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domingo, 14 de septiembre de 2025
miércoles, 10 de septiembre de 2025
EMPIEZA NUEVO CURSO
Para mí los años empiezan como para los estudiantes: en septiembre. Así que hemos aprovechado el verano hasta donde hemos podido. Tras la última semana de agosto, muy intensa: visita de nuestro hijo londinense, dos cenas de cumpleaños, una boda y primera revisión de mi novela, nos hemos fugado, mi musa y yo, unos días a nuestra cabaña de Alicante. A darnos el último baño, despedirnos del verano y prepararnos para el presente curso. Unas fotos de recuerdo para este diario literario y personal:
De boda. Nos falta la cuarta de este año, en octubre.
Mi musa leyendo el borrador de mi novela, ya cayendo la anochecida en la playa.
Invitando a cenar a mi musa, en agradecimiento, en un restaurante de Altea.
Paseando frente al mar por el Albir.
Aterrizados en Madrid, me pongo al día en redes y me meto de hoz y coz con la revisión de mi novela y, sobre todo, seguimos en vilo el paso de los días, deseando que llegue el domingo. Hasta entonces, no sabremos nada de nuestro hijo, apagón informativo total, en su subida al Kilimanjaro, eso es ser joven, tenemos que asumir, enfrentarse a lo desconocido.
Entre tanto, me reconforto con los buenos ratos que hemos pasado este verano, tanto en nuestra visita a Londres, como en la suya a Madrid.
En la sepertina de Hyde Park.
Mostrando las oficinas de Fiera Infraestructure a sus padres en Londres.
Preparado para subir al Kilimanjaro:
Con mi musa en el Puente de Londres.
Después de cenar íbamos a dar un paseo cuando nos embargó el sonido de la música. Nos llegó reverberando entre las columnas, los espejos, el murmullo de la gente deambulando por el lobby del hotel.
Era una música en vivo y, mientras saboreábamos un par de combinados, tú observabas a las parejas que bailaban. En esa noche de alegría, de despreocupación, de vacaciones. Y me apretabas el brazo, como sé que lo haces cuando estás contenta.
La orquesta, quién sabe por qué, me recordó de golpe a la del Titanic. Dentro de no muchos años no quedaría nadie de los que allí estábamos. Dónde iría toda aquella alegría, la complicidad de los cuerpos, las caricias y los besos de todas aquellas parejas, que continuarían, luego, mucho más apasionadas, sin duda, al otro lado de las puertas de las habitaciones. Todo aquel barco se estaba yendo ya a pique, escorándose lentamente hacia el abismo. Los únicos cuerdos debían ser los músicos de la orquesta que tocaban «El último vals» y nunca abandonarían la nave. Estoicos y escépticos, mientras les llegaba el agua a la rodilla.
Sí, sólo quedaría la música de aquella noche en el recuerdo submarino de todos nosotros, pasadas unas décadas. En el silencio eterno que sólo recorren los peces.
Tal vez porque me viste triste, me apretaste el brazo un poco más: «Venga, vamos a bailar».
Sí, al final sólo quedaría la música de aquella noche. La fragancia de tu cuerpo entre mis brazos. Y el susurro de tu aliento en mi oído: «Sabes que te querré eternamente».
Entonces me pareció que el músico del violín sonreía. Yo ya lo había visto antes. Aunque dónde, cuándo.
A veces, pienso que ya he estado en los sitios, que todo es una repetición de algo ya vivido. Por eso me acerqué al músico del violín: «¿Qué es todo esto?».
Él me sonrió de nuevo y se acercó al micrófono: «Y como despedida, esta balada de Celine Lion: “Mi corazón seguirá”».
Sí, al final del final sólo quedará la música.
Y las estrofas que un día llenaron nuestro pecho bailarán entonces en las ondas que producen los peces: «El amor puede tocarnos una vez. Y durar toda una vida. Pase lo que pase, mi corazón seguirá…»
A veces, no sabes por qué, ves a tu pareja, o te ven a ti, llorar de una forma extraña. En una noche llena de alegría, de despreocupación. De vacaciones.
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jueves, 4 de septiembre de 2025
ÚLTIMO VIAJE A LONDRES: ESOS HIJOS DE LA GRAN BRETAÑA.
lunes, 25 de agosto de 2025
¿PUEBLOS O CIUDADES?
Lo primero, agradecer a todos los espectadores la magnífica audiencia que han otorgado al vídeo homenaje a mi pueblo, https://www.youtube.com/watch?v=zgDVnjYkWt8 que anda ya en su primera semana por más de 1200 visitas en you tube, varias veces la población del mismo.
Al hilo de su realización escribí este artículo, seguro que los que habéis visto el vídeo lo entenderéis muy bien:
¿PUEBLOS O CIUDADES?
Si analizáramos los principales indicadores relativos a la población o a la economía de un país desarrollado, veríamos que las ciudades ganan a los pueblos por goleada, en un proceso de absorción que parece que no tiene fin.
Sin embargo, hay algunos brotes verdes que indican que algo está cambiando. La gente empieza a preguntarse cosas. No es oro todo lo que reluce en la gran ciudad: la gente huye de los pueblos porque dicen que no quieren estar solos, pero, ¿será cierto esto que afirmaba ya en el siglo XIX el escritor Henry David Thorau: “La ciudad es un lugar donde miles de personas están solas juntas”? ¿Y qué opinan de aquello que dijo el premio Cervantes Octavio Paz: “Las ciudades modernas solo son desiertos de gente”? Esos desiertos que solo producen soledad e incomunicación, llenos de grandes bloques donde no se vive “al lado de” sino unos encima de otros, como ya nos avisaba Eduardo Galeano: “Las ciudades se han convertido en jaulas verticales”.
Algún fan urbanita podría argumentar que, en los pueblos, aparte de que no hay gente, no hay nada para disfrutar de la vida. Pero, cada vez más ciudadanos se preguntan si no será que “las ciudades solo hacen que crear necesidades artificiales que solo llevan a angustias innecesarias”, como afirmaba el filósofo Jean Jacques Rousseau o que “producen un ruido tan alto que ahoga el alma de los individuos”, como resaltaba Fernando Pessoa.
Cada vez más gente piensa en este dilema: ¿Pueblos o ciudades? Y, más ahora, donde los precios inmobiliarios están no en las nubes, sino casi en las estrellas. Y se rascan la cabeza enfrentando las ventajas e inconvenientes de los pueblos:
Ventajas:
• Tranquilidad: la ausencia de ruido, tráfico y estrés convierte a los pueblos pequeños, en auténticos refugios de paz.
• Naturaleza: el contacto diario con el entorno natural favorece la salud física y mental.
• Comunidad: aunque pequeña, la vida social en ellos es más estrecha y cercana que en las ciudades.
• Coste de vida: en general, los gastos de vivienda y alimentación son menores que en zonas urbanas.
Desventajas:
• Falta de servicios: muchos pueblos carecen de médico, escuela, farmacia o incluso tienda de alimentos.
• Aislamiento digital: aunque mejora poco a poco, la cobertura móvil o de internet es deficiente en muchas áreas.
• Escasas oportunidades laborales: salvo en sectores agrícolas o turísticos, el empleo es muy limitado.
• Envejecimiento: la mayoría de la población supera los 65 años, lo que afecta al dinamismo y sostenibilidad local.
Y el escritor de este artículo, que respeta más que nadie el libre albedrío de la gente, deja que cada cual vaya sacando sus propias conclusiones para tratar de ser lo más feliz posible, que es lo que importa. Aunque él lo tiene muy claro desde hace tiempo: él se siente como uno de los privilegiados que tiene pueblo y ciudad, que nació en una comunidad pequeña, como Sacecorbo, donde todo el mundo se conocía y tenía a toda su familia alrededor, y aprendió a vivir de la austeridad, que solo significa como todo el mundo conoce: saber disfrutar mucho más de aquello que logras alcanzar, y guardar algo también para cuando las nóminas mengüen, esto sí que es desarrollo sostenible, que está tan de moda ahora. Y aprendió también a conocer y deleitarse con la naturaleza, ¡y tantas otras cosas!
Luego, aprendió a amar a una ciudad como Madrid, abierta a todo el que llega, competitiva pero llena de meritocracia, de oportunidades, de progreso, de grandes empresas, de formación y de mucho futuro. ¡Ay, pero que también sufre de las incomodidades, contaminación, ruido, estrés y mil puñales más que se te clavan en tu interior y que pueden amargarte la vida!
Cuando eso le ocurre, él tiene su remedio, piensa el escritor, su particular farmacia, su médico de cabecera, que es coger su coche y en un pispás acercarse a su pueblo. A Sacecorbo. Asomar por el cementerio y saludar a sus padres que yacen, solo dormidos cree él, rodeados de toda esa comunidad de personas que el escritor conoció y acompañó a su último destino, de niño, siendo monaguillo, y que todavía recuerda en qué casa vivió cada una y qué circunstancias la rodearon. Esa comunidad de los que se fueron, pero que siguen ahí, esperándonos, en ese barrio que es uno más del pueblo. Ahí nos reuniremos todos los que vivimos un día juntos, que es algo que jamás te podrá ofrecer la gran ciudad.
O tomarte un café sin prisas en el bar y charlar de cosas de hace cincuenta o sesenta años con un viejo compañero de escuela con el que te une más autenticidad y verdad que con cualquiera.
Recorrer los caminos, los senderos que llevan a la Barbarija, a Monseco o al Barranco de la Hoz, que es como recorrer toda tu vida de nuevo, ligero de equipaje, respirando un aire más puro que ninguno y una luz que ya quisieran en la Puerta del Sol.
O gastar unos días en las Fiestas de San Bartolomé, o “con el hombre orquesta”, de la Asociación de vecinos y jubilados, bailando esas canciones que llevan tu corazón y tu cabeza a aquellas primeras historias de amor que te han conducido a lo que ahora eres.
Sí, el escritor, cada semana, tiene que ir a segar, a regar el césped, como otros plantan tomates y cebollas que, en realidad, son solo la excusa para ir a nuestro pueblo, para escapar de lo que tiene de cárcel la gran ciudad y reencontrarte con tu esencia, con la inocencia y la ilusión de cuando eras un niño.
Por todo esto, el escritor piensa que quienes más pueden hacer por sus pueblos, –y esto no es eximir a nuestros gobernantes en absoluto que tienen que convertir la España vaciada de oportunidades en la España llena de esperanza–, somos los que nacimos allí, los que sabemos la bondad de sus vitaminas, de sus cielos abiertos, del tiempo que va más despacio y que hace más larga la vida. Y quién sabe si más feliz.
Seguro que ese contagio llega a otros que ya se están preguntando cosas. A otros, que nunca tuvieron pueblo, y sienten, cuando nos miran, la envidia de tenerlo.
Porque regresar a los pueblos, en mayor o menor medida, es algo que no nos podemos perder. Regresar es “volver – como dice el tango– con la frente marchita/ las nieves del tiempo/ platearon mi sien/. Sentir/ que es un soplo la vida/ que veinte años no es nada/ que febril la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te nombra. / Vivir con el alma aferrada/ a un dulce recuerdo…
Disfrutemos pues de nuestro pueblo a tope, los afortunados que lo tenemos, aunque vivamos lejos, y acérquense a ratos, si pueden, a las ciudades los que viven en él. El escritor, que ya tiene sus años, ha aprendido que en esta vida no debe quererse una cosa o la otra sino, precisamente, una cosa y la otra.
Tal vez, porque se acuerda de aquello que dijo el sabio: “el secreto de la vida feliz es tener muchas pasiones, pero ninguna dependencia”.
Así que, vivamos donde vivamos, no nos olvidemos nunca de gritar alto y fuerte, para que todo el mundo nos oiga, ¡que viva siempre también nuestro pueblo!
Porque así sea.
No dejéis de leer la trilogía de "El Sauce Curvo", cuyo primer tomo es "Memorias del Sauce Curvo" ambientada en mi pueblo de Sacecorbo, la disfrutaréis recordando vuestra niñez y juventud: https://shorturl.at/NTWHH,
domingo, 24 de agosto de 2025
TODOS L0S BESOS. FELIZ DÍA DE REGRESO
Hace unos meses preparé un vídeo con imágenes que me habían enviado algunos de los asistentes a la boda de mi hija, como un regalo a su regreso de su viaje de novios.
Hoy vuelve de nuevo, tras una segunda parte del mismo, solo por tantas vacaciones valdría la pena casarse y más si es con la persona de tu vida.
¡FELIZ REGRESO! ¡TODOS LOS BESOS Y TODOS LOS BUENOS DESEOS PARA VOSOTROS QUE ESTÁIS INICIANDO VUESTRO CAMINO!
Ahí va el vídeo con lo que escribí aquel día:
Todas las emociones. El tiempo, las estaciones, solo son una suma de emociones, de momentos pegados a los sentidos, alguien dijo, ahora no me acuerdo quién, que los sentidos son las ventanas del alma. Y el alma es esa incandescencia, ese rescoldo íntimo, que da calor, luz y energía a todo lo que somos.
Todos los besos. Besos de luz, de música, en la caída de la tarde. Hace tres semanas se casó mi hija. A ciento cincuenta metros de nuestra casa. La casó el mismo cura que a sus padres y ella llevaba la misma diadema de flores que su madre. El tiempo pasa pero no se va. Se queda prendido en las emociones de una tarde.
Hoy vuelve mi hija de viaje de novios y he querido regalarle a ella y a su marido este manojillo de imágenes, de luces, de besos y de emociones, de cuando salieron de la iglesia. Han sido, no sé, seis o siete móviles diferentes, cuyos dueños han sido tan amables de enviarme las imágenes que grabaron de forma espontánea. Mezclarlo todo ha sido un reto. Y un disfrute. El recuerdo es abrir de nuevo la caja de las emociones. Yo soy solo un artesano de lo que vi, de lo que sentí. Y me siento muy afortunado.
Ahí va, para este diario literario y personal, celebrando este día de regreso:TODOS LOS BESOS PARA ESTA JOVEN PAREJA: https://youtu.be/82QexMZMJwU
Lo veo una última vez y me acuerdo de otro regalo que le hice poco antes de su boda. Sí, el tiempo no pasa. Solo es la misma emoción que gira sobre su eje, como hace la tierra todos los días. Pero, el tiempo sí nos da la oportunidad de intentar cumplir nuestros sueños. Y yo le deseo que cumpla los suyos en él:
https://youtu.be/Odmi8bXXbSQ?si=ebxLFwHuxsFVx5vP
sábado, 23 de agosto de 2025
¡BIENVENIDO A CASA!
Ya solo faltan unas horas para darte un fuerte abrazo, campeón. ¡Qué ganas!
Aunque solo sean unos días, y nada más llegar te vayas con tu amigo a San Sebastián en esa agenda frenética que siempre llevas contigo, como joven dinámico y emprendedor que eres. Disfrutaremos a tope estos momentos, mañana llega desde Francia tu hermana con Rubén y podremos juntarnos todos de nuevo. Por esto merece la pena dejar este año a San Bartolo solo en su pueblo, ya habrá otros años.
Te ayudaremos con toda la logística y los preparativos para ese gran reto que te has impuesto: nada más y nada menos que subir al Kilimanjaro en la lejana Tanzania. Lo conseguirás, como guinda a este primer año de MBA, donde te has curtido tanto y has tenido tantas experiencias profesionales y personales. Disfruta de este minipermiso ¡y vamos a por el segundo año! Para nosotros será un placer estar a tu lado y celebrar el cumple de mamá a tu vuelta de San Sebastián todos juntos.
Cuando viniste las primeras vacaciones a Madrid las pasadas Navidades, escribí este post para este diario literario y personal. No puedo más que repetirlas, con el mismo videoclip de homenaje: ¡Bienvenido a casa, campeón!
¡BIENVENIDO A CASA, CAMPEÓN!
Vuelves como los antiguos expedicionarios, aquellos que iban en barco a descubrir nuevos mares. Sobre uno de ellos, escribirte tú un relato literario, ¿recuerdas? Vuelves en Navidad como los que emigran a abrir nuevos caminos, más amplios y de más recorrido, por los que luego transitar. Vuelves también para tomar un respiro y cargar las pilas para esa pelea por conseguir tu reto.
Y, nosotros, felices de verte de nuevo, aunque estemos en contacto a diario, podemos tocarte, abrazarte, estar juntos y pasar buenos ratos, lo mejor posible.
Así que, ¡bienvenido, campeón!
He preparado con el iMovie que tú me enseñaste a manejar, rebuscando en el desorden de cintas y fotos que tenemos, este homenaje para ti. ¡Ya apuntabas maneras entonces!
La digitalización que nos hicieron de las cintas no es muy buena, y el blog me permite poco peso, pero, aun así, brillas con todo tu esplendor. ¡Bienvenido a casa de nuevo! ¡Te queremos!
Ahí va, beautiful boy:
jueves, 21 de agosto de 2025
HOMENAJE: QUIEN HAYA NACIDO EN UN PUEBLO LO SENTIRÁ COMO PROPIO.
viernes, 15 de agosto de 2025
EL CIELO
Cuando éramos pequeños nos tumbábamos en la hierba, o en suelo de la plaza, y mirábamos el cielo. Cómo pasaban las nubes o, en el atardecer, volaban, llenos de vivacidad, los vencejos. Y, entonces, nosotros cerrábamos los ojos y, luego, después de un rato, los abríamos a ver cuánto había cambiado el mundo. Dónde estaba aquella nube regordeta, que era como una vaca con unas tetas enormes, o si el sol había doblado ya la esquina del campanario y quedaba, en aquel instante, partido en dos, sacando aquellos brillos misteriosos e incandescentes de la campana. Y del reloj de la torre.
Aunque no lo sabíamos entonces, debía ser ya el destino, incierto, caprichoso, imprevisible, que nos sobrevolaba a todos nosotros, diminutas hormigas indefensas y confiadas, mirando al cielo. Destino, muchas veces alegre, juguetón, risueño. O, a veces, doloroso. Como aquel día.
Se acercó tu primo pequeño.
«Terele —como así te llamábamos—, vete a casa, tu madre está muy mal».
Y nosotros te observamos un momento cómo te levantabas. Y, luego, continuamos soñando con las nubes de algodón y misterio. Y con los vencejos, esos bullebulles alados, que eran tan veloces como nuestra imaginación de entonces.
Y, luego, todo pasó tan deprisa. Aquel sonido de campanas: ding, dong, con una pausa grande en el medio, llena de lutos, de suspiros y de lágrimas.
Tardaste en venir con nosotros. A tumbarte y ver el cielo. Tal vez era ya otra estación. Te pusiste a mi lado. Y me di cuenta que no cerraste nunca los ojos. Torpemente, te pregunté:
«¿Es que ya no confías en el cielo?».
Ojalá me hubieras dicho que no. Que ya no confiabas. Solo me miraste como una chica mayor, como si estuvieras ya mucho más lejos.
Te fuiste como quien se aburre de un entretenimiento infantil y caduco. Y, quién sabe por qué, poco a poco, todos dejamos de jugar a aquel juego. Yo fui el último. De hecho, todavía lo hago. Y no es porque me hayan dado menos palos que al resto.
Simplemente, me gusta mirar el cielo. Como otros juegan a las cartas o ven la televisión. Mientras, la vida también pasa. Yo la veo mirando las nubes, o a los hijos de los hijos de los hijos de aquellos vencejos, que siguen volando tan rápido como entonces, tan lejos como mi imaginación pueda llegar.
Disfruta leyendo: REGRESO AL SAUCE CURVO:https://t.ly/05tJH
jueves, 7 de agosto de 2025
VERANO
Muy ocupado estos días, con mil temas menores, pero que tenía abandonados desde no sé ni cuándo. Terminé mi novela, ahora está en periodo de reposo, como mi dedo, que no mejora tanto como quisiera porque sigo escribiendo, aunque sea a la pata, digo al dedo, cojo.
Lo que sí he hecho es regalarme mi premio, nuestro premio, porque mi musa y yo vamos en el mismo barco en esto. En septiembre, nos iremos ocho días a un país europeo, de los pocos que no conozco.
Tenía la ilusión de conocer también las cataratas del Iguazú y recordar Buenos Aires, pero, al final, tendrá que ser al año que viene. Bien apuntado queda.
Tengo pendiente escribir sobre mi reciente viaje a Londres, a veces pienso en reunir mis artículos para un libro: "Viajes de un escritor". A ver si así tiro de mí. Muy aleccionador ha sido, per se, y sobre los problemas de la emigración. A ver si tengo tiempo, y dedo, un día de estos.
Unas cuantas fotos de recuerdo y para que no se me olvide.
En la London Business School
Junto al parlamento:
Tengo la sensación de que se nos pasa el verano, buscando en mis archivos, uno tiene ya tanta obra que puede encontrar en ella casi todo lo que se le ocurra, he encontrado este post que me viene como anillo al dedo. Ahí va, con mis más sinceros deseos de que disfrutéis de lo que queda del verano.
VERANO

viernes, 1 de agosto de 2025
PRIMER ANIVERSARIO