jueves, 12 de septiembre de 2013

INSTANTES








INSTANTES

Nunca olvidarás el momento mágico de cuando descubriste el secreto del tiempo.
Un hombre dura, ¿cuánto? ¿Treinta, treinta y cinco mil días? Parecen muchos. Pero,  comparados con qué.
Hay diez mil olas que baten la arena,  cualquier jornada tranquila de vacaciones, en  la playa donde vamos. Y millones de estrellas en el firmamento.
Por eso, porque no son muchos,  siempre y, últimamente más,  ha habido  este ansia de exprimir el tiempo.
De sacarle su jugo.  De exprimirlo como a una naranja. Hasta que no quede ni una gota. Eso es vivir. Eso es vivir bien,  parecen decir.

Pero tú recuerdas aquel día. Aquel día mágico. Donde descubriste la unidad del tiempo.
El instante es como una foto, el fotograma, en una película.
Y a eso dedicas tu atención, tu empeño. Un buen encuadre, una buena luz. Sin que te tiemble el pulso. Sin que te agobien las prisas.

Nadie sabe hasta cuando durará su película. Y no se trata de meter en ella, por eso, mucho de todo: muchas aventuras, muchas amantes, muchos países, muchos amigos….muchas secuencias. Al final eso solo es posible como en las películas  antiguas del cine mudo, y en las actuales  y malas, yendo a trompicones y gastando poco metraje. Para que dure más.

Tú descubriste, por el contrario, que lo que  te gusta es la cámara lenta que, a pesar de su engañoso nombre,  supone aumentar la “velocidad “, quiere decirse, la “intensidad” del momento.  Aumentar, en definitiva,  el número de fotogramas por momento,   y no la cantidad de momentos.

Y sientes el pálpito de la vida, así,  mucho más.  Porque ver nacer a un niño o morir a un hombre, lleva su tiempo.  Como observar a una mujer bella. Lo descubriste aquel día.

Hoy el mundo, la gente, está en otra cosa. Llenan su mochila, su disco duro,  de muchos flashes, de muchos impactos, de muchas noticias. Que, al final, no conforman nada: solo un vertiginoso y aburrido remolino. Te diste cuenta cuanto tuviste un hijo.

 Todo un año para aprender a andar. Toda una vida para aprender a caminar.

martes, 10 de septiembre de 2013

LA MADRE DEL FUTURO


                                        
       Tal  y como previsto, a las 3 h, 30 min y 00 seg hemos procedido al despegue con destino a la nave nodriza, con la que nos acoplaremos una vez sobrepasada la atmósfera de la Tierra, junto con el resto de los equipos, poniendo después rumbo definitivo a  Climentia.
       Hemos seguido el protocolo de las primeras visitas a planetas lejanos: Sistemas antidetección de la nave y adaptación total al entorno, sin levantar sospechas. La blancura de nuestra piel la hemos disimulado con los pigmentos que traíamos, enhorabuena  a la gente de laboratorios y, fácilmente, las antenas de nuestras cabezas las hemos cubierto con gorras  o pañuelos.
     Los terráqueos se encuentran en un nivel de desarrollo medio, todavía en la fase de fragmentación, tanto idiomática como de gobierno, sistemas de vida y de educación.
      Hace relativamente poco se ha puesto en marcha el fenómeno  de la compartición de información a gran escala, que aquí llaman Internet y, aunque se encuentra en fase todavía incipiente, todos sabemos que es el germen i que lleva a las sociedades desarrolladas. Por ello la Tierra es, en estos momentos, un planeta tan interesante.
     Hemos buceado con nuestros megabuscadores y estamos procesando su legislación, las noticias de sus medios y las opiniones de los ciudadanos. También hemos visitado de forma rápida a sus “cinco continentes” y observado de forma discreta el comportamiento de la gente.            
       Como decía más arriba es un planeta muy diverso. Ellos mismos se clasifican como primer mundo (el más desarrollado), segundo mundo (aquellos que salieron del subdesarrollo y luchan por alcanzar al primero) y el tercer mundo que, lamentablemente, a veces desciende hasta el cuarto, quinto y más allá. Y, si algo caracteriza, aparte del nivel económico a estos mundos es, como no podía ser menos, el nivel de educación y, dentro de él, cómo manejan lo diverso. Centrándonos en  la parcela de mi equipo, el trato al género femenino dista de corresponderse, ni mucho menos, con una normalización propia  de sociedades avanzadas y llega a sorprender, a veces, por su brutalidad e injusticias. 
      Documentaremos todo esto de forma concienzuda cuando acabemos de procesar toda la información pero permitidme que os adjunte parte de la narración de una joven inmigrante de raza negra, que acaba de conocer el sexo de su futuro hijo. Ella vive en una ciudad que se llama Madrid y está participando,  muy emocionada como se ve, en un concurso narrativo sobre este tema que algunas de las empresas más innovadoras en esta materia están fomentando. Nosotros hemos capturado su e-mail que dice así:
     “Hubiera preferido llamarte Alvaro, o Eduardo, o Fernando, que aquí suenan como nombres rotundos, poderosos, que cruzarán su vida sin arrodillarse jamás.  Pero esto es lo que hay.  Y por eso te querré todavía aún más.  Te llamarás Paloma, como tu abuela en su lengua, para que nadie olvide que todavía hay más de cien millones de mujeres mutiladas, s, o cosidas, o rajadas, a capricho de tanta brutalidad  e ignorancia.  Todavía  ocurre, dicen que cada 5 minutos, quién lo sabe, ellas son niñas de pecho o proyectos de mujer de 6, 7 años. Ya no llegarán a serlo nunca más .



     Te llamaré también Blanca, como tu tía, es decir, mi hermana, quien tuvo que huir de tanta necesidad, de tanta hambruna. Era como su nombre dice. Llena de inocencia. Por eso se dejó engañar y  aceptó gratis aquel billete de avión. Cuando llegó a la tierra de promisión, comprendió que nadie regala nada. Primero, para ablandarla, y aterrizarla, la violaron en grupo, y luego la pegaron todos los días. Al final su resistencia se quebró cuando la amenazaron con hacerme a mí lo mismo, todavía una niña viviendo  con nuestros padres.  Ya sabrás, cuando seas mayor, lo que es gastar las noches en una esquina, temiendo los caprichos indecibles de quien pone la cartera.   Ella se pagó la vuelta al mundo varias veces y, después, pudo pagarme mi billete. Por eso te pondré también mi nombre, Esperanza.
     Porque aquí, en Madrid, las cosas ahora están mal, pero no tanto. Tendrás que trabajar, eso sí, más que los hombres.  Y ganar menos. En eso consiste ser mujer. En todos los sitios del mundo. Pero yo imagino que pronto las cosas cambiarán. Esta noche, mientras miro tu ecografía, escribo por ello.
      Imagino un mundo nuevo, donde dar a luz  una vida, no signifique perder la propia, donde las enfermedades sexuales no castiguen a la parte más débil, dond se acabe con la violencia de género, esa lacra que no deja de ser el iceberg de un submundo de intolerancia, animalidad y prejuicios. Un nuevo mundo donde se nos forme y se nos informe y las universidades se llenen de mujeres, y, también,  los puestos directivos y los parlamentos.  Y de ahí nazcan las nuevas escuelas , donde los niños y las niñas aprendan a vivir juntos,  con una nueva escala de valores, donde primen el respeto y la igualdad de oportunidades.  Ya sé que en los casos más favorables, los del primer mundo, se ha avanzado muchísimo ya, pero todavía queda. Y estos países son los únicos que pueden cambiar al resto. Tú serás  mi Paloma  Blanca de la Esperanza y yo seré tu madre. Toda la vida.  Ojalá puedas educarte en un mundo distinto al mío. Sé que mucha gente, particulares , gobiernos,  empresas también luchan por ello. Porque no existe el progreso basado en la desigualdad y la injusticia. Muchos  lo saben ya y se extenderá al resto, de forma imparable espero, a través de la nueva  educación que tendréis. Porque solo ella , y eso lo he aprendido hasta yo que soy una ignorante, es la madre del futuro.”
     Sí, todos sabemos que la educación  es la única madre del futuro. De ella todo depende. Hoy estoy con Esperanza, que tiene el nombre más bonito del mundo. Y acepto de antemano el castigo. Pero hoy me saltaré el protocolo de la primera visita a los planetas lejanos. Hoy inundaré la red con su mensaje, aunque sea un mensaje duro y directo. Quiero que sea un pequeño aldabonazo. Sobre todo en los países donde ya no pasan estas cosas, para que no se olviden que están pasando todavía muy cerca,  y que todavía también quedan en ellos mismo flecos de injusticia, ángulos de mejora, mayor capacidad de integración entre géneros. Lo jarrearé en la red hasta que sea un trending topic, como dicen por aquí, y las cosas avancen. Aunque en esta ocasión sea “como caído del cielo”, que dicen en España.
     También os adjunto a este primer informe una foto de un par de niños  que obtuvimos cuando nos acercamos a un colegio. Los vimos meterse en una caseta,  tras una cortina. Este sitio un tanto arcaico tiene un nombre cantarín: fotomatón Como sus risas, alegres y cantarinas también. Debían tener  poco dinero, porque se la hicieron en blanco y negro. Qué más da. A mí, como digo me contagió su alegría y, cuando se marchaban corriendo y jugando, obtuvimos discretamente una copia.
     Ojalá sean protagonistas de la nueva educación. A mí me lo parecen. Espero poder volver cuando sean ya mayores y comprobarlo. Pero hoy me quedo con su alegría. La alegría indecible de estar juntos y saber disfrutar con la presencia del otro. Y en Clementia también, permitidme que os diga,  nos viene bien un poco de alegría.  Hoy me parece que vuelvo a un mundo muy cuadriculado, geométrico, superordenado.  Y, tal vez, un poco aburrido, ¿verdad? ¿No será que nosotros tenemos que aprender también a saber disfrutar, un poco más, de la diferencia?