Ya las mariposas
no vuelan
ebrias de lontananzas.
¿No ves qué dulcemente
se mueren
ahogándose entre las aguas
que arrojó la tormenta?
Y tu sonrisa
azulada,
es, tras la borrasca,
solo un cristal más,
es, tras la borrasca,
solo un cristal más,
que flota en el
mar de Tasmania.
Donde desaparece
nuestro pasado
y se acaba el tiempo
y todo lo que significaba.
La luna ya no me
engaña.
Ni su bufanda hecha
de algodones
y de distancia…
y de pétalos de
estrellas
rotas, apagadas.
No me pidas que
no salte
la pared de la
última valla.
Ni que me aleje
más despacio
en esta carrera
corta,
alocada.
¿No ves que las nubes ya
no me gritan?,
únicamente son
el refugio del
silencio, del olvido,
el humo que se
eleva
tras el incendio
del alma.
Ya solo me queda
el último vaso
de vino
y respirar la fragancia
de las últimas
flores,
esas que se mueren
cada día
al borde de los caminos.
Y que me
despiden
con sus pétalos
abiertos
todavía de amor borrachas,
diciéndole adiós
a la vida
casi contentas
¡Como si no
pasara nada!
POEMAS DEL ÚLTIMO CAMINO: LAS ÚLTIMAS FLORES