jueves, 14 de abril de 2022

LEJOS DEL SAUCE CURVO

 




Sede del B.de Bilbao en Plaza de Sevilla


LEJOS DEL SAUCE CURVO

Estaba dándole vueltas a cómo sacar a la luz mi diario adolescente que apareció hace unas semanas entre un montón de papeles antiguos. Y lo mismo me ocurría con mucha de mi literatura “no publicada” a la que yo denomino, por ello, “clandestina”.

Por fin, en uno de esos meandros típicos de la reflexión literaria, he encontrado un proyecto atractivo para ambas. Formarán parte de la documentación de mi novela “Lejos del sauce curvo”, que será una continuación de la, para mucha gente, más entrañable de mis obras: “Memorias del sauce curvo”. Era un proyecto en el que había pensado desde hace tiempo y que, ahora, con esta inundación de recuerdos de la época, justamente posterior a la que narro en Memorias, voy a animarme por fin a ello. No me pongo plazos. Quiero que sea una creación libre y sin apresuras. Y tampoco me pongo la obligación de terminarla. Sólo quiero el placer de trabajar en ella. Que las olas me lleven o no a la playa dependerá de eso, del oleaje, y de su fuerza.

Así que vuelve Germán. Un personaje con el que me he encontrado muy cómodo en la niñez, veremos ahora con la inestable y huidiza adolescencia. Un personaje donde deberán tener cabida muchas experiencias adicionales a las mías propias.

Nunca me han gustado las biografías, y menos las autobiografías. Hay muchas realidades para imponer una sola visión de las mismas. Lo que pasó en aquellos momentos fue una cosa, lo que yo recordaba, otra; lo que yo escribí, una más, y lo que yo entiendo ahora, al leerlo, otra absolutamente dispar. Todas son importantes, todas llevan su germen de verdad. Dejemos al autor que las combine como le dicte su sentido literario. Como me dijo un amigo: “Paco, al final, todo en ti es literatura”. Sí, esa es mi verdad. Así la vivo y la disfruto mucho más. Así me conecto mucho mejor con los lectores, con los que me conocen y con lo que no, que ya son la inmensa mayoría. Desde la autenticidad, por supuesto. Desde la libertad creativa, también.

Pero hoy no puedo dejar de transcribir, literalmente, algunas de las reflexiones de este diario adolescente del mes de octubre de 1974, yo llevaba un año en Madrid, tres meses trabajando en el antiguo Banco de Bilbao y acababa de empezar, en esos días, primero de Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad Autónoma. Últimos estertores del franquismo. Huelgas laborales y universitarias por doquier.

10 de octubre, jueves: “Me ha sorprendido la conversación de Leandro (nombre ficticio) en el metro, cuando volvíamos a casa los dos de trabajar. Qué pena que solo hayamos compartido cinco estaciones. Me ha cogido a contrapié, me ha costado sintonizar y captar el momento. No sabía nada de su seriedad ni de sus cosas. Como yo, y como muchos, se encuentra hastiado de este sistema burgués. Me ha dicho su idea de irse a Inglaterra siquiera “por dar una patada” a todo esto, a pesar de la irremediable vuelta a lo mismo. Espero continuar esto otro día con él. Me parece un hombre enorme”.

11 de octubre, viernes: “He aportado 100 pesetillas para una chica del banco que se encuentra en la cárcel. La pescaron en Vallecas, haciendo una huelga de hambre en una iglesia con otras 500 personas. No tengo idea de más. Tiene un mes de prisión o 100.000 pesetas de fianza. El banco, si no aparece el próximo día (que hace el quinto) a trabajar, la echa. Me gusta la solidaridad, aunque me ha costado lo mío dar el dinero, sobre todo tanto. Me ha animado que casi todos los jóvenes del banco, los mayores son otra cosa y, en parte, lo entiendo, tienen sus obligaciones, lo daban. Me gustaría eso: dar sin ver ni conocer”.

14 de octubre, lunes: “Principio de semana, se me hace algo duro. El horario da para pocas cosas. La semana que viene empezaré ya el turno en la universidad. Así que de 8 a 15 h en el banco, y de 15,30 h a 21 h en la universidad. La semana pasada, cuando me lo comunicaron, me asusté. Estuve a punto de dejarlo. Me encontraba terriblemente cansado, se me están juntando demasiadas cosas. Con papá discutí como nunca. Me han animado enormemente. Incluso la mayor parte de los días él me recogerá con su coche en la puerta del banco y me llevará a la universidad para que no pierda ninguna clase. Hasta que cumpla los dieciocho y me saque el carnet. ¡Cómo me alegro por las 18 estaciones de Metro y el autobús! Vi a la familia entera unida para ayudarme, darme ánimos. Me gustó mucho”.