domingo, 26 de abril de 2015

PAGINAS ROTAS DEL DIARIO DE UN ESCRITOR (2): UN NIÑO EN LA PLAYA





Ya sabes que todo en esta vida es un acto fallido. Y, hasta a veces te lo dices, inútil.  Es como sacar agua del mar. Por un niño y en un pequeño cubo y almacenarla en un hoyo, que éste  ha hecho en la playa.  No lo resiste la lógica. Ni siquiera la ilusión.  Pero él lo hace. Y, además, disfruta mientras se siente bañado por el sol y por, qué se yo, el empuje que le hace sentirse importante.

A ti, si hay algo que te  atrae y por lo que luchas, es por continuar  siendo un niño. Y, como él, seguir sacando agua del mar que, luego, algo que no sabe el niño sin duda,  siempre vuelve  a donde tú la sacaste. Y queda todo igual. Uniformado por la gran fuerza de los océanos y de las mareas. Que siguen conformando esa inmensa mancha azul, que engulle todos tus pequeños esfuerzos e ilusiones. Pero esa es otra guerra.

A ti te gusta la personal batalla de coger el cubo,  llenarlo y verterlo en el hoyo que, con tanta ilusión, has hecho en la arena.  Y volver, una y otra vez, a llenarlo de agua en el mar inmenso, mientras se consume una larga tarde. O, tal vez, la vida entera.




Qué más da. De alguna forma hay que pasar el tiempo. O la vida. Todo se consume y se agosta cuando cae el sol en un atardecer dorado en la playa.

Solo permanece de nosotros el esfuerzo. Por llegar. Por sentir. No sabes el qué, ni a dónde.

Sólo quedan, al caer la noche, unos vagos recuerdos y el cansancio de la lucha.

Y esos brillos que una vez sentiste. Mientras el afán y la fuerza del empuje de la ilusión, te hicieron creer que te llevaban más allá.

A lo mejor lo hicieron. Quién lo sabe.  Tú no podrías jurarlo, desde luego. Sino sólo contarlo. Escribirlo.

Y, en el fondo, te sientes agradecido por ello.


FRANCISCO RODRÍGUEZ TEJEDOR.

Escrito para el blog www.eldiaquefuimosdioses.blogspot.com
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sábado, 18 de abril de 2015

MELANCOLIA



     Cuando la melancolía te inunde, no te preguntes por qué. Es cosa de la Luna. De su fuerza misteriosa que mueve y remueve las mareas.
     Así que sumérgete en el paisaje de tristeza que hay bajo las olas, en el silencio de los peces y en la mudez de las rocas.
     Y, cuando ya no puedas más, cierra los ojos y déjate llevar por la corriente submarina que te lleva al comienzo del comienzo. Cuando solo eras una larva acuática y tenías todas las vidas por delante.
     Y la inocencia todavía sin marchitar. En el tiempo de las aguas transparentes, de los ojos limpios, del claro cristal.





     Del libro Los mejores 101 momentos de amor. El libro más popular de Editorial Alhulia en 2014 y 2015. Ver e-book en: http://www.casadellibro.com/busqueda-generica?busqueda=francisco+rodriguez+tejedor&nivel=5&novedad=-1&formato=-1&idcategoria=-1&tipoAccion=-1&edad=-1&tipoproducto=-1&condicion=-1&idioma=-1&valoracion=-1&encuadernacion=-1&estadousuado=-1&idlibrero=-1&precio=-1&idcoleccion=-1&tipolector=-1&estadolectura=-1&ordenar=10

sábado, 4 de abril de 2015

METAFORA DE VIDA


    

    “DISTINTAS FORMAS DE MIRAR EL AGUA” – JULIO LLAMAZARES.

   En el último libro de Julio Llamazares se nos muestran diecisiete formas de mirar el agua que, en realidad, serían diecisiete formas de mirar la vida. Porque si hay un símbolo de esta última éste siempre ha sido, es y, probablemente, seguirá siendo en el futuro, el agua.
   Los astrólogos lo saben muy bien cuando estudian el universo: para rastrear la posibilidad de vida en él, hay que rastrear el agua.
   El origen de la vida en la Tierra también fue en el agua, donde empezaron las primeras bacterias y, nosotros mismos, flotamos en el útero materno, relleno fundamentalmente de agua, antes de nacer.
   Pero Julio Llamazares lleva al protagonista de esta historia,  un muerto que ya es solo un montón de cenizas tras su incineración,  a que repose bajo las aguas de un pantano que cubren el pueblo donde aquel nació y de  donde fue expulsado, precisamente por otra gran fuerza generadora de vida, que es el progreso, y que bien pudiera representar la presa con la que se construyó el lago.


    Y cada una de las diecisiete personas, sus familiares y seres más queridos, que lo despiden, echando sus cenizas al pantano, solo hacen que rumiar, cada uno con distintas ideas en su mente y sentir, con diferente dolor e intensidad en su corazón,  esta paradoja  de nacer del agua y morir ahogado en ella.
   O recordar las ilusiones del principio de la vida y cómo te aparta de ellas el manotazo del destino, bien, disfrazado de progreso, bien, desnudo y mostrando toda la aleatoriedad y dureza de la que es capaz.
   Porque el agua también destruye la vida que crea, como el tiempo que nació con nosotros nos va devorando día a día hasta terminar de aniquilarnos.
   Ya en las entrañas del libro de los libros, Dios anegó el mundo de agua para acabar con él, aunque salvara a Noé y su Arca.  Porque el agua da la vida pero también la quita, como cada bocado de aire que respiramos nos alimenta, pero nos va oxidando por dentro, hasta convertirnos en herrumbre. O, como cada paso del progreso se lleva por delante a todas las víctimas que se necesitan para darlo.
    Así que estos diecisiete testigos del naufragio de la vida del protagonista, se miran en el agua,  pero solo para verse sus propias cicatrices en el espejo.  Tal vez busquen su propio Arca de Noé,  esa urna de latón, donde un día reposarán sus propias cenizas, mientras se preguntan atónitos a sí mismos qué sentirán los otros, tan inermes como ellos y si todo este embrollo habrá merecido al final algo la pena.
    Y esta metáfora es lo que a mí más me ha gustado de este libro en el que, sin llegar a los decibelios de “La lluvia amarilla”, puede oírse sin embargo, muy nítidamente, el grito de la soledad y del infortunio humanos.  Que es el tema, a mi juicio, recurrente en la obra de este escritor tan singular.
    Porque hay muchas más de diecisiete formas de mirar el agua, tantas como hombres sobre la tierra, aunque solo haya, al final, unas solas y únicas cenizas, que nos recuerdan, sin embargo, que una vez fuimos fuego y brillamos en la oscuridad, mientras nos duró la gasolina.
     O,  simplemente, es que vino el agua del pantano y quedamos anegados por él.

    Francisco Rodríguez Tejedor

    Escrito para el blog: www.eldiaquefuimosdioses.blogspot.com

viernes, 3 de abril de 2015

BAJO LA LUZ DE LA LUNA



 

   


     Hacía casi 3 años desde la última entrevista a la luz de la luna, que hice con un entrevistador tan especial. Nos henos acordado de nuevo, por la preciosa luna que hacía anoche  y porque coincidía, qué casualidad, con el punto y  final de mi nueva novela: "MEMORIAS DEL SAUCE CURVO".
    Solo recomendable para fans de los claroscuros, noctámbulos y amantes de la literatura de este servidor.



https://www.youtube.com/watch?v=ajtM4iQu7X0