LUMINOSO DÍA
Amanece amarillo y azul,
tu pelo sobre
la almohada de sueños,
te beso y abres los ojos,
los cierras,
y, sin verme,
me sonríes.
Suena el despertador,
a destiempo,
como un chirrido
del mundo real
que nos espera.
Lo metes en el cajón de la mesilla,
como a un niño travieso y castigado,
me echas los brazos por el cuello,
te acercas,
solo me susurras:
Y, ahora, ámame,
como si
todavía
fuera
domingo.
De: "Treinta y cinco gramos de oro"
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