sábado, 12 de marzo de 2016

RAYO DE LUZ



Bebió la amarga cicuta. Que era todo su dolor. Y luego apagó la luz de su horizonte.

Permaneció en tinieblas todo lo que pudo. Hasta no sentirse absolutamente nada: una mota de polvo en una cueva oscura, por donde nadie pasa.

Luchó a brazo partido por dejar de ser él.Y tampoco quiso que quedaran huellas suyas.

Pero era un corcho insumergible. Un musgo inverosímil, que se cosía, a su pesar, a una brizna de tierra.
No quería afrontar el peligro de vivir. Pero, ¿quién era él para decidirlo?

Pensó en los demás. Que andaban arrastrando sus cadenas. Persiguiendo un rayo de luz que, al final, no duraría.

Por eso, él buscaba, antes que nadie, su propia oscuridad. Que sería la empalizada de su trinchera de la nada absoluta.

Y esta, a su pesar, se le resistía.

Un rayo de luz iluminó la estancia.

¿Quién manda en el amanecer? - se dijo en voz alta.

Tú no, le dijo el eco. ¿Eres tú acaso el candil de la vida?

Francisco Rodríguez Tejedor/ www.eldiaquefuimosdioses.blogspot.com






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