martes, 20 de febrero de 2024

QUEDARÁ LA MÚSICA

 





Por la mañana el escritor necesita la música. Para levantar el vuelo. Para dorar de magia y de luz el arranque de cada día. Porque hay días que cuesta arrancar, ilusionarse, superar la inercia de la rutina que lleva al hastío. El escritor tiene sus gustos, acrisolados en el tiempo. Y siempre vuelve a sus orígenes, a aquellos autores que siempre le engancharon.

Hoy vuelve a Zucchero. A Diamante. Ese himno lleno de fragancias. De luz de domingo. Con el que pretende convertir este martes en algo especial. Mientras resuelve unos temas con Hacienda, ¡por Dios!, no hay cosa que le avinagre tanto, que le deprima tanto, pero no queda otra. 

Siempre cuando tiene algo tedioso, piensa en el homenaje que se dará después. Hoy será pensar en los detalles del próximo viaje, ya falta poco, que hará a Italia. Ah, Italia, Italia... Allí pasó él parte de su luna de miel en aquel viaje especial, muy peculiar, e inolvidable. Y, antes del viaje, una escapada a Alicante, el escritor ya no puede más, necesita cambiar la decoración de su paisaje, abrir las ventanas, respirar nuevos aires, ver el mar...

Sí, la música siempre fue un calmante para él. Y un revulsivo. Un revitalizante para acometer el día a día con ilusión.

Ha escrito muchas cosas sobre la música. El escritor piensa que ya tiene una edad en la que puede sacar de la chistera de su obra, y de su vida,  tantas palomas como necesite para dorar de luz el horizonte de este martes, de cualquier martes, inhóspito y cabrón, que aparezca en su devenir cotidiano.

Hace muchos años escribió este QUEDARÁ LA MÚSICA, que hoy relee como si tomara droga dura para levantar el ánimo de esta jornada nefasta, a la que acompaña, para que surta más efecto, con esta maravilla de DIAMANTE. Música, Italia... ¿Qué se puede pedir más? Ahí va: https://www.youtube.com/watch?v=82rSzyJ5SDU. Y el escritor se sumerge, hasta contento, en sus papeles con Hacienda.


QUEDARÁ LA MÚSICA

     Después de cenar íbamos a dar un paseo cuando nos embargó el sonido de la música. Nos llegó reverberando entre las columnas, los espejos, el murmullo de la gente deambulando por el lobby del hotel.

 

Era una música en vivo y, mientras saboreábamos un par de combinados, tú observabas a las parejas que bailaban. En esa noche de alegría, de despreocupación, de vacaciones. Y me apretabas el brazo, como sé que lo haces cuando estás contenta.

 

La orquesta, quién sabe por qué, me recordó de golpe a la del Titanic. Dentro de no muchos años no quedaría nadie de los que allí estábamos. Dónde iría toda aquella alegría, la complicidad de los cuerpos, las caricias y los besos de todas aquellas parejas, que continuarían, luego, mucho más apasionadas, sin duda, al otro lado de las puertas de las habitaciones. Todo aquel barco se estaba yendo ya a pique, escorándose lentamente hacia el abismo. Los únicos cuerdos debían ser los músicos de la orquesta que tocaban «El último vals» y nunca abandonarían la nave. Estoicos y escépticos, mientras les llegaba el agua a la rodilla.

 

Sí, sólo quedaría la música de aquella noche en el recuerdo submarino de todos nosotros, pasadas unas décadas. En el silencio eterno que sólo recorren los peces.

 

Tal vez porque me viste triste, me apretaste el brazo un poco más: «Venga, vamos a bailar».

Sí, al final sólo quedaría la música de aquella noche. La fragancia de tu cuerpo entre mis brazos. Y el susurro de tu aliento en mi oído: «Sabes que te querré eternamente».

 

Entonces me pareció que el músico del violín sonreía. Yo ya lo había visto antes. Aunque dónde, cuándo.

 

A veces, pienso que ya he estado en los sitios, que todo es una repetición de algo ya vivido. Por eso me acerqué al músico del violín: «¿Qué es todo esto?».

 

Él me sonrió de nuevo y se acercó al micrófono: «Y como despedida, esta balada de Celine Lion: “Mi corazón seguirá”».

 

Sí, al final del final sólo quedará la música.

 

    Y las estrofas que un día llenaron nuestro pecho bailarán entonces en las ondas que producen los peces: «El amor puede tocarnos una vez. Y durar toda una vida. Pase lo que pase, mi corazón seguirá…»


      A veces, no sabes por qué, ves a tu pareja, o te ven a ti, llorar de una forma extraña. En una noche llena de alegría, de despreocupación. De vacaciones.



Para: Envejecer/Regreso al Sauce Curvo.
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FOTO: el otro día tuve que ir a Sepúlveda por unos temas de Hacienda, precisamente. ¡Cómo no recordar cuando escribía cerca de allí las escenas cumbre de mi novela EL DÍA QUE FUIMOS DIOSES! Otro motivo para alegrarme el día.