viernes, 25 de noviembre de 2011

MARIA NARRO: LA FUERZA DE ESCRIBIR



"Al encontrarme esta mañana con el resguardo del contrato de edición de "Las palabras del viento" sobre mi escritorio las lágrimas han empezado a echar carreras...¡ha sido tan duro! ¡Ha costado tanto!"
A María yo la conocí en Facebook.  Me interesé por ella porque era escritora. Como yo. Y de mi misma tierra, de la Alcarria. Su madre y mi madre habían nacido a 5 kilómetros de distancia. En dos diminutos pueblos castellanos, donde solo existe el aire y una paz que, cuando la encuentras, no olvidarás jamás.
Hace unas semanas cuando la Librería Lua de Guadalajara y yo anunciamos en Facebook la firma de ejemplares de mi novela, María me escribió: Iré, seguro, voy en silla de ruedas, ¿sabes?
Y fue.
     María es una mujer bellísima. Yo estoy leyendo ahora su primera novela "Las fotos de un adiós". Una novela sobre la enfermedad: "...tengo problemas auditivos.Veo cine y televisión subtitulada, no puedo entender una conversación sin ver la boca de quien habla. Ni radio ni teléfono. Lo último que escuché y entendí -oír es otra cosa - en la radio fue el asesinato de Miguel Angel Blanco"
Hoy cuando he leído su mensaje, me ha inundado una ola de alegría.  Menos que la que sentirá ella. Porque el nacimiento de un libro es un acontecimiento sin igual. ¡Y hoy cuesta tanto alumbrarlo! Yo sé algo de la pelea buscando editor...! Pero nunca olvidaré el olor de la primera vez que lo hojeé y la sensación de que, una vez nacido, nunca morirá.
Vida eterna a "Las palabras del viento",  que nacerá el próximo día 23 de abril, el Día Internacional del Libro, aquel día en que murieron los dos genios más grandes que ha dado la literatura universal: Cervantes y Shakespeare. María titula su blog "Shakespeare y yo". Ese día se unirán ambos. Y yo levantaré mi copa por ellos. Como por todos aquellos que se atreven a materializar la ilusión de escribir, de contar, de dar vida a otros personajes que están al otro lado del espejo de nosotros mismos, para entretener o emocionar o simplemente mostrar a otros el misterio insondable de vivir. ¡Bravo María, ardo en deseos de tener tu novela entre mis manos!

sábado, 12 de noviembre de 2011

ANTONIO HERRERA CASADO. RESEÑA SOBRE "EL DIA QUE FUIMOS DIOSES"

     Antonio Herrera Casado es una institución en La Alcarria y en Castilla-La Mancha donde, recientemente, ha sido nombrado Hijo Predilecto. Tiene a sus espaldas una obra ingente donde explora, disecciona, analiza toda la historia, el costumbrismo, el patrimonio artístico y cultural de toda La Alcarria en sus diferentes pueblos.  Es también un referente cultural en la región.Hoy, con motivo de la firma de mi novela en la Librería Lua de Guadalajara he tenido la oportunidad de conocerlo y agradecerle la lectura de mi novela.  Precisamente en el día de hoy ha publicado una reseña sobre ella que, por su interés, reflejo a continuación. Animo al resto de los contertulios y visitantes de este blog a contrastar sus puntos de vista con esta reseña.



Viajes por el Mundo



La primera novela de un alcarreño


El sabado 12 de Noviembre, a media mañana, Rodríguez Tejedor firmará ejemplares de su primera novela “El Día que fuimos dioses” en la Librería LUA de Guadalajara. Sigue aquí su blog.
Acabamos de leer la primera novela de Francisco Rodríguez Tejedor, titulada “El día que fuimos dioses” y que ha editado “Alhulia” como número 112 de su Colección “Crisálida Narrativa”. Rodríguez Tejedor es un autor alcarreño, nacido en Sacecorbo en 1957, y ya curtido en los campos de la literatura tras muchos escritos de prosa y poesía. La novela, así, de entrada, es un monumento a la literatura, a las palabras medidas y conscientes, al orden lógico de las cosas, a los personajes ficticios y reales a un tiempo. Es un libro maduro porque se ha escrito a lo largo de mucho tiempo, se le ha repasado una y otra vez, se cimenta sobre otros versos y se ayuda de un gran literato, de Antonio Machado, que bulle en el fondo de toda la obra.
Aunque el autor alcarreño que hoy descubrimos tiene todavía mucho camino por recorrer, muchas cosas nuevas con que sorprendernos, la obra con que aparece en el mundo de las letras es muy valiosa, tiene sustento, es sólida. Quizás le sobran algunas páginas de excesivo lirismo, cuando los protagonistas ejercen sus soliloquios en torno a algunas ideas centrales, que se ve son las que al autor preocupan de verdad (como a muchos humanos que ejercitan el don del pensamiento) y que vienen a ser estos: el amor, los recuerdos, la preocupación por el tiempo que se va, etc.
La trama es buena, consistente: quizás se espera muy al final para darnos las visiones definitivas de las causas de tantos interrogantes. Pero eso es lógico: no nos va a servir la solución del enigma al principio. Quizás lo más bonito, literariamente hablando, de este “El Día que fuimos dioses” sea el recorrido que los protagonistas hacen por la España machadiana, desde Sevilla, a Collioure, pasando por Soria y Segovia. Es una especie de viaje literario, de perfecta ruta poética la que se entrecruza con las historias de los personajes.
Sorprendente, de verdad, la solución que se da a la trayectoria de dos personajes masculinos que centran la novela. Tiernos los trayectos de los personajes femeninos. Quizás falten aquí (es una manía de lector, supongo que habrá otras perspectivas) personajes de cuerpo entero, identificables en cualquier aspecto de su vida. O sea, protagonistas definidos humanamente. Pero repito: para ser la primera novela del autor, hay que aplaudirla porque lo merece, leerla con parsimonia, porque todo tiene su razón, y saborear el gran sentido literario del autor, que impregna cada página. Una apuesta magnífica que se ancla en el mundo literario de la Alcarria de la mano de un paisano.

AHC

martes, 1 de noviembre de 2011

PRIMERO DE NOVIEMBRE.




      Hubo un tiempo, de niño, en que a Fernando le daban mucho miedo los muertos, el que se moría se iba a un sitio muy lejano y definitivo, un sitio oculto desde el que los muertos  miraban a los vivos y por ello resultaban tan misteriosos y asustadores para él, pero ahora sabe que no es verdad, la vida y la muerte son la misma cosa, y los muertos no se van sino que se quedan con nosotros. Los muertos nos rodean por doquier, porque hay muchos más muertos que vivos, muchos miles de millones más de muertos que de vivos desde que el mundo es mundo. Nos rodean con todas las cosas que dejaron, con sus libros, con sus películas, con sus casas, con  sus puentes, con sus árboles, con sus recuerdos y  con sus obras  en general. Nos rodean, en definitiva, con lo que fueron el fruto  de sus quehaceres y desvelos.

     Y luego estamos nosotros, los vivos, ¿qué somos los vivos si no el fruto más preciado, el más querido de los muertos?  Nos trajeron a este mundo, nos dejaron sus genes, sus recuerdos, sus abrazos y nos influenciaron lo más que pudieron. Sí, los muertos no se van a ningún sitio sino que permanecen con y dentro de nosotros.

     Los millones y millones, miles de millones, de cadáveres que en el mundo ha habido forman el humus, la arenilla que pisamos cuando caminamos.  Cuando el viento sopla  y  levanta el polvo son nuestros antepasados los que se levantan . Y cuando respiramos, los inhalamos y se instalan de nuevo dentro de nosotros. Por eso la vida y la muerte son la misma cosa, como el día y la noche, uno es la continuación del otro, nada más, y cuando el uno termina empieza el otro y luego al revés. Por eso Fernando ha elegido esta noche, sin proponérselo, esta película que se titula, Lo Que El viento Se Llevó y que debería tener una segunda parte, Y Luego Nos Trajo. Porque nosotros solo somos el sitio donde alguna vez se refluye el viento, el viento nos rodea, el viento nos posee, el viento nos da la vida y también nos la quita, el viento que, de repente, en un ráfaga luminosa, nos trae a veces el amor...

    Fernando acaba poniéndose muy triste. De vez en cuando le ocurre que se siente inerme, minúsculo, incapaz de entender el sentido de la existencia y entonces es cuando abre el armario y se viste con una pantalón vaquero negro muy ajustado y una camisa de un color rojo intenso, rojo pasión, se perfuma bien  y sale a la calle.  Es verdad, lo que tiene Amsterdam es que es una ciudad vieja pero con el alma joven, en Amsterdam hay un desorden aparente y la ciudad está llena de bicicletas donde las muchachas vuelan con su melena al viento. Fernando sortea  los canales y se dirige a la Plaza Damm. En una curva una muchacha casi lo arrolla con su bicicleta, cuando ambos se recomponen se cruzan sus miradas y Fernando le dice, ¿me acompañas a alquilar una ?, entonces la muchacha le sonríe y le contesta, sí, si me llevas tú con ésta en el sillín.

      Sí, es verdad, Amsterdam es una ciudad con muchachas rubias y esbeltas y a Fernando siempre se le dieron bien las mujeres, cada día mejor. Un poco más tarde se adentran los dos en un frondoso parque que hay enfrente del embarcadero y del casino. Se van alumbrando con los faros de sus bicicletas y Fernando se siente entonces seguro. El viento sopla suavemente con un rumor de siglos y Fernando lo respira lentamente, profundamente, mientras sigue la estela de esa melena rubia  que es como una ondulante vela en el océano de la noche.

De la novela "El día que fuimos dioses". Pág 316