domingo, 21 de abril de 2024

EL DÍA DE LAS PETUNIAS.

 



Todos los años, cuando llega la primavera, el escritor dedica un día a plantar de petunias muchas macetas de su terraza, que él compra en un vivero del barrio donde le conocen desde hace mucho. Unas flores alegres, chisposas, a las que les encanta mirar al sol todo el día, resistentes y llenas de vida.

Al escritor le gustan mucho las flores. Desde niño. Su abuela Marcelina, que estaba con él muy a menudo en sus primeros años, decía a sus padres: "A este niño le chiflan las flores, se queda embelesado mirándolas". Y le sigue ocurriendo todavía. Ha escrito muchas veces que, para él, no hay obra de arte más perfecta que una flor, solo se le acerca el plumaje de algunos pájaros.

Así que el escritor disfruta sacando tiempo en su apretada agenda para dedicárselo al "día de las petunias".

Hoy ha sido ese día. Aquí,  un recuerdo gráfico, una vez terminada ya la faena.



Así que hoy comienza de verdad la primavera para el escritor.¡Por fin!

Repasa lo que ha escrito sobre la primavera y rescata para este post esta entrada que, para él, lo dice todo.


UNA MAÑANA DE PRIMAVERA

 

       De repente: una mañana. Tal vez ha sido por  el tradicional cambio de hora. O, quién sabe por qué. Descorres el visillo que inaugura el mundo  y un torrente de luz alumbra, por primera vez, esas cavernas interiores en las que has  hibernado en los últimos meses.

 

     Te preparas un café y sales a la terraza. Hay un colegio en frente y un griterío de niños reviste de una alegría inocente, extraña,  imparable a los rayos de sol, que te parecen más brillantes que nunca. Dos brochazos de una blancura reluciente,  desafiadora,  llena de íntimo orgullo, parecen salirse del cuadro e inundan tu retina. Son esa pareja de almendros, que exhiben sus galas de fiesta que dormían en el armario. ateridas de frío y que, hoy,  visten de organza, y de espuma, esa esquina del jardín.

 

     Hay dos adolescentes que se besan al sol apoyados en la verja con los ojos cerrados. Y algo en ti, también se emociona y te conmueve: Será el milagro de la primavera. Será ese pálpito que todavía late abriéndose paso, un año más, entre tanta frustración y desesperanza.  Será esa savia nueva o, al menos, renovada, que cura las heridas del cansancio, y de la desazón.  Será esa nueva oportunidad  que nos da la vida de participar en ese coro que llena de estruendo, y de color,  la naturaleza , que nos rodea.

 

     Un pajarillo se posa por un momento en la balaustrada y nuestras miradas se cruzan fugazmente.  Luego, lleno de vivacidad, de gracia, de hermosura, en un escorzo velocísimo se lanza al espacio y me invita, o eso creo yo, a que me deje caer también al vacío, sin frenos y sin paracaídas, para columpiarnos los dos en ese rayo de sol que cruza el aire esta mañana y la llena de la pureza de cuando éramos niños.


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viernes, 12 de abril de 2024

ESTRENO DE "HOY ES TODAVÍA"

 

Acabo de regresar de Zaragoza, del estreno de nuestra peli de este año. Fiesta en familia. Ya nos conocemos casi todos y muchos tenemos relación de amistad. El equipo de la productora Tus Ojos se repite de peli en peli. No todos los miembros, pero sí bastantes.

Cine lleno. La gente se lo pasó bien. La peli, yo no la había visto, refrescante, divertida y motivante. Como de costumbre hice un brevísimo cameo en ella, al inicio. De persona con Alzheimer. ¡Toma ya! ¡Como mi Germán!

Y estuvimos hablando de trabajo. Me traigo muchos deberes. Tenemos que acelerar el guión de la peli que se rodará en verano, que no tiene ni título, para presentarlo a las subvenciones de la tele de Aragón y de las Diputaciones de Aragón y Navarra. Me temo que me queda un finde dándole a la tecla. En el equipo de guión seremos cuatro, Manuel Serrano y yo, que somos los fijos, y otros dos nuevos para esta ocasión. Me gusta más la creación en solitario, claro, pero el cine es un trabajo en equipo.  Me ocupará hasta primeros de junio. Y, a partir de ahí, en cuerpo y alma, a mi novela "Regreso al Sauce Curvo". A ver si tengo el primer borrador, a cinco folios por día, para finales de julio que me voy de viaje. ¡Dios me ayude!

Unas fotos para conservar aquí, como recuerdo, en este diario literario, cinéfilo y personal:


Aquí, el coguionista y figurante.



Con la directora, el productor y los principales actores.



Con mi musa literaria.


Y con mi musa cinematográfica.



Con Laura Sáez, la protagonista absoluta del film. Me gustó. Ya había coincido con ella en el corto Por fin me jubilo, donde hacía de hija mía. 



Con la entrañable Olga Segura, también actriz en esta peli. Y mi mujer, en el corto Por fin me jubilo.



Con la directora, el productor y otros miembros del equipo.



Con familiares del equipo.


Con Manuel Serrano, productor de Tus Ojos.


También me hicieron una entrevista. Pero no tengo el vídeo. Ahí va esta foto, detrás de la cámara.



¡VIVA EL CINE INDEPENDIETE, DIVULGATIVO Y DE VALORES! ¡LO NECESITAMOS!




lunes, 8 de abril de 2024

TREINTA Y CINCO GRAMOS DE ORO.

 


Muchísimas gracias, reina, por estos treinta y cinco años de amor. Soy el hombre más afortunado del mundo.




              Aquel día, cuando empezó todo.


Por ello, he querido rememorar para ti este periodo de tiempo juntos, con un libro que sale hoy: TREINTA Y CINCO GRAMOS DE ORO, cuyo título lo dice todo.




Aquí va el último poema:

Poema 35

 

Tal vez se oxide este poema,

cuando lo cubra el tiempo

de polvo,

 y del olvido, 

que lleva consigo

 

Igual que a los treinta y cuatro 

hermanos

anteriores

que le preceden, 

en este libro.

 

Porque no están hechos de oro.

O, tal vez, sí.

Siempre escritos

para ti

con mucho cariño

 

Solo son el papel regalo,

que envuelve

miles de momentos dichosos 

contigo,

a tu lado.

 

Tantos días

alegres,

que brillan con

tu luz

en el calendario.

 

Sí, tantos instantes

felices

como caben

 en treinta y cinco años 

de amor.

  

Ellos, sí,

gramos de oro,

que no se oxidarán jamás,

fundidos,

eternamente,

                en nuestro anillo

                                    de

   aniversario.                   .

 



Recuerdo cuando brindamos juntos por estos treinta y cinco años de amor.




Me gustaría volverlo a hacer, en un sitio exótico y lejano, con nuestros hijos este verano. ¡Brindaremos por el resto de años que nos queden! ¡Nos lo merecemos!





Un millón de gracias por estos TREINTA Y CINCO AÑOS DE ORO. ¡Ojalá haya muchísimos más juntos! ¡Mil besos! ¡Y muchas felicidades por estas bodas de coral! ¡Siempre a tu lado!




domingo, 7 de abril de 2024

¡¡¡FELIZ CUMPLE, ALI!!!

 

Muchas felicidades, campeona. Qué edad tan bonita, y tan importante. Disfrútala.

Te quería haber hecho un vídeo reportaje contigo en P Claret, como el que te hice en Marbella. (Te lo mando de nuevo, con una niña y una madre tan guapas, encandila a todo el que lo ve https://www.youtube.com/watch?v=_l4gWXXlUqs).  Pero ya sabes, soy muy lento, y casi tan perfeccionista como tú, así que no me ha dado tiempo. Amén que necesito todavía digitalizar muchas películas en súper ocho. 

Porque P Claret se merece un homenaje. Allí naciste y, quién lo iba a decir, ahora es vuestra casa, la vais a dejar como los chorros del oro, tras esa interminable reforma, en la que cuidáis cada detalle, cada rincón de vuestro nuevo hogar. Seréis tan felices como nosotros lo fuimos allí, seguro. Brindaremos hoy por ello, cuando esta tarde nos enseñéis vuestro nidito, aunque ahora parezca Alepo.

Pero, mientras buscaba por mis archivos, he encontrado esto para ti. Yo no había visto estas fotos creo que desde que las hicimos. En aquel viaje maravilloso e inolvidable por Australia y Nueva Zelanda. Yo creo que tú andabas entonces en segundo de carrera. Siempre recordaré cuando, en un paseo por Camberra, me comentaste: "Papá, hay un chico en la uni, nos estamos conociendo..." ...Ahora ya tenéis vuestra casa. Y nosotros tan felices de que aquel piso, de recién casados  en el que vivimos doce años, tan especial para nosotros, donde tuvimos a nuestros dos hijos, acabe en vuestras manos. Qué felicidad.

Vamos con las fotos australianas:



¡Toma ya! ¡Qué chica tan guapa, no me extraña que tu amigo universitario se fijara en ti!



Y esta maravilla, ¿recuerdas?




En el mar de Nueva Zelanda, ¡el lugar más lejano de España!


Pero no me resisto a enviarte estos recuerdos hechos en tu casa:



¡Aquellos papis, embobados con su niña! 

¡Las Natividades!





¡De mamá niñera!



¡De profe, que siempre se te dio bien! En aquel salón que  quedará en nuestra memoria.


¡Muchas felicidades, Ali! ¡No sabes cuánto te queremos! 

viernes, 5 de abril de 2024

ALGO PARA TI



Algo para ti

 

Me pides que escriba algo para ti.

Y nada me alegra más que pensar en tu sonrisa:

el faro que atrae mi barco a puerto cada noche.

 

Y, en la oscuridad sedosa y cálida,

cuando las olas acunen nuestro sueño,

yo me dormiré feliz,

 y seguro, 

abrazado a tu sonrisa.

 

Porque tu sonrisa no tiene escudos.

Ni empalizadas.

Ni defensa alguna.

Solo es una invitación constante

a que me adentre en tu corazón.

 

De donde nunca salgo.

Por mucho que, a veces,

me vaya a lejanos mares

y escriba

sobre 

                           tantas otras cosas.

 





 

martes, 2 de abril de 2024

LEYENDAS

 






LEYENDAS

 

El Domingo de Ramos al hijo del escritor le regalaron dos entradas para conocer el nuevo estadio Santiago Bernabéu. E invitó a su padre a acompañarlo. La verdad es que al escritor le impone esta obra pionera y vanguardista que acaba de finalizar, pendiente de unos mínimos detalles superficiales.

 

Pero, por lo que más recordará el escritor esta visita, será por el partido de fútbol que vieron. Un equipo de las más gloriosas leyendas del Real Madrid contra otro similar del Oporto de Portugal. Él calcula, a ojo de buen cubero, que la edad media debía estar en la cincuentena, y más cerca del final que del principio. 

 

Le resultó enternecedor ver a los Zidane, Figo, Raúl, Butragueño, Roberto Carlos… y tantos otros, correr como podían tras el balón. O dejárselo atrás y perderlo como un colegial de patio. Sufrir calambres y esguinces a las primeras de cambio, el bueno de Roberto Carlos, uno de los mejores y más fuertes defensas del mundo hace unos años, se tuvo que retirar por un calambre, ¡en el minuto 7! Sí, le resultó enternecedor ver a aquellas leyendas, todo habilidad, elasticidad y belleza, mostrando en toda su desnudez las cicatrices del tiempo ante los cien mil espectadores que los miraban ¡y los admiraban!, todavía, atónitos con la imagen de lo que veían golpeando duramente a la que conservaban en el almacén de sus recuerdos. Tal vez como cuando se encontró a aquella antigua novia a la que no veía desde la adolescencia. Aquella belleza huyó, pero todavía quedaba la ternura y el encanto de seguir compartiendo buenos momentos.

 

Agradeció la humildad de aquellas estrellas futbolísticas, mostrando al desnudo sus ya escasas luces, como un ejercicio de honrar la vejez, el paso del tiempo que nos va acartonando y reduciendo a todos, pero que nos hace más humanos, más clarividentes y solidarios, ya que portamos con nosotros no solo ese momento de luz de la juventud, sino todo un catálogo de claroscuros que han conformado nuestro devenir y del que tanto pueden aprender los que nos siguen.

 

Por si al escritor no le habían quedado claras estas básicas nociones vitales, el destino se las recordó unos días más tarde, pero en propia carne. Porque, quizás el destino sabía que el escritor es muy testarudo y a veces le resulta difícil aprender en cabeza ajena.

 

Llevaba ya como veinte días arrastrando un catarro que no acababa de desechar. El escritor, que se educó durante seis años en Sigüenza, uno de los pueblos más fríos de España, ¿quién dice uno?, el que más, sin duda, siempre había presumido de que esas menudencias de catarros no iban con él, un hombre que siempre sale ligerito de ropa a la calle, no usa bufanda desde antes de la guerra y hace caso omiso a los consejos de su mujer, que ya lo ha dado por caso perdido desde hace tiempo. Pues bien, harto de toser y de sonarse los mocos, y tras pegárselo a su esposa, dos que duermen en el mismo colchón acaban haciéndose de la misma condición, tuvo que aceptar la recomendación de esta de acercarse ambos a la Clínica Universidad de Navarra a que les echaran un vistazo y les recetaran algún antibiótico para acortar el suplicio. El primer tortazo lo recibió el escritor, cuando tras recibir los resultados de la radiografía, el médico le indicó que debía quedar internado ya mismo, que tenía una neumonía importante. “¿Y mi mujer?”, buscó amparo extendiendo sus debilidades a terceros. “No, ella está bien. Bueno, lo suyo se soluciona con unos antibióticos”, le contestó con una sonrisa compasiva el galeno. “Pues denme a mí los mismos”, le rebotó de inmediato el escritor. “No, a usted se los debemos poner en vena. Su cuerpo está mucho más dañado y con menor capacidad de recuperación”. Su mujer empezó a mirar por la ventana, seguro que recordando todos sus avisos y recomendaciones previas, para evitar tener que decirle: “¿Los ves, lo ves? Si es que no haces caso a nada”.  Y él se lo agradeció. Bastante tenía ya con escuchar al médico.

     Así que su mujer y él han pasado tres días con sus noches como una pareja de tortolitos en una habitación de la CUN, en plena Semana Santa, tosiendo a pares, bebiendo líquidos como los bereberes en el desierto y viendo la televisión más que en una residencia de ancianos. Bueno, y el escritor, además, recibiendo pinchazos por doquier, tiene unas venas especiales, su mujer le consuela diciendo que todo en él es muy especial, muy fuertes y duras según le dicen los enfermeros, pero que se mueven y resbalan haciendo casi imposible cualquier intento de extracción de sangre.

    Por fin hoy le acaban de dar el alta, no sin un último momento de suspense, otro golpe bajo a su antaña autoestima de hombretón de pueblo sano y fuerte. En el último reconocimiento el doctor ha escuchado algo raro en su corazón y le ha mandado ipso facto a hacerse un ecocardiograma. El escritor no ve el momento de huir de allí, eso que le tratan con una amabilidad extraordinaria y le dan de comer casi como en un restaurante Michelín, algún día contará la suerte que tuvo de entrar en esta familia de la CUN un hombre de pueblo como él.

     Pues bien, el ecógrafo se alarga y se alarga en sus observaciones: “respire, no respire, aguante un poco más…”. Cuando por fin termina, el escritor suspira aliviado. Pero este ecógrafo es contumaz y persistente como pocos: “espere un momento voy a hablar con mi jefe”. El escritor se teme lo peor.  Aparece el jefe y se sienta a su lado, el ecógrafo le va indicando por dónde debe pasar el escáner con el gel, para ver lo que él ha visto. El escritor, ni respira. Los oye bisbisear. El jefe: “bueno, bueno, no es para tanto”. El escritor salta: “desde aquí se oye todo”. El jefe se echa una carcajada: “no se preocupe, no le podemos decir nada, eso, el médico”. El escritor se empieza a acojonar, borra eso, se dice, no es de buen estilo, se empieza a asustar: “hablen con mi cardiólogo, el doctor X, él conoce bien mi corazón”, casi les suplica. “Sí, no se preocupe, ya es cosa nuestra”.

     Al escritor lo sube un bedel a la habitación en silla de ruedas, como si fuera un enfermo terminal y, previamente, le había dicho: “¿puede vestirse solo?”. El escritor lo mira de tal forma que el chaval acaba contestando: “Es el protocolo, señor”. Así que llega a la habitación cabizbajo. Su mujer lo recibe, sin embargo, contenta: “Me he puesto un anillo en un dedo que no era. ¡Sorpresa! ¡Y positiva! Así que no te preocupes. ¡Nos vamos!”. Ese protocolo, mejor diríase esa intuición femenina, sí que el escritor, que debe sentirse especialmente torpe en este tema, no llega a comprenderlo lo más mínimo ¡Ni por asomo! 

     El médico se hace esperar, tanto que el escritor recibe una llamada, ya bien entrada la mañana, del productor de Tus Ojos, que, claro, no tiene idea, de dónde se encuentra.  “Hemos tenido un problema con la guionista y directora de la película de este año. Hemos roto relaciones con ella. ¿Tendrías tiempo de ayudarnos con un nuevo guion? Es una película sobre mujeres, pero de edad, en la menopausia y más allá”. Al escritor, hoy,  todo lo que le venga de esa época de cuando dejamos de ser leyenda y entramos en la vejez le enternece y, aunque no lo contemplaba este año en su agenda, acaba accediendo. Cuelga y su mujer le dice: “Pero, ¿no estabas como loco por salir de aquí, porque tenías que empezar tu nueva novela de El Sauce Curvo?  A veces no te entiendo nada”. El escritor le sonríe, se acerca y le da un beso. Está claro que las féminas tampoco comprenden siempre las intuiciones masculinas. “Mi novela puede esperar, le dice. Pero poco tiempo, eh?”. 

     Sí, ha sido una semana aleccionadora. Porque él es todavía inclusive mayor que los Zidane, Figo, Roberto Carlos , etc., y ha aprendido que, por lo menos, se tiene que poner la bufanda cuando salga a la calle en los días fríos. ¡Ya no es lo que era! ¡Ni siquiera en  aquellos aspectos dónde más brillaba su fortaleza!

    Se encuentra feliz. Muy feliz. Solo con recuperar su normalidad. A veces no se necesita nada más que recuperar lo que una vez se tuvo y se perdió. O saber aceptar que hay cosas que ya no volverán nunca, que no se recuperarán nunca. Eso es envejecer. A él se lo han explicado Zidane. Y Figo. Y Roberto Carlos. Y el bedel de la CUN.

   Cogen el coche que lleva aparcado tres días frente a la clínica y su mujer le pisa. Quieren llegar antes a casa que su hijo, al que no han dicho nada, que regresa, ignorante y feliz, de sus vacaciones en Marruecos. Ellos también se sienten como si hubieran pasado un fin de semana largo en un motelito alejado del mundanal ruido. Viviendo y aprendiendo a vivir. Una Semana Santa especial.



En el pequeño escritorio de la habitación de la CUN, ¡unos momentos antes de escapar!


Para el proyecto : ENVEJECER / REGRESO AL SAUCE CURVO.

 


Aprovecha para leer LEJOS DEL SAUCE CURVO, una novela homenaje a nuestra generación.

jueves, 28 de marzo de 2024

HOY ES TODAVÍA

 


"Porque ayer no lo hicimos,

porque mañana es tarde,

hoy es todavía..." (Antonio Machado).




Una película hecha por mujeres y para las mujeres. En la que unos pocos hombres tuvimos la suerte de participar, en mi caso como guionista.


El próximo 11 de abril se estrena en Zaragoza y Navarra, donde se rodó el verano pasado. Luego se extenderá por toda España, sobre todo en matinales para colegios, en un proceso educativo y divulgativo de los valores de convivencia social.


Yo no la he visto y tengo una gran curiosidad por ver el producto terminado. También verme en un pequeño cameo que hice. Al guión le dimos mil vueltas y fue muy enriquecedor para mí la confrontación dialéctica con las mujeres que participaron también en la elaboración de la historia.

Ahí va el trailer que me pasan: https://www.tusojos.es/es/hoy-es-todavia

jueves, 21 de marzo de 2024

POR TIERRAS DE MAMMAS, PADRINOS Y VOLCANES.

 






POR TIERRAS DE MAMMAS, PADRINOS Y VOLCANES.

 

Desde hace un tiempo el escritor decide el destino de sus viajes de una forma intuitiva, tomando en cuenta no más de dos o tres argumentos. En este caso, Sicilia, porque buscaba tiempo cálido para estas fechas y porque Italia nunca le defrauda. 

 

El gran Etna les esperaba a la defensiva. Majestuoso en la lejanía, a medida que se fueron acercando, se fue poblando de nubes disuasorias. El funicular era un hilo colgado en la niebla y los 4x4 dormían aparcados por falta de visibilidad. Ya, cuando se marchaban, desaparecieron las nubes como habían venido y el volcán les regaló una de sus frecuentes fumarolas. Cuando se enfada con los agricultores que se atreven a cultivar sus fértiles laderas, les lanza sus particulares gruñidos, más de una docena en los últimos años y estos abandonan asustados sus viviendas, dejándole, eso sí, una botella de vino en la mesa. En señal de mistad, nos dicen. De momento ha funcionado, pero quién sabe el lenguaje de los volcanes.

 

Taormina es un soplo de aire fresco, al escritor no le impresiona su circo, pero sus callejas y sus vistas sobre un mar luminoso y verde no tienen par. En la Piazza del Mirador el escritor querría instalarse para escribir y leer lleno de esa paz primigenia que destila, mientras se pasa la tarde y quién sabe si la vida entera. 

 

Comen en El limoneto, una posada sin rótulo perdida en la campiña siciliana, rodeada de naranjos, olivos y limoneros, donde el escritor degusta una caponata sin par. Sicilia le sorprende con unas verduras de primera, tanto como su paisaje, verde como el de Galicia, en esta época. Rematan con un licor de pistacho, solo un culín no mayor que un dedal, rápido entienden por qué, cuando sus setenta grados se escurren, cauterizándolo todo, gaznate abajo.

 

Llegan a Palermo. Al escritor le golpea su historia reciente. Fue machacada en la segunda guerra mundial, como punto de desembarco de las tropas aliadas y luego, en las décadas posteriores, estuvo bajo los tentáculos de la corrupción y de la mafia. Todavía hoy, es una vergüenza, pueden verse desconchones en los edificios, por la adulteración en los materiales, uno de los muchos vestigios del “saqueo de Palermo”.

 

Pero al escritor también le conmueve ese grupo de gente, por una vez no de los de abajo como casi siempre, que se levantó como una ola gigantesca contra la opresión del miedo y las pesadillas. Gente como el general de los carabinieri Carlos Dalla Quiesa, el Presidente Regional  de Sicilia Piersanti Mattarella, el sacerdote Pino Puglisi y los jueces Falcone y Borsellino, que pagaron con su vida, al enfrentarse a la Cosa Nostra. Nos cuentan que, en su homenaje, se plantó un bosque de olivos, cuyo aceite enciende,hoy, las velas de todas las iglesias sicilianas.

 

Más allá de estas cicatrices, Palermo es un jardín de arte y de cultura de primer nivel. Siete monumentos son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Al escritor le impresionan los mosaicos de la catedral de Monreale y de la Capella Palatina. Palermo, y Sicilia en general, conserva muy bien, la influencia de todos sus conquistadores: cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, normandos, austríacos y españoles (primero los aragoneses y luego ya como España, durante 600 años, que se dice pronto). 

 

Solo por el paseo por el Valle de los Templos de Agrigento, hubiera merecido la pena este viaje. Lo recorren al atardecer y con las primeras luces de la noche. La guía, Donatella, habla como Raffaela Carrá, llena de entusiasmo, y no es para menos. Patrimonio de la Humanidad, es una acrópolis griega a la altura de la de Atenas. Allí, el escritor aprende, o recuerda, en la voz de la mamma Donatella, que cementerio significa dormitorio. Una palabra amable para ponerse a bien con la muerte, quizás toda la vida sea al final, solo eso, discurre, rodeado de historia.






Tras este clímax el escritor trata de recuperarse en la medieval Erice, en la joya de Ragusa, también Patrimonio de la Humanidad o en la estrella del barroco siciliano, Noto.

 

Llegan a la gran Siracusa, una de las capitales de la antigüedad, ebrios de historia y de arte, allí, otra ciudad Patrimonio de la Humanidad, el guía, con buen criterio, para oxigenar, les ofrece una excursión en barco. La mujer del escritor les tiene un gran respeto a los navíos y no se apunta. Acierta otra vez: el barco resulta ser poco más que una chalupa, no llega a patera, la docena y media de turistas, de los 45 del grupo, que se echan la manta a la cabeza, son distribuidos en tres palanganas flotantes, con una especia de gondolero a la cabeza, eso sí, con motor de gasolina. 

 

La marea está alta, los ojos del puente que cruza el puerto están a menos de un metro del agua, así que el escritor cierra los ojos y se tumba junto a los otros pasmados compañeros, para no descrismarse contra las arcadas, mientras el mar los cala con cien salpicaduras. En fin.

 

Llegan a la gruta y entran con la chalupa en ella. No está mal, para alguien que no haya entrado en la Cueva de los Azules de Capri, claro. Pero los dieciocho pateros están tan felices de acabar la travesía que darían saltos en las tres chalupas, si no volcaran. Pasmados, observan cómo sus tres capitanes preparan el fin de fiesta. Juntan las tres barquitas en medio del mar, frente al puerto, y descorchan tres botellas de un champán que sabe, cuando lo pruebas, como la sidra del Gaitero. Cuando se están apenas recuperando, ponen a todo volumen la canción de la Macarena y les animan a bailar al ritmo de los Del Río y al de la zozobra del mar. Hasta una roca en los arrecifes que llaman “El gorila” por su gran parecido con el simio, piensa el escritor que se chotea de ellos, viendo el espectáculo. Él solo desea que ninguno de los vídeos que se están grabando lo recojan a él de frente y alguien pueda reconocerle de esta guisa.

 

Menos mal, que Catania, a la que hicieron capital los aragoneses, les espera para una última noche reparadora. Se despiertan y el Etna les despide majestuoso. Cuando el avión lo cruza, puede ver desde lo alto, la gran caldera del monstruo dormido.

 

El escritor cierra los ojos, el cielo, rabiosamente azul y dorado, le atraviesa los párpados y llena su interior de tantas resonancias griegas, cartaginesas, romanas, bizantinas, árabes, normandas, austríacas, españolas… que piensa que la cabeza le va a estallar. Sicilia, Sicilia…, esa vieja desconocida, donde a los españoles nos conocen y nos aman tanto. Tierra de mammas, de padrinos, de volcanes…, su gente es sufrida y amable, como pocas, en ambos aspectos. Lo que ofrece, le habla el corazón al escritor, ha merecido mucho la pena.






 










domingo, 10 de marzo de 2024

LA MÁQUINA DE COSER SINGER

 



Acabo de regresar de El Sauce Curvo. Un día extremadamente frío, helado diría yo, muy lluvioso,  han caído 700 litros por metro cuadrado en las últimas jornadas y puede que se arruine toda la agricultura de este año según me comenta uno de los agricultores del pueblo, sí, un día triste, mortecino y muy oscuro.

Sin embargo, toda oscuridad tiene su luz y toda noche más pronto que tarde tiene su luna. He ido con mi hijo Guillermo que hacía mucho tiempo que no iba por allí, le apetecía mucho después de las semanas, y aun meses, de preparación de sus retos académicos y laborales.  Nos esperaba una gran y luminosa sorpresa.

Oculta en una casita auxiliar que nos hace de trastero, mientras ordenábamos algunas cosas, hemos encontrado un auténtico hallazgo: la máquina de coser de mi madre, una Singer preciosa, una obra de arte, como eran entonces estas cosas, que dormía tapada por una sábana. Nueva, cuidadísima, impoluta, como era ella, con su cesto de hilos, sus tijeras e, inclusive, su paño, alfombrando la aguja. ¡Cuántas veces recuerdo a mi madre inclinada sobre ella a la luz de la ventana o de noche, alumbrándose con una lamparilla de mesa! Le gustaba comprar sábanas en Tolrá, que eran de una calidad superior como decía ella, pero sin hacer, un rollo de tela enorme que luego ella cortaba y cosía con su máquina Singer, pedaleando y moviendo la tela extendida sobre la mesa de la máquina. Ya cuando era muy mayor, me decía cuando yo iba a su casa a verla, "anda, Paco, enhébrame la aguja", y allí me acercaba yo, a la máquina Singer, a meter el hilo por la ranura de la aguja. Mi hermana y yo recibimos docenas de ellas. Para vuestro ajuar,  nos decía, perfectamente planchadas, dobladas y metidas en unas bolsas que parecían hechas a propósito para ellas.

O la veía sentada a la máquina pero haciendo ganchillo, paños de puntilla blanca para cubrir los brazos de los sofás, o como adornos protectores, tengo docenas de ellos, o haciendo punto,  un chaleco de lana para mi padre o para mí, mi madre nunca veía la televisión, probablemente fue la mujer más trabajadora que en el mundo ha habido. O cocinaba sin parar cuando nos reuníamos en su casa toda la familia por los cumpleaños o en navidades. Embotellaba los tomates que cogía de su huerto, hacía chorizos y morcillas con una máquina de embutir que algún día aparecerá, probablemente la tenga mi hermana y hacía hasta su propio jabón, como se hacía antes, a base de grasa.

A mí mi mujer me dice que me parezco a ella, que siempre estoy haciendo cosas, pero  yo no le llego ni a la suela de su zapato ni soy tan disciplinado como era ella, siempre se bañaba o se duchaba a las nueve en punto, todas las noches sin dejar ni una sola. Se hacía su ropa y estaba pendiente de todos. Tenía una fuerza inmensa y no se cansaba jamás. A mí, lo cuento en Memorias del Sauce Curvo, no sé si así como lo hago ahora, que es como pasó en la realidad: a mi hermana y a mí, decía, nos sorprendió una tormenta con ella en el campo, no sé a unos tres o cuatro kilómetros del pueblo. Llovió la mundial, como estos días, ella nos guarecía con su cuerpo y con su jersey, los tres acurrucados bajo un espino.  Yo tendría unos cinco años y mi hermana nueve o diez. Cuando terminó de llover los caminos estaban llenos de charcos. A mí me había comprado unas zapatillas nuevas, yo no quería que se me mancharan,  ella me cogió en brazos y me llevó así hasta el pueblo. Miro en google y un niño de cinco años pesa 20 kilos, tres o cuatro kilómetros sin bajarme de sus brazos, sin descansar, ella que pesaría no más de cincuenta, si no fuera porque así pasó, no me lo creería nunca.

Ayer fue el día de la mujer, probablemente todavía hoy haya aspectos mejorables en cuanto a la igualdad de oportunidades, aunque creo que está la cosa ya bastante pareja, pero yo, sin desmerecer a las mujeres actuales, este nueve de marzo, un día después, se lo dedico solo a mi madre. 

Y a su máquina Singer, que me recuerda todo lo que un día tuve a mi lado y que no volveré a encontrar jamás, lo sé, en este mundo. Por eso, siempre cuando llego o me voy del pueblo y paso por el cementerio que está en la carretera, le digo, hola, mamá, aquí estoy, algún día volveré a estar a tu lado. Mientras tanto,  guardo celosamente todas esas cosas que sembraste en mi interior, y me ocuparé de tu máquina de coser Singer, como símbolo de tantas cosas tuyas que todavía me rodean, la  pondré en el sitio más vistoso del salón principal, o en lo alto de un trono si yo fuera rey. Como se merece la reina de la casa, aquella que me hizo sentir como un auténtico príncipe a su lado. y que, todavía, sigue viva en mi corazón.

Tu nieto Guillermo también se enamoró de tu máquina, insistió en que le hiciera un vídeo con ella. Aquí te  dejamos este recuerdo.





martes, 5 de marzo de 2024

ESCAPAR

 

Ancho mar

 

Amanece el día y los momentos son como regatos.

 Como arroyos que recogen el agua de las laderas.

 Y la llevan por valles soleados,

 por hoces llenas de chopos,

 por torrenteras henchidas

 de brillos y de espuma.

Hasta que desembocan en el río grande al atardecer,

 que es una inundación de lejanas orillas.

 Un caudal gigantesco

 que embalsa todos los instantes del día.

 

 Y allí estás tú. 

Al final del río.

Tú eres el ancho mar.

 Que me espera como cada noche.

 Donde yo me vierto y me diluyo.

 Donde abro las compuertas

 y fluyen todos los instantes del día

 que yo acumulé.


 La noche nos abraza

 y nos hace uno.

 

Y queda, luego, una superficie horizontal,

  densamente oscura y azul,

 que es el suelo líquido

 de donde emergen las estrellas.

Mientras allá, en lo hondo,

 en el fondo marino,

 rodeada de aliento y de silencio,

 crece,

 una noche más,

 una capa de légamo,

 un sedimento íntimo,

 una argamasa de nuestras esencias,

 con las que la noche va construyendo

 ese edificio

 en donde viviremos

                                   eternamente.

 









Acabo de llegar de una escapada al mar de Alicante precisamente. Vuelvo con las pilas cargadas para aprovechar a tope unos días, solo unos pocos, la semana que viene viajo a Italia. Este es un mes que me lo tomo a beneficio de inventario. A pesar de la imagen de arriba, en este viaje al mar no he escrito una línea ni he leído prácticamente nada. Pero han sido unos días dichosos, como casi siempre que voy por estas latitudes.


Aunque he pensado en mi novela, cuando mi mente ha querido traérmela a mi conciencia, mirando el mar o conduciendo o soñando por la noche. Y me he puesto fecha para empezar a escribirla. Será justo después de Semana Santa. Todos los días, sin dejar ni uno, hasta que termine el primer borrador.


Otra vez ese gran esfuerzo. Otra vez esa labor creativa que, por una parte, me apasiona y, por otra, me deja exhausto. ¡Vamos a ver si logró llevar a buen término esta nueva singladura!


Y para que no se me olvide este sabor a mar, aquí unas olas al viento de una tarde en el paseo marítimo de Calpe, una cervecita mirando al mar no tiene precio, mientras las gaviotas posan como casi únicos testigos en la arena.



Al fondo, allá a lo lejos, el impertérrito faro del Albir, siempre subimos a él, donde me hicieron la foto que encabeza este post.



Aquí, un recuerdo de la playa de Calpe.


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