viernes, 28 de junio de 2013

SEGUNDO ESTRENO EN MADRID DE "VICTORITA, VICTORITA..."



Tras su estreno en la Academia de Cine, es posible ver de nuevo "Victorita,Victorita..." en Madrid, protagonizado por IMANOL ARIAS.

La proyección correponde a los cortos finalistas en el Festival de Cortos Visualízame organizado por la Fundación Inquietarte.

Fecha y hora: Viernes 28 de Junio a las 17,30 h
Duración 90 minutos aprox (se exhiben seguidos 8 cortos, entre los que estará "Victorita..."

Entradas: GRATIS.
Aforo: 120 butacas aprox. por lo que se recomienda ir algo antes. (Los cortos nunca se sabe, a lo mejor se llena la sala o a lo mejor va poca gente).

LUGAR:  SALA SILURO LAS LETRAS.
C/ CERVANTES NUM. 3, BARRIO DE LAS LETRAS. MADRID.


No sé cuando el corto volverá a exhibirse en Madrid: Ahora está seleccionado, en Colombia. Washington, Alicante, Valladolid y un montón de sitios más, pero en Madrid, por el momento solo

en este festival.

Os adjunto book trailer que incluye novela/corto y proyecto de película.

Ya me diréis, los que vayáis, qué os ha parecido. Un abrazo
http://www.youtube.com/watch?v=xbq9O0uD2jI

domingo, 16 de junio de 2013

LAS LAGRIMAS DEL TIEMPO



LAS LAGRIMAS DEL TIEMPO / ALBUM: LITERATURA VIDA MIA.





(EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID CON JULIO LLAMAZARES: EL DIFICIL ARTE DE LO SENCILLO).

Logra Julio en este su último libro, “Las lágrimas de San Lorenzo”, el dificilísimo arte de lo sencillo, de lo esencial. Que resulta ser, a la postre, también la estela de lo perenne, de lo que queda de nosotros en la lucha, siempre perdedora, con el tiempo, que acaba devorándolo todo, o casi todo.

Para mí Julio Llamazares ya cumplió hace tiempo con lo que, a mi juicio, es la esencia, la entraña pura del escritor, a saber: Desnudar, con voz única, diferente a los demás, la naturaleza humana en alguno de sus aspectos fundamentales. “La lluvia amarilla” es una cima literaria desde la que uno contempla, atónito y emocionado, el páramo desértico de la soledad extrema.

Tal vez todos los escritores escriban siempre el mismo libro, desde distintos ángulos, claro, o con otros variados ropajes. Llamazares experimenta con la soledad también en “El cielo de Madrid”, su penúltima novela y así mismo, cómo no, en “Las lágrimas…”.

Yo sintonizo mucho con la literatura de Julio Llamazares. Me gusta su cuidado por las formas: la musicalidad y el ritmo de las palabras que confluyen en un texto terso y compacto, preciso y profundo. Y lleno de sencillez.

Para mí hay un momento mágico en la vida, en la madurez de la vida., que es cuando, pleno de centralidad, de importancia, contemplas, en los extremos, los dos lados de la existencia: La de tu hijo, que empieza a subir los primeros escalones de la cuesta del vivir. Y la de tu padre, que va bajando lenta pero inexorablemente de la colina a la que tú le subiste. Es un momento mágico, como digo, lleno de autoconocimiento, donde confluyen, en un instante, recuerdos, deseos profundos, decepciones que ya no tienen remedio y pasado y futuro que se encuentran en ti, en ese momento. Solo por ello, yo pienso que merecería la pena vivir la vida. Por llegar a ese instante.

Ese instante yo creo que Julio Llamazares lo intenta en “El cielo de Madrid”, un libro, para mi gusto, que no llega a ser redondo, que no llega a alcanzar esa magia de “La lluvia amarilla”. Aún siendo una magnífica novela.

Ahora nos encontramos, en “Las lágrimas…”, unos años más allá, es decir, más tarde. La centralidad de la existencia del protagonista ya se ha escorado irremisiblemente, para así unirse a la de su padre que, a lo mejor ya no está, o, si está, es solo una estampa, una lámina difusa, carcomida por el tiempo, la distancia o, tal vez, la muerte. Y el hijo está a su lado, a tu lado, protagonista tú todavía, lleno de ganas de saber, de estar contigo, mientras tú dudas entre mostrarle toda tu desesperanza, tu melancolía, o solo mostrarle el camino para que la vaya descubriendo él solo. Ayudado por el tiempo, que es lo único que permanece. Y permanecerá.

Entonces la visión del cielo estrellado se convierte en la visión de la propia vida. Y de la de los que nos precedieron, que cuelgan su testigo luminoso en nuestra memoria. El contemplar este universo de vida con tu propio hijo, pero ya sin tu padre (figura que ya también eres tú), es un acto lleno de melancolía. Y de decadencia. Es un repaso sumarísimo a tu existencia. Que descubres es la misma existencia que han llevado todos los que te antecedieron. Y que llevará también tu hijo. Y tú no puedes hacer nada para evitarlo. Para luchar contra el tiempo que nos invade y que nos borra a todos.

Pero queda la esperanza de las estrellas. Allí permanece el rastro de lo que fuimos, cuando ya no seamos. La pequeña luminaria que alumbra el reducido espacio de lo que queda de nosotros. La belleza, dramática y plena de soledad, y de silencio, que solo muestra, en el artesonado del cielo, el destino final de todos, a todo el que las mire. Pero también son luciérnaga, pálpito de vida, que el tiempo no destruye. Tal vez porque el tiempo también necesita de la luz de aquellos testigos, ya mudos, que un día lo vivieron.

Julio Llamazares y yo no nos conocíamos. Tenemos algún buen amigo en común y yo creo que, más o menos, la misma edad e hijos de edades parecidas. Tal vez por eso, en un momento vital similar, hayamos escrito de lo mismo. Aunque yo todavía no haya terminado mi novela, “El astrónomo”, que empecé ya hace casi dos años. Espero rematarla antes de Navidades. La historia ya está encauzada y no variará después de la lectura de “Las lágrimas de San Lorenzo”. Aunque las estrellas, esas lágrimas del tiempo, serán las mismas.

Julio, desenfunda su pluma y nos dice, mirándonos a mi hijo, que me acompaña, y a mí . “Os gustará, habla de un padre y un hijo”. Luego pone nuestros nombres con letra clara, y sencilla, y nos dedica “estas lágrimas del tiempo que espero no os decepcionen”.

El libro no lo ha hecho, desde luego.

http://www.youtube.com/watch?v=xbq9O0uD2jI