domingo, 22 de diciembre de 2013

HISTORIA DE NAVIDAD




HISTORIA DE NAVIDAD

Le habían encargado hacer aquel año el belén. Era un belén de musgo, verde y suave, de terciopelo, de los de verdad.

Lo fue a buscar por las rocas de las veredas, entre regatos y escarcha.

Cuanto lo tuvo creó con él aquel paisaje de suaves colinas y de ríos con agua cristalina, que trajo de la fuente. Puso las casitas blancas de tejado rojo y, en el prado, los pastores con sus rebaños. Tras una loma venían los tres reyes con su séquito y, en el centro, aquel humilde portal, hecho con cuatro trozos de corteza de pino, y un burro y una vaca de ojos fijos y brillantes, que daban su calor a aquella joven pareja con niño rubio.

Fue inmensamente feliz cuando terminó aquel mundo en miniatura que ocupaba todo el aparador del salón. De premio, sus padres le dejaron, por primera vez, ir a la hoguera gigante de Nochebuena que hacían en la plaza. Nunca olvidaría aquellas vivas llamas que serpenteaban hasta el cielo, ni aquel cálido resplandor.



Tal vez por eso, cuando fue haciéndose mayor, orientó su vida hacia la arquitectura, construiría nuevos mundos como aquel primero y todos los inviernos podría celebrar renovadamente aquella primera Navidad.

Y así ocurrió, durante muchos años: Primero fueron unos cuantos chalets, luego un pequeño polígono en el barrio y, últimamente, una urbanización entera que se denominaría “La llamarada”, en recuerdo precisamente de aquella primera que sintió, y que por mucho que lo intentaba, no lograba equiparar.

Hoy pasea, aterido de frío, por un esqueleto de andamios y grúas mudas, que rodean a centenares de casas sin terminar. Los jardines, aquellos elegantes parterres vistosos de las maquetas hechos con verde musgo, son un desolado cementerio lleno de escombros, de ladrillos y cascotes por los que deambulan las ratas. Y recorre con su mirada todo aquel mundo que él había diseñado y solo encuentra deudas, hipotecas sin pagar, ambiciosos y especuladores huidos precipitadamente y un tiempo de efervescencia, de descorche, de burbujas, que se acaba.

Mañana será Navidad y, antes de abandonar el sitio, llegar al coche y cruzar las grandes puertas de entrada enmarcadas con muros de piedra, se detiene junto a ellas y, en la umbría, observa cómo un musgo de un verde intenso, de estreno, se cose a la pared con la ilusión de todos los años.

Para él será la última Navidad, piensa, mientras se agacha y recoge el musgo de las piedras. Está acabado y sin fuerzas para continuar. Ya no habrá jamás navidades como aquella primera, que no ha olvidado, ni olvidará jamás.

Así que cuando llega a su casa hace un belén pequeño con aquellos trozos de musgo y se prepara para pasar con los suyos aquella noche, como si fuera la última de verdad: no habrá tiempo para los recelos, ni las ofensas, ni las preocupaciones, sino solo para celebrar que están vivos y juntos, que se acuerdan de todo lo que les une y de los que ya no están…

Y, quién sabe por qué, le va creciendo dentro el calor que le sube como una gran llamarada. Hasta que se cuelga en sus pupilas el espejo de aquel resplandor, de aquella lejana hoguera de cuando era un niño…

Mientras él se repite, una y otra vez, para no olvidarlo nunca jamás, el secreto que acaba de aprender: Celebrará siempre su Navidad como si fuera la última, tal vez lo sea. Ese cálido latido, especial y único, que te acerca, por veredas de musgo verde y suave, a aquella primera Navidad.



Francisco Rodríguez Tejedor para La revista de todos:http://larevistadetodos.blogspot.com.es/2013/12/historia-de-navidad.html — con Francisco Rodríguez Tejedor.

FRT es autor de la novela "El día que fuimos dioses", del guión de "Victorita, Victorita…" y del libro sobre el amor: "Los mejores 101 momentos de amor"
— con Juana Muñoz Garcia-calvo y 19 personas más.

martes, 17 de diciembre de 2013

RESPUESTAS





Dame tú la respuesta a tantas preguntas. Que solo tú te haces.  ¿Por qué todo no puede ser tan fácil como para mí lo es?

Tú controlas este juego. Y el sol nace todos los días  bañando de luz esos paisajes que están al otro lado de nuestro visillos.

Yo solo te digo lo que sé: No puedo vivir sin ti.

Tú corres por mis venas.

Te traigo conmigo a la mañana.

Porque tú eres la respuesta al comienzo de mis días. Y al fin de mis noches.

Tú y yo. Ambos tirando del carro.

Hay un oleaje verde y dorado, que nos mira y que acuna las orillas del paisaje.

Porque hay variedad de respuestas a la misma pregunta…

¿Por qué  tantas estaciones, tantos oleajes…?

Y un solo faro, en lo más agreste del acantilado.



Luz y esperanza de los náufragos.

Testigo y vigía de los mares,

Donde la poesía nos une, una noche más,

Mientras los transitamos…










viernes, 6 de diciembre de 2013

ALUMBRAMIENTO



ALUMBRAMIENTO.

El nacimiento de un libro, para el autor, es un momento de gozo, de alegría indescriptible. Es la culminación de un gran esfuerzo, aunque  también haya disfrutado previamente de momentos deliciosos. Como cuando terminas de amueblar una casa  y puedes verla en toda su perspectiva y esplendor por primera vez. También disfrutaste  antes poniendo las lámparas, o clavando los cuadros del salón, o yendo a comprar aquella tarde de frío inmenso los sofás que más te gustaban, arrebañando los últimos euros de la cuenta.

Por eso hay algo de culminación, sin duda, de complacencia, como yo imagino que debe sentir un escalador, cuando divisa el horizonte en la lontananza desde su cumbre. Y se olvida por un momento de sus miserias, de su cansancio, de sus calambres  y de las malas jugadas de la nieve y del hielo. Y de la desesperanza.

Yo os comunico el nacimiento de mi segundo libro, que ha tenido un parto lento, cadencioso, pero feliz. Un libro que habla, modestamente,  de algo importantísimo: Del sentimiento que es la base de la literatura, del cine y de todas las artes que ha desarrollado el hombre buscando la eternidad, la trascendencia, más allá de su vida caduca.  Y, más aún, del sentimiento que es el motor permanente de la vida humana.



Es un libro que recorre el arco (ojalá siempre fuera iris) que va desde el nacimiento del amor, el enamoramiento, a  la pasión, la convivencia, pero también, ay, a la traición y los celos, el desamor, la soledad, la nostalgia y cómo no el triunfo del amor.
Ojalá que, pasado este momento de éxtasis, el autor pueda divisar también que su obra, a juicio de sus lectores, ha merecido la pena: que ha entretenido,  o emocionado o les ha hecho revivir (vivir de nuevo)  este sentimiento que todos hemos experimentado alguna vez.

La semana que viene empieza a llegar a las librerías, las primeras las de mi tierra, la Alcarria, por supuesto y, luego, a las de Andalucía, donde es más fuerte mi editorial, Alhulia. Luego llegará a Madrid (donde habrá una presentación oficial, todavía sin fecha, pero ya pasadas las Navidades) y al resto.

Muchas gracias y espero poder ir acercando, lenta pero continuadamente, éste, mi segundo libro, al destino lector, que es la meta de todo libro que nace.

https://www.facebook.com/francisco.rodrigueztejedor 

domingo, 17 de noviembre de 2013

PÁGINAS ROTAS DEL DIARIO DE UN ESCRITOR.




PÁGINAS ROTAS DEL DIARIO DE  UN ESCRITOR




Al escritor nadie le dice cuándo tiene que escribir y mucho menos lo que tiene que escribir. Las cosas que tiene que decir ya las dirá cuando llegue su tiempo, porque el tiempo es el mejor amigo del escritor. El tiempo va cincelando lenta, pero concienzudamente, los personajes que el escritor se inventa. Aunque él no lo sabe, son los trozos de su alma rota, que él se esfuerza en zurcir, sin remedio, aunque tal vez con esperanza.

Cuando el escritor coge su pluma ya nada ni nadie podrá detenerlo jamás. Es su destino el que lo llama de una forma inapelable e inexorable. A lo mejor es que ya tiene su alma repleta de amargura, o de serenidad, o, tal vez, de ansiedad y locura, de gozo y bienestar profundo, pero, en cualquier caso, a ese potrillo que le ha crecido en su interior ya no lo puede sujetar más y mucho menos domar. ¿No oyes desde fuera sus relinchos?

El escritor abre entonces la puerta del establo, o eso cree él al menos, y sale afuera el caballo alazán, que ya no potrillo. Sale trotando, alegre, a pisar las flores de la pradera y a dormir libre bajo la luna, a pastar la hierba fresca y tierna de las umbrías y a montar las grupas agrestes y cálidas de las yeguas.

El escritor lo ve marchar entonces, tal vez con el corazón henchido de gran orgullo o, tal vez, con la nostalgia de la irreparable pérdida. No es verdad, no es verdad. Solo es pura ilusión o, quizá, la dulce inocencia. ¿No lo ves acaso tú, cómplice lector, de jinete en su montura, con las riendas rotas y perdiéndose en el horizonte de la colina?

Porque el destino del escritor es ofrecer su verdad al mundo, relinchar libre y desnudo en la pradera. Hasta que un día lo mate el rayo, o lo descabalgue el miedo, la muerte lenta o la locura. Pero aún quedará entonces el eco de su voz, que retumbará por entre los personajes que todavía le sobrevivan. Aún quedarán, en la hierba, esas gotas de rocío, ese hilillo de sangre que conduce hasta donde él abreva.

ww.eldiaquefuimosdioses.blogspot.com

martes, 12 de noviembre de 2013

EL ULTIMO BOLERO (PARA EL ALBUM: LITERATURA, VIDA MIA)



EL ULTIMO BOLERO: UNA GRAN NOVELA, HETERODOXA, SUGERENTE Y PROVOCATIVA.

Acabo de terminar de leer esta  novela de la escritora argentina, afincada en España, ELINA HEBE PRADO y todavía me estoy recuperando de este torrente de palabras, de voces, que te golpea desde el principio, como una lluvia de pedrisco, de la que no puedes escapar ni guarecerte.
Yo ya conocía otros textos de Elina de carácter más intimista y poético. Y siempre sintonicé con su música.  Pero los compases de este Bolero me han dejado impresionado, revuelto, impactado y, sobre todo, entusiasmado. Feliz de topar con una obra de la talla de ésta.
Un planteamiento, en principio ya manido, como la historia de amor entre un gigoló
y una ejecutiva, se convierte en las manos de Elina en una disección del mundo de la pareja: de sus miedos, prejuicios, inseguridades  y, también, heroicidades. En la búsqueda del valor de lo auténtico, de la recuperación de la inocencia,  de los ideales, de los sentimientos  que están en un mundo perdido,  perdido paraíso, del que los protagonistas, por diversos motivos fueron expulsados  al comienzo de sus vidas y que, a trancas y barrancas, luchan por recuperar.
Van cayendo las sucesivas capas de cebolla hasta mostrarnos la desnudez absoluta
de la soledad y fragilidad humanas. Y de las imposturas, disfraces y conveniencias con las que cada uno se cubre para ocultar sus propias vergüenzas.
No es una novela al uso. Los dos protagonistas intercambian el relato en primera persona, en un sucesivo juego de plano y contraplano, patio y esquina, a través del cual el lector tendrá siempre una visión ambivalente de los hechos pero, también, donde lo masculino y lo femenino, y sus contrastes y matices, se encuentran y desencuentran como un vaivén de barcas contiguas, que luchan por emparejarse y navegar acompasadas.
Hay también una disección de instantes, de momentos, de sensaciones,  en los que Elina congela el tiempo, lo retuerce, lo amplifica  a través de una nube de sinónimos, de antónimos, de compases de famosos boleros, que son la envoltura  que cubre la tersura compleja, rica, variadísima y sugestiva de este texto.
Lo mismo cabe decir de las voces:  una mezcolanza de lenguaje académico y culto con  casticismos, palabras de calle, tipismos, españoles, dominicanos, sudamericanos, anglicismos de dominio internacional, que ahonda en la sensación de lluvia universal, multirracial y multilingüe que nos empapa a todos, porque es de la naturaleza humana de lo que se habla.
A mí, como lector, me gustan las obras que me sumergen en un mundo nuevo, cerrado y diferente. Que tiene su propia atmósfera, su música, sus fragancias, sus acentos.. En este libro lo he encontrado.
Es un libro ambicioso que, por lo que explica la autora en una nota final, tardó muchos años en gestarse y que, por fin, ha podido ver la luz, de momento en edición digital, en Amazon.
Yo detecto un gran esfuerzo, una gran ambición en la escritora, que se vuelca en este libro ofreciendo, como digo, un torrente verbal riquísimo, plagado de pensamientos, reflexiones, disquisiciones,  citas de películas, letras de boleros, y otras músicas en un retablo complejo y a la vez ordenado, en el que parece sobresalir la propia voz de la autora, que se asoma por detrás de los principales personajes que, eso sí, quedan un  poco uniformados, doblegados por esa voz que los crea, los recrea, con el ímpetu irrefrenable de querer ofrecer lo mejor.
Un verdadero placer haber tenido la oportunidad de leer este libro de ELINA HEBE PRADO. Una obra importante, novedosa,  que a mí, también, como escritor me plantea nuevos retos,  nuevas formas y fronteras, para llevar más allá, como ella lo hace,  el arte de escribir.