de arrastrar su piedra.
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sábado, 5 de julio de 2025
MEMORIA
de arrastrar su piedra.
viernes, 4 de julio de 2025
LUMINOSO DÍA
De: "Treinta y cinco gramos de oro"
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martes, 1 de julio de 2025
UNOS DÍAS EN EL SUR
El escritor acaba de regresar de uno de los lugares más al sur de España, justo en la frontera entre Málaga y Cádiz, frente a Sotogrande, Gibraltar y África. Se acuerda de la película del maestro Erice, El sur, todo añoranza sobre esta tierra.
Desde hace mucho necesita ir todos los años allá, aunque sea unos días solo. Recorrer los olivares de Jaén, el misterio de Granada, la luz de Málaga, la gracia de Cádiz... Todos estos lugares han tenido su sitio en su obra, la poesía del maestro sevillano Antonio Machado en El día que fuimos dioses, las callejas de Cádiz en El cazador de la Patagonia, esta frontera gaditano malagueña en ambas novelas...
Madrid tiene una luz bellísima, la luz de Velázquez, pero la de Marbella y Cádiz es inmensa. El escritor sale a la terraza de la que fue su casa de vacaciones un tiempo, ahora la gestiona un hotel, y él puede ir y nutrir su nostalgia en el mismo lugar donde fue más joven y dejarse inundar por los brillos del Estrecho que le llevan a África.
Puede bajar a la playa, una cala casi virgen, de pescadores, la llaman la cala de la Sardina, y pasar el día allí contando las olas y quién sabe si la vida. Respirar el aire y la sal, sentir el estremecimiento del agua, mirar la vida a su alrededor: ese padre, tal vez divorciado, que pasa las vacaciones con su hija de quince años que se le está yendo de las manos y no sabe qué hacer, solo le echa la bronca, esos abuelos rodeados de nietos: "Celia, quién te ha comprado ese bañador tan bonito", "Tú, abuelo", y los dos abuelos se miran entre sí, orgullosos. Esa pareja británica, él un tiarrón, tal vez de Escocia, ella, una rubia blanca y delicada, tal vez de Oxford, o de Canterbury, en ambas ciudades el escritor aprendió inglés, hace tantos años que ya no quiere recordarlo, que se miran en silencio, son una pareja reciente, todavía no saben cómo administrar esos silencios que el tiempo mete de repente entre los dos, ella saca las cartas y hace un solitario, él tira piedrecitas al agua... ¡El escritor podría escribir una novela entera con lo que está viendo! Comer en el chiringuito, "¡para mí, calamares al espeto!, ¿y para ti, reina?", luego cenar en el pueblo de pescadores, marisco de la tierra, gambas, coquinas... pasear bajo las farolas, mientras los vecinos toman el fresco y los miran pasar. Regresar a casa, aunque sea un apartamento de hotel, y disfrutar de esa compañía de tantos años, cada vez más sedosa, como si el viento del tiempo hubiera suavizado sus aristas, y dejarse llevar por ese murmullo del mar, con su voy y vengo eterno... La felicidad es una cosa simple, llena de cosas sencillas... No sé quién lo dijo..., piensa, a lo mejor no lo dijo nadie, se le ha ocurrido a él esta noche, mirando el mar nocturno del Estrecho.
Pero, hoy, el escritor ya solo pensaba en regresar. No ha escrito una sola línea estos días, solo vivido, se dice para compensar. Pero su obra le espera. El destino no es mirar el mar eternamente, sino cumplir con su misión.
Así que llega a su casa de Madrid y, tras ayudar a su mujer con las maletas, acude a su ordenador, como si de un imán magnético se tratara, que le impulsa a sentarse frente a él y continuar con su libro
. Pero, antes, no puede evitar dejar grabado el recuerdo de estos días sencillos, y felices, cuyo aroma todavía le ronda en su cabeza. Y en su corazón.
Mañana será otro día. Se levantará pronto y arremeterá con su novela que le espera, como la amante posesiva que ha sido postergada por su mayor enemiga, que es la realidad.
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martes, 24 de junio de 2025
LA ATRACCIÓN DE LO INUSUAL
Esta mañana, mientras riego las petunias, poco, porque a lo mejor hay lluvias por la tarde, pienso en los viajes. En esa atracción insondable que ejercen sobre nosotros, al menos sobre mí.
El domingo estuve en El Sauce, regando y cortando el césped, es una obligación como otra cualquiera para ir todas las semanas en verano por allí, aunque a veces sea en el día. Un compañero de escuela me decía: "Paco, idealizamos los viajes como lo hacíamos con aquellas chicas que vivían lejos o, simplemente, que se hacían las distantes e inaccesibles con nosotros, ¿recuerdas? Pero, si lo piensas bien los viajes no te ofrecen tanto, si los bajas a ras de tierra, como lo que te cobran por ellos".
Yo, mañana me voy de viaje, y no puedo estar más en desacuerdo con mi amigo. Idealizamos los viajes, sí, como a todas las cosas que nos merecen la pena, no siempre idealizábamos a las chicas distantes, solo, ojo, a aquellas que nos gustaban, y que las hubiéramos idealizado igual, o adorado que quiere decir lo mismo, si hubieran estado cerca. Pero, sí estoy de acuerdo en la atracción de lo inusual; más que de lo distante de lo distinto. Eso que nos hace cambiar el paso siquiera por unas jornadas.
Continuaba mi amigo: "A los cuatro días de estar allí, quieres volver: duermes mejor en tu cama, te sientan mejor tus comidas, estás más cerca de los tuyos. Los viajes son cosa de estudiantes y jóvenes inmaduros. Yo prefiero invertir en mi día a día". Ahí, en las palabras de mi amigo es donde veo yo el segundo mayor aliciente de los viajes.
Viajas con la esperanza de romper con la rutina y la grisura que te rodea. Alejarte de los problemas que te ahogan, disfrutar del encanto de un nuevo sitio, idealizado, sí, pero qué más da, al final es la droga dura que necesitas para reinventarte.
Y, cuando el efecto de la droga se va pasando, es cuando añoras el volver, como decía mi amigo, pero con la idealización de tu hogar de nuevo. De la comodidad de tu casa, de tu cama, de la compañía de tus amigos de siempre, de recuperar tus costumbres. Y eso tiene un valor incalculable: volver con la pila cargada, con una mirada nueva sobre las cosas de siempre que te hará cuidarlas y valorarlas como nunca.
Con un viaje compras una doble ilusión: la de la ida y la de la vuelta. Y eso tiene un precio en tu bolsillo, claro. Como todo lo que compras.
A mí me gusta trabajar, y ahorrar, para inyectarme esa doble ilusión de vez en cuando. Al final, me dicen las petunias a gritos con la belleza de sus flores, el secreto de la vida es añadir ese colorido extra, ese enamoramiento idealizado que hace que cada día no solo sea un mero acercamiento a la muerte, sino que tenga el valor de ese chispazo de un rayo de sol cuando amanece, que inaugura un nuevo día lleno de sueños.
NOVELA: para los lectores de mis obras, mi novela crece cada día, aunque menos rápido de lo que me gustaría, la vida me saca de mi soledad de escribiente de vez en cuando. Me la llevaré a este viaje al Sur, con la promesa a mi mujer de que solo escribiré durante una hora, antes de que se levante ella y desayunemos juntos. Algo es algo.
CANAL DE YOU TUBE: Estoy reagrupando en mi canal cosas que tenía dispersas, particularmente booktrailers de mis novelas que estaban en otros cuentas y proyectos novedosos de cine. Iré completando en las próximas semanas. https://www.youtube.com/channel/UCd5x7eYfToKKi-8IHT1NeNA
FOTOS: La terraza del apartamento al que voy, enfrente de Sotogrande (Cádiz) y orgulloso de mi césped en El Sauce, tras segarlo y regarlo, como se merece.
www.franciscorodrigueztejedor.com
viernes, 20 de junio de 2025
LA TERCERA PARTE
domingo, 15 de junio de 2025
ESCRIBIENDO Y VIVIENDO
Una de las normas que me tengo impuesta cuando escribo el primer borrador es: escribir todos los días, sin dejar ni uno solo, para favorecer la inmersión en la historia.
En la novela que empecé a escribir el día 1 de junio, pero que lleva en mi cabeza varios años, no lo estoy cumpliendo. A medida que uno envejece, le cuesta más abandonar la vida y recluirse como un monje tibetano en sus mundos interiores, quiere decirse literarios. Tal vez, porque se es consciente de que le queda poco y quiere atesorar todos los instantes, especiales eso sí, los normales importan menos, que la vida le pone por delante.
Así que echo la vista atrás y hay un ramillete de días que no he escrito ni una palabra pero, he vivido: la visita inesperada de mi hijo que relataba hace poco en este diario literario y personal, una boda marchosa, donde disfruté como un chaval hasta las seis de la mañana...¡en la disco!, ¡qué dura fue la resaca!, un par de visitas a El Sauce, el césped crece y hay que segarlo y regarlo, no acabo de configurar bien el riego automático, mi mujer me dice que todo es una excusa para visitar mi pueblo, la verdad es que me gusta pasar un día de vez en cuando en él, más no, porque me aburro, hablar con antiguos amigos de escuela y juventud, filosofar con ellos sobre la vida, sobre aquel pasado y sobre lo que nos queda, acordarme de mis padres y de los múltiples recuerdos de ellos que me rodean por doquier, respirar ese aire y ese sol tan limpios, tan puros..., pensar en mis personajes mientras siego el césped con la segadora, conducir por aquellos caminos y carreteras que tanto significan para mí, etc...
Hoy hago el recuento de palabras y llevo unas veinte mil, en torno a un veinte por ciento. Uno es ya solo oficio, como dijo no sé quien que ahora no recuerdo. Sí, cada vez escribe uno con más oficio, es cierto, se es más productivo con menos tiempo. O, quizás, me gusta pensar que uno es ya solo literatura: cuando escribe y cuando disfruta, y ya no necesita trazar ninguna línea divisoria en su vida. En fin, de alguna manera hay que ilusionarse para vivir este último tranco de la existencia. Yo hoy le doy a la tecla y, cuando me canso, pienso en el Sur, todos los años voy una semana por allí. En la frontera entre Málaga y Cádiz hay un apartamento con unas vistas sobre Gibraltar y África que me enamoran, una cala de pescadores donde pasear y darse un chapuzón, un restaurante de pescado fresco, de allí mismo, donde saborear unas coquinas, o unas almejas. Columpiarse en una rayo de luna que brinca del mar a tus ojos. Llenarte de la juventud de antes con tu pareja de siempre, sí, hay muchas cosas más allá de escribir... Iré a finales de junio, si nada se tuerce.
Y, para julio, estamos pergeñando un viaje toda la familia a Londres a ver a nuestro retoño. Sí, son respiros momentáneos, alejamientos de mis personajes literarios que necesitan mi aire para respirar y yo necesito renovarme fuera para traerles a ellos lo mejor de mí mismo.
sábado, 7 de junio de 2025
DÍAS INESPERADOS
Cuando tienes un hijo viviendo en el extranjero hay una alegría doble para compensar su ausencia. Que se acuerde de ti y te llame por teléfono, ahora también puedes verte con el vídeo, o que te regale una visita inesperada, fuera de las vacaciones.
Yo no puedo quejarme de lo primero: hablo con él todos los días y varias veces. Sigo estando en su vida y él en la mía. Como yo digo, hablamos inclusive más que antes: cuando vivíamos bajo el mismo techo en Madrid, donde, a veces, cada uno estaba en su mundo y solo cruzábamos monosílabos por los pasillos. Eso sí, de vez en cuando, nos dábamos un paseo por unas callecitas muy tranquilas de chaléts y poco tráfico que hay en nuestro barrio, y así nos poníamos al día.
Pero las visitas fuera de turno son otra cosa. Nuestro mundo, el de su madre y el mío, se para y gira todo a su alrededor. Le organizamos su agenda: médicos, fisio, peluquero, tiendas de ropa, comidas con familia etc. Son días intensos en que se condensa y se diluye tanta ausencia que nos espera luego. Todavía le queda hasta Navidad en la London Business School y luego hasta junio en la Wharton de Philadelphia.
O eso creíamos nosotros, en esta visita nos está anticipando, y convenciendo, de que no volverá a España en algunos años. Hay más oportunidades fuera, salarios mucho más altos, y está en la edad y en la situación de hacerlo.
Así que yo ya me he hecho a la idea y rogando, además, que siga acordándose de nosotros y nos llame tan a menudo como ahora. Y nos regale, de vez en cuando, estas visitas inesperadas que nos llenan de verdor y alegría.
FOTOS: en uno de nuestros últimos viajes juntos, el pasado verano en el Cañón del Colorado.