miércoles, 28 de febrero de 2024

MÚSICA O MÚSICA.

 





El escritor es un gran amante de la música. No es un experto, pero sí un apasionado que le tiene mucha afición, como cree que ya ha dicho por aquí alguna vez. 

Le viene de antiguo. Fue uno de los asistentes a aquel mítico concierto de los Rolling Stones en el Manzanares del año 82. Y se ha recorrido algunos de los templos musicales más importantes del mundo: desde Broadway en Nueva York, al Folies Bergère de París o al Teatro Bolshói de Moscú, cuando Moscú era otra cosa, claro. Sin embargo, nunca había ido a la ópera. 

Hasta el otro día, en que le invitaron a asistir a Otello, de Giuseppe Verdi. Y en un sitio que no podía ser más especial para él: el Teatro Buero Vallejo de su tierra, de Guadalajara. El escritor recuerda la escena de la película Pretty Woman cuando Richard Gere lleva a Julia Roberts (una prostituta vulgar y medio analfabeta en la película) por primera vez a la ópera, quiere observar sus reacciones para saber si se ha enamorado o no de una persona especial. Julia Roberts se emociona de tal manera que empieza a llorar y Richard Gere la observa, conmovido también, dándose cuenta que ha encontrado a la mujer de su vida.

El escritor no llega a la intensidad de Julia Roberts, pero sí pasa un rato inolvidable con la obra, que recordará tanto  como al mejor musical en el mejor teatro del mundo. Si no más. Solo la música es capaz de expresar de forma tan rotunda algunas emociones, y, si a esta le añadimos la literatura de Shakespeare, llegamos al no va más.

A la vuelta a Madrid, el escritor, ya obsesionado con el espectáculo, se acerca a ver el musical que dan en el teatro Apolo de la capital. Otra vez esa inundación de luz y color, de música en directo. De voces sin trampas ni cartón, que te rasgan el alma.




El escritor pasa unos días enfrascado en mil papeleos que tiene que resolver, con Hacienda, con su banco, con su pueblo de El Sauce Curvo. Mil papeleos, pero ninguno con su obra, que la siente estos días abandonada a su suerte. Es decir, frustración total. Acaba la semana agobiado y, para más inri, desde que decidió, al jubilarse en su empresa, presentarse disponible para todo, como un taxi con luz verde, le llueven compromisos por doquier, con sus hijos, con su familia, con compañeros y excompañeros, con otros escritores... En fin, si no fuera por la música con la que se acompaña día a día, acabaría de los nervios.

Hoy, por fin, respira. Retoma las lecturas y las labores de  documentación que necesita para un día, no sabe ni cuándo, ponerse a escribir su nueva novela "Regreso al Sauce Curvo". Y este retraso en su tarea creativa también le agobia. Menos mal, que ha convencido a su mujer para fugarse ambos unos días junto al mar y desconectar. Sí, el mar le espera. Ese sitio literario y soñado para relajarse y dejarse envolver en su paleta de azules y verdes que le enamora.

Ya solo faltan unos días. Mientras lee para su novela,  escucha a Amaral y esa canción tan especial que dice: "Y ahora sé que no es azul / la sangre que corre por mis venas.  / Y ahora sé que el día que yo me muera, / me tumbaré sobre la arena, /  y que me lleve lejos / cuando suba / la marea...". https://www.youtube.com/watch?v=Xq5v6EuW9WA

 Ah, la música, el mar... 

Ya falta poco.


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jueves, 22 de febrero de 2024

AMA TU TRABAJO

 

Nueva edición de "MIL PALABRAS PARA LA FELICIDAD". Una edición más cuidada y atractiva y nueva portada para este libro que destila la sabiduría de los grandes pensadores junto con las propias experiencias del autor reflejadas en su diario literario y personal. 

Mira la nueva portada y los primeros capítulos (ver "Échale un vistazo") en https://www.amazon.es/s?k=francisco+rodriguez+tejedor&crid=2C3K9JDL37XH8&sprefix=francisco+rodriguez+tejedor%2Caps%2C123&ref=nb_sb_ss_ts-doa-p_1_27


                                 AMA TU TRABAJO

SÉ FELIZ TRABAJANDO COMO UN BUEN PROFESIONAL


“Puede considerarse bienaventurado, y no pedir mayor felicidad, el hombre que ha encontrado el trabajo que ama”

                                                                                                                        Thomas  Carlyle           


     Hay profesiones donde, desde el punto de vista del servicio al cliente, cualquier tiempo pasado fue mejor. Se me ocurren así, a vuela pluma: maestro, gasolinero, médico, recepcionista telefónico y, desde luego, librero.

 

      El librero, antaño, no solamente se leía sus libros, los reconocía hasta por el olor. Se tomaba un café con los escritores y pulsaba su próxima obra, la calidad de su aliento. Conocía los gustos, y hasta los matices, de la afición de sus lectores, a los que atendía con el cariño, y la perspicacia, del antiguo boticario, disfrutando de la alquimia de sus infusiones y preparados.

 

    Hoy el médico es, muchas veces, un mero tramitador de volantes a los especialistas, que no mira ni al enfermo mientras teclea en el ordenador. Y qué decir del maestro, permitiendo que sus alumnos se maten en los pasillos, sin involucrarse, porque él solo enseña matemáticas. El gasolinero ya solo es un busto parlante, una foto fija, en la  ventanilla : “¿la dos, diesel? Cincuenta euros”. Y qué decir del operador telefónico, una lengua llena de cables, que no te entiende, ni te atiende jamás, mientras te preguntas por qué tu consulta nunca está en el menú de elecciones a marcar.

 

        Algo parecido pasa hoy al librero, una especie de pasmarote junto a los anaqueles, donde duermen, aburridas, obras maestras, junto a los detergentes, a los jamones, y a los rollos de papel. Y los libros, ya sin alma, son una mera referencia en el ordenador.

 

        Pero en este mar uniforme de utilitarismo mercantil, de mediocridad creativa, de planicie imaginativa, todavía quedan excepciones. Olas que se levantan orgullosas y altivas en mitad del océano, empujadas por ese viento interior que no se doblega jamás. Por ese remolino que nace en las raíces profundas y antiguas del buen servicio al cliente. En el trato, en la orientación y guía por el vasto mundo editorial de hoy. En ejercer, en definitiva, con letras de molde, el oficio de librero que es,  ni más ni menos, la profesión de especialista en libros. Y no, de operario de almacén, que limpia el polvo a los stocks a su cargo, por los que no tiene más interés que el clin-clin de la caja.

 

        Por esto, y por muchas cosas más, a Luis Domínguez se le conoce como el librero amigo. Ya quedan pocos como él.

 

        A mí, a quien siempre le unirá el hecho íntimo e importante de haber aprendido a leer juntos, cuando fui a verlo con mi primer libro bajo el brazo, todavía en borrador, me miró arqueando una de sus grandes cejas, tasándome, sopesando los gramos de escritor que había en mí. Y yo supe, entonces, que no me perdería del todo en el proceloso mundo de las apariencias, de los oropeles y de las falsas purpurinas en que se está convirtiendo, dentro y fuera de las librerías,  el oficio de escribir.




FOTO: Luis Domínguez, "el librero amigo".

 

martes, 20 de febrero de 2024

QUEDARÁ LA MÚSICA

 





Por la mañana el escritor necesita la música. Para levantar el vuelo. Para dorar de magia y de luz el arranque de cada día. Porque hay días que cuesta arrancar, ilusionarse, superar la inercia de la rutina que lleva al hastío. El escritor tiene sus gustos, acrisolados en el tiempo. Y siempre vuelve a sus orígenes, a aquellos autores que siempre le engancharon.

Hoy vuelve a Zucchero. A Diamante. Ese himno lleno de fragancias. De luz de domingo. Con el que pretende convertir este martes en algo especial. Mientras resuelve unos temas con Hacienda, ¡por Dios!, no hay cosa que le avinagre tanto, que le deprima tanto, pero no queda otra. 

Siempre cuando tiene algo tedioso, piensa en el homenaje que se dará después. Hoy será pensar en los detalles del próximo viaje, ya falta poco, que hará a Italia. Ah, Italia, Italia... Allí pasó él parte de su luna de miel en aquel viaje especial, muy peculiar, e inolvidable. Y, antes del viaje, una escapada a Alicante, el escritor ya no puede más, necesita cambiar la decoración de su paisaje, abrir las ventanas, respirar nuevos aires, ver el mar...

Sí, la música siempre fue un calmante para él. Y un revulsivo. Un revitalizante para acometer el día a día con ilusión.

Ha escrito muchas cosas sobre la música. El escritor piensa que ya tiene una edad en la que puede sacar de la chistera de su obra, y de su vida,  tantas palomas como necesite para dorar de luz el horizonte de este martes, de cualquier martes, inhóspito y cabrón, que aparezca en su devenir cotidiano.

Hace muchos años escribió este QUEDARÁ LA MÚSICA, que hoy relee como si tomara droga dura para levantar el ánimo de esta jornada nefasta, a la que acompaña, para que surta más efecto, con esta maravilla de DIAMANTE. Música, Italia... ¿Qué se puede pedir más? Ahí va: https://www.youtube.com/watch?v=82rSzyJ5SDU. Y el escritor se sumerge, hasta contento, en sus papeles con Hacienda.


QUEDARÁ LA MÚSICA

     Después de cenar íbamos a dar un paseo cuando nos embargó el sonido de la música. Nos llegó reverberando entre las columnas, los espejos, el murmullo de la gente deambulando por el lobby del hotel.

 

Era una música en vivo y, mientras saboreábamos un par de combinados, tú observabas a las parejas que bailaban. En esa noche de alegría, de despreocupación, de vacaciones. Y me apretabas el brazo, como sé que lo haces cuando estás contenta.

 

La orquesta, quién sabe por qué, me recordó de golpe a la del Titanic. Dentro de no muchos años no quedaría nadie de los que allí estábamos. Dónde iría toda aquella alegría, la complicidad de los cuerpos, las caricias y los besos de todas aquellas parejas, que continuarían, luego, mucho más apasionadas, sin duda, al otro lado de las puertas de las habitaciones. Todo aquel barco se estaba yendo ya a pique, escorándose lentamente hacia el abismo. Los únicos cuerdos debían ser los músicos de la orquesta que tocaban «El último vals» y nunca abandonarían la nave. Estoicos y escépticos, mientras les llegaba el agua a la rodilla.

 

Sí, sólo quedaría la música de aquella noche en el recuerdo submarino de todos nosotros, pasadas unas décadas. En el silencio eterno que sólo recorren los peces.

 

Tal vez porque me viste triste, me apretaste el brazo un poco más: «Venga, vamos a bailar».

Sí, al final sólo quedaría la música de aquella noche. La fragancia de tu cuerpo entre mis brazos. Y el susurro de tu aliento en mi oído: «Sabes que te querré eternamente».

 

Entonces me pareció que el músico del violín sonreía. Yo ya lo había visto antes. Aunque dónde, cuándo.

 

A veces, pienso que ya he estado en los sitios, que todo es una repetición de algo ya vivido. Por eso me acerqué al músico del violín: «¿Qué es todo esto?».

 

Él me sonrió de nuevo y se acercó al micrófono: «Y como despedida, esta balada de Celine Lion: “Mi corazón seguirá”».

 

Sí, al final del final sólo quedará la música.

 

    Y las estrofas que un día llenaron nuestro pecho bailarán entonces en las ondas que producen los peces: «El amor puede tocarnos una vez. Y durar toda una vida. Pase lo que pase, mi corazón seguirá…»


      A veces, no sabes por qué, ves a tu pareja, o te ven a ti, llorar de una forma extraña. En una noche llena de alegría, de despreocupación. De vacaciones.



Para: Envejecer/Regreso al Sauce Curvo.
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FOTO: el otro día tuve que ir a Sepúlveda por unos temas de Hacienda, precisamente. ¡Cómo no recordar cuando escribía cerca de allí las escenas cumbre de mi novela EL DÍA QUE FUIMOS DIOSES! Otro motivo para alegrarme el día.

miércoles, 14 de febrero de 2024

A LA CHICA DEL GORRITO AZUL

 

A la chica del gorrito azul

 

Nada para mí es más importante que

Andar contigo el camino de la vida

Tú me llenas de sangre el corazón

Ignorando lo empinado de la cima

 

Tú me enseñas el color del cielo

ilusionas el paso de mis días

 

Aunque haya penas, nubes negras

                                  ¡qué más da!

Marchamos muy juntos por la vía

Ola a ola, mar tras mar,

                              ¡no me importa!   

 

                                                                              Si tú,

mi chica del gorrito azul ,            

                                                   ¡me sonríes y

                                                        me miras!



Con uno de tus últimos gorritos azules.




Contigo hasta el fin del mundo...



Contigo contra viento y marea...

 

...Siempre de tu mano.




Otro año más... ¡Y siempre! 

martes, 13 de febrero de 2024

EL PARQUE DEL AMOR

 




 EL PARQUE DEL AMOR

     Hoy Clara y yo paseamos por un parque cerca de casa, el Parque de Berlín. Sé que todas esas flores que llamean en su pradera, que llenan nuestra vista y nuestra alma de tanta alegría, son solo un reclamo de seducción. Una llamada para encontrar pareja, un ropaje de domingo para atraer al mejor partenaire con el que crear de nuevo vida. Las flores son el maquillaje atractivo de las plantas, como los trinos son las canciones de amor de los pájaros, como la berrea es el grito desesperado de los ciervos para denunciar que no quieren seguir estando solos.

    Solo el amor, la búsqueda de él, mueve el mundola naturaleza, de una manera tan gigantesca. Durante la adolescencia y la primera juventud nada habrá más importante que la búsqueda del amor en el mundo de los chicos y de las chicas que se asoman a él temblorosos y esperanzados.


    Clara y yo volvemos a casa y yo me encierro en mi despacho. Hoy recuerdo ese tránsito, el de la búsqueda del amor en aquellos años de la Transición. Repaso mis heridas y sus cicatrices. Siento el dolor de las que provoqué por inexperiencia, torpeza o propio egoísmo y también recuerdo el dolor de las que sufrí en propia carne de otras personas, tal vez por lo mismo.


      Todas aquellas chicas hoy tienen un hueco en mi corazón y en mi memoria: Consuelito, Mabel, Rosa María, Martuqui, Lina, Ainhoa, Clara… Fueron eslabones necesarios en la cadena de la vida. Estaciones de paso de aquel tren que nos conducía, veloz e ilusionado, hacia ese destino soñado de aquel amor total, de aquel amor definitivo que buscábamos para compartir vida y crear también vida.


     Solo por este recorrido de recuerdos del amor por mi mente merecería la pena vivir. Doy gracias a Dios hoy, porque mi memoria me traiga de nuevo el perfume del amor. ¡Qué sería de la vida sin él!


 De la novela LEJOS DEL SAUCE CURVO: Para regalar o regalarte: amzn.to/3EweRMr

 

viernes, 9 de febrero de 2024

EL ÚLTIMO MERIDIANO





EL ÚLTIMO MERIDIANO

Afirmaba Confucio que se tienen dos vidas, y que la segunda empieza cuando te das cuenta de que solo tienes una. Muchas veces ese momento no llega hasta la vejez, donde reparas en el poco tiempo que te queda, donde el paisaje se despeja de tantos trampantojos que la vida superficial y falsa de hoy ha puesto delante de ti como liebres saltarinas a las que no dejas de perseguir y que te apartan de cualquier otra meditación sobre el sentido de nuestra existencia.
Dicen que la vejez es un regreso a la infancia. Y, con matices, estoy totalmente de acuerdo. Las une una forma de vivir donde solo reina, en verdad, el presente.
La vejez no se entiende sin jubilación. Y la jubilación supone bajarse del carro de la ansiedad, de la competitividad, del deseo por progresar a toda costa. Sí, la edad adulta es la edad del deseo y, por tanto, de la frustración, del sufrimiento, salvo cuatro momentos eufóricos por haber alcanzado esas metas volantes que rápidamente sustituyes por otras que están más allá, es la edad de la postergación del presente a la espera de conseguir ese futuro soñado.
Dice Navak Ravikant, estoy leyendo un libro de sus pensamientos que me encanta, que la falta de deseo lleva a la paz. Y que de esta brota la felicidad, porque en ese momento tus sentidos solo se dedican a percibir, a absorber todos los rayos luminosos que nos ofrece ese presente que se despliega como nunca a nuestros ojos.
Ojo, no seré yo, el que reniegue de todo lo conseguido por el hombre. En muchos aspectos vivimos mucho mejor que nunca. Y todos tenemos un compromiso social con nuestros semejantes: hemos de procurarles a ellos, y a nosotros mismos, mejor salud, más seguridad, mayor formación, etc. Y eso solo lo da ese trabajo esforzado y constante que realizamos durante la edad adulta.
Digamos que en la infancia creces y te preparas, en la edad adulta rindes y aportas valor a la sociedad que te rodea. En la vejez, te repliegas sobre ti mismo y te dedicas a saborear lo conseguido, a disfrutar de tu presente de una forma pacífica y relajada.
Ojalá en la adultez tuviéramos también algo de ese espacio para nosotros, lejos del ajetreo y la ansiedad por hacer y hacer. Decía Pascal que el secreto de la felicidad es saber estar media hora en tu habitación sin hacer nada. Sin morirte de ansiedad o aburrimiento. Sino solo disfrutando de tu presencia y escuchando el latido de tu corazón.
Ojalá en la vejez todo el mundo encontrara asimismo algo de esa actividad con la que completar esa maravillosa actitud contemplativa y reflexiva de la existencia. Una actividad no obligada, sin horarios y sin premios materiales, sino elegida solo porque te gusta, porque te divierte, porque crees que eres bueno en ella y disfrutas haciéndola y ofreciéndola a los demás, por si les sirve de algo.
El otro día fue mi cumpleaños, me cayeron 67 del ala. Aprovecho para daros las gracias por vuestras innumerables felicitaciones. Me di cuenta que estaba ya cruzando el último meridiano. Pero todavía disfruto en compañía de mi familia. Y haciendo lo que me gusta: escribir y ayudar a producir películas.
Y me acordé también de aquella canción entrañable de Ketama: “No estamos locos”.
Su letra dice así: No estamos locos/ que sabemos lo que queremos / vive la vida igual que si fuera un sueño…
Ojalá, jóvenes y mayores, no lo olvidemos nunca. Creo que viviríamos aún mucho mejor.


FOTO: Con Antonio Carmona, líder de Ketama, en el aeropuerto de Barajas, en una época en que viajaba mucho por motivos de trabajo, persiguiendo liebres saltarinas.

VÍDEO: Un momento de la celebración de mi cumpleaños en un restaurante de Madrid. Con mi familia y el novio de mi hija, la novia de mi hijo se encuentra en Barcelona. Entonces se me ocurrió el título de este post: "El último meridiano". También rompí por un día una dieta que me va a dejar, según mi nutricionista, como un pincel, aunque ahora se me vea algo más arrugado de lo normal. En fin, todo sea por prepararse para que esta última travesía sea lo mejor posible.


Para:

Redes

y Envejecer/ Regreso al Sauce Curvo.

domingo, 4 de febrero de 2024

DÍAS DICHOSOS EN ALICANTE (Y 3)

 

Repasando entre sus papeles, el escritor se da cuenta de que su tercera entrega sobre sus últimas vacaciones de Navidad se quedó a medio terminar. Y quiere acabarla, antes de que el recuerdo de aquellos días dichosos se vaya diluyendo con el paso del tiempo y acabe enterrado bajo las sucesivas paletadas de tierra que caen sobre la tumba de su memoria.

Una noche se toparon en Cala Finestrat con Papá Noel repartiendo sus juguetes entre los niños. Estaba metido dentro de una burbuja, junto al  mar gris y el cielo azulado de la noche. El escritor se acuerda de cuando era niño y se dormía, la víspera de los Reyes Magos, con la mente llena de alucinaciones y con ganas de despertarse al menor ruido de los camellos. Mira que ha pasado tiempo, se dice, pero es el mismo brillo el que detecta en las pupilas incandescentes de tantos pequeños de hoy. La ilusión viaja sin arrugas a través de los años, porque solo es el fruto de la pureza de los sueños. Y los mayores, que ya llevamos a nuestra espalda, una decena de trienios ejerciendo de Reyes Magos, no dejamos de regocijarnos por dentro siendo testigos de esta ilusión que se nos muestra al lado del mar.






Al día siguiente el escritor y su familia se desplazan a Elche.Su hijo quiere conocer esta ciudad. Nos explica que está en conversaciones con una empresa de allí para unirse a la misma cuando regrese de su máster. Al escritor, en principio, no le seduce mucho la idea, piensa que Elche debe ser un pueblo modesto y fuera de los circuitos empresariales más potentes. Pero se lleva dos sorpresas: Elche tiene más de 200.000 habitantes y es la 21ª ciudad más importante de España, por delante de la mayoría de capitales de provincia y en su polígono empresarial se halla una empresa muy puntera. Tan puntera que ha lanzado el primer cohete español al espacio y está tramitando el segundo. ¡Acabáramos!, no hay nada como rodearse de gente joven para volver al paraíso de las novedades y de los sueños. Así que, piensan, él y su mujer, que su casa de la playa bien pudiera convertirse en residencia de su vástago, está a  menos de tres cuartos de hora en coche, y ellos tendrían un motivo más para venir a ella. Ya se verán los derroteros a los que les conduce el destino.

Comen allí y, a la vuelta, su hija les pide conducir el coche. Al paso por Villajoyosa, se desvía y les explica que les va a enseñar un gran descubrimiento que hizo el año pasado. Llegan a una playa, eso sí, bellísima y apartada, aparca el coche y mira a sus padres sonriendo, esperando su reacción. El escritor y su mujer se miran y, un tanto desconcertados, le devuelven la mirada a su hija. 

–¿De verdad que no os acordáis? Pues vaya memoria.

Sus padres siguen sin caer.

-A ver, antes de esta urbanización de lujo hubo aquí una residencia. Esta es la Playa del Paraíso.

Ahora sí que caen en ello y abrazan a su hija. Saben perfectamente por qué les ha llevado hasta allí.

El banco donde trabajaba el escritor tenía una residencia de vacaciones para sus empleados y sus cónyuges, matrimonios, pero sin hijos. Allí recalaban sobre todo parejas jóvenes de recién casados. El escritor y su mujer fueron una pareja de aquellas. Estuvieron una sola vez. Y allí encargaron a su niña. Un auténtico regalo.

El escritor recuerda que cuando acordaron tener un niño fueron a su médico, para anunciarle que se ponían a ello. "Vuelvan dentro de seis meses por aquí", les sonrió. No sabía el hombre que iban a ir a aquella residencia. La residencia en sí no estaba mal, un hotel de 3/4 estrellas, pero tenía una finca paralela al mar,  quizás de un kilómetro, o más, de auténtico lujo. Tenían un acceso directo, y casi privado, porque allí no había apenas nadie más, a la Playa del Paraíso, bellísima y solitaria.


Aquellas decenas de parejas jóvenes, por el día, no salían de aquella finca, el escritor recuerda sus juegos a la petanca, a los bolos, al futbolín, al tenis y sus salidas a la playa por aquella puerta de acceso directo. Después de cenar, tenían discoteca con alcohol a bajo precio, recuerda algunos momentos con copas de champagne dentro de la piscina y mucha camaradería.

Y cuando se retiraban a dormir, allí no dormía nadie. Aquellas parejas en edad se dedicaban a disfrutarse uno del otro. El aislamiento y la acústica de aquella residencia eran los típicos de la época. Así que traspasaban las paredes aquellos esfuerzos amatorios que servían de coro aleccionador a las habitaciones vecinas. No es de extrañar que el escritor y su mujer, al poco del regreso a Madrid de aquellos quince días tan especiales, hubieran de visitar al doctor. "¿Tan pronto?", les dijo sonriendo. No fueron los únicos, ni mucho menos.

Cuando fue mayor se lo contaron a su hija. "En mejor sitio no te pudimos encargar: La Playa del Paraíso, en el pueblo de La Villajoyosa". ¡Y ahora era ella quien se lo recordaba a sus padres!

 Recorren toda la playa hasta el final, hablando de ello. ¡Cuántos recuerdos!

Su otro hijo escucha sin participar, claro. Hasta que su madre le cuenta que él también había venido con muchas ganas. Durante alguno de aquellos días de vino y rosas de Marbella de 1996 o, quizás, en alguno de los días previos en El Sauce. 

Graban un vídeo de recuerdo, ya al final de la playa. El escritor lo incluye aquí, en estas memorias literarias, para que pueda recordar siempre a este sitio de El Paraíso y lo que significó para él y su familia.

https://www.youtube.com/watch?v=JSPDPIYfRTk

También recuerda, cómo no, aquellos años dorados en aquel dúplex de aquella selecta urbanización de Nueva Andalucía, donde encargaron a su pequeño en el verano de 1996.  Vivir a cierta edad es recordar.https://www.youtube.com/watch?v=_l4gWXXlUqs




Como las vivencias de estos días dichosos en Alicante. Que alimentarán también su nostalgia cuando dentro de unos años el escritor encare las últimas curvas de su camino.






Para Envejecer/Regreso al Sauce Curvo.