lunes, 28 de julio de 2014

EL CIGARRILLO


Encendió aquel cigarrillo. Y le sorprendió de que apenas le temblaran las manos.
Se echó hacia atrás en la mecedora. Y contempló el horizonte.

El sol se ocultaba tras las colinas en una bella vista. Entonces dio la primera calada. Y quién sabe por qué, se acordó  de la primera que había dado en su vida. De todo lo que representó: Un manojillo de metáforas, de sensaciones, de todo lo que él quería ser. Que sería muy diferente a toda la mediocridad que él pensaba que le rodeaba.
Vinieron luego todos aquellos momentos, aquellos flashes luminosos, de cuando era joven. Llenos de amor, de belleza, de plenitud y de fuerza: chispazos de camaradería, de risas, de diversión, De la paz sedosa entre las sábanas tras hacer el amor.
Y los puros de los bautizos de sus hijos. Esos alumbramientos cegadores que llenaron su vida un cuarto de siglo más. Hasta que volvió la soledad.
Y, luego, más tarde, todas las caladas que vinieron para combatir y compensar la ansiedad de cada día, y las frustraciones. Los engaños de los oropeles y de las zanahorias. El consuelo ante tanto dolor.
Luego dejó de fumar. Como de tantas otras cosas. Aunque no del todo. Como la vida se va yendo. Nos va dejando. Aunque no del todo.
El sol se había ocultado casi ya. Y, en un momento, no supo ni cómo, tuvo la certeza, estas cosas dicen que se saben cuando llegan, de que aquel sería el último cigarrillo. Tal vez fue aquel ligero vértigo en el horizonte, aquel remolino del paisaje, que en realidad era el remolino de toda su vida.
Y sus ojos se quedaron, luego, fijos en la lontananza. No llegaría a recordar ya si en los últimos rayos luminosos del sol o en las penumbras oscuras de la umbría.

 Y el cigarrillo siguió ardiendo entre sus dedos. Borrando las huellas únicas de sus yemas. Quemando todos los rastros del dolor.

Hasta que por fin se apagó. Como se apaga toda luz. Cuando viene el último silencio.

Solo las volutas siguieron ascendiendo por el firmamento. Cada vez más alto. Cada vez más difusas.

Hasta más allá de las estrellas. Esas luciérnagas luminosas,  que ahora él lo  sabe, son los rescoldos que quedan de todas las ilusiones, de todos los desvelos, de todos los amores,  que se han acumulado desde que el mundo es mundo.








"LOS MEJORES 101 MOMENTOS DE AMOR". EL BOOK TRAILER DEL LIBRO + DVD PROTAGONIZADO POR IMANOL ARIAS SUPERA YA LAS 1000 VISITAS EN YOU TUBE:  https://www.youtube.com/watch?v=pMT1cCD5EHs


domingo, 27 de julio de 2014

jueves, 3 de julio de 2014

DOMINGO




El sol en la ventana
De este domingo de verano
Que te llama
Pero, ¿a qué?

Y el séptimo día descansó.
Las sábanas se alargan.
Quiero decir el tiempo entre la sábanas.
Como si el descanso se multiplicara.




Y, de repente, ya descansado, te encuentras contigo mismo.
Una soledad de lejanas orillas.
Un tiempo que se te ofrece.
A ti.
Un extraño en la película de tu vida.
Con tantos otros protagonistas.

¿Y quien eres tú?
Un portaequipajes lleno de maletas
De preocupaciones, de urgencias.
Durante seis días en que no puedes levantar cabeza.

Hasta que aparece este domingo.
Y de pronto comprendes a tu loro.
Reflexivo y descansado en el palo de su jaula
Y cantarín y alegre , a pesar de todo.

Es lo que buscas tú, este domingo.
Ese reencuentro con la nada.
O con el todo.
De la libertad de ser tú.
De no hacer nada que no quieras.
De columpiarte en la luz.

Mientras las horas pasan.
Y la angustia se acerca.
Difusa. Certera.
Al otro lado de la hoja del calendario.
Que te atosiga por la tarde.
Cuando el sola ya no brilla.

Y las sombras de la noche
Te envuelven y te atosigan
Con las urgencia de ese lunes
Traicionero, recurrente
Que tú habías olvidado
Y, de repente, vuelve,

Como ese amor imposible
Siempre perenne
Al que das esquinazo en una calle
Y siempre vuelve.
Para hacerte sufrir.
Seis días a la semana.