miércoles, 9 de marzo de 2022

LITERATURA CLANDESTINA (III)

 



EN LA TERRAZA

Las tardes, después de regar, contemplo el cielo. Antes, las plantas me han mirado satisfechas, agradecidas. Me ofrecen la sencillez profunda de su belleza verde y amarilla. Aparentemente solo necesitan el agua que yo les doy, qué bien. Lo que más me impresiona es su silencio persistente, abnegado, eterno. Quizás hablan a veces con la brisa, que viene y que va, que las mueve, hacia aquí y hacia allá, también con las mariposas que se posan sobre ellas levemente, o con mi regadera, que es como una nube cercana, personal y directa que se esponja sobre sus quietas, orgullosas y ávidas hojas. Pero qué decir de esos coloquios, esa discreta música no llega a mis oídos toscos, atrofiados y, a mi pesar, ajenos.

Después está el cielo sin fin que me hermana con las plantas verdes, también con esa bandada de vencejos zigzagueantes sobrevolando a la altiva urraca, que los mira sin pestañear desde la antena solitaria. También, después de todo, con esa fila de hormigas que caminan laboriosas y diligentes sobre la balaustrada persiguiendo no sé qué fin.

Tarde a tarde busco el cielo para refugiarme y consolarme, y también para compensarme, del fracaso penoso de cada día. ¡Tanta energía gastada en la dirección equivocada! Alienado por el estrés, enajenado y engañado por todos los señuelos, por todas las trampas, por todas las obediencias que conscientemente asumo, solo en el cielo breve que acompaña mis últimas horas me congracio con la vida, siento que me uno, gozoso, al latido íntimo que gobierna el corazón del universo, tranquilo, eterno y, sin embargo, tristemente fugaz.


DOS TIPOS DE PERSONAS

Sabrás que hay dos tipos de personas: las transcendentes, de grandes ideas, profundos discursos, despistados del día a día, inquietos y desdichados que hacen infelices a quienes les rodean, particularmente a las mujeres que se prendan del perfume de su enfermiza disconformidad y tristeza y los otros, los que laboran, se afanan por el progreso de sus más allegados, constantemente, duramente, hasta terminar el día agotados, desembocando en ese dulce sueño y tan apegados a su respirar, que no tienen tiempo, pero tampoco ganas, de construir grandes frases de ida y vuelta que a ningún sitio han de conducir.


LO MEJOR DE TI

¿Tú también dices, es que tú también crees que solo una vez das lo mejor de ti? ¿Como la fruta que adquiere su grado de color y sabor en esa precisa tarde que tú la ves y la coges y la degustas, llenándote, complaciéndote de esa forma total que nunca más sentirás durante ese largo verano?

¿Tú también sientes que después de ese clímax, de ese momento mágico, todo es ladera, o aún pendiente abrupta, o quizás sinuosa revuelta o, qué sé yo, solo disfraces que ocultan la cadenciosa decadencia que conduce a la edad de los recuerdos y de la nostalgia húmeda y evocadora, reconfortante y tristemente inútil?