pueblo empleando casi dos horas en ello. Yo, salvo los minutos que estuve grabando, me empleé a fondo, como un segoviano más.

Y, muchas gracias, mi musa y mi todo, por recordarme que el tiempo no pasa, sino que lo llevamos siempre con nosotros. ¡Porque así sea! ¡Siempre juntos!

Ahí va el videoclip: https://youtu.be/NeFRk5QYSY4






jueves, 2 de octubre de 2025

OCTUBRE, OCTUBRE...

 

Estos días están siendo muy intensos. Con muchas cosas que hacer. Y, además, me tuve que recuperar de un regalito que me hizo Vlad III de Valaquia, más conocido como el Conde Drácula. Atando cabos, el Covid que me traje de Rumanía calculo que lo cogí visitando su castillo, el Castillo de Bran. Y, claro, se lo pasé a mi mujer, y a mi hija, en fin, la de Dios. 

Pero, ya estamos todos sanos y salvos y, casi contentos: ya estamos inmunizados para todo el invierno que, seguro, vendrá más fuerte, este ha sido manejable: un día muy fuerte de subida y luego tres de bajada muy llevables.

Yo, como loco, avanzando a uña de caballo con mi novela. He logrado ponerle el lazo. Ya se la he enviado a mi media docena de lectores de confianza, este año más a mujeres que a hombres, porque es una novela protagonizada por ellas y, en cierto modo, para ellas. El feed-back que estoy recibiendo es muy, muy alentador.

Así que acabo de remitírsela a mi agente literario. Yo con mi agente tengo el siguiente trato: o una editorial muy importante apuesta por el libro, cuando digo apuesta es no solo publicarlo, sino apoyarlo a muerte, o, si no, prefiero publicarlo yo, que me hace mucha ilusión elegir las portadas, el marketing y todo lo demás.

Una vez, con El donante, me dijo una editorial grande que me lo publicaba pero que tenía que quitar a mi mujer de coautora, dado que ella no tenía background literario. Les mandé a freír espárragos, claro. Yo soy un escritor vocacional, no mercadeo con mis obras. 

En fin, ya me dirá mi agente, por lo menos me evita lidiar con ellas. Pero, con lo lentas que son, lo mismo me canso un día y doy a luz a mi criatura, que es lo que me apetece. Pero, por una vez, voy a hacer caso a mis hijos, que tienen ganas de verme como un escritor de renombre. ¡Ya veremos!

Llegamos a octubre. Uno tiene ya una obra tan larga que siempre encuentra algo que ya ha escrito para la ocasión. Ahí va:

OCTUBRE, OCTUBRE...

Vuelves de una pequeña y doméstica vendimia, todavía con las manos llenas de savia. Y de zumo. Regresas de liquidar la huerta, con los tomates verdes y ateridos ya de frío. Y de soledad. De recolectar las últimas manzanas, ebrias de vida ya y luchando a duras penas con la fuerza de la gravedad.


Hay algunos charcos, recuerdas, donde las avispas, errabundas de horizontes, agonizan doradas por el sol. Y luego, con las plantas arrancadas y amontonadas, para que se sequen, queda un silencio varado de resonancias, de vivencias, de estaciones marchitas que entran en el túnel duro e incierto del invierno.


Y tú te alejas de este cementerio que son los campos en otoño, donde la muerte dulce avanza por las hojas, por las ramas, pintando los paisajes de una música cadenciosa de marrones, de ocres, de amarillos, que son pinceladas que colorean la sinfonía del fin, precisamente. La acuarela de lo que se acaba. El lienzo, donde el dueño del tiempo termina el ciclo de la vida.


Y tú te alejas y escribes desde las Playas del Albir, donde el viento junta a capricho las nubes en figuras regorditas y misteriosas, que nacen y mueren en solo un instante luminoso, lleno de lejanía y de luz.




Y octubre llena la playas de ancianos con su otoño a cuestas y de niños que todavía no han entrado en la rueda del aprender a marchas forzadas. Y tú los miras como extremos del mismo círculo, que es una figura que no tiene extremos precisamente. Como puntos de la circunferencia de la vida que gira y gira. ¿O somos nosotros los que giramos en el eje inmutable del tiempo y sus estaciones?

Y las olas te hablan con un fru-fru de guijarros rodantes, con un zas-zas de avalanchas de agua sobre la arena, que provienen de no se sabe qué latido extraño, que bombea, sin duda, el corazón del reloj del impasible tiempo.

Alargas la mano y coges esa obra de arte, hecha de paciencia y de tiempo. Esa pequeña piedra llena de suavidad, de contornos que son como caricias, de curvas cinceladas por el tiempo. Para que se acompase mejor con la ola, para que ruede mejor. Hasta formar parte perfecta del movimiento único del tiempo.

Son los frutos del otoño. El parto final del tiempo que termina.

Y tú vas huyendo, sin saber, del campo a la playa. Como guijarro rodante, al que el otoño va persiguiendo, cincelándote también, limando tus ángulos. madurándote como a los membrillos que todavía tú no recolectaste. Acoplándote, en definitiva, con el tiempo escaso, pero único, que te ha tocado vivir.

Octubre, octubre…


martes, 23 de septiembre de 2025

VIAJE A RUMANÍA: MUCHO MÁS QUE EL PAÍS DE DRÁCULA.

 







A veces, se pinta a todo un país de un solo y burdo brochazo: España es el país de los toros o, más modernamente, de las “tres eses” que acompañan a la S de Spain: sand, sun and sex, olvidándose del rico acervo cultural que está más allá del verano y las playas.
Lo de Rumanía es si, cabe, todavía más reduccionista: mira que centrar la imagen del país en uno de sus más perversos compatriotas: Vlad III de Valaquia, más conocido por Vlad el Empalador o Vlad el Drácula, un personaje cruel y sanguinario que empaló a miles de sus súbditos. Ya empalar pone los pelos de punta y si, además, este personaje se eleva a icono literario de la mano del escritor irlandés Bram Stoker, que lo recreó como el vampiro Conde Drácula, apaga y vámonos. Uno llega a Rumanía con la prevención de encontrarse un país oscuro, misterioso y acechante.
Nada más lejos de la realidad, Rumanía es un país que al escritor le recuerda mucho a España: una vieja e histórica nación, romana como la nuestra, con un idioma parecido –es admirable cómo los rumanos aprenden el español en cuatro zancadas– y con una historia reciente similar: España sufrió una dictadura por casi 40 años que terminó en 1975 y Rumanía por otros 40 que terminó en 1989. Y esos catorce años de diferencia son los que explican el retraso con España.
Por ello, lo que se encuentra el escritor es un país esforzado que progresa rápido en el marco de la Unión Europea, pero, todavía con una necesidad de mejores infraestructuras, muy pocas autovías ha visto, y con unos salarios muy bajos que empujan a muchos rumanos a la emigración, siendo España, ojo, uno de los destinos principales, aunque no tenga los salarios más altos de Europa, ni por asomo, pero sí una forma de vida: clima, gastronomía, idioma y familiaridad que al rumano le encantan.
Bucarest a la que los rumanos la llaman la París del Este, quizás de forma un tanto excesiva, aunque sí sorprenda por su monumentalidad, es una ciudad bulliciosa y llena de ambiente. Goza del Parlamento mayor del mundo, con diez mil salas sostenidas por unas columnas altísimas, quizás todo ello para compensar la baja estatura y los pocos escrúpulos democráticos del dictador que lo construyó: Ceausescu.





En Brasov destaca la Iglesia Negra, por el incendio que la destruyó, y unas calles peatonales llenas de terrazas y heladerías, donde el escritor se agencia unos cuantos helados de los que le gustan, y los disfruta junto a una magnífica fuente donde se citan casi todos los jóvenes y viejos de la ciudad.



Del castillo de Bran, más conocido por el castillo de Drácula (palabra que procede de la de dragón), lo que más le gusta al escritor es el paisaje que lo circunda, lleno de bosques bellísimos en un acorde día lluvioso y gris. El interior le decepciona, muy turistizado, lleno de ataúdes, salas de torturas y disfraces que no aportan nada nuevo. Más interesante es el castillo de Perles, Palacio de Invierno de los Reyes, en la llamada “perla de los Cárpatos”: Sinaia, amueblado con nogal macizo y esculturas de mármol blanco. El escritor y sus compañeros de aventura acaban durmiendo en Poiana Brasov, un lugar recóndito y boscoso, rodeado de montañas y lagos donde por la noche aúlla y hasta suele bajar el lobo.






    Al día siguiente, les esperan dos ciudades que hacen cumbre en la belleza del país: Sibiu, para el escritor la mejor, con un casco antiguo espacioso y bellísimo donde destacan la plaza Mayor y el Puente de los Mentirosos, sobre cuyo nombre circulan muchas leyendas: un día los soldados de la Academia Militar quedaron allí con sus prometidas, que los esperaron toda una tarde y, al final, no acudieron y se marcharon sin despedirse siquiera, de ahí el nombre de Puente de los Mentirosos o de la Mentira. Una variante de esta historia es que sí que aparecieron y aquellas chicas, rendidas, les confesaron que ellos eran su primer amor, la mentira vino después cuando, tras casarse, descubrieron que la mayoría de ellas ya no eran vírgenes. En fin, ahí queda.

    Muy cerca se encuentra la pequeña perla de Sighisoara, donde lo que menos importa es que allí naciera Drácula, sino la belleza de sus calles medievales que forman un conjunto de una belleza sin igual, premiado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. El escritor lo que más recordará de esta joya es una velada en una de sus magníficas terrazas cubiertas de bombillas que no ocultaban el cielo azul y sus titilantes estrellas. Bajo las mismas, se atrevió a probar, siempre es un lanzado para estas cosas, el combinado “Sex and Beach”, junto a su musa y a otra encantadora pareja de amigos del viaje. La conversación es irreproducible pero sí quiere dejar constancia del sustrato de alegría y juventud que todavía conserva en su interior

El Lago Rojo y las Gargantas de Vicaz son un paisaje impresionante, unas montañas y unos bosques feroces que estremecen al escritor cuando los cruza. En invierno llegan a 28 grados bajo cero, a él le gustaría estar allí entonces, pero se consuela, qué remedio, recreándolo en su frondosa imaginación. La vida está llena de renunciaciones.





La región de Bucovina atesora una colección de monasterios de los siglos XV y XVI que conmueve. Frescos que cubren sus fachadas y su interior mostrando la inmensa búsqueda del hombre de un dios, de una paternidad para no encontrarse solo en el mundo. Al escritor le gustaría gastar una semana entera relajándose en estos parajes llenos de tranquilidad, de flores, de historia y de filosofía de la vida, que a veces dentro de sí no se encuentra. Tal vez por eso mismo, se construyeron entonces estos y otros monasterios, le da por pensar.





Con la hondura de estas reflexiones en su zurrón, al día siguiente el escritor y su grupo recorren el camino de vuelta hacia Bucarest: por su retina desfilan los paisajes de Bucovina, de Moldavia, de Transilvania (este nombre tan bonito significa “más allá de los bosques”), de Valaquia… Una última copa en el Vanity de Bucarest, en este caso de Aperol Spritz, y se dispone a cumplir rigurosamente las estrictas órdenes de la estupenda y carismática guía que les ha tocado, la maternal Cornelia: a las cinco de la mañana en pie, para coger el avión de vuelta a Madrid que sale a las nueve.

El escritor cierra los ojos en el avión y se deja embargar, una vez más, por la esencia de este viejo país, que está entrando ahora en una nueva juventud. Nunca lo olvidará. Le falta por arreglar todavía algunas cosas, pero tiene unos cimientos sólidos y bellos para edificar un lugar sugerente al que volver. Porque así sea.

FOTOS: En el Palacio de Invierno. En el Parlamento. En Bran con unas compañeras de viaje.En el Puente de las Mentiras. En el Palacio de Invierno. Cerca del Lago Rojo. En el Parlamento.




www.franciscorodrigueztejedor.com



domingo, 14 de septiembre de 2025

¡ENHORABUENA, CAMPEÓN!

 


¡ENHORABUENA A NUESTRO HIJO LONDINENSE!




Tras una semana de sufrimiento sin comunicación alguna con él, recibimos esta foto en la cima del Kilimanjaro. ¡Enhorabuena, Guille, campeón! Y, aunque estés molido para varios días, ¡siempre lo recordarás!

miércoles, 10 de septiembre de 2025

EMPIEZA NUEVO CURSO

 


    Para mí los años empiezan como para los estudiantes: en septiembre. Así que hemos aprovechado el verano hasta donde hemos podido. Tras la última semana de agosto, muy intensa: visita de nuestro hijo londinense, dos cenas de cumpleaños, una boda y primera revisión de mi novela, nos hemos fugado, mi musa y yo, unos días a nuestra cabaña de Alicante. A darnos el último baño, despedirnos del verano y prepararnos para el presente curso. Unas fotos de recuerdo para este diario literario y personal:



De boda. Nos falta la cuarta de este año, en octubre.




Mi musa leyendo el borrador de mi novela, ya cayendo la anochecida en la playa.




Invitando a cenar a mi musa, en agradecimiento, en un restaurante de Altea.



Paseando frente al mar por el Albir.



    Aterrizados en Madrid, me pongo al día en redes y me meto de hoz y coz con la revisión de mi novela y, sobre todo, seguimos en vilo el paso de los días, deseando que llegue el domingo. Hasta entonces, no sabremos nada de nuestro hijo, apagón informativo total, en su subida al Kilimanjaro, eso es ser joven, tenemos que asumir, enfrentarse a lo desconocido.

    Entre tanto, me reconforto con los buenos ratos que hemos pasado este verano, tanto en nuestra visita a Londres, como en la suya a Madrid.




En la sepertina de Hyde Park.


Mostrando las oficinas de Fiera Infraestructure a sus padres en Londres.


Preparado para subir al Kilimanjaro:


Con mi musa en el Puente de Londres.




    Sí, se pasa otro verano, y nos deja su música. Esa que formará parte de la partitura de nuestra vida. Sí, nos quedará, muy dentro, esa música inolvidable, como en este relato que yo escribí hace ya algunos veranos. Ahí va:


QUEDARÁ LA MÚSICA

Después de cenar íbamos a dar un paseo cuando nos embargó el sonido de la música. Nos llegó reverberando entre las columnas, los espejos, el murmullo de la gente deambulando por el lobby del hotel.
Era una música en vivo y, mientras saboreábamos un par de combinados, tú observabas a las parejas que bailaban. En esa noche de alegría, de despreocupación, de vacaciones. Y me apretabas el brazo, como sé que lo haces cuando estás contenta.
    La orquesta, quién sabe por qué, me recordó de golpe a la del Titanic. Dentro de no muchos años no quedaría nadie de los que allí estábamos. Dónde iría toda aquella alegría, la complicidad de los cuerpos, las caricias y los besos de todas aquellas parejas, que continuarían, luego, mucho más apasionadas, sin duda, al otro lado de las puertas de las habitaciones. Todo aquel barco se estaba yendo ya a pique, escorándose lentamente hacia el abismo. Los únicos cuerdos debían ser los músicos de la orquesta que tocaban «El último vals» y nunca abandonarían la nave. Estoicos y escépticos, mientras les llegaba el agua a la rodilla.
    Sí, sólo quedaría la música de aquella noche en el recuerdo submarino de todos nosotros, pasadas unas décadas. En el silencio eterno que sólo recorren los peces.
    Tal vez porque me viste triste, me apretaste el brazo un poco más: «Venga, vamos a bailar».
    Sí, al final sólo quedaría la música de aquella noche. La fragancia de tu cuerpo entre mis brazos. Y el susurro de tu aliento en mi oído: «Sabes que te querré eternamente».
    Entonces me pareció que el músico del violín sonreía. Yo ya lo había visto antes. Aunque dónde, cuándo.
    A veces, pienso que ya he estado en los sitios, que todo es una repetición de algo ya vivido. Por eso me acerqué al músico del violín: «¿Qué es todo esto?».
    Él me sonrió de nuevo y se acercó al micrófono: «Y como despedida, esta balada de Celine Lion: “Mi corazón seguirá”».
    Sí, al final del final sólo quedará la música.
Y las estrofas que un día llenaron nuestro pecho bailarán entonces en las ondas que producen los peces: «El amor puede tocarnos una vez. Y durar toda una vida. Pase lo que pase, mi corazón seguirá…»


    A veces, no sabes por qué, ves a tu pareja, o te ven a ti, llorar de una forma extraña. En una noche llena de alegría, de despreocupación. De vacaciones.


¿TODAVÍA NO HAS LEÍDO "EL DONANTE"? Aquí: https://amzn.to/3BZtNln



jueves, 4 de septiembre de 2025

ÚLTIMO VIAJE A LONDRES: ESOS HIJOS DE LA GRAN BRETAÑA.

 




ÚLTIMO VIAJE A LONDRES: ESOS HIJOS DE LA GRAN BRETAÑA.

        Yo al Reino Unido he viajado mucho. Probablemente, al país que más. Estuve, de joven, dos veranos en Oxford y Canterbury estudiando inglés y otro verano hice un viaje inenarrable por todo el país, un tour solo para jóvenes internacionales con nuestra mochila y nuestra tienda de campaña, algo loco, rebelde y libertario.
        Después, por motivos profesionales, he viajado muchas veces a la capital, inclusive tuve durante algunos años un pequeño equipo que me reportaba en la sucursal que mi empresa tenía allí. Es un país al que le tengo mucho cariño, inclusive a los ingleses, esos fieros leones de antaño que solo son, ahora, apenas unos domésticos gatitos.
      Hacía quince años que no iba a Londres y, tal vez por ello, me ha impactado su decadencia sobremanera. Que es la decadencia de toda Europa, ¡y la nuestra!, vamos todos en el mismo barco que ellos.Ya en Londres solo es valioso lo que fue, esa gran capital del último imperio europeo. Desde entonces, no se ha hecho nada, se nota la falta de inversión en el metro, en los aeropuertos, inclusive en el mítico Heathrow que ahora está muy detrás del de Barajas. Y, sobre todo, no han invertido en ellos mismos. Londres hoy parece Islamabad, o Nueva Delhi, apenas ve uno aquellos mozos rubios y altos, aquellos hijos de la Gran Bretaña.
    Nos recoge un coche en el aeropuerto de Gatwick, que está, efectivamente, a tomar por Gatwick: casi dos horas para llegar a la capital dentro de un tráfico infernal. El chófer es pakistaní, como casi todos allí, mi mujer y mi hija, muy inteligentes, me dejan delante con él. Así que me paso esas dos horas hablando con Yasuf, mientras ellas disfrutan el paisaje. Pero, al final, han sido muy interesantes y productivas.
    Hablamos de la emigración, claro. “Nosotros no queremos venir aquí, estamos mejor en nuestra tierra y con nuestra gente, es muy duro dejar a tus padres y hermanos, aprender un nuevo idioma, nuevas costumbres, ¡saber conllevar este tiempo!”. El tiempo da mucho juego en las conversaciones, así que le pregunto: “¿Y cómo definirías el tiempo inglés?”. Yasuf se rasca la perilla y me habla: “A lo mejor ya lo han dicho otros, pero a mí me recuerda el carácter de las mujeres, aquí pasamos del sol a las nubes como ellas pasan de la alegría al enfado, en fin, hay que surfearlo”.
    Volvemos al tema de la emigración: “Venimos porque nos necesitan. Es mentira que quieran ayudarnos, si quisieran hacerlo de verdad nos ayudarían en nuestro propio país. Todo son facilidades para venir, porque sin nosotros este país se iba a la mierda”. No le digo nada, pero me acuerdo de nuestra España, donde si no vienen cada año 500.000 emigrantes se va también a la ídem. Así que Yasuf continúa: “Esta relación de dependencia máxima que tienen con nosotros, acabará en una relación tóxica, como todas de las de esta naturaleza, acabaremos controlando este país y dominando a su gente, que serán nuestros subordinados, y su cultura desaparecerá. Ya se están dando cuenta de la situación, de ahí esos movimientos políticos contra la emigración. Pero el problema no somos nosotros, sino vosotros, que no podéis dejar de ser dependientes nuestros”.
    Me sorprende la perspicacia de Yasuf, que es capaz de ver el fondo del asunto entre las neblinas que tejen nuestros políticos, a los que solo les preocupa el tiempo que falta hasta las próximas elecciones. Y el fondo del asunto es un tema de estado que requiere un tiempo largo de gestación, pero, como digo, no hay políticos de largo plazo sino solo del titular del periódico de mañana.
    Todos los que hemos viajado mucho, lo tenemos muy claro. Europa es un barco que se hunde desde hace muchos años, solo es valioso lo que fue, como en Londres: esos monumentos y antigüedades de nuestros tiempos de gloria de las que ahora disfrutan, pagando, claro, (es de lo que nosotros vivimos), todos los turistas que nos visitan y que son los que ahora pitan, lideran, en este mundo nuevo.
    A los imperios no los derriban, se desmoronan ellos solos: Europa no apuesta ni por sus hijos, ni por su cultura. Los traemos ambos de fuera y dentro de no mucho, ya no seremos capaces ni de reconocernos.
    Y los emigrantes no tienen ninguna culpa, ojo. La tienen nuestra desidia, abulia, falta de ilusión, ensimismamiento, falta de amor al trabajo y al esfuerzo y un proyecto ilusionante y compartido.
    Como me decía un amigo al que estimo: llevamos muchos años los europeos, y Occidente en general, viviendo del cuento, trabajando poco y, lo que es peor, pareciéndonos todavía mucho. E inventando señuelos, que engañan momentáneamente, para seguir manteniendo esta ficción
    Sí, hace unos años descubrimos el señuelo de la globalización que, entre otras cosas, significa: en vez de producir, de trabajar nosotros, que lo hagan otros países, como China, India, etc., donde hay unos salarios de mierda, luego nosotros se los compramos a precio de la ídem y así podemos consumir mucho más sin trabajar.
    Vino el Covid, se cerraron las fronteras y nos dimos cuenta de que nosotros no producíamos nada, ni siquiera mascarillas: solo éramos unos gigantes con pies de barro.
    Pero, hemos descubierto otro señuelo: si la globalización es peligrosa, traigamos esos trabajadores con salarios de mierda a nuestro propio país, para hacer trabajos de la ídem que nosotros no queremos. Otra forma de vivir a costa de otros. Pero, claro, todo tiene un coste: menor cohesión social, problemas de integración, incógnitas sobre el futuro. Por lo que ya estamos pensando en lo siguiente: emigración, sí, pero, no descontrolada, quiere decirse que ahora deberá estar totalmente subordinada a nuestros intereses.
    Nadie parece preocuparse del tema de fondo: esa ilusión individual y colectiva que nos mueva de nuevo a dedicar todas nuestras fuerzas por construir por nosotros mismos un presente y un futuro mejor para nuestros hijos. ¿Quién dijo hijos? Ahí está otro de los grandes problemas.
    Miro lo que me gusta de Londres: esos parques, esas praderas verdes de Hyde Park, de Regents Park que la gente disfruta y ama, ese Parlamento bellísimo donde un día, hace ya mucho, se inventó la democracia, como también se inventó el fútbol y ese idioma que ya es de todos. Y veo también lo que están haciendo ahora y no me gusta: el London Eye, que me parece una horterada de cuidado, tanto como esos especie de bicitaxis chinos al descubierto, con música a todo volumen y colores chillones que ofrecen a los turistas, y que convierten al centro de la capital en una especie de Benidorm. ¡Qué pena! ¡Y lo que nos queda por ver!
    Vuelvo de Londres, donde he pasado unos días soleados y a nivel personal muy felices, con las palabras de Yasuf en mi cabeza, quizás ya estaban antes, y con la pena por esta Europa cada vez más irrelevante en el mundo –Trump, Putin, Xi, nos están sacando los colores todos los días– y, sobre todo, con el dolor por la falta de un liderazgo que nos haga salir de este charco en el que chapoteamos alelados, mientras otros brillan y a nosotros cada vez nos queda menos agua.
Sí, vuelvo de Londres, esa ciudad soñada un día, que fue un faro para mí. Siento por ella, ya no admiración, sino solo ternura. Como por esos hijos de la Gran Bretaña, cada vez más escasos, en los que nos hemos ido convirtiendo todos.


LECTURA: Disfruta ahora de "Regreso al Sauce curvo" a un precio excepcional, solo por unos días: https://t.ly/05tJH

lunes, 25 de agosto de 2025

¿PUEBLOS O CIUDADES?

 


Lo primero, agradecer a todos los espectadores la magnífica audiencia que han otorgado al vídeo homenaje a mi pueblo, https://www.youtube.com/watch?v=zgDVnjYkWt8 que anda ya en su primera semana por más de 1200 visitas en you tube, varias veces la población del mismo. 

Al hilo de su realización  escribí este artículo, seguro que los que habéis visto el vídeo lo entenderéis muy bien:

     ¿PUEBLOS O CIUDADES?

Si analizáramos los principales indicadores relativos a la población o a la economía de un país desarrollado, veríamos que las ciudades ganan a los pueblos por goleada, en un proceso de absorción que parece que no tiene fin.
Sin embargo, hay algunos brotes verdes que indican que algo está cambiando. La gente empieza a preguntarse cosas. No es oro todo lo que reluce en la gran ciudad: la gente huye de los pueblos porque dicen que no quieren estar solos, pero, ¿será cierto esto que afirmaba ya en el siglo XIX el escritor Henry David Thorau: “La ciudad es un lugar donde miles de personas están solas juntas”? ¿Y qué opinan de aquello que dijo el premio Cervantes Octavio Paz: “Las ciudades modernas solo son desiertos de gente”? Esos desiertos que solo producen soledad e incomunicación, llenos de grandes bloques donde no se vive “al lado de” sino unos encima de otros, como ya nos avisaba Eduardo Galeano: “Las ciudades se han convertido en jaulas verticales”.
Algún fan urbanita podría argumentar que, en los pueblos, aparte de que no hay gente, no hay nada para disfrutar de la vida. Pero, cada vez más ciudadanos se preguntan si no será que “las ciudades solo hacen que crear necesidades artificiales que solo llevan a angustias innecesarias”, como afirmaba el filósofo Jean Jacques Rousseau o que “producen un ruido tan alto que ahoga el alma de los individuos”, como resaltaba Fernando Pessoa.
Cada vez más gente piensa en este dilema: ¿Pueblos o ciudades? Y, más ahora, donde los precios inmobiliarios están no en las nubes, sino casi en las estrellas. Y se rascan la cabeza enfrentando las ventajas e inconvenientes de los pueblos:
Ventajas:
Tranquilidad: la ausencia de ruido, tráfico y estrés convierte a los pueblos pequeños, en auténticos refugios de paz.
Naturaleza: el contacto diario con el entorno natural favorece la salud física y mental.
Comunidad: aunque pequeña, la vida social en ellos es más estrecha y cercana que en las ciudades.
Coste de vida: en general, los gastos de vivienda y alimentación son menores que en zonas urbanas.

Desventajas:
Falta de servicios: muchos pueblos carecen de médico, escuela, farmacia o incluso tienda de alimentos.
Aislamiento digital: aunque mejora poco a poco, la cobertura móvil o de internet es deficiente en muchas áreas.
Escasas oportunidades laborales: salvo en sectores agrícolas o turísticos, el empleo es muy limitado.
Envejecimiento: la mayoría de la población supera los 65 años, lo que afecta al dinamismo y sostenibilidad local.

Y el escritor de este artículo, que respeta más que nadie el libre albedrío de la gente, deja que cada cual vaya sacando sus propias conclusiones para tratar de ser lo más feliz posible, que es lo que importa. Aunque él lo tiene muy claro desde hace tiempo: él se siente como uno de los privilegiados que tiene pueblo y ciudad, que nació en una comunidad pequeña, como Sacecorbo, donde todo el mundo se conocía y tenía a toda su familia alrededor, y aprendió a vivir de la austeridad, que solo significa como todo el mundo conoce: saber disfrutar mucho más de aquello que logras alcanzar, y guardar algo también para cuando las nóminas mengüen, esto sí que es desarrollo sostenible, que está tan de moda ahora. Y aprendió también a conocer y deleitarse con la naturaleza, ¡y tantas otras cosas!
Luego, aprendió a amar a una ciudad como Madrid, abierta a todo el que llega, competitiva pero llena de meritocracia, de oportunidades, de progreso, de grandes empresas, de formación y de mucho futuro. ¡Ay, pero que también sufre de las incomodidades, contaminación, ruido, estrés y mil puñales más que se te clavan en tu interior y que pueden amargarte la vida!
Cuando eso le ocurre, él tiene su remedio, piensa el escritor, su particular farmacia, su médico de cabecera, que es coger su coche y en un pispás acercarse a su pueblo. A Sacecorbo. Asomar por el cementerio y saludar a sus padres que yacen, solo dormidos cree él, rodeados de toda esa comunidad de personas que el escritor conoció y acompañó a su último destino, de niño, siendo monaguillo, y que todavía recuerda en qué casa vivió cada una y qué circunstancias la rodearon. Esa comunidad de los que se fueron, pero que siguen ahí, esperándonos, en ese barrio que es uno más del pueblo. Ahí nos reuniremos todos los que vivimos un día juntos, que es algo que jamás te podrá ofrecer la gran ciudad.
O tomarte un café sin prisas en el bar y charlar de cosas de hace cincuenta o sesenta años con un viejo compañero de escuela con el que te une más autenticidad y verdad que con cualquiera.
Recorrer los caminos, los senderos que llevan a la Barbarija, a Monseco o al Barranco de la Hoz, que es como recorrer toda tu vida de nuevo, ligero de equipaje, respirando un aire más puro que ninguno y una luz que ya quisieran en la Puerta del Sol.
O gastar unos días en las Fiestas de San Bartolomé, o “con el hombre orquesta”, de la Asociación de vecinos y jubilados, bailando esas canciones que llevan tu corazón y tu cabeza a aquellas primeras historias de amor que te han conducido a lo que ahora eres.
Sí, el escritor, cada semana, tiene que ir a segar, a regar el césped, como otros plantan tomates y cebollas que, en realidad, son solo la excusa para ir a nuestro pueblo, para escapar de lo que tiene de cárcel la gran ciudad y reencontrarte con tu esencia, con la inocencia y la ilusión de cuando eras un niño.
Por todo esto, el escritor piensa que quienes más pueden hacer por sus pueblos, –y esto no es eximir a nuestros gobernantes en absoluto que tienen que convertir la España vaciada de oportunidades en la España llena de esperanza–, somos los que nacimos allí, los que sabemos la bondad de sus vitaminas, de sus cielos abiertos, del tiempo que va más despacio y que hace más larga la vida. Y quién sabe si más feliz.
Seguro que ese contagio llega a otros que ya se están preguntando cosas. A otros, que nunca tuvieron pueblo, y sienten, cuando nos miran, la envidia de tenerlo.
Porque regresar a los pueblos, en mayor o menor medida, es algo que no nos podemos perder. Regresar es “volver – como dice el tango– con la frente marchita/ las nieves del tiempo/ platearon mi sien/. Sentir/ que es un soplo la vida/ que veinte años no es nada/ que febril la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te nombra. / Vivir con el alma aferrada/ a un dulce recuerdo…
Disfrutemos pues de nuestro pueblo a tope, los afortunados que lo tenemos, aunque vivamos lejos, y acérquense a ratos, si pueden, a las ciudades los que viven en él. El escritor, que ya tiene sus años, ha aprendido que en esta vida no debe quererse una cosa o la otra sino, precisamente, una cosa y la otra.
Tal vez, porque se acuerda de aquello que dijo el sabio: “el secreto de la vida feliz es tener muchas pasiones, pero ninguna dependencia”.
Así que, vivamos donde vivamos, no nos olvidemos nunca de gritar alto y fuerte, para que todo el mundo nos oiga, ¡que viva siempre también nuestro pueblo!
Porque así sea.

No dejéis de leer la trilogía de "El Sauce Curvo", cuyo primer tomo es "Memorias del Sauce Curvo" ambientada en mi pueblo de Sacecorbo, la disfrutaréis recordando vuestra niñez y juventud: https://shorturl.at/NTWHH,





domingo, 24 de agosto de 2025

TODOS L0S BESOS. FELIZ DÍA DE REGRESO

 


Hace unos meses preparé un vídeo con imágenes que me habían enviado algunos de los asistentes a la boda de mi hija, como un regalo a su regreso de su viaje de novios.

Hoy vuelve de nuevo, tras una segunda parte del mismo, solo por tantas vacaciones valdría la pena casarse y más si es con la persona de tu vida.

¡FELIZ REGRESO! ¡TODOS LOS BESOS Y TODOS LOS BUENOS DESEOS PARA VOSOTROS QUE ESTÁIS INICIANDO VUESTRO CAMINO!

Ahí va el vídeo con lo que escribí aquel día:

Todas las emociones. El tiempo, las estaciones, solo son una suma de emociones, de momentos pegados a los sentidos, alguien dijo, ahora no me acuerdo quién, que los sentidos son las ventanas del alma. Y el alma es esa incandescencia, ese rescoldo íntimo, que da calor, luz y energía a todo lo que somos.

Todos los besos. Besos de luz, de música, en la caída de la tarde. Hace tres semanas se casó mi hija. A ciento cincuenta metros de nuestra casa. La casó el mismo cura que a sus padres y ella llevaba la misma diadema de flores que su madre. El tiempo pasa pero no se va. Se queda prendido en las emociones de una tarde.

Hoy vuelve mi hija de viaje de novios y he querido regalarle a ella y a su marido este manojillo de imágenes, de luces, de besos y de emociones, de cuando salieron de la iglesia.  Han sido, no sé, seis o siete móviles diferentes, cuyos dueños han sido tan amables de enviarme las imágenes que grabaron de forma espontánea.  Mezclarlo todo ha sido un reto. Y un disfrute. El recuerdo es abrir de nuevo la caja de las emociones. Yo soy solo un artesano de lo que vi, de lo que sentí. Y me siento muy afortunado.

Ahí va, para este diario literario y personal, celebrando este día de regreso:TODOS LOS BESOS PARA ESTA JOVEN PAREJA:  https://youtu.be/82QexMZMJwU

Lo veo una última vez y me acuerdo de otro regalo que le hice poco antes de su boda. Sí, el tiempo no pasa. Solo es la misma emoción que gira sobre su eje, como hace la tierra todos los días. Pero, el tiempo sí nos da la oportunidad de intentar cumplir nuestros sueños.  Y yo le deseo que cumpla los suyos en él: 

https://youtu.be/Odmi8bXXbSQ?si=ebxLFwHuxsFVx5vP


sábado, 23 de agosto de 2025

¡BIENVENIDO A CASA!

 

Ya solo faltan unas horas para darte un fuerte abrazo, campeón. ¡Qué ganas!

Aunque solo sean unos días, y nada más llegar te vayas con tu amigo a San Sebastián en esa agenda frenética que siempre llevas contigo, como joven dinámico y emprendedor que eres. Disfrutaremos a tope estos momentos, mañana llega desde Francia tu hermana con Rubén y podremos juntarnos todos de nuevo. Por esto merece la pena dejar este año a San Bartolo solo en su pueblo, ya habrá otros años. 

Te ayudaremos con toda la logística y los preparativos para ese gran reto que te has impuesto: nada más y nada menos que subir al Kilimanjaro en la lejana Tanzania. Lo conseguirás, como guinda a este primer año de MBA, donde te has curtido tanto y has tenido tantas experiencias profesionales y personales. Disfruta de este minipermiso ¡y vamos a por el segundo año! Para nosotros será un placer estar a tu lado y celebrar el cumple de mamá a tu vuelta de San Sebastián todos juntos.

Cuando viniste las primeras vacaciones a Madrid las pasadas Navidades, escribí este post para este diario literario y personal. No puedo más que repetirlas, con el mismo videoclip de homenaje: ¡Bienvenido a casa, campeón!


¡BIENVENIDO A CASA, CAMPEÓN!

Vuelves como los antiguos expedicionarios, aquellos que iban en barco a descubrir nuevos mares. Sobre uno de ellos, escribirte tú un relato literario, ¿recuerdas? Vuelves en Navidad como los que emigran a abrir nuevos caminos, más amplios y de más recorrido, por los que luego transitar. Vuelves también para tomar un respiro y cargar las pilas para esa pelea por conseguir tu reto.

Y, nosotros, felices de verte de nuevo, aunque estemos en contacto a diario, podemos tocarte, abrazarte, estar juntos y pasar buenos ratos, lo mejor posible.

Así que, ¡bienvenido, campeón!

He preparado con el iMovie que tú me enseñaste a manejar, rebuscando en el desorden de cintas y fotos que tenemos, este homenaje para ti. ¡Ya apuntabas maneras entonces!

La digitalización que nos hicieron de las cintas no es muy buena, y el blog me permite poco peso, pero, aun así, brillas con todo tu esplendor. ¡Bienvenido a casa de nuevo! ¡Te queremos!

Ahí va, beautiful boy: