martes, 27 de diciembre de 2011

EL BLOGUERO INVISIBLE



EL BLOGUERO INVISIBLE.

Queridos amigos:

Kayena, desde su blog http://kayenalibros.blogspot.com/ ha tenido la feliz
 idea de fomentar esta iniciativa. Se trata de que un bloguero se convierta en
 amigo invisible regalando para Reyes uno de sus libros favoritos a otro blo-
guero que le corresponderá por sorteo y viceversa.

Creo que es una muy bonita iniciativa para fomentar la cultura y también
para incentivar la ilusión de estos días.

Yo me estoy sumando, encantado, a la misma y os invito, si también os hace
 ilusión, a participar.


Un abrazo para todos.

martes, 20 de diciembre de 2011

MIS LIBROS PREFERIDOS: "FOTOS DE UN ADIOS" de MARIA NARRO.






FOTOS DE UN ADIOS. De  María Narro.

Hoy he leído en el periódico los resultados de una encuesta que han hecho en los EEUU. Querían saber las  profesiones que producen más felicidad.  Y una de las primeras es, a lo que parece,  el oficio de escribir. La cuarta, concretamente. Tras sacerdote, bombero y fisioterapeuta. Entre cientos de ellas.
Pero yo ya lo sabía. A pesar de lo poco que se gana, como también se dice en este mismo informe. Solo hay un placer equiparable a escribir un buen libro: tener la oportunidad de leerlo.
“Fotos de un adiós” es un libro entrañable, conmovedor, emocionante.  Un libro que te llena de alegría por dentro, pleno de vida, también de sufrimiento.
Yo no sabía lo que era la Ataxia de Friedrich, ese señor que según cuenta María Narro fue a cenar una noche a su casa y ya no se marchó jamás.  En Wikipedia se dice lo siguiente: Es una enfermedad neurodegenerativa que provoca en los afectados, de manera imparable, una pérdida de muchas de las funciones necesarias para una autonomía personal y, en un tiempo más o menos corto, se ven obligados a utilizar una silla de ruedas…
El señor Friedrich no se da a conocer  inmediatamente. Antes, de una forma larvada y sibilina va haciendo su trabajo de demolición. Cuando eres un niño y, de repente, no puedes correr como los otros, ni coger bien la pelota, te asaltan preguntas por las noches, sobre por qué eres diferente, singular, más torpe y descoordinado. Y fallas también en los estudios y aparecen los primeros síntomas que alertan a tus padres de que algo pasa.
María Narro relata la aparición de su enfermedad cuando era una niña alegre, divertida, que le encantaba bailar. Y luego, todo el proceso, doloroso, lleno de renuncias, de culpas, de miedos, de inseguridades, hasta que se atreve a mirar de frente al Sr. Friedrich. Todo el mundo, cuando la adolescencia avanza y el velo de la inocencia de la niñez va cayendo, se reconoce a sí mismo. Toma consciencia de las cartas que le han tocado en el juego de la vida. Y cuando son todo bastos, y más bastos, y siempre serán bastos, puede ser un momento aterrador: Por qué yo, qué he hecho para merecer esto, qué sentido tiene la vida…
María Narro lo cuenta todo con una naturalidad y espontaneidad que te llega al alma. Para ser escritor hacen falta dos cosas: Tener algo que decir y decirlo de una manera especial, diferente.  Y María Narro es una escritora, como la copa de un pino. No es fácil, no tiene que serlo, narrar una historia personal de este calibre, “esparcir las prendas de nuestro amor sobre la mesa”, que decía Serrat a otros efectos. Porque yo no encuentro culpa, ni rencor, ni moralina en su mensaje. Esto no quiere decir que no haya momentos en la vida de May, la protagonista, de todo esto. Claro que sí. Pero en el discurso general de la autora predomina una exposición de los momentos vitales, de las emociones, de los sentimientos que embargan a  la protagonista y que permiten al lector vivir de alguna manera también él esa  vida. Porque leer un libro es vivir otras vidas. Y disfrutar y sufrir y aprender de ellas.
Y el lector se va empapando entonces, poco a poco, de la lluvia que llueve en la tierra del Sr. Friedrich.  De la llovizna constante que te va calando los huesos, de la neblina que te va nublando la mente, doblegándote tus fuerzas, sacándote de la calle, para llevarte a un aislado rincón y fijarte con sus grilletes contra la pared.
Y si te atreves a hacerle frente al Sr. Friedrich, entonces deberás prepárate para una lucha sin cuartel, para no renunciar a nada de lo que tienes, de lo que conservas, salvo que ya no puedas más. Y esto último tal vez te lo tengan que decir otros.

Por eso “Fotos de un adiós” es un libro que te llena de alegría, de valentía y de comprensión hacia el ser humano.

Porque todos tenemos, sufrimos, padecemos una ataxia, la ataxia de la muerte que, al final, nos ganará a todos la batalla. Pero ese no es el tema. Esa es la cosa más segura y cierta que hay en este mundo. Lo importante es lo que hacemos en el medio. Lo importante es la vida, cómo nos enfrentamos a ella, cómo le sacamos el jugo, cómo jugamos las cartas que nos ha tocado a cada uno jugar. Porque los resultados, como en la parábola de los talentos, deberán ir proporcionados a los medios de que dispusimos.
Por eso María Narro le puso a su libro este bello título de “Fotos de un adiós”. Todos nos despediremos al final. Y quedarán nuestras fotos.  Aquí las hay muy variadas, como en el álbum de cada cual, pero  en terreno difícil, cuando logran sobrevivir, dicen que se crían las flores más hermosas de todas.

Respecto a la manera de decir, yo creo que María es una escritora inteligente, sensible, detallista, ocurrente, con unos diálogos chispeantes y chisposos. Que conoce bien las emociones del ser humano donde, además, las mujeres, por lo general, suelen llegar más lejos. A mí la parte del libro que más me gusta es la relativa al noviazgo de la pareja. Ahí, creo yo, que es donde se cruzan el futuro, la ilusión, el compromiso, con  la verdad desnuda de la enfermedad,  y sus devastadores efectos, que es el núcleo de esta historia.  Una historia de superación.

Pero el libro es muchas cosas más. Hay relatos, poesía, lirismo, viñetas históricas  por las que sigues la época en que se desarrolla  la acción, reivindicaciones y llamadas de atención sobre un mundo construido sin tener en cuenta a los minusválidos, historias paralelas de otras personas, amigos y conocidos de la protagonista, muchas de ellas llenas de enjundia. Creo que es el primer libro de María Narro. Y en esto se nota. Como yo también me lo noto en el mío. Quieres poner tanto en él, tantas cosas diferentes que has remansado durante tanto tiempo
que, a lo mejor, distraes la atención de algún lector, aunque no haya sido mi caso.

Y también me gusta mucho esa parte final donde la protagonista encuentra en la comunicación y en el arte ese plus, esa forma excelsa de aportar ella a los demás
con las armas en las que se siente fuerte. Tal vez este primer libro fue un primer paso, fundamental, en esa dirección. En la de ser escritora.

Y el humor, socarrón, ingenioso, vitalista que inunda todos los rincones de este texto.

Cuando María me envió su libro ya me lo advirtió: Es una edición descuidada, donde el editor se ha tomado muy pocas molestias en hacer su trabajo.  Es verdad, aunque no empañe en absoluto la calidad de estas “Fotos”, la belleza de este jardín.

Tal vez mereciera la pena una  nueva edición revisada de este fantástico libro. Ya sé que en este oficio, tanto María como yo lo sabemos,  las cosas no son fáciles, ni mucho menos rápidas y todo lleva su tiempo. Hay que insistir y no desanimarse jamás.  Pelearse tanto casi como con el Sr. Friedrich. Hay que llenarse de paciencia y de tesón, cualidades que yo creo que a María Narro no le faltan, y mucho menos empuje, y que forman parte, en mi opinión, del maravilloso oficio de escribidor.
Y toda la suerte del mundo, que te mereces, y que te desea tu compañero en estas lides, paisano y  amigo.

Francisco Rodríguez Tejedor

viernes, 25 de noviembre de 2011

MARIA NARRO: LA FUERZA DE ESCRIBIR



"Al encontrarme esta mañana con el resguardo del contrato de edición de "Las palabras del viento" sobre mi escritorio las lágrimas han empezado a echar carreras...¡ha sido tan duro! ¡Ha costado tanto!"
A María yo la conocí en Facebook.  Me interesé por ella porque era escritora. Como yo. Y de mi misma tierra, de la Alcarria. Su madre y mi madre habían nacido a 5 kilómetros de distancia. En dos diminutos pueblos castellanos, donde solo existe el aire y una paz que, cuando la encuentras, no olvidarás jamás.
Hace unas semanas cuando la Librería Lua de Guadalajara y yo anunciamos en Facebook la firma de ejemplares de mi novela, María me escribió: Iré, seguro, voy en silla de ruedas, ¿sabes?
Y fue.
     María es una mujer bellísima. Yo estoy leyendo ahora su primera novela "Las fotos de un adiós". Una novela sobre la enfermedad: "...tengo problemas auditivos.Veo cine y televisión subtitulada, no puedo entender una conversación sin ver la boca de quien habla. Ni radio ni teléfono. Lo último que escuché y entendí -oír es otra cosa - en la radio fue el asesinato de Miguel Angel Blanco"
Hoy cuando he leído su mensaje, me ha inundado una ola de alegría.  Menos que la que sentirá ella. Porque el nacimiento de un libro es un acontecimiento sin igual. ¡Y hoy cuesta tanto alumbrarlo! Yo sé algo de la pelea buscando editor...! Pero nunca olvidaré el olor de la primera vez que lo hojeé y la sensación de que, una vez nacido, nunca morirá.
Vida eterna a "Las palabras del viento",  que nacerá el próximo día 23 de abril, el Día Internacional del Libro, aquel día en que murieron los dos genios más grandes que ha dado la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. María titula su blog "Shakespeare y yo". Ese día se unirán ambos. Y yo levantaré mi copa por ellos. Como por todos aquellos que se atreven a materializar la ilusión de escribir, de contar, de dar vida a otros personajes que están al otro lado del espejo de nosotros mismos, para entretener o emocionar o simplemente mostrar a otros el misterio insondable de vivir. ¡Bravo María, ardo en deseos de tener tu novela entre mis manos!

sábado, 12 de noviembre de 2011

ANTONIO HERRERA CASADO. RESEÑA SOBRE "EL DIA QUE FUIMOS DIOSES"

     Antonio Herrera Casado es una institución en La Alcarria y en Castilla-La Mancha donde, recientemente, ha sido nombrado Hijo Predilecto. Tiene a sus espaldas una obra ingente donde explora, disecciona, analiza toda la historia, el costumbrismo, el patrimonio artístico y cultural de toda La Alcarria en sus diferentes pueblos.  Es también un referente cultural en la región.Hoy, con motivo de la firma de mi novela en la Librería Lua de Guadalajara he tenido la oportunidad de conocerlo y agradecerle la lectura de mi novela.  Precisamente en el día de hoy ha publicado una reseña sobre ella que, por su interés, reflejo a continuación. Animo al resto de los contertulios y visitantes de este blog a contrastar sus puntos de vista con esta reseña.



Viajes por el Mundo



La primera novela de un alcarreño


El sabado 12 de Noviembre, a media mañana, Rodríguez Tejedor firmará ejemplares de su primera novela “El Día que fuimos dioses” en la Librería LUA de Guadalajara. Sigue aquí su blog.
Acabamos de leer la primera novela de Francisco Rodríguez Tejedor, titulada “El día que fuimos dioses” y que ha editado “Alhulia” como número 112 de su Colección “Crisálida Narrativa”. Rodríguez Tejedor es un autor alcarreño, nacido en Sacecorbo en 1957, y ya curtido en los campos de la literatura tras muchos escritos de prosa y poesía. La novela, así, de entrada, es un monumento a la literatura, a las palabras medidas y conscientes, al orden lógico de las cosas, a los personajes ficticios y reales a un tiempo. Es un libro maduro porque se ha escrito a lo largo de mucho tiempo, se le ha repasado una y otra vez, se cimenta sobre otros versos y se ayuda de un gran literato, de Antonio Machado, que bulle en el fondo de toda la obra.
Aunque el autor alcarreño que hoy descubrimos tiene todavía mucho camino por recorrer, muchas cosas nuevas con que sorprendernos, la obra con que aparece en el mundo de las letras es muy valiosa, tiene sustento, es sólida. Quizás le sobran algunas páginas de excesivo lirismo, cuando los protagonistas ejercen sus soliloquios en torno a algunas ideas centrales, que se ve son las que al autor preocupan de verdad (como a muchos humanos que ejercitan el don del pensamiento) y que vienen a ser estos: el amor, los recuerdos, la preocupación por el tiempo que se va, etc.
La trama es buena, consistente: quizás se espera muy al final para darnos las visiones definitivas de las causas de tantos interrogantes. Pero eso es lógico: no nos va a servir la solución del enigma al principio. Quizás lo más bonito, literariamente hablando, de este “El Día que fuimos dioses” sea el recorrido que los protagonistas hacen por la España machadiana, desde Sevilla, a Collioure, pasando por Soria y Segovia. Es una especie de viaje literario, de perfecta ruta poética la que se entrecruza con las historias de los personajes.
Sorprendente, de verdad, la solución que se da a la trayectoria de dos personajes masculinos que centran la novela. Tiernos los trayectos de los personajes femeninos. Quizás falten aquí (es una manía de lector, supongo que habrá otras perspectivas) personajes de cuerpo entero, identificables en cualquier aspecto de su vida. O sea, protagonistas definidos humanamente. Pero repito: para ser la primera novela del autor, hay que aplaudirla porque lo merece, leerla con parsimonia, porque todo tiene su razón, y saborear el gran sentido literario del autor, que impregna cada página. Una apuesta magnífica que se ancla en el mundo literario de la Alcarria de la mano de un paisano.

AHC

martes, 1 de noviembre de 2011

PRIMERO DE NOVIEMBRE.




      Hubo un tiempo, de niño, en que a Fernando le daban mucho miedo los muertos, el que se moría se iba a un sitio muy lejano y definitivo, un sitio oculto desde el que los muertos  miraban a los vivos y por ello resultaban tan misteriosos y asustadores para él, pero ahora sabe que no es verdad, la vida y la muerte son la misma cosa, y los muertos no se van sino que se quedan con nosotros. Los muertos nos rodean por doquier, porque hay muchos más muertos que vivos, muchos miles de millones más de muertos que de vivos desde que el mundo es mundo. Nos rodean con todas las cosas que dejaron, con sus libros, con sus películas, con sus casas, con  sus puentes, con sus árboles, con sus recuerdos y  con sus obras  en general. Nos rodean, en definitiva, con lo que fueron el fruto  de sus quehaceres y desvelos.

     Y luego estamos nosotros, los vivos, ¿qué somos los vivos si no el fruto más preciado, el más querido de los muertos?  Nos trajeron a este mundo, nos dejaron sus genes, sus recuerdos, sus abrazos y nos influenciaron lo más que pudieron. Sí, los muertos no se van a ningún sitio sino que permanecen con y dentro de nosotros.

     Los millones y millones, miles de millones, de cadáveres que en el mundo ha habido forman el humus, la arenilla que pisamos cuando caminamos.  Cuando el viento sopla  y  levanta el polvo son nuestros antepasados los que se levantan . Y cuando respiramos, los inhalamos y se instalan de nuevo dentro de nosotros. Por eso la vida y la muerte son la misma cosa, como el día y la noche, uno es la continuación del otro, nada más, y cuando el uno termina empieza el otro y luego al revés. Por eso Fernando ha elegido esta noche, sin proponérselo, esta película que se titula, Lo Que El viento Se Llevó y que debería tener una segunda parte, Y Luego Nos Trajo. Porque nosotros solo somos el sitio donde alguna vez se refluye el viento, el viento nos rodea, el viento nos posee, el viento nos da la vida y también nos la quita, el viento que, de repente, en un ráfaga luminosa, nos trae a veces el amor...

    Fernando acaba poniéndose muy triste. De vez en cuando le ocurre que se siente inerme, minúsculo, incapaz de entender el sentido de la existencia y entonces es cuando abre el armario y se viste con una pantalón vaquero negro muy ajustado y una camisa de un color rojo intenso, rojo pasión, se perfuma bien  y sale a la calle.  Es verdad, lo que tiene Amsterdam es que es una ciudad vieja pero con el alma joven, en Amsterdam hay un desorden aparente y la ciudad está llena de bicicletas donde las muchachas vuelan con su melena al viento. Fernando sortea  los canales y se dirige a la Plaza Damm. En una curva una muchacha casi lo arrolla con su bicicleta, cuando ambos se recomponen se cruzan sus miradas y Fernando le dice, ¿me acompañas a alquilar una ?, entonces la muchacha le sonríe y le contesta, sí, si me llevas tú con ésta en el sillín.

      Sí, es verdad, Amsterdam es una ciudad con muchachas rubias y esbeltas y a Fernando siempre se le dieron bien las mujeres, cada día mejor. Un poco más tarde se adentran los dos en un frondoso parque que hay enfrente del embarcadero y del casino. Se van alumbrando con los faros de sus bicicletas y Fernando se siente entonces seguro. El viento sopla suavemente con un rumor de siglos y Fernando lo respira lentamente, profundamente, mientras sigue la estela de esa melena rubia  que es como una ondulante vela en el océano de la noche.

De la novela "El día que fuimos dioses". Pág 316

sábado, 22 de octubre de 2011

LA PERDIDA DE LA INOCENCIA.

La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, no importaba nada, ibas a reunirte con él, con él, con él…La pérdida de la inocencia es, quizá, lo más duro que nos toca vivir. Cada uno la pierde a su modo. Yo he recorrido, con afecto, el devenir de una chica universitaria argentina de 17, 18 años, pegada a las noticias de un teletipo en Córdoba que le conectaba con la sinceridad, con la verdad de un mundo hostil y convulso. Más o menos por la misma época yo asistía, en Madrid, a los estertores de una dictadura de casi 40 años y visitaba, estupefacto, en el centro de la ciudad, los estragos de las bombas de los que, desde hace un par de días, prometen que no matarán jamás.
Uno nace y crece al otro lado de las altas paredes que han construido sus padres, para que no le llegue el hedor de tanta putrefacción y el estruendo de los gritos, inocentes, de tanta gente desvalida. Cuando toca la hora de salir afuera, no se olvidarán los impactos jamás. Ni las convulsiones e inseguridades internas. Solo le reconforta a uno pensar que él no es culpable de tantas injusticias, de tantos abusos, de tantas imperfecciones.
Hoy miro el pasado y ya no me consuela que yo no estaba allí, porque no es verdad.
El pasado también es mío y tuyo, y de todos los que hemos llevado, a nuestra medida,            
el peso del devenir en nuestros hombros. Construí, como hicieron conmigo, unas altas paredes y observo, ahora, atónito, asustado y, también, ilusionado, cuando mis hijos salen a la calle. Desarmados e inocentes como todos. Y no dejo de preguntarme si se encuentran algo mejor que lo que yo encontré.
También perderán la inocencia. Aunque espero, y deseo, que les quede un reducto de ingenuidad o, tal vez, de esperanza, que viene a ser lo mismo. Como a mí me quedó. Para emocionarse con el recuerdo, con las palabras del tiempo que fue nuestro y de aquel, que aunque no lo fue del todo, conocimos a través del teletipo que nos conectaba a la verdad, a la sinceridad, que está detrás de tanto decorado que no deja ver el escenario, doméstico y entrañable, de una flor que crece, lentamente, al sol, esperando que alguien no se olvide de regarla de vez en cuando.

Escrito como comentario al relato "Teletipo", del libro  "Cafecuento "de Elina Hebe Prado.
www.cafecuento.com


miércoles, 19 de octubre de 2011

INDIGNADOS: EL ULTIMO NAUFRAGIO.

Desenfundó su pluma y escribió en su libro, denominado "El primer naufragio",  lo siguiente: "Para Francisco, con todo mi afecto, este libro de Historia en el que verá reflejados aspectos inquietantes del presente".
"¿Por qué es tan importante la Revolución Francesa en el momento presente?" Pedro J. Ramírez se arrellanó en el asiento y aspiró el aroma de los libros que dormían en los estantes de la librería de mi amigo, el gran Luis Domínguez, con sus miles, millones de páginas olorosas, llenas de lecciones del pasado sin aprender.
"Porque allí se formularon los grandes dilemas que todavía nos persiguen hoy: Libertad versus igualdad, democracia representativa versus democracia real, razón versus fe" Sí, en cierto modo era verdad, todos  somos, todavía, hijos, o nietos, de la Revolución Francesa. Las revoluciones son, creo yo, momentos de aceleración en el que aumenta de forma tremenda la velocidad imparable de cambio en el mundo. Del cambio que aleja al hombre de su animalidad y lo acerca a dios, al dios que un día fue, al dios que un día será.
"¿Y los "indignados", serán el motor del cambio de la nueva Revolución del Siglo XXI?" Me miró ligeramente sorprendido: "Podrían serlo, hoy todavía están lejos. Todo dependerá de la insensibilidad  de los gobernantes, no en atender sus reclamaciones concretas, que también, sino en algo más doméstico e inmediato: ofrecerles un puesto de trabajo ilusionante, la creencia en un mundo mejor". Todo lo que está naufragando hoy, pensé, nuestro último naufragio.
Nos despedimos. Me deseó suerte con mi libro, que me prometió leer, de título tan bonito: "El día que fuimos dioses".  Sí, ojalá tengamos suerte, pensé. Y el último naufragio nos acerque a una playa  luminosa, donde nos armemos de valor y de ilusión, de nuevo, para surcar otra vez los procelosos mares.
En busca de un mundo mejor, en busca del sitio donde nos esperan los dioses.

sábado, 15 de octubre de 2011

ESCRITOR AMIGO.

 Escribió  "Entre el amor y la ira" pero, cuando lo conoces, tiene mucho más de lo primero.  Es un hombre hecho a sí mismo. A mí me parece que de una sola pieza. Ya no quedan retales tan grandes en este mundo de rompecabezas.
Le bullen los versos, y las historias, dentro.  Y se considera afortunado de poderlo contar. Tal vez porque es un hombre de la postguerra, de cuando el frío, la represión y el hambre. Yo conozco bien los páramos donde se crió. He recorrido las mismas calles y doblado las mismas esquinas buscando la libertad de los pájaros. La lejanía de las nubes a las que solo llega la imaginación. Y esos espacios abiertos de luz, de grandeza, que solo encuentras en Castilla. En aquella Castilla de la Alcarria de Guadalajara donde ambos nacimos.
Hoy vamos vestidos de traje y pluma. Con la que recreamos aquel mundo lejano, infantil y añorado que nos vio crecer, y aprender las primeras palabras, y la tabla de multiplicar. Hoy Pedro de la Cruz y yo tenemos la suerte de vivir. De poderlo contar. Y de que alguien nos escuche, siempre. Un abrazo,  paisano. Y amigo.

sábado, 8 de octubre de 2011

LUIS DOMINGUEZ, EL LIBRERO AMIGO.



                Hay profesiones donde, desde el punto de vista del servicio al cliente, cualquier tiempo pasado fue mejor. Se me ocurren así, a vuela pluma: maestro, gasolinero, médico, recepcionista telefónico y, desde luego, librero.
                El librero, antaño, no solamente se leía sus libros, los reconocía hasta por el olor. Se tomaba un café con los escritores y pulsaba su próxima obra, la calidad de su aliento. Conocía los gustos, y hasta los matices, de la afición de sus lectores, a los que atendía con el cariño, y la perspicacia, del antiguo boticario, disfrutando de la alquimia de sus infusiones y preparados.
               Hoy el médico es, muchas veces, un mero tramitador de volantes a los especialistas, que no mira ni al enfermo mientras teclea en el ordenador. Y qué decir del maestro, permitiendo que sus alumnos se maten en los pasillos, sin involucrarse, porque él solo enseña matemáticas. El gasolinero ya solo es un busto parlante, una foto fija, en la  ventanilla : “¿la dos, diesel? Cincuenta euros.” Y qué decir del operador telefónico, una lengua llena de cables, que no te entiende, ni te atiende jamás, mientras te preguntas por qué tu consulta nunca está en el menú de elecciones a marcar.
           Algo parecido pasa hoy al librero, una especie de pasmarote junto a los anaqueles, donde duermen, aburridas, obras maestras, junto a los detergentes, a los jamones, y a los rollos de papel. Y los libros, ya sin alma, son una mera referencia en el ordenador.
          Pero en este mar uniforme de utilitarismo mercantil, de mediocridad creativa, de planicie imaginativa, todavía quedan excepciones. Olas que se levantan orgullosas y altivas en mitad del océano, empujadas por ese viento interior que no se doblega jamás. Por ese remolino que nace en las raíces profundas y antiguas del buen servicio al cliente. En el trato, en la orientación y guía por el vasto mundo editorial de hoy. En ejercer, en definitiva, con letras de molde, el oficio de librero que es,  ni más ni menos, la profesión de especialista en libros. Y no, de operario de almacén, que limpia el polvo a los stocks a su cargo, por los que no tiene más interés que el cli-clin de la caja.
            Por esto, y por muchas cosas más, a Luis Domínguez se le conoce como el librero amigo. Ya quedan pocos como él.
         A mí, a quien siempre le unirá el hecho íntimo e importante de haber aprendido a leer juntos, cuando fui a verlo con mi primer libro bajo el brazo, todavía en borrador, me miró arqueando una de sus grandes cejas, tasándome, sopesando los gramos de escritor que había en mí. Y yo supe, entonces, que no me perdería del todo en el proceloso mundo de las apariencias, de los oropeles y de las falsas purpurinas en que se está convirtiendo, dentro y fuera de las librerías,  el oficio de escribir.

viernes, 7 de octubre de 2011

RENDIDO Y SOLO.

Bajo el rumor leve de las altas acacias, juegan los niños en la calle larga.
Y sube, lento, el rubor de la ida inocencia, de la perdida gracia. Dónde
quedan los valles verdes, dónde la orilla blanca. Hoy me encuentro rendido
 y solo, con el mar adentro y el oscuro pozo.
Derrotada el alma y vencida la vida, solo el rumor cercano de las olas muertas,
solo el eco lejano de las olas vivas, a mí me acompaña.


"El día que fuimos dioses". Página 283. Editorial Alhulia/Fco. Rodríguez Tejedor 2011

sábado, 1 de octubre de 2011

POR LA CALLE OSCURA

     Se fue el escritor por la calle oscura, envuelto en el leve aroma de la fragancia agotada. Y al final no
quedó ni su sombra,  en el fondo del callejón.

     Se acabó pues el carrusel de su pluma y enmudeció su palabra para siempre.

     Ni más ni menos como la de cualquier otro, cuando llega la hora de la nube negra.

     Pero las gotas de tinta que vertió, nunca ya fueron suyas.

    Quedaron tatuadas para siempre en la piel, en el alma, de los que un día se emocionaron al leerle.

jueves, 29 de septiembre de 2011

ACABADO TIEMPO

     A veces no se es consciente del tiempo
que pasa y se gasta a raudales.
Y luego duelen las horas últimas
                  como afilados puñales.

     El tiempo pasa
                  como un fuego violento.
Arrasando todos los anchos
                  horizontes.

     Al final solo permanecerán
los impasibles relojes.
Aquellos que dan fe del macabro
                  juego

   ¿No observas cómo las flores se marchitan
y las trompetas anuncian el final
                 del espectáculo?

     ¿No ves cómo se cierran las cortinas
ni adviertes, todavía, en el cielo
                las señales?

     Y tú, acabado tiempo, ¿no le dices ya
 qué última sorpresa le deparas
                al otro lado del telón
                    tras los últimos disfraces?

martes, 27 de septiembre de 2011

MUNDOS LITERARIOS.

     Se encamó el escritor con la editora. Acabóse la coyunda y el primero le preguntó:

     -¿Me darán el premio por lo bien que escribo o por lo bien que te lo hago?

     Ella le acarició la cornamenta.

     -No damos los premios de antemano, querido. Pero léeme otra vez el final de tu libro, que me gusta mucho.

     Y a él le brillaron los ojos como cuando era un niño.

sábado, 24 de septiembre de 2011

LA ALEGRIA

     - Ah, Arcadio, la alegría... Cuando te toca la alegría, adentro, en lo hondo, es como si te llevasen en volandas con la fuerza de las mareas, aquellas que vienen, sin duda, de los primeros mares que se inventaron al principio del tiempo. Serán, entonces, los mares de la inocencia, pero, también, de la simplicidad y aun hasta de la bondad del mirar de un niño.

     ¿ Será porque el gozo no más nos cabe, que nos empuja a henchir otras velas, ventear otras flores, levantar otras aves, en un soplo universal que tal vez moverá el mundo? ¿O, será, simplemente, que nos unimos al latido universal de lo creado y nos inunda por ello tanto contento, tanta dicha?

     Yo no lo sé, cuando la alegría me toca ahí, en lo hondo, ya no existe el tiempo ni sus temores tenebrosos,  sino solo, quizá, el fluido luminoso de tu existencia bajo el radiante sol que nunca se apagará.

    El día que fuimos dioses. Página 143. Francisco Rodríguez Tejedor. Editorial Alhulia 2011

jueves, 15 de septiembre de 2011

RECUERDOS

Los recuerdos / nunca se van con ella / cuando la luz se apaga /
Dime, ¿tú sabes dónde fueron? /
Se quedan en el aire / los recuerdos /
cuando la noche llega / y la luz se marcha. /
Los recuerdos son humo / los recuerdos son ascuas. /
Dime, ¿tú sabes cómo ardieron? /
Pronto, muy de mañana / los recuerdos / son solo rocío /
O, tal vez, escarcha.

de la Novela "El día que fuimos dioses". Página 294. Ed. Alhulia 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

POEMAS OBLICUOS (1)

       EL FINAL

     ¿Recordará algún niño la luz de mi sonrisa
cuando me haya ido?
     ¿O, tal vez, susurrará mi nombre la brisa,
cuando mueva los geranios,
hasta alcanzar tu oído?
     ¿Notará alguien en su corazón
como un latido extraño,
un lejano eco,
un poco de vacío?...

     De la novela "El día que fuimos dioses", página 146. Editorial Alhulia, 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL SONIDO DEL TIEMPO

Sí, el tiempo somos nosotros. Qué somos nosotros sino un trozo de tiempo que vivir.
El tictac del reloj del tiempo es el latido acompasado de nuestro propio corazón. Por eso es tan importante escuchar el sonido del tiempo, sus arritmias, su falta de compás, o su excesivo apresuramiento, su enloquecida aceleración buscando más tiempo que vivir. Sacarle jugo al tiempo, en definitiva.  Como si el tiempo se pudiera despachurrar como una naranja.
Ayer miré a un anciano. Tenía el crisol del tiempo en su cara.  Su cara ya era solo el crisol del tiempo gastado.El chorro de arena de su reloj era  ya escaso,  apenas solo un polvillo . Y estaba feliz. Por qué.
Hoy he vuelto de vacaciones. Venía conduciendo mi coche. Cincuenta metros por delante de mí un motorista ha empezado a hacer eses con su moto. Ha perdido el control y ha salido despedido su cuerpo arrastrándose por el asfalto hasta la cuneta izquierda. La máquina  ha ido rayando la carretera e  invadiendo el carril de la derecha. He frenado
como he podido y me he quedado a cinco metros de ella. A qué distancia estamos de
la muerte. Nadie lo sabe. Afortunadamente.
Por eso tenemos que aprovechar el tiempo. Y, tal vez,  todo el secreto de la vida sea saber manejar el tiempo. Pero el nuestro y a nuestro modo. Y alejados de modas. Solo escuchar el latido de nuestro corazón: el sonido de nuestro tiempo que nos guía en la oscuridad. Hoy he vuelto a nacer y mi hijo pequeño que se ha asustado muchísimo ha conocido la fragilidad de la que estamos hechos. Por eso repasando hoy los blogs amigos me he fijado en este micro sobre el tiempo, tan pausado y tan lleno de comas, como matices tiene el tiempo. Y he vuelto a vivir la intensa emoción de esta tarde. Tal vez  lo tenga que rememorar en el juzgado como testigo. Como registrador fortuito que mide la oscilación del fiel que separa la desgracia, de la intensa felicidad de sobrevivir. Un día más. Una vez más.

Escrito como comentario al microrelato sobre el tiempo denominado "Ocurrirá" de mi amiga Mirina en su blog Cafécuento - Fuera de contexto.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Lección

Se acabó la lección y el maestro le preguntó:
- Pequeño Saltamontes. ¿Tú por qué crees que hay tanta gente que escribe pero tan pocos escritores?
El alumno se rascó la cabeza varias veces. Al final le brilló la mirada y, destapando el tarro del ingenio, dijo:
- Quizá como hay tantos que enseñan, pero tan pocos profesores.
El maestro le premió con cien reglazos en los nudillos para que nunca lo olvidara.

sábado, 27 de agosto de 2011

ALMA DE ESCRITOR

     Al escritor nadie le dice cuándo tiene que escribir y mucho menos lo que tiene que escribir. Las cosas que tiene que decir ya las dirá cuando llegue su tiempo, porque el tiempo es el mejor amigo del escritor. El tiempo va cincelando lenta, pero concienzudamente, los personajes que el escritor se inventa. Aunque él no lo sabe,, son los trozos de su alma rota, que él se esfuerza en zurcir, sin remedio, aunque tal vez con esperanza.

     Cuando el escritor coge su pluma ya nada ni nadie podrá detenerlo jamás. Es su destino el que lo llama de una forma inapelable e inexorable. A lo mejor es que ya tiene su alma repleta de amargura,, o de serenidad o, tal vez, de ansiedad y locura, de gozo y bienestar profundo,, pero, en cualquier caso, a ese potrillo que le ha crecido en su interior ya no lo puede sujetar más y mucho menos domar. ¿No oyes desde fuera sus relinchos?...

   De El día que fuimos dioses, pág 9, Nota a la primera edición. Editorial Alhulia 2011