Mi novela sigue ascendiendo por las cumbres que llevan a la meta. Todavía distante. Llevo la mitad, más o menos. Tal vez por eso siento la atracción del abismo de dejarlo. A medias como se suele decir, como se dejan las cosas.
Es capital que hoy incline la balanza, me digo. Me levanto pronto, con los mejores propósitos. Las petunias me esperan. Ellas son los primeros seres con los que hablo todas las mañanas. En ellas, en su belleza, en su sencillez y resignación, –no se quejan ni de la altura ni de la orientación que yo, ignorante total, les doy–, encuentro la fuerza para enfrentarme a mi destino de cada día.
Mientras nos hablamos yo les pongo música, que sé que les gusta. Hoy, está canción de amor que se titula "Tú", que no va dirigida a ninguna mujer, sino a ellas, como digo. Y que ellas, halagadas, quiero decir bien regadas de agua ya y de confidencias, me devuelven y la redirigen hacia mí, para elevarme la moral, según me susurran, moviendo esos pétalos al viento que son una obra perfecta de la creación.
Pero, hete que a mí, tras escucharla bien, lo que menos me apetece es entrar en mi despacho y ponerme a aporrear las teclas y contar la vida de Elisa, la protagonista, a la que también quiero, pero, hoy, menos que a mí mismo.
Así que cojo y me voy a una cita que tengo todos los martes, a la que no siempre acudo, con unos viejos compañeros de trabajo como yo, y desayunar con ellos y contarnos nuestras vidas de viejos guerreros, perdón, no quería decir viejos, sino seniors.
Hoy la conversación ha sido muy interesante, tengo que reflexionarla con las petunias mañana, me digo. He vuelto caminando por la calle contento, cuarenta y cinco minutos, que no está nada mal. Pero, en vez de ponerme a escribir me he puesto unas cortecitas y unas patatitas fritas con un par de copas, o tres, no estoy seguro, de vino, apenas bebo, pero hoy me apetecía darme un pequeño homenaje.
Como con mi mujer, me comenta que ya tenemos los billetes para ir a ver a nuestro hijo a Londres en dos semanas, eso sí que me pone, así que para celebrarlo me trajino un par de helados de chocolate doble, que me encantan y me echo media hora de siestecita.
Después de estos pequeños momentos hedonistas de escritor frente a la hoja en blanco, me dirijo a mi despacho, donde me espera mi ordenador con Elisa dentro, a quien me gustaría dar toda la vida que se merece. Pero, antes, para ejercitarme, escribo en un pispás estas líneas de un tirón y me pongo a mi misión. Creo que hoy inclinaré el fiel de la balanza y habrá novela. ¡Por Dios que la habrá!
Las petunias me animan con su canción: "Eres tú". https://www.youtube.com/watch?v=5TwAyUCJbl8
¡Ahí vamos!
Ah, y para los que tenéis la suerte de iros de vacaciones, que seáis muy felices en ellas. Y, si sois lectores, descargaros un libro al que quiero mucho: "Mil palabras para la felicidad", seguro que seréis todavía más felices. Tanto como os merecéis.
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